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jueves, 28 de marzo de 2013

¿Aguafiestas yo?

Ricardo Escalante, Texas
Esta mañana revisaba una de esas cajas de libros viejos, tratando de dar con el paradero de uno de Hannah Arendt sobre autoritarismos, cuando el siempre inoportuno teléfono comenzó a repicar de manera interminable. Convencido de que se trataba de una de esas llamadas automáticas de propaganda, por un momento pensé no responder, pero la insistencia venció y tal vez no estuvo mal.
“¡Aguafiestas! ¡Desanimador de incautos!.. ¿Por qué eres así?”  Por un instante no reconocí esa inconfundible voz sin acento inglés de mi viejo y ácido amigo que siempre está al tanto de todo, incluso de buenos chismes de esa vetusta realeza británica y de cómo ese loco de alto vuelo que es el alcalde de Londres, Boris Johnson, es de poco fiar… Un megalómano mentiroso con pasado turbio.
“Acabo de pasar tres días en Caracas y traté de reunirme con Maduro, pero desistí al ver que es un tipo primitivo, detestable. Johnson es apenas un niño de pecho al lado de ese…”  En el acto lo atajé para tratar de precisar las diferencias entre Johnson y el pobre Nicolás, que él explicó con un par de frases que no fueron adonde yo esperaba: “Pues son muchas, porque Johnson es apenas angelical al lado de ese Presidente que ustedes se gastan. Tan corrupto como Diosdado, Rafael Ramírez y el clan de los Chávez, que han esquilmado al Estado venezolano. ¿Quieres pruebas?”
Y, por supuesto, todos esos detalles me interesan y así traté de decirlo, pero el británico siguió imperturbable: “Te llamé aguafiestas y desanimador de incautos, pero como siempre andas en la Luna ni siquiera te diste cuenta.  ¡Eso es grave porque a veces pareces enterado de todo, pero…”  “¿Pero qué?”, lo paré en seco.  “Anda dilo, no acepto que tu”…
“Ahh, qué bueno.  Reaccionaste tarde pero lo hiciste.  Hace dos días leí un artículo tuyo titulado Elecciones fraudulentas y noté que te quedabas corto, porque ya sabemos por dónde van las cosas, pero de una vez saltaron unos cuantos en el Facebook a decir que tratabas de favorecer al gobierno, que estabas desanimando a las inmensas mayorías electorales. Y uno de ellos hasta te invitó a “agarrar un fusil y a echarle bolas”.  ¿Lo leíste?”
“No.  No vi eso, pero cómo se les ocurre que yo”…
“Bueno, ese  que te invitó a “echarle bolas” es un atolondrado, hijo de un ilustrísimo venezolano, insigne luchador democrático.  El atolondramiento lo llevó en los años 70 a la temeridad de asaltar una noche a las 10 el Cine Prensa de Caracas para “rescatar” una película que “pertenecía” a la “revolución cubana”, pero en medio de la loquera se enredó a la hora de sacar el revólver y terminó metiéndose un tiro. Fue llevado de urgencia a la Clínica Santiago de León, en la Avenida Libertador, donde fue operado y, afortunadamente, la cosa no pasó a mayores.   Su padre, ¡Padre al fin!, lo salvó de tener que responder por aquel acto de irresponsabilidad”…
El cuasi monólogo de mi buen amigo inglés llegó a su final de manera casi abrupta:  “Muchos creen que cerrando los ojos en plena vía del tren de la corrupción, del engaño, de las tracalerías impuestas por Maduro y sus aliados cubanos, se van a salvar.  ¡Que vendan el sofá y que Dios los agarre confesados!”

lunes, 25 de marzo de 2013

Elecciones fraudulentas

Ricardo Escalante, Texas
Algunos amigos me han preguntado mis impresiones sobre la atípica campaña electoral en curso en Venezuela.  La respuesta para todos ha sido que he estado observando con detenimiento los acontecimientos y explorando ciertas fuentes para escribir un diagnóstico certero, aunque ya hay elementos que permiten hacer algunos adelantos.
 
