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viernes, 29 de junio de 2012

Reacción de Jóvito A. Villalba V., ante mi artículo El Jóvito Villalba que conocí

Amigo Escalante:
Gracias por su envío en nombre mío y de mis hermanos. Su perfil de mi padre es muy próximo a lo que él era. Lamento disentir de Ud en cuanto su supuesta naturaleza perdedora. Creo que, más bien, fue un triunfador y por todo lo alto; sucede sí, que quienes no estuvieron compenetrados con su valorativa y asimilan el éxito con la llegada a ciertas posiciones, no están en condiciones de evaluar la profunda satisfacción que dejó en nosotros eso que algunos califican como derrotas.
 Entre sus muchas reacciones incomprensibles señala Ud., el episodio de la Nueva Fuerza en 1973. Al respecto déjeme aclararle, con la autoridad que me confiere el haber sido yo, en esa época, militante comunista, que efectivamente el Dr Villalba fue víctima de un fraude adelantado por Guillermo García Ponce, quien en connivencia con Eduardo Machado alteraron lo que era la línea imparcial del Buró Político del PCV y ordenaron a la militancia y simpatizantes comunistas que participaban en el congreso de la Nueva Fuerza, votar por Paz Galarraga porque sabían que de esa forma se saboteaba la unidad y obligarían al PCV a votar por Lorenzo Fernández , que era la solución que en ese momento ellos apoyaban. Cuando el PCV detectó esa traición de Eduardo  y de Guillermo inmediatamente los expulso y ellos se fueron a formar tienda aparte llamada Vanguardia Comunista, que al final terminó votando por Lorenzo. Esa es historia patria que, lamentablemente no es muy conocida ni se imparte en los manuales de historia del país.
Gracias nuevamente por su articulo y espero haber contribuido algo en su mejor conocimiento de los hechos.
Atentamente, JAVV.
 

jueves, 28 de junio de 2012

México, elecciones y desconcierto


Ricardo Escalante, Texas
Las elecciones mexicanas de este domingo primero de julio marcarán el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al gobierno y con él se abrirán grandes incógnitas sobre la estabilidad de las instituciones de un país grande en términos territoriales y de población, inseguro y con una cada vez más debilitada influencia internacional.

Cuando escribo esto faltan apenas unas horas para el inminente triunfo del candidato priísta Enrique Peña Nieto, después de dos períodos consecutivos del Partido de Acción Nacional (PAN) en la Presidencia de la República. Hace doce años nadie podía pensar que el PRI, luego 70 años de poder hegemónico y vicios, tendría capacidad para reorganizarse y agarrar otra vez las riendas del país azteca. Nadie apostaba un centavo a que eso ocurriera y, sin embargo, ahí está.

Ese regreso no es fruto de especiales cualidades de liderazgo de Peña Nieto, sino la consecuencia de promesas incumplidas de los gobiernos de centro derecha de Vicente Fox y Felipe Calderón, de una inseguridad galopante que recuerda la peor era colombiana del narcotráfico y, además, el resultado de la ausencia de opciones sólidas: Andrés López Obrador, candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), es un demagogo con arranques de intemperancia, con un pasado de simpatías chavistas y hasta de desconocimiento del triunfo del presidente Calderón, mientras la señora Josefina Vásquez Mota, del PAN, ha tenido que cargar con el desprestigio de la administración de Calderón y con el rechazo de Fox, que ahora apoyaba lo que en sus mejores tiempos combatía: el PRI.

Atado a poderosos intereses económicos y con acusaciones de falta de probidad, Peña Nieto llega a la Presidencia mexicana cuando el régimen venezolano todavía despierta simpatías importantes e inocultables en la región y ha desatado una preocupante carrera armamentista. La solidaridad desarrollada a través de Petrocaribe y la promoción de gobiernos autoritarios financiados directamente desde Caracas, han alimentado silencios y complicidades a pesar del riesgo de un conflicto militar. Brasil, entretanto, ha cosechado un impactante crecimiento económico y algunos resultados positivos en sus políticas internas, pero en su política internacional ha coqueteado con Chávez para lograr negocios para sus empresas.

