Mientras
avanzaban los años 70 y yo cubría la fuente informativa de Acción Democrática,
conocí y conversé muchas veces con un miembro del buró juvenil que se
diferenciaba de otros por la ecuanimidad y deseos de superación. No hacía mucho
había llegado a Caracas y manifestaba la aspiración ser abogado.
Se graduó en la
universidad mientras avanzaba en la carrera política, que en definitiva era su
gran aspiración. Pasaba el tiempo y con
él su partido vivía hechos tumultuosos que lo desdibujaban y le hacían perder
influencia, después de haber sido gestor y actor principal de hermosas luchas
por la instauración del sistema democrático venezolano.
En ese proceso de
erosión muchos jóvenes y otros que no lo eran tanto fueron excluidos,
expulsados, apartados del camino porque constituían piedras en el camino para
algunos. Antonio Ledezma fue uno de ellos. Esa fue una etapa muy distinta de
aquella de los años 60 en que una generación brillante se frustró, porque trastornada por el virus
marxista cometió errores como ese de fracturar a AD, crear el MIR e incorporarse
a las guerrillas entonces financiadas por Cuba.
Pues bien, Ledezma
nunca abjuró de la socialdemocracia. Ahí leyó, estudió y llegó a conocer
líderes de la factura intelectual de Felipe González. Fue varias veces diputado, presidente del
Concejo Municipal de Caracas y alcalde metropolitano, siempre cultivador de la
controversia de las ideas y reacio a los regímenes de fuerza. Por eso condenó
la acción del 4 de febrero de 1992 y todo lo que ha venido después.
Gran amigo de
Carlos Andrés Pérez, de Gonzalo Barrios y otros que experimentaron en pellejo
propio la persecución por razones de conciencia, muchas veces él escuchó
relatos de viva voz sobre aciagos momentos. Ahora le toca a él y da muestras de
su temple.
Ahora lo acusan de
terrorista, autor de tratados desestabilizadores, participante en reuniones de
madrugada y otras cosas que hasta en los colectivos desatan risa. Él insiste en
hablar de democracia porque sabe lo que ocurrirá si las elecciones se celebran,
como tendrán que celebrarse porque lo contrario sería la estocada final para el
régimen.
A su cargo le
eliminaron las atribuciones principales porque podía transformarse en poderoso
rival, pero él continúa su lucha y ahí está.
Carece de carisma pero es un político de buen talante.