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lunes, 23 de octubre de 2017

Maduro se relegitima

Ricardo Escalante
La sagacidad y los juegos ocultos siempre están presentes en política o, mejor aún, la política sin jugadas maquiavélicas no tiene esencia. Y eso es lo que se ha visto en Venezuela en las últimas semanas y, sobre todo, en las horas más recientes.

La juramentación de los cuatro gobernadores de Acción Democrática ante la junta directiva de la Asamblea Nacional Constituyente es parte de acuerdos con el gobierno de Nicolás Maduro, con consecuencias nefastas para el futuro cercano de la oposición, cuyas ilusiones se han hecho añicos.

La juramentación otorga legitimidad de la Asamblea Constituyente y a los procedimientos atrabiliarios de la dictadura contra la población que sufre la falta de alimentos, medicinas y otros productos de primera necesidad, además de los atropellos a todos los principios humanos elementales.

Una consecuencia grave de esa situación es que el admirable respaldo internacional logrado en las luchas de calle con la pérdida de 150 vidas, cientos de heridos y más de mil presos, tal vez sufrirá mengua o se perderá.  Al no encontrar interlocutores válidos, los gobiernos y organizaciones internacionales no tendrán razones ni fundamento para acciones tan decididas como las que se habían comenzado a observar por parte de Estados Unidos, Canadá, Francia y otros.

Más aún, hace dos días varios magistrados del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio recibieron llamadas telefónicas desde Caracas en las cuales se les solicitaba su retorno al país, con la garantía de que no serán objeto de prisión ni de retaliaciones de otro tipo porque “ya todo estaba arreglado”.


Ahora es, además, obvia la lucha entre los partidos y líderes de la oposición por candidaturas presidenciales para el próximo año, mientras en la población cunde el desencanto y desde ya se augura una abstención favorable a Nicolás Maduro y a sus planes de perpetuarse al estilo cubano.  ¡Malos augurios!

viernes, 20 de octubre de 2017

Abstención y fraude

Ricardo Escalante
El descalabro sufrido por la oposición venezolana el pasado domingo tiene muchas aristas que deben ser examinadas con especial atención si queremos aprender la lección. Y una de esas aristas es el porcentaje de abstención y sus causas.

El interés por concurrir a los procesos regionales siempre es menor al de los presidenciales, a pesar de que no debería ser así porque atañen a cargos relacionados con los problemas más cercanos a la gente. Claro está, en los presidenciales surgen polarizaciones inevitables, con campañas mucho más costosas y uso excesivo de los medios de comunicación nacionales, lo que anima a los electores.

En las elecciones regionales los candidatos suelen ser menos conocidos y hasta impuestos por maquinarias partidistas, o nacen de primarias que de manera automática ocasionan heridas difíciles de cicatrizar. A esto se suman los rechazos naturales a aspirantes de escaso prestigio por múltiples causas, entre las cuales destacan las acusaciones de corrupción, de sectarismo y hasta de incapacidad.

Ahora bien, en el caso específico del domingo pasado la abstención –según cifras oficiales- fue la más baja desde que en el país los gobernadores se escogen mediante el voto universal, directo y secreto de los ciudadanos (38.86 por ciento). En 2012 fue de 47.06 por ciento, en 1998 de 45.6 por ciento, en 1995 de 53.8 por ciento, en 1992 de 50.7 por ciento y en 1989 de 54.9 por ciento.

A pesar de lo dicho en contrario por dirigentes opositores en las semanas previas a los comicios, nadie ignoraba las estadísticas de la poca participación de los venezolanos en las contiendas precedentes del mismo tipo. Había encuestas anunciadoras de una votación inferior a la obtenida en las parlamentarias de diciembre 2015, los descontentos con las actuaciones de la MUD saltaban a la vista y había un elevado número de emigrantes. Lo que no está todavía documentado es la manipulación directa de los escrutinios por parte del gobierno, pero fueron muchos los afectados por distintos tipos de triquiñuelas y las denuncias abundan.