En este momento no hay elementos suficientes para pensar que a corto plazo México podrá servir de punto de equilibrio, de moderación o contrapeso frente a Hugo Chávez. En estos últimos años los mexicanos se han sumido en violencia y en problemas sociales tan agudos, que por el bien de México y de América Latina, no queda otra posibilidad que desearle el mejor de los éxitos al enigmático Peña Nieto. ¿Lo hará bien?

viernes, 22 de junio de 2012

Hipocresía ante el caso Lugo

Ricardo Escalante, Texas
La destitución del presidente Fernando Lugo, de Paraguay, preocupante por muchas razones, pero no es la primera vez que algo de ese tenor ocurre en el Continente y, por lo mismo, debe ser analizado con especial detenimiento.

Todo indica que Lugo no tuvo responsabilidad directa en los asesinatos que se le imputan, a pesar de lo cual fue destituido sin fórmula de juicio. Bastó el salto de talanquera de un grupo político que antes lo apoyaba, para conformar la mayoría inquisidora. No se tomó en cuenta la condición de Primer Magistrado de la República, que en cualquier país con un estado de Derecho respetable habría ameritado un tratamiento especial. Eso, por supuesto, no exculpa a Lugo de los mayúsculos errores cometidos durante su ejercicio presidencial, entre ellos la promoción de invasión de tierras al estilo del régimen venezolano de Hugo Chávez.

En Venezuela ya una vez ocurrió algo parecido que desembocó en la alteración del sistema democrático que había prevalecido durante cuarenta años, aunque había serias fallas y vicios. A Carlos Andrés Pérez lo destituyeron con procedimientos amañados, en medio de una confabulación de sectores de derecha e izquierda, después de dos golpes de Estado, cuando, como en el caso de Lugo, apenas faltaban 9 meses para el final de su mandato.

La destitución de Fernando Lugo es interesante en tanto en cuanto que despertó la inmediata solidaridad del gobierno venezolano, cuyos personeros fueron parte de la desestabilización del presidente Pérez. Hugo Chávez protagonizó el golpe del 4 de febrero de 1992 y fue cómplice del segundo, que tuvo lugar el 27 de noviembre de aquel año. El flamante secretario general de Unasur, Alí Rodríguez Araque, nunca condenó aquellas acciones de Chávez y, por el contrario, siempre las ha celebrado.

Evo Morales, Daniel Ortega y otros reivindicadotes de los golpes de 1992 en Venezuela, ahora se rasgan las vestiduras en defensa de lo que, evidentemente, es una retaliación política para defenestrar a Lugo. En pocas palabras, demuestran doble moral.

Es de suponer que el derrocamiento de Lugo traerá consecuencias institucionales en Paraguay, país con un pasado de dictaduras militares tan brutales como la de Alfredo Stroessner, que sojuzgó a su pueblo entre 1954 y 1989. La confabulación contra Pérez las tuvo en Venezuela, muy graves, y seguimos pagando el alto precio.
 ricardoescalante@yahoo.com


jueves, 21 de junio de 2012

Mensaje del Dr. Fernando Mires

Estimado Ricardo,
He terminado recién de leer su excelente libro. Tuve interrupciones que determinaron su lectura hasta el final. Habiendo cerrado el libro creo que tengo que agradecerle, en primer lugar, por la tan grata lectura que me ha regalado y, en segundo lugar, por la ampliación del horizonte que mantenía en torno a su país.

A veces pienso que los verdaderos historiadores son los periodistas. Por lo menos, cuando se trata de temas políticos. Será quizás porque no están sumidos en teorías farragosas y viven la política al día junto a sus actores quienes no son tesis, sino seres reales, contradictorios e imprevistos como es el ser humano. La misma impresión tuve hace algún tiempo cuando mi estimada amiga Paulina Gamus me dio a conocer el borrador de sus memorias. Pues, la suya, Ricardo, es historia viviente; y lo digo sin ánimo de elogio.

Lo que más me impresionó de su libro fue su excelente manejo de los tiempos. No es una narración vertical sino cíclica, va y viene. Ese talento sólo lo tienen los grandes novelistas, pienso en Proust y Faulkner. Aplicado ese tiempo cíclico a la narrativa histórica, adquiere una nueva dimensión.