El aspecto más resaltante es la escasez intelectual y política que el candidato del gobierno le imprime al debate. No plantea temas, ideas o programas y, por supuesto, menos aun la posibilidad de un gobierno de concentración nacional para dar solución a los acuciantes problemas.
Hay quienes sostienen que a Nicolás Maduro no se le debe descalificar con referencias a su pasado como chofer de autobús, pero la realidad salta a la vista: Es primitivo y ha demostrado que de él no se pueden esperar destellos de inteligencia. Sus discursos están hechos con mentiras garrafales, retazos de frases de Hugo Chávez, y hasta tratando de imitar sus gestos, la voz y hasta la mirada.
Su campaña made in Cuba tiene como única fuente de inspiración el culto a Chávez, su endiosamiento, además de denuncias sobre supuesta injerencia del imperialismo y la oligarquía internacional.  Como no tiene nada que decir, llega al colmo de cantar el Himno Nacional cubano y a afirmar que el cáncer le fue “inoculado” al fallecido militar barinés, con el propósito de exacerbar el sentimiento electoral chavista.
Algo todavía más grave es la actitud complaciente del Consejo Nacional Electoral y, sobre todo, de su presidenta, Tibisay Lucena, así como el uso atropellante que se le está dando a la Fuerza Armada y a los medios radioeléctricos, lo que configura un cuadro de irregularidades que vicia el proceso y sus resultados. Sin temor a dudas se puede hablar de elecciones fraudulentas, sin igualdad de condiciones para el candidato opositor.
En la cadena de abusos no ha faltado el Tribunal Supremo con sus fallos torcidos para darle instrumentos a Nicolás Maduro: Pisoteó la Constitución al impedir que el Presidente de la Asamblea Nacional asumiera de manera interina la jefatura del Estado, y permitió que el vicepresidente actuara como Presidente Encargado y candidato, contraviniendo expresas disposiciones. 
Después de las protuberantes deficiencias de la contienda que culminó en octubre pasado, la estrategia de Henrique Capriles ha tenido cambios importantes: Su discurso es de firme denuncia contra el gobierno, ha despertado emoción e incorporó a su comando figuras importantes de la Mesa de Unidad, pero, por supuesto, está por verse si eso es suficiente.  Y aunque ha denunciado irregularidades en el CNE, no pareciera haberlo hecho con la fuerza indispensable para obligar a rectificaciones para garantizar el equilibrio requerido.
El problema de fondo no es contar votos, sino una campaña electoral limpia, con equidad, porque en los últimos 14 años no la ha habido.  Lo que ha habido es una supuesta democracia disfrazada en conteos de votos, que ya augura lo que va a ocurrir el domingo 14 de abril. ¡No al fraude!

martes, 19 de marzo de 2013

México y Venezuela, caminos opuestos

Ricardo Escalante, Texas
Con alguna dosis de sabiduría, un dicho popular reza que las comparaciones son odiosas o terminan por serlo. Pero, por supuesto, eso nunca podría ser tomado como un axioma porque son abundantes las disciplinas y las circunstancias en las cuales ellas son necesarias y hasta indispensables para llegar a conclusiones definitivas.

Nada en política, por ejemplo, podría ser calificado de bueno o malo si no se le compara. Y eso nos permite llegar a la dramática afirmación de que los latinoamericanos somos por regla general tozudos. Nos cuesta aprender de nuestros errores y no siempre los admitimos, de lo cual los venezolanos somos hoy la mejor o, tal vez, la más grave demostración.
Por eso, mis queridos lectores, hoy apelo a una comparación, para decir que México y Venezuela transitan por caminos opuestos. Mientras uno avanza de manera sostenida hacia una economía cada vez más robusta y hacia la rectificación de la enorme lista de vicios cometidos por el PRI en su larga etapa de hegemonía, el otro está anclado en el caos y la injusticia sembrados en los 14 años del gobierno autoritario de Hugo Chávez Frías.
El Presidente Peña Nieto ascendió al poder de manera admirable, rompiendo lanzas contra lo que parecía imposible: La histórica corrupción mexicana.  Sin que se le aguara el ojo introdujo una reforma al sistema educativo para acabar los vicios sindicales encarnados por una antigüa aliada del PRI, Elba Gordillo, y la llevó a la cárcel, de donde al parecer no saldrá en mucho tiempo. El legatario político de Chávez, por el contrario, sigue rodeado por la camarilla de pillos que ha usufructuado a su antojo el Erario. Diosdado Cabello, Rafael Ramírez, la familia Chávez y otros, continúan como si nada hubiera pasado.  Nicolás Maduro es un preso de la corrupción y él mismo tiene sus manos contaminadas.
Cuando apenas tenía unas pocas horas en la presidencia, Peña Nieto anunció un programa de reformas profundas mediante un acuerdo con los partidos de la oposición, para modernizar el país y estimular el desarrollo. Esa buena demostración de respeto a la pluralidad de las ideas, fue presentada con el nombre de Pacto por México.  En Venezuela, por el contrario, se pretende acallar a la disidencia acorralando diputados y amenazándolos con prisión, silenciando medios de comunicación y con bandas del terror en las calles. El elemental discurso de Maduro sigue la aburrida cartilla de Chávez: la lucha contra la oligarquía y el imperialismo y, como decía Stalin, contra los “enemigos del pueblo”.
El ambicioso programa de reformas planteado por Peña Nieto –que compromete a la oposición en un calendario- contempla, entre otros aspectos, el controversial tema de la apertura de Pemex. La incorporación del capital privado le dará no solo dinamismo a la empresa, sino que acabará la venta de cargos y otras formas de corrupción que la han hecho ineficiente por años.  En Venezuela, por el contrario, la industria petrolera es manejada como un centro de activismo político sin control de ningún género, que ha servido para enriquecer al ministro Rafael Ramírez y a otros personajes fundamentales del régimen.  Por eso todo es centralizado.
Estas son apenas algunas pocas cosas que ilustran las direcciones en que México y Venezuela se mueven.  Huelga, por supuesto, expresar simpatías por el proceso de cambios mexicanos y, a la vez, desear un terremoto político que cause milagros en Venezuela.