La MUD equivocó el discurso al decir que era indispensable concurrir a las votaciones “para no ceder espacios” y al amenazar con discriminaciones odiosas a quienes no participaran.  Ahora, por supuesto, cabe preguntarse por qué en la Mesa de la Unidad Democrática había tanto interés en “no ceder espacios”, pero como en política no existen ingenuidades es lógico suponer un “juego a tres bandas”, como en el billar: si no competían ahora pues no encontrarían justificaciones para postularse a las presidenciales del 2018.

De la misma manera, las contradicciones de la MUD y su ausencia de reacciones categóricas contra el CNE y contra el gobierno bien pudieran tener la misma explicación: son harto conocidas las múltiples aspiraciones presidenciales y las peleas, unas veces disfrazadas y otras a cuchillo limpio, entre las organizaciones políticas ahí reunidas. Desde el domingo solo hemos visto reacciones firmes de ciertos candidatos pero no de la MUD en su totalidad.

Con mucha anticipación se tenían pruebas de la farsa del CNE para distraer votos, del mecanismo burdo de las migraciones de electores, presiones a empleados públicos y a beneficiarios de servicios sociales, y hasta del uso de colectivos armados y guardias nacionales para atemorizar a diestra y siniestra.  ¿Quién olvida las afirmaciones hechas hace poco por Smartmatic desde Londres? ¿Quién olvida como al alcalde Antonio Ledezma y a los gobernadores les quitaban atribuciones y les cortaban presupuestos? El fraude ocurrió el domingo pese o con la MUD y sus dirigentes.


Lo demostrado de manera fehaciente es que la dictadura llegó con el “Comandante Supremo” y no saldrá del poder por la vía electoral, cosa ya advertida con antelación.  Ahora hemos visto no sin asombro a algunos deseosos de “vender el sofá”, como si el admirable Luis Almagro hubiese sido el gran culpable de las metidas de pata. Ojalá la lección sirva para algo. ¿Aprenderemos algún día?

jueves, 19 de octubre de 2017

Elección y mentiras

Ricardo Escalante
Cada derrota ocurre por algo y lo sensato es examinar las causas para arribar a las conclusiones y rectificaciones necesarias. En el caso de las elecciones venezolanas los descalabros de la oposición han sido muchos y escandalosos en las ya casi dos décadas del chavismo, sin que haya habido sindéresis para erradicar el desencanto colectivo.

En las elecciones parlamentarias de 2015 los resultados fueron abrumadores contra el gobierno, pero se incumplieron las promesas tan cacareadas y los venezolanos quedaron como pajarito en grama: no hubo cambio de miembros del Tribunal Supremo y del Consejo Nacional Electoral, ni ley de amnistía para los presos políticos, ni otras decisiones anunciadas con bombos y platillos. ¡Nada!  Solo palabras, discursos a medias y mentiras totales, mientras los desmanes del gobierno avanzaban indetenibles.

Eso condujo a sectores numerosos a considerar que la Mesa de Unidad Democrática jugaba con las cartas marcadas, y que quienes salían a la calle para protestar y eran atropellados y asesinados de manera brutal e impune por las fuerzas de la dictadura. Hubo negociaciones de madrugada con el gobierno fallido y se buscaban acuerdos oscuros que nunca llegaban a buen puerto.  Los procesos de negociación son esenciales en cualquier transición, pero debe prevalecer la sinceridad.

¿Qué ocurrió el domingo?   El sonoro descalabro de la Mesa de Unidad tiene causas nada difíciles de imaginar,  conocidas de antemano y advertidas por muchos dentro y fuera del país. El secretario general de la OEA, Luis Almagro y los ex presidentes Laura Chinchilla; de Costa Rica, Andrés Pastrana, de Colombia; Tuto Quiroga, de Bolivia y otros líderes, formularon lo dijeron a tiempo, pero fueron, por supuesto, desoídos.