Claro, usted y yo sabemos que a ese libro le falta un final; ese tendrá lugar el día 7 de octubre. Yo pienso que si el ritmo de Capriles se mantiene, va a ganar. Es casi una intuición. Si eso no sucediera Venezuela sería realmente un país de culpas. Esa intuición se ha visto reforzada con la lectura de su libro. Me será muy, pero muy útil.
Gracias otra vez y le deseo, a usted como a su país, el mejor de los futuros.
Muy amistosamente
Fernando Mires

*Profesor catedrático de la Universidad de Oldemburg, Alemania.
Privat Hodzent en política internacional (máximo título académico otorgado por las universidades alemanas)

miércoles, 20 de junio de 2012

El Jóvito Villalba que conocí

Ricardo Escalante, Texas
Jóvito Villalba, líder fundamental de Unión Republicana Democrática (URD), es probablemente el venezolano que mejor representa la imagen del perdedor y, al mismo tiempo, de pertinaz luchador por sus convicciones cívicas y antimilitaristas.

Desde temprano en su vida y hasta el final, comprendió que su campo de acción estaba en el combate a los totalitarismos y en la defensa de las libertades, del pluralismo político. En eso era firme, decidido, y nunca, ni por nada ni por nadie, renunció a su propósito. Estuvo varias veces en el exilio, fue perseguido, encarcelado y, por la misma razón, sus estudios de Derecho se hicieron demasiado largos.

URD siempre esperaba conocer el criterio del conductor y su seña para trazar el camino a seguir. La vida de Villalba fue simultánea con las de Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, con quienes muchas veces coincidió y también discrepó y compitió. Nunca ganó, pero en ningún instante se sintió empujado a darle una patada a la mesa, a entrar en conspiraciones para derrumbar el sistema democrático que había contribuido a levantar en Venezuela. Con Betancourt y Caldera firmó el famoso Pacto de Punto Fijo -destinado a darle sustento al gobierno que surgiera de las elecciones presidenciales de diciembre de 1958-, cuya duración fue corta pero se convirtió en sinónimo de gobernabilidad y entendimiento nacional.

Con su voz gangosa y su especial inteligencia, Villalba es probablemente el mejor orador venezolano de todos los tiempos y un constitucionalista y profesor de especial brillo. Sus diagnósticos políticos eran precisos, acertados, a partir de los cuales diseñaba estrategias que pronto abandonaba para terminar en fracasos que no lo amilanaban. El carácter explosivo hacía que entre sus allegados se dijera que había que tenerle un cariño especial, para entender sus reacciones a veces desconcertantes, como ocurrió cuando horas después de haber participado en la elección del candidato presidencial de la Nueva Fuerza para las elecciones de 1973 -en una alianza con el Movimiento Electoral del Pueblo y con el Partido Comunista- y haber reconocido a Jesús Angel Paz Galarraga como ganador, denunció fraude y se postuló en representación de su propia tienda política. En esa oportunidad obtuvo sólo 3 por ciento de los votos.

Lo conocí en los años 70 en su oficina de la Torre Polar, en la Plaza Venezuela, cuando yo era reportero de El Carabobeño en Caracas y él jugaba un rol estelar en el país. Después, mientras yo trabajaba para El Universal, nos hicimos amigos y yo lo frecuentaba. Era culto, irónico, conocedor de grandes políticos, entre quienes admiraba de manera especial al francés Léon Blum y su socialismo democrático.

Con el paso de los años, Villalba había llegado al convencimiento de que la reelección presidencial era nefasta para los pueblos, frente a lo cual era recomendable vacunarse con anticipación. Una vez, mientras almorzábamos en el restaurante Urrutia, en la avenida Solano de Caracas, le hice un comentario sobre lo que parecían ser los signos iniciales de la aspiración de nuestro común amigo Carlos Andrés Pérez a presidir la República por segunda vez. Escuchó con atención y luego dijo algo que no olvido: “Si Carlos Andrés se lanza, me va a encontrar de frente”, pero, por supuesto, no pudo cumplir su sentencia porque la salud le jugó una mala pasada y pronto dejó de aparecer en público.

