Acabo de ver el
debut del historiador Elías Pino Iturrieta como editor adjunto de El Nacional,
como sucesor de ese gran periodista y erudito que fue Simón Alberto Consalvi,
cuyos artículos semanales eran esperados por mí con especial interés. La de
Pino Iturrieta, como él mismo sugiere, es ahora una tarea desafiante en un
momento también desafiante para los venezolanos.
Es un hombre
provisto de un conocimiento profundo de nuestras raíces históricas, que ha
sabido cuestionar las manifestaciones autoritarias que nos han dominado y
llevado por el despeñadero en los últimos años. Un venezolano admirable, probo.
No obstante, surge mi atrevimiento de escribir este artículo como consecuencia
de una breve frase que pronunció en la entrevista inaugural de su nuevo cargo,
al referirse a los fines del periodismo.
Según el
entrevistador, el doctor Pino dijo que “el periodismo no es para tumbar ni para
poner gobiernos, pero sí para señalar las situaciones que se viven”… Ahora
bien, es posible que él estuviera pensando en la función ideal o utópica del
periodismo, que no es precisamente la que hemos visto a diario en los últimos
sesenta años en ese país tan tropical que es Venezuela. La historia de los medios de comunicación
venezolanos lo contradice con contundencia.
En la etapa
previa al régimen de Hugo Chávez hubo medios que fueron utilizados como
instrumentos desestabilizadores y hasta de conspiración, que actuaron como
protagonistas principales en la demolición de lo que existía y apoyaron la
aventura electoral de ese militar golpista del 4 de febrero. No todos, pero los
había y muy importantes. Actuaban de manera sistemática contra gobiernos,
movidos por intereses personales, familiares o de grupos y, sobre todo, económicos.
Había presiones, chantajes, etc., que a la postre terminaron por corroerlos a ellos
mismos y por afectar a los venezolanos en general. ¿Y qué pasó? Pagaron un precio
elevado por sus insensatas ambiciones.
La responsabilidad
social de los medios tendría que ser, por definición, sublime y no comprometida
con parcialidades políticas o económicas. Eso ocurre en países desarrollados aunque,
por supuesto, tampoco en todos porque, por ejemplo, Rupert Murdoch no ha sido en
Gran Bretaña un ejemplo a seguir. News
of the World era asqueante, con sus interceptaciones telefónicas y otras formas
inmorales de revelar “exclusivas”.
Estamos obligados
a decir entonces que en Venezuela las empresas periodísticas sí han sido, en
gran medida, para poner y quitar gobiernos.
Las consecuencias de eso están ahí y no las podemos ni debemos ocultar: Ellas
han sido debilitadas por el Estado, las concesiones de radio y televisión
anuladas, los periódicos han llegado casi a escombros económicos, como todo o
casi todo en el país. Todo en Venezuela
es caótico y no debemos callar.
Estamos totalmente de acuerdo, amigo.
ResponderEliminarYo también era fanática de los escritos de Consalvi.
Un abrazo.
Cierto, estoy de acuerdo, señor Escalante. Sin embargo, hay que diferenciar entre lo que se dice en un discurso de circunstancia y la obra de Elías Pino, que no es periodista ni merece ser juzgado como tal. Sólo que no podía, en el acto de recibir su nuevo cargo, exponer esos inoportunos criterios. Ten un poco de empatía, Escalante, verás que será tan bueno como el venerado Simón Alberto.
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