lunes, 18 de marzo de 2013

Pido disculpas a mis lectores

Mi dirección electrónica ha sido inundada por mensajes que contienen virus y, al mismo tiempo, ha sido utilizada para disparar a diestra y siniestra otros que en realidad no he enviado.  Es una perversa iniciativa cuyo origen no es difícil imaginar, como tampoco los ataques que esta página ya ha recibido en anteriores ocasiones.
Ruego a los lectores que me disculpen si han sido afectados por esos supuestos mensajes míos y, otra vez, agradezco altamente la fidelidad que han venido demostrando con mis trabajos, animados solo por el deseo de desenmascarar las injusticias que hoy afectan a mi país.

miércoles, 13 de marzo de 2013

La carta de Diego Arria

 Por más de cuarenta años he conocido de vista y trato a Diego Arria, quien ha tenido una muy larga trayectoria al servicio del país y ha asumido de manera firme y valiente la lucha contra los interminables abusos de Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Arria ha sufrido en carne propia los atropellos del régimen y ha acudido de manera admirable a todos los escenarios posibles para explicar la situación real del país y la conculcación de los derechos de los ciudadanos.

Arria acaba de enviar una carta a Henrique Capriles, en la cual expone puntos de vista muy respetables y oportunos. Lo hace de manera directa. A continuación reproducimos el texto de marras para que cada quien saque sus propias conclusiones:

"Apreciado Henrique:
Nunca he tenido la oportunidad de conversar contigo, pero hoy, al conocer tu decisión de participar como candidato presidencial de la Mesa de la Unidad Democrática en las elecciones convocadas por el CNE para el próximo 14 de abril, me siento obligado a hacerte llegar unas reflexiones personales.

Comienzo por felicitarte, porque interpreto tu disposición a abrir los espacios de participación para que se cree una Gran Alianza Nacional que permita movilizar talentos, voluntades y trabajo, indispensable para que sea totalmente representativa y nacional la candidatura que hoy asumes, que no es más que los deseos y la desesperación de los venezolanos de rescatar su libertad y de no perder a Venezuela.

Imagino que la premura; que los tiempos impuestos por la institucionalidad que usurpa funciones y manipula fechas y hechos, no te permitió enumerar las condiciones exigibles indispensables para asumir este desafío monumental contra la trampa, el abuso, el fraude continuado; o como bien describió el informe técnico ordenado por la Mesa de la Unidad Democrática en octubre, contra un “proceso electoral viciado”. Estoy seguro de que el país estará pendiente de conocer tu posición en estos aspectos, que de ninguna manera pueden ser ignorados so pena de repetir trágicas experiencias previas, porque lo que está en juego es nada menos que la República.

En tu intervención del domingo 10 de marzo, narraste una realidad incontestable. El Consejo Nacional Electoral –ministerio de elecciones del régimen – en evidente complicidad con el régimen de facto, planeó como dijiste “milimétricamente” el cronograma de actividades; por lo cual creo que la acción más inmediata es exigir la postergación de la fecha de este proceso hasta junio del presente año. Lo creo vital.

Estoy convencido de que más temprano que tarde se conseguirán las pruebas que demuestren que la campaña del exvicepresidente usurpador de funciones inició hace mucho, y que sus materiales de propaganda fueron ordenados con anticipación a la fecha de la elección convocada por el CNE. Esto sólo fue posible porque ellos y sus superiores cubanos eran los que conocían la realidad del estado de Hugo Chávez, y al amparo de una descarada farsa, intentaron engañarnos a todos.

Está claro para los venezolanos y para el mundo que Nicolás Maduro usurpa funciones. Su designación es espuria y ocupa ilegalmente un cargo que le correspondía desempeñar al presidente de la Asamblea Nacional. Es evidente, entonces, que estás participando en un proceso donde tu oponente usurpa funciones nada menos que de presidente encargado de la República.

Ante tan grave circunstancia, da la impresión de que legitimas voluntariamente semejante ilegalidad, lo que por supuesto no es lo que -en circunstancias normales- estarías dispuesto a enfrentar. Pero la imagen de legitimación forzada habrá que esclarecerla ante la opinión pública nacional e internacional, como un abuso más de este régimen. Hay que dejar claro que ni legítimas, ni avalas. Que parte importante de tu lucha es desmontar la mentira.