Como ejemplos contundentes de aquella afirmación, citaba los casos de Hipólito Irigoyen en Argentina y de Alfonso López Pumarejo en Colombia, quienes después de haber sido exitosos en sus primeros gobiernos, condujeron a sus países al desastre en segundas oportunidades.
ricardoescalante@yahoo.com

miércoles, 13 de junio de 2012

El Carlos Andrés que conocí

Ricardo Escalante, Texas
Durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), yo cubría ocasionalmente informaciones en el Palacio de Miraflores y, a veces, escuchaba algunos rumores sobre la existencia de una amante del Presidente.  Ella, sin embargo, no era vista por allí y todo indica que sus visitas a ese lugar eran poco frecuentes y ocurrían en horas de poca actividad.

Aquella era la época del boom petrolero y de “La Gran Venezuela”, cuando el Presidente nacionalizó las industrias de los hidrocarburos y del hierro, estimuló el surgimiento de una nueva clase media y creó el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, que permitió la formación de un importante contingente de jóvenes venezolanos en las mejores universidades del mundo. También fueron construidas importantes obras de infraestructura y la política de pleno empleo produjo resultados importantes.

Rómulo Betancourt, cuya influencia en Acción Democrática y en el país era muy grande, había sido el promotor de la expulsión de Cuba de la OEA y del bloqueo económico y, por supuesto, rechazaba toda posibilidad de restablecer relaciones diplomáticas con el régimen de los Castro. Convencido de que la mejor manera de impulsar la democratización de Cuba era evitando su aislamiento, CAP reanudó las relaciones diplomáticas e irritó al fundador del partido. Ahí comenzó la ojeriza.

En aquel momento tuve la oportunidad de conocer al entonces Presidente y entablamos una amistad que con el paso de los años se robusteció. Conversé con él en innumerables oportunidades, muchas veces hasta sobre asuntos intrascendentes y ví en él un político de especiales condiciones políticas y humanas, sin rencores ni sectarismos. 

El estilo frontal de abordar el debate político le generaba adversarios, pero él practicaba la democracia al no buscar la liquidación de sus adversarios y, por el contrario, les daba nuevas oportunidades. Su tesis era que los males de la democracia se curaban con más democracia. Esto era una virtud y, al mismo tiempo, un error que tuvo que pagar caro porque, por ejemplo, a pesar de haberle sido hechas advertencias a tiempo, aceptó que un hombre lleno de odio y enamorado de sí mismo, Ramón Escovar Salom, fuera designado Fiscal General de la República. Lo que vino después es harto conocido.

Carlos Andrés Pérez era valiente. En la medida en que los problemas eran más grandes él se crecía. No se escondía ni lloraba cuando el mundo de le ponía pequeño, como si lo ha demostrado el teniente coronel que intentó derrocarlo y asesinarlo.

Los golpes de Estado de 1992 desestabilizaron su segundo gobierno cuando la economía nacional daba muestras de haber comenzado a enderezarse. Ya estaban en curso las conspiraciones de todo género, en medio de las cuales el país echaba humo por los cuatro costados y fue pavimentado el camino para someter a juicio al Presidente. Me consta que entre sus peores enemigos había adecos que actuaban por mampuesto contra él y trataban de hacerlo aparecer como el único culpable de todos los males.  Ellos se sintieron felices expulsándolo del partido y luego, cuando murió, algunos se rasgaban las vestiduras en medio de loas para tratar de convertirlo en un héroe.