Ahora hay aspectos que no podrán dejarse de lado a la hora de hacer reflexiones con la mano en el pecho:
1)     Las migración de electores.  El CNE trasladó cientos de miles de electores de un sitio a otro con la finalidad de reducir la votación de los adversarios. Esto se hizo inclusive cuando faltaban apenas horas para la apertura de la consulta popular.

2)     La coerción a los empleados públicos en todos los organismos y empresas del Estado fue escandalosa. Hubo centros de votación en los cuales los ciudadanos eran amenazados por paramilitares armados para impedirles el derecho al sufragio. El chantaje, la suspensión del pago de pensiones y el uso de la asistencia social como resorte de presión saltaba a la vista. Hubo nuevos electores a quienes no se les permitió su inscripción en el Registro Electoral.
3)     Malos candidatos. Los candidatos de la oposición en la mayoría de los estados no tenía anclaje popular, eran desconocidos, carecían de mensaje atractivo y su actividad de campaña era insuficiente. Y como si fuera poco, el escaso prestigio de algunos suscitaba rechazos por todos conocidos, como pasó en Aragua, Monagas y Amazonas.
4)     La abstención.  La concurrencia a elecciones de gobernadores y alcaldes en Venezuela ha sido inferior a la de procesos presidenciales y parlamentarios, tal como lo documentan las estadísticas.  El domingo pasado se registró una de las más bajas (38 por ciento), incluyendo en ella a quienes no concurrieron por distintas razones: a los que emigraron a otros países, a los abstencionistas permanentes y a los desencantados con la postura de la MUD y de sus integrantes. Ahora, claro está, habría que ver si el gobierno alteró las cifras a favor de sus candidatos, cosa muy probable de acuerdo a los antecedentes. 

La cifra oficial de abstención es real o alterada desde los centros de computación del CNE en Caracas o en La Habana? La MUD había asegurado contar con testigos suficientes y calificados para todas las mesas, que no abandonarían sus puestos hasta tanto se hubiera contado el último voto y las actas se hubiesen llenado y certificado. ¿Dónde están las copias de las actas que garantizarían a la MUD resultados fidedignos? ¿La MUD decía la verdad?

5)     Descontento. El desencanto generado desencanto en los últimos años era palpable.  En todas partes se escuchaban los testimonios de gente del pueblo y de jóvenes como el admirable violinista y pacifista Wuilly Arteaga, quien en su desencanto abandonó el país, pero frente a esas voces había incluso el agravante de reacciones destempladas, desconsideradas. Unos eran tildados de “héroes del teclado”, otros de patrocinadores de la abstención para ayudar a la dictadura, otros de ignorantes y  ‘’ultrosos’’.Hubo entonces una conjunción de factores en los cuales la responsabilidad de la MUD fue de bulto y no ha sido aclarada de manera satisfactoria. 

El documento leído el lunes por Angel Oropeza a nombre de la MUD es inconsistente con declaraciones formuladas por ciertos dirigentes y deja en el aire muchas interrogantes: ¿Habrá algún refrescamiento en el liderazgo de la MUD? ¿Habrá refrescamiento en los cuadros directivos de los principales políticos que la integran? Algunos partidos (o lo que queda de ellos) son criticados por ausencia de democracia interna y por estar conducidos al mejor estilo chavista, de manera individual y de acuerdo con los vientos que soplan.

Después de todo, el país es hoy un hervidero. Unos se preguntan qué sucedió, otros culpan a determinados personajes, otros han caído en la ira y ahora ni siquiera quieren imaginar cómo se elegirá el candidato presidencial del 2018.  ¿Seguirán los conciliábulos con Rodríguez Zapatero como mediador?  ¿Surgirá un outsider cuando menos lo esperemos? Claro, el peligro está en que el outsider podría traer terribles tempestades.  Todavía sufrimos la peste traída por Chávez