Durante mucho tiempo me has escuchado condenar al CNE por considerarlo el instrumento de perpetuación del régimen, advirtiendo los riesgos que corremos si no lo enfrentamos con firmeza para desmontar unas modalidades electorales abusivas, tramposas y fraudulentas; responsables de la desmovilización de tantos venezolanos que, por una lado no confían en ese ente y por el otro temen las retaliaciones de un régimen que ha hecho del apartheid la base fundamental de su infame acción política. En este particular la eliminación del sistema biométrico –máquinas captahuellas- es crucial, clave, impostergable, innegociable, porque representan un elemento adicional de intimidación al elector.

Vengo escuchando, con especial alarma, que no hay tiempo para realizar una auditoría al registro electoral. No puedo entender cómo se permite la omisión –con la excusa de la falta de tiempo- de una gestión tan importante para el proceso electoral y para recuperar la confianza ciudadana.

Complementariamente a lo anterior creo indispensable que releves a los representantes de la MUD ante el CNE, que han venido avalando un “proceso viciado” como lo define el informe técnico presentado a la MUD el 28 de diciembre de 2012. Unos nuevos representantes, con técnicos que incluyan a miembros del grupo Esdata y de la Asociación Civil Súmate, -entidades absolutamente independientes- contribuirían a recuperar la confianza tan indispensable si aspiramos a una alta participación electoral.

Otro aspecto fundamental es el rol que viene jugando la Fuerza Armada en el proceso electoral, por lo que ante la contienda que estamos a punto de enfrentar es indispensable rechazar no solo la presencia de los efectivos militares dentro de los recintos electorales, al igual que en la custodia de las máquinas y del material electoral. Por supuesto esto incluiría a los milicianos.

Una Fuerza Armada que en voz de sus jerarcas de la cúpula militar vienen públicamente manifestando que son “antiimperialistas, revolucionarios, socialistas y chavistas” representa intereses muy distintos a los que le deberían lealtad y obediencia, exclusivamente al pueblo venezolano.

El actual usurpador de la cartera de la defensa, el almirante Malero (por malo) vergonzosamente, como vengo denunciando, ha superado a sus antecesores al pedir públicamente que voten por Nicolás Maduro. Semejante abandono y violación del artículo 328 de la Constitución refleja claramente que los venezolanos ya no tenemos una Fuerza Armada, sino un padilla uniformada tutelada por superiores cubanos.

Un aspecto que no puede pasar inadvertido es la decisión del régimen, con la complicidad de la mayoría de la Asamblea Nacional y del CNE de someter a Referéndum el 14 de abril el traslado de los restos de Chávez al Panteón Nacional. Aquí lo que persiguen, más que honrar a Hugo Chávez, es vincular su nombre al proceso electoral. Incluir a Chávez más de lo que ya está inmiscuido –necrofílicamente- en esta perversa campaña es de una aberración desmedida cuyo único propósito es una manipulación emocional bastarda.

Estimado Henrique, puedes tener la seguridad que al igual que lo hice en tu campaña presidencial previa, me empeñaré en activar y en respaldar todas las acciones indispensables para que los venezolanos podamos participar en condiciones en que no se arriesgue la suerte de la República, que viene pereciendo en manos del régimen más incompetente, corrupto y abusivo que registra nuestra historia. Como te dije públicamente el 12 de febrero de 2012, tu candidatura nuevamente no es tuya solamente, sino de todos los venezolanos empeñados en rescatar a Venezuela. Puedes tener la seguridad que entre ellos estoy y que puedes contar conmigo.

No pretendo hacerte sugerencias en el manejo de tu campaña, pero creo de la más alta importancia asomes un horizonte posible y deseable para todos los venezolanos. En este sentido los lineamientos formulados por el grupo de los 400 técnicos convocados por la MUD representan para mí la alternativa a promover.

Igualmente hoy, cuando ha llegado la hora de la verdad, estoy convencido que Venezuela no saldrá por partes; o sale toda o no sale; por lo cual ahora más que nunca se hace vivo aquello que he venido repitiendo a lo largo de los últimos años: “El día en que los venezolanos nos unamos de verdad, y nos reencontremos, nos vamos a maravillar de las cosas excepcionales que juntos, podremos alcanzar”.

Aprovecho para saludarte con toda cordialidad y por supuesto para desearte todo el éxito que sería también el de todos nosotros. Puedes tener la seguridad de que puedes contar conmigo en todo lo que puedas considerar pertinente en los próximos días.