Una vez le escuché decir privadamente a Carlos Andrés Pérez que su pecado había sido el de la carne, y tal vez debió haber impedido ciertas apariciones públicas de Cecilia Matos, como esa de la fastuosa celebración de un cumpleaños con dos mil personas, entre quienes destacaba la embajadora colombiana Noemí Sanin.  Aquella vida políticamente agitada y amplia a la vez, con decisiones y hechos que están en la historia venezolana, ni siquiera encontró descanso al morir: Su cuerpo pasó meses en una nevera como consecuencia de lamentables disputas familiares

sábado, 9 de junio de 2012

Nota de Horacio Medina

 Ayer inicie la lectura del libro, Un Pais de Culpas, escrito por el periodista Ricardo Escalante, al que nos habiamos referido hace un par de semanas con relacion a lo expresado en su capitulo XII: Petroleo Corrupcion, Ineiciencia y que un amigo me envio, via email, "escaneado".  Ahora libro, en mano y despues de haber leido las primeras 103 paginas, puedo recomendar su lectura con la certeza que encontraran en su contenido, muchas razones, muchas respuestas y tambien se formularan muchas preguntas.
Nota: Comentario hecho con el cual Horacio Medina acompañó la columna semanal que publica en el diario El Venezolano de Miami t también en el Noticiero Digital, enviada a sus amigos, el día 7 de junio de 2012.

martes, 5 de junio de 2012

Mensaje del Dr Eduardo Fernández

 Estimado Ricardo,
Acabo de terminar el primer capitulo de tu libro "Un pais de culpas" y lo encuentro muy bueno. Lei tu relacion de mi conversacion con R.C. sobre la candidatura presidencial para 1988. Muy ajustada a la realidad. Saludos. Seguire leyendo.
Tu amigo, Eduardo Fernández
Enviado desde mi BlackBerry de Movistar

El Caldera que conocí

Ricardo Escalante, Texas
Comenzaba mi experiencia reporteril en San Cristóbal, cuando un día de 1970 vi de cerca y saludé al entonces pletórico de vida y sonriente presidente Rafael Caldera. Impecablemente vestido de gris, engominado como siempre, corbata azul, zapatos negros brillantes, sonriendo frente a todos y estrechando manos. No respondía preguntas de los periodistas porque todo lo que tenía que decir lo decía en su acostumbrada rueda de prensa semanal, cuya primera parte era televisada y con preguntas previamente seleccionadas.

A medida que los años avanzaban, mi pasión por el periodismo aumentaba y por distintas razones cambié varias veces de lugar de trabajo. Así fui ampliando poco a poco mi visión de la política venezolana, conociendo de vista y trato a distintos personajes. Unos se mantenían por largo tiempo en la vida pública, otros estaban allí por casualidad y pronto desaparecían. Otros estaban ahí para ocupar segundos lugares. Caldera estaba siempre entre los protagonistas esenciales.

La obra histórica del doctor Caldera era COPEI y no sus dos gobiernos medio insípidos, que no dejaron muchas cosas que recordar, aunque él trataba de proyectarse como autor de la pacificación nacional y gran líder socialcristiano. A medida que los años pasaban yo muchas veces lo entrevistaba en el fragor del debate nacional. Lo visitaba en el Escritorio Liscano, su oficina, situada en la avenida Urdaneta, a pocos pasos de la avenida Fuerzas Armadas y a 120 metros de El Universal, donde trabajé muchos años. Era frío, distante.

Él quería el partido a su manera. Ahí se había formado una generación de dirigentes con especiales cualidades intelectuales y políticas, pero el doctor Caldera los quería para pavimentar sus ambiciones personales y no para abrirle caminos a la organización que era su hechura.

Uno de sus discípulos una vez lo describió así: “Tenaz, perseverante, constante, terco en la búsqueda del poder. Para él no existía otro asunto más importante que el poder. Sentía que había un designio "Providencial" según el cual él tenía que ser Presidente. Se trataba de la voluntad de Dios. Al punto de que con frecuencia argumentaba: "Si Dios me conserva con buena salud, para qué puede ser sino para asumir la Presidencia."

Al escuchar oto día la misma frase, aquel discípulo osó preguntarle: “¿Usted se ha dado cuenta que yo también gozo de buena salud? Será que el compañero Dios tiene otro designio especial para mí?” Las cosas comenzaron a cambiar progresivamente de color y el doctor Caldera, retado por esa generación que solo podía servir para ser calderista, optó por darle la patada terrible a su obra histórica y condenarla a la agonía.

