Los gobernantes
autoritarios hacen todo cuanto está a su alcance para perpetuarse y para
satisfacer su voracidad económica y la de los suyos, dilapidando y
comprometiendo los intereses y las posibilidades futuras de las nuevas generaciones.
Sus ambiciones son desmedidas y temerarias.
Uno de esos actos
se acaba de ver en Nicaragua, donde Daniel Ortega presentó a la Asamblea
Nacional un proyecto de ley para otorgar a un consorcio chino la concesión para
construir y operar un canal interoceánico por cien años (cincuenta
prorrogables), sin que la opinión nacional hubiese sido informada en detalles y
menos aún consultada.
Las
negociaciones, que tras bastidores habían venido ocurriendo durante un buen
tiempo, tienen visos de afectar el interés nacional de los nicaragüenses , al
contemplar la participación de la República en apenas uno por ciento en las
utilidades a ser generadas por el funcionamiento de la nueva vía de
comunicación marítima. Se habla de un
futuro aumento de esa cantidad, pero la sociedad nica tiene derecho a
preguntarse qué se pretende con un hecho de esa naturaleza. ¿Hizo licitación? ¿Cómo
y cuándo?
En repetidas
oportunidades la honestidad de Ortega ha sido puesta en duda, al ser acusado de
usar para fines personales y de sus socios, los recursos provenientes de
Petróleos de Venezuela y de otros entes. Nicaragua ha recibido cuotas de
petróleo venezolano a precios preferenciales y bajos intereses, sin que se
conozcan los estados de pago correspondientes. Parte de esos crudos son
revendidos por la empresa Albanisa en los mercados internacionales, y las
ganancias se distribuyen entre funcionarios nicaragüenses y venezolanos.
Sin que se
hicieran los estudios de impacto ambiental y económico del proyecto, el
dirigente sandinista pretende hacerlo aprobar en apenas cuatro días. ¿Por qué?
Ahh porque no quiere que salga a relucir lo que intenta esconder bajo la
alfombra. ¿Será razonable que, por ejemplo, la autoridad del canal a ser
designada reciba apenas diez millones de dólares por parte de los chinos
durante diez años? ¿No tendrán derecho
los nicaragüenses a saber si esa cantidad es justa o es irrisoria? En principio, pareciera que otro se va a
llevar la parte del león y que Ortega y sus amigos quedarán buchones.
¿Por qué hay que
desconfiar de ese líder “popular”? Pues
porque carga a cuestas una pesada carga de hechos reñidos con la moral y la ley:
Violaba a su hijastra Zoylamérica Narváez y la obligaba a tener relaciones sexuales
con terceros. La perseguía con
saña. Se apropió ilegalmente de una casa
de un banquero somocista, Jaime Morales Carazo, a quien con el paso del tiempo
convirtió en vicepresidente de la República. Atropella a los opositores y
procede como un caudillo de estilo chavista.
Sus argumentos, sin
bases sólidas, consisten en que el Producto Interno Bruto pasará de 4 por
ciento a 10.8 por ciento y el empleo se triplicará, al pasar de algo más de 600
mil puestos a más de 1.9 millones. Se llena la boca diciendo que, además, uno
de los efectos positivos de la monumental obra será la desaparición de la
economía informal.
Por todas esas
cosas, en Managua se escuchan voces de alarma y preocupación. Los sectores
disidentes hablan sobre el tema, mientras el Presidente apresura sus gestiones
para que los regímenes del Alba manifiesten su regocijo por la envergadura de
su obra y la magnitud de sus implicaciones.
El costo estimado del canal oscila entre 40 mil y 50 mil millones de dólares.
¿El autócrata
saldrá incólume de esta nueva treta?
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