Diego Arria
Caracas, 12 de Marzo de 2013"

Ruego a mis lectores

El número de visitas a esta página ha continuado creciendo de manera consistente, sobre todo en las más recientes semanas y, por supuesto, deseo expresar mis agradecimientos por esa distinción tan especial.  Sin embargo, ruego a todos recomendar entre sus amigos la lectura de mis artículos y análisis para multiplicar los efectos.

martes, 12 de marzo de 2013

Diosdado, tic, tac, tic, tac…

Ricardo Escalante, Texas
El conflicto político venezolano va más allá del acoso del gobierno a la oposición, hasta llegar al terreno movedizo y explosivo de las relaciones entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.  Ambos se mueven ahora como en un tablero de ajedrez, calculando cada jugada y buscando la mejor manera de dar el jaque mate.
Cabello le impuso la banda presidencial a Maduro, se retrata con él y advierte que los amigos del imperio los quieren poner a pelear. Se abrazan, ríen con sonrisas ensayadas de cuñas de televisión y hacen declaraciones de férrea unidad, aunque Diosdado sabe que las cosas en su contra se han venido fraguando poco a poco pero sin pausa, como parte de esa estrategia diseñada en La Habana para crear y darle larga vida al liderazgo de Maduro. Por eso no se desespera. Sabe que el conflicto es inevitable y toma las cosas con calma.
Maduro, ese por quien nadie apostaba nada hasta hace poco tiempo, sin formación de ningún género, de frases hechas con pésimo gusto copiadas del fallecido líder y, por supuesto, sin carisma, cosechó la fidelidad como quien compra un tique de lotería y gana. Al lado de Chávez había unos pocos con formación, cultura y experiencia, pero no fueron tan obedientes como el sindicalista chofer del Metro y, por eso, fueron apartados en forma inesperada.
A pesar de que Chávez detestaba la sola idea de tener delfines porque uno de ellos podía convertirse en enemigo, Diosdado comenzó temprano a tejer su propia red de poder y acumuló una inmensa fortuna a través de interpuestas personas. Y al enterarse de la gravedad del cáncer que devoraba a Chávez, cuando este viajó a La Habana para ser operado por segunda vez, entonces él hizo empapelar calles y avenidas con afiches que debajo de su foto tenían solo dos palabras: “¡Diosdado Presidente!”

Antes, en la época en que actuaba como vicepresidente de la República, se hacía llamar Presidente Ejecutivo, cosa que molestó al jefe pero que constituía un mensaje a sus seguidores. De manera simultánea, Diosdado iba ganando amigos en ese mundo que conoce bien, el de las Fuerzas Armadas.  En ningún momento ha perdido de vista a los militares. Les pasa la mano, los llama y se reúne con ellos.
A pesar de su naturaleza altanera, grosera, conocía bien el carácter de Chávez y sabía como eludirlo en momentos difíciles. Diosdado es sibilino. Cuando Chávez dio con habilidad el paso para liquidarlo designándolo candidato a la gobernación de Guárico en las elecciones de diciembre pasado, él calló, bajó el perfil y continuó en la presidencia de la Asamblea Nacional. Al líder no le quedó más remedio que escoger a Yelitze Santaella para la gobernación.
De la misma manera, al señalar Chávez a Maduro como legatario político, Diosdado asimiló el golpe. No dijo nada. Luego vio la estrategia urdida por Maduro en su contra, violando lo pautado en la Constitución para evitar que él se encargara de la Presidencia hasta la elección del nuevo jefe de Estado.

Ahora Diosdado ha decidido acelerar el paso, avanzando en el control de medios.  Es un rumor a voces que a través de un tercero, acaba de comprar el 40 por ciento de un importante circuito radial y la televisora opositora que existía en el país.  ¡La guerra está cantada!

lunes, 11 de marzo de 2013

Sugerencia a mis lectores

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domingo, 10 de marzo de 2013