Después vinieron el discurso pronunciado por el doctor Caldera el 4 de febrero de 1992 en el Congreso y el sobreseimiento a la causa a que estaban sometidos Hugo Chávez y otros sublevados, con lo cual se vino a legitimar el golpe de Estado. Ahí comenzaron o, mejor, empeoraron los dolores de cabeza de los venezolanos, y hasta ese señor que llamaban “Presencia” porque era como la sombra del ex Presidente en todas sus apariciones públicas, también desapareció para siempre.
ricardoescalante@yahoo.com

viernes, 1 de junio de 2012

Razones para preocuparse


Ricardo Escalante, Texas
La candidatura presidencial de Henrique Capriles presenta debilidades que no podrían atribuirse ni a un solo factor ni a un solo personaje, que deberían ser vistas como la consecuencia de vicios y errores propios y ajenos con gravedad suficiente como para no formarse falsas ilusiones.

Ponderar el desenvolvimiento del joven candidato significa, en primer lugar, echar un vistazo al país para constatar que no se trata de una lucha sencilla, porque en los últimos trece años ha ocurrido una alteración valores ciudadanos que ha acostumbrado a buena parte de los sectores populares venezolanos a las dádivas del gobierno. Hay quienes han dejado de trabajar y hasta de estudiar para vivir de las “misiones sociales”, al asegurar ingresos para comer y hasta para tomar algunas cervezas los sábados. Para darle sustento al proyecto político oficialista, se ha creado una sociedad de holgazanes dentro de la sociedad venezolana.

No es fácil convencer a esos venezolanos de la necesidad de emprender tareas productivas y de que, al mismo tiempo, ellos han venido siendo utilizados políticamente por un gobierno que dilapida recursos que son propiedad de todos.  Resulta obvio que buena parte de los estratos D y E de la población se siente representada por el presidente Chávez y sus políticas y, en consecuencia, no es fácil luchar contra eso.  Como si fuera poco, con Chávez dejó de existir la separación de poderes y reina el uso gubernamental abusivo de los medios de comunicación.

Partiendo de ese hecho incontrastable, se presume entonces que el candidato opositor y su comando han tenido a mano minuciosos estudios del fenómeno como herramienta básica para diseñar una estrategia electoral eficiente, un mensaje capaz de llegar a los desposeídos y de atraer a quienes estiman bueno al régimen chavista porque dilapida.

Frente a tales consideraciones es necesario preguntarse: ¿La campaña de Capriles se fundamenta en estudios de ese tipo? ¿Tiene él los mejores asesores electorales y los toma en cuenta? ¿Durante la precampaña se hicieron estudios sobre la fragilidad de su discurso y las formas de mejorarlo? ¿Capriles evalúa de manera constante su propio desempeño y hace los ajustes necesarios? ¿Ha aglutinado a la oposición o, por el contrario, ha alejado aliados fundamentales? Las respuestas son, por supuesto, un secreto de Capriles y sus allegados.

Hay, igualmente, elementos de fondo que afectan la conducta de las organizaciones políticas opositoras: Transmiten la sensación de participar con reservas en la campaña electoral, movidas por intereses parciales que, en el supuesto de una victoria electoral de Capriles, desde el primer día colocarían al nuevo gobierno en situación de minusvalía. ¿Podrá sostenerse un gobierno en circunstancias tan difíciles? Alcanzar el máximo nivel de conocimiento de un candidato en la población toma tiempo y grandes sumas de dinero, a pesar de lo cual los partidos se entramparon en un conflicto para demorar la selección del abanderado en la creencia de que sacarían ventajas. Chávez, entretanto, ha utilizado todos los mecanismos posibles a su favor.

Henrique Capriles hace un encomiable esfuerzo y quienes estén en desacuerdo con el curso de los acontecimientos nacionales tendrán que votar por él y, por supuesto, sería imperdonable que hubiera partidos que actuaran como lo hicieron AD y COPEI cuando faltaban menos de dos semanas para las elecciones presidenciales que ganó Hugo Chávez en 1998. Todavía está fresco el arreglo o, mejor, la metedura de pata de su renuncia a las candidaturas de Luis Alfaro Ucero e Irene Sáez, para terminar ayudando a Chávez por vía indirecta.
www.ricardoescalante.com