Berstein y Woodward en la redacción de The Washington Post |
El periodismo y la justicia independientes marchan de
manera paralela y eficiente en sociedades avanzadas sin que un solo hombre
logre imponer su voluntad, tal como lo demostró el caso Watergate en Estados
Unidos hace ya cuarenta años. Aquel
hecho aún fresco demostró que el presidente más poderoso de la Tierra no podía
violar la ley con impunidad y, por eso, fue obligado a renunciar y estuvo a
punto de ir a la cárcel.
Los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward se
catapultaron a la fama con su admirable trabajo de investigación y The
Washington Post se robusteció como institución periodística, porque los
intereses nacionales estaban por encima de los objetivos económicos. La caída
del presidente Richard Nixon no desembocó en un régimen arbitrario y sigue
siendo ejemplo de la existencia de poderes independientes, así como del arraigo
de la prensa libre y la libertad de expresión.
Ahora, cuatro décadas después, al reflexionar sobre la
trascendencia de lo ocurrido, Woodward y Berstein han dicho que Nixon era peor
de lo que se suponía e ilustran su afirmación con el significado de la ley y la
Constitución. La contundencia del
argumento nos lleva a preguntarnos por qué hay países como Venezuela, que no
pasan de ser campamentos militares al arbitrio de autócratas, de violadores de
principios de elemental convivencia civilizada.
“Mucho antes de que explotara el Watergate, el espionaje,
los allanamientos, las intervenciones a las líneas telefónicas y el sabotaje
político se habían convertido en un estilo de vida en la presidencia de Nixon”,
señalaron los periodistas norteamericanos en un reportaje que acaba de publicar
el Post. Era un repugnante estilo de
vida que no podía continuar y, en efecto, no continuó en Estados Unidos,
mientras en otros lugares (como Venezuela) esas prácticas son habituales. La corrupción, el hambre y la deshonestidad,
imperan en el subdesarrollo.
Las frases de los periodistas norteamericanos que dieron
una gran lección al mundo, son estremecedoras y parecieran hechas a la medida
de las necesidades morales y cívicas de los venezolanos. “Durante su presidencia de cinco años y medio,
que comenzó en 1969, Nixon emprendió y dirigió cinco guerras sucesivas y
yuxtapuestas: contra el movimiento de oposición a la guerra de Vietnam, los
medios de información, los demócratas, el sistema de justicia y finalmente,
contra la historia misma”…
Claro, la cosa es que Nixon es un caso excepcional en la
historia norteamericana, mientras en países africanos y latinoamericanos (como
Venezuela) la decencia política, la moral y otros valores inherentes a la
democracia, son escasos. De los 184 años de vida republicana, Venezuela ha
pasado 140 sometida al garrote militar y, por supuesto, no tenemos razones para
ruborizarnos ante la estolidez. Los
presidentes civiles, demócratas, son apenas un accidente.
“Todas ellas (las prácticas viciadas y viciosas) reflejan
una mentalidad y un patrón de conducta exclusivos y dominantes en Nixon: el
deseo de evadir la ley para obtener ventajas políticas, así como la búsqueda de
secretos y aspectos negativos sobre sus oponentes como un fundamento de la
organización de su presidencia”…
Por estos días se recuerda en Estados Unidos aquella sucesión
de hechos que mantuvieron en vilo al poderoso país y que todavía hoy son objeto
de análisis e investigación, pero también es claro que las injusticias existen
y que, por ejemplo, el sistema electoral tiene sus fallas. Pero el imperio de
la ley existe. ¿Nos servirá la lección?
@opinionricardo