Mito cuasi religioso y realidad

Ricardo Escalante, Texas
Picture from http://www.wcvb.com/
La adoración irracional que se hizo forjar Hugo Chávez en sus 14 años de poder, se ha acrecentado de manera peligrosa para las nuevas generaciones de venezolanos. Nadie puede negar que ese caudillo que aprendió a dominar a las masas mediante la manipulación de los sentimientos y con toda suerte de triquiñuelas autoritarias, es ahora un mito cuasi religioso frente al cual la lucha no será fácil.  
Eso explica por qué Raúl Castro y Nicolás Maduro de manera súbita y contra todo pronóstico, decidieron celebrar las elecciones presidenciales venezolanas el 14 de abril.  No se trata de apegos a lo pautado en el texto constitucional. No.  Se trata de cosechar cuanto antes esa efervescencia popular desatada por la muerte de Chávez y su uso propagandístico.
Esas pasiones llevadas a lo extremo, no eran exclusivas de Hugo Chávez.  Mao Tsé Tung, Stalin, Kim Il Sung y Hitler, lo habían logrado antes, aunque también en tiempos antiguos había habido muchas manifestaciones de ese género.  El mito Hitler se derrumbó estrepitosamente por razones harto conocidas; el de Mao ya no tiene las mismas proporciones de antes porque la propia élite dirigente que conoció y sufrió sus perversas intenciones, le ha bajado el volumen a la adoración. El de Kim se mantiene.  Y el de Stalin es un caso muy especial que merece un comentario aparte.
Con su puño de acero, Stalin había introducido reformas económicas importantes que proporcionaron alguna dosis de bienestar a los soviéticos, a costa de una represión atroz. Oleadas de asesinatos, torturas, purgas en el partido, en el gobierno y entre los militares. No se le aguaba el ojo. Todo aquello con tufo a descontento era eliminado por cualquier medio, para ir convirtiéndose en la figura única a quien había que temer y adorar.  En marzo de 1953, la noticia de su muerte sacudió a la Unión Soviética.  Eran enormes las colas de quienes querían rendir homenaje al “Padre de los pueblos”, y se calcula que hubo más de mil muertos entre quienes hacían lo que fuera por estar cerca de los restos.
Pero lo bueno vino después, cuando en una muestra de audacia sin precedentes y con especial inteligencia, en febrero de 1956 ocurrió el célebre XX Congreso del PCUS. En medio de una lucha encarnizada por el poder, Nikita Khrushchev leyó el informe con denuncias de los atropellos de Stalin y destrozó la leyenda que se había tejido en torno al bigotudo georgiano. Lo hizo como parte de su combate a la élite estalinista, de la cual, indiscutiblemente, él mismo había sido parte importante.  De esa manera reconcentró todo el poder y se convirtió, como Stalin, en secretario general del partido y primer ministro de manera simultánea.
El caso de Chávez es distinto porque sus procedimientos represivos fueron diferentes. Distó mucho de la brutalidad estalinista aunque, por supuesto, también tuvo víctimas que muchos ya no quieren recordar. Ahora bien, ¿por qué han montado una gran fiesta en torno al cadáver del Presidente?  ¿Son razones meramente sentimentales o hay un propósito inconfesable?  Es obvio que el legatario  de Chávez es un hombre inculto, primitivo, y sin la obediencia al jefe nunca habría podido llegar a la cúspide del poder. Carece de liderazgo y de capacidad para asumir la enorme responsabilidad de los asuntos del Estado, por lo cual se apega a la leyenda del difunto para capturar el poder.  De otra manera no podría.
Chávez, como todo caudillo, siempre combatió toda posibilidad de nuevos liderazgos dentro y fuera de su propia corriente y solo al final, cuando ya conocía la inminencia de su muerte, señaló a Maduro y pidió que votaran por él. ¿Adónde nos llevará la adoración del líder?  Es difícil predecirlo, pero lo que sí se puede asegurar es que no proporcionará nada bueno para las nuevas generaciones de venezolanos, porque se trata de imponer la voluntad única y de cercenar el derecho a pensar diferente.
Aunque hay quienes sostienen que con la desaparición física del Presidente se abre un nuevo capítulo y que, por ello, es bueno olvidar lo ocurrido en los últimos 14 años, es indispensable examinar el caso para dibujar nuevas realidades.  Chávez le infligió un severo daño al país: Destrozó las instituciones, acabó la economía del país, conculcó derechos civiles y políticos y sembró la más grande corrupción jamás habida en Venezuela. El daño a la moral y a la conciencia ciudadana es tan grave, que se requerirá el paso de varias generaciones para alcanzar su recuperación. Es indispensable saber que Chávez murió, pero el régimen continúa con otro nombre y ya hay signos muy preocupantes. Por lo demás, nadie podría decir que, por ejemplo, Stalin, Hitler y Kim Il Sung, cancelaron sus penosas deudas al fallecer.
En los últimos días la Constitución ha sido pateada y ha habido cualquier clase de abusos. Los exabruptos son tan descomunales, que, por ejemplo, Maduro se encargó de la jefatura del Estado a pesar de que le correspondía al presidente de la Asamblea Nacional. Y antes de haberse juramentado, Maduro emitió decretos y tomó decisiones.  El Tribunal Supremo de Justicia demostró que solo es una caja de resonancia de arbitrariedades y mucho más.
Por eso debemos gritar: ¡No al mito!
PD. Dado que el conocimiento de la historia es esencial, recomiendo la lectura del Informe de Khrushchev al XX Congreso del PCUS: http://www.marxists.org/espanol/khrushchev/1956/febrero25.htm

miércoles, 6 de marzo de 2013

Venezuela sin derecho a soñar

Ricardo Escalante, Texas
Ahora cuando la era de Hugo Chávez ya es pasado, Venezuela comienza a moverse por caminos inciertos en lo político, en lo económico y en lo social.  La herencia del liderazgo autocrático es una pesada acumulación de conflictos y contradicciones de todo tipo,  que hacen cuando menos ingenuo pensar en el inicio de tiempos de concordia y pluralismo  de ideas.
Es difícil, para no decir imposible, esperar el advenimiento de un gobierno de concentración nacional capaz de dar sosiego a la población, y de echar las bases para la recuperación de ese país de casi 30 millones de habitantes que hoy está dominado por una despiadada lucha de clases y por la descomposición moral. Un país con una tasa de inflación que ronda 30 por ciento y un aparato productivo paralítico.
A corto plazo no parece posible un nuevo régimen sin las formas autoritarias de ese militar que sabía llegar al corazón de los desposeídos,  porque quienes en este momento controlan el poder ya envían señales de endurecimiento del régimen y porque, además, existe un gran número de beneficiarios de las dádivas ideadas en Cuba con el nombre de misiones, que se acostumbraron a la vida fácil. Chávez era un hombre lleno de contradicciones, pero, al mismo tiempo, tenía habilidad para interpretar el sentimiento de las masas y hacía que estas se identificaran con él.
El oficial de Barinas, hijo de un maestro de tendencia política socialcristiana que llegó a ser director regional de educación en uno de los peores gobiernos venezolanos de todos los tiempos -el de Luis Herrera Campins (1979-1984)-, le prestaba atención a los textos de Antonio Gramsci y sabía que la hegemonía no sólo se logra mediante el uso de la fuerza, sino también con la manipulación de los sentimientos.  De esa manera ganaba elección tras elección, después de desmantelar  los partidos tradicionales y de impedir el surgimiento de potenciales rivales.  No los permitía ni en la oposición ni en sus propias filas.
Manejaba la ley a su antojo.  Ordenaba hacer y cambiar leyes, y él mismo legislaba durante largos períodos porque la Asamblea Nacional le delegaba sus facultades. El sistema de pesos y contrapesos que con múltiples debilidades había funcionado en los 40 años anteriores, fue eliminado porque Chávez quería todo el poder en sus manos. Hasta en los pueblos más apartados se le tenía que obedecer y consultar.  De esa manera controló también el Poder Judicial, la Fiscalía,  la Contraloría General  y el Consejo Nacional Electoral.  Todo.
Expropió haciendas, edificios, automercados, tomateras, cementeras, plantas de leche en polvo, canceló concesiones a radioemisoras y  televisoras.  Por esa vía hizo que el número de empleados públicos se multiplicara y el aparato burocrático aumentara su ineficiencia.   Propició invasiones de propiedades en el campo y en la ciudad, con el pretexto de que ser rico era malo y que había una oligarquía malsana, corrupta, que conspiraba contra los intereses populares, que supuestamente eran los mismos de su revolución.
Para el logro de sus objetivos, Hugo Chávez se valía también de procedimientos intimidatorios. Creó bandas de motorizados de mal aspecto, armados hasta los dientes, que con el nombre de colectivos se expandieron por todo el país, que en grupos de 50 ó 100, con franelas rojas e imágenes del Che Guevara y de él mismo,  se desplazaban por doquier, sembrando el terror. Con disparos al aire, quemando carros, lanzando granadas y bombas incendiarias, abonaban el terreno para que el poder presidencial fuera total.
Esos procedimientos derrumbaron la moral del ciudadano común, mientras el Presidente y su gobierno manejaban los recursos nacionales a su antojo, sin controles, lo que implantó un sistema de corruptelas sin precedentes.  La principal empresa venezolana, PDVSA, pasó a ser administrada a discreción por el ministro Rafael Ramírez, quien se transformó en uno de los hombres más ricos del Continente a través de interpuestas personas.  El ahora presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, un militar que desde su época en la Academia Militar participaba en conspiraciones e intervino en el golpe encabezado por Chávez en 1992, se convirtió en un dirigente de importancia. 
Con su lenguaje insultante, procaz, amenazante e ideas confusas, Cabello  había ido tejiendo su propia madeja de militares, hasta colocarse como eje central del post chavismo.  Entre él y Nicolás Maduro hay divergencias importantes, pero hasta ahora ambos han tratado de aparecer unidos para darle continuidad a la “revolución bolivariana”.  En la Fiscalía General de la República y en la Contraloría, reposan más de 30 denuncias de hechos de corrupción por miles de millones de dólares, presuntamente cometidos por el teniente Cabello, pero ninguna de ellas ha sido investigada.
Ese ambiente de caos y corrupción es la Venezuela de hoy.  No parece previsible un cambio político en el futuro cercano, porque las figuras que rodeaban a Chávez -apoyadas en estructuras militares y paramilitares politizadas-, mantienen el control absoluto del poder y no están dispuestas a ceder. La Constitución establece la celebración de elecciones en un plazo no mayor de 30 días, pero éstas solo ocurrirán cuando Maduro y Cabello lo estimen conveniente.
La oposición participará en el proceso electoral en condiciones de debilidad y desventaja frente al candidato del gobierno, Nicolás Maduro. Las carencias ocasionadas por sectarismos y luchas internas de las distintas corrientes opositoras, son su propio enemigo.  Todo indica que Henrique Capriles volverá a ser candidato, a pesar de haber desperdiciado las condiciones ideales que en octubre de 2012 se le presentaban. Cometió errores, su mensaje era vacío, sin consistencia, y apartaba  a sus propios aliados.
El Chávez adorado por muchos en Venezuela, utilizó dineros nacionales para establecer una red de solidaridades automáticas entre líderes carismáticos latinoamericanos, que hoy lo echan de menos: Rafael Correa, en Ecuador; Daniel Ortega, en Nicaragua; Evo Morales, en Bolivia; Cristina Kirchner, en Argentina, y otros.  También financió movimientos y grupos subversivos, entre ellos las FARC, y se alió con regímenes de oprobio, como los de Khadafi, en Libia, y Ahmadineyad, en Irán.  Esa red, por supuesto, facilitará las cosas para que Maduro y Cabello no tengan dificultades para ser reconocidos por la comunidad internacional.
Por todo eso, Venezuela hoy no tiene derecho a hacerse ilusiones con un nuevo régimen de justicia, amplitud y respeto.
www.ricardoescalante.com

martes, 5 de marzo de 2013

No nos hagamos ilusiones

Ricardo Escalante, Texas
Hoy, cuando la era de Hugo Chávez ya es pasado, Venezuela comienza a avanzar por caminos inciertos en lo político, en lo económico y en lo social.  Es tal la acumulación de conflictos y contradicciones fraguada en los últimos 14 años, que sería cuando menos ingenuo pensar en el inicio de tiempos de concordia y pluralismo  de ideas.  Son incalculables y complejas las dificultades y los riesgos que se avecinan.
 
Es difícil, para no decir imposible, pensar en el advenimiento de un gobierno de concentración nacional presidido por Henrique Capriles Radonsky, a quien corresponderá medirse con Nicolás Maduro en unas elecciones que nadie sabe cuándo ocurrirán.  Y nadie lo sabe porque una cosa reza la Constitución, y otra harán Maduro y Diosdado Cabello.  Es perfectamente posible esperar que el Consejo Nacional Electoral anuncie dificultades organizativas o de otro tipo,  para contravenir el espíritu de la ley.  Eso no es nada nuevo y Chávez lo practicaba.
Para Capriles habrá una situación complicada por muchas razones, entre las cuales están:  1) El uso y costumbre de la manipulación de los procesos electorales desde Miraflores no desaparece con la muerte de Chávez, porque el CNE sigue controlado por chavistas; 2) el ventajismo atropellante del aparato propagandístico del Estado ya está en marcha a favor de Maduro; y, 3) los medios de comunicación siguen sometidos a descomunales presiones, obligando a la autocensura y a otras limitaciones.
A todo eso se agregan las deficiencias, contradicciones y sectarismos de la oposición.  En las elecciones presidenciales de octubre hubo una aparente unidad plena, pero el candidato excluyó de su comando a sectores políticos importantes y se dirigía a ellos como “la vieja política”.  Ahora está por verse si esas prácticas quedaron atrás.
El discurso del candidato presentaba fallas importantes.  Solo al final atacó de manera frontal a Chávez y al gobierno, luego de meses de vaguedades e inconsistencias en el manejo de temas esenciales, como el económico.  Por otra parte,  en lo que va de año la oposición no ha tenido un mensaje coherente y eso lo han reflejado las encuestas de opinión pública.
Por lo demás, el gobierno tiene también serios problemas derivados del derroche, la corrupción y la ineptitud administrativa.  Los ingresos petroleros, a pesar de los elevados precios internacionales, resultan insuficientes para cubrir las necesidades del costoso aparato burocrático y una nueva campaña electoral, por más corta que ella sea.
Lo anterior explica las causas de la devaluación de más de 46 por ciento a que acaba de ser sometida la moneda venezolana, así como otras medidas impopulares:  Aumentos de impuestos, recorte de ciertos gastos, etc.  Al mismo tiempo, en su arrestos de urgencia, el gobierno ha acudido otra vez a China en solicitud de más endeudamiento, comprometiendo grandes cantidades de petróleo.  Las últimas gestiones hechas por el canciller Elías Jaua en ese sentido, fueron un fracaso.
Además, las empresas petroleras transnacionales han recibido peticiones de pagos adelantados, vale decir, empréstitos con garantía de suministro de crudos.  A Chevron le solicitaron 2 mil millones de dólares, a Petrobras le hicieron un planteamiento similar que fue resuelto mediante un préstamo de gobierno a gobierno.  La administración brasilera no se negó, dado que existen intereses binacionales en la refinería de Pernambuco y empresas como Odebrech tienen jugosos contratos en Venezuela.
De los 2.3 millones de barriles diarios de petróleo que produce Venezuela, 1.650 mil están destinados a cubrir el consumo interno y las exportaciones correspondientes a ventas a futuro, así como otras no rentables que responden a intereses geopolíticos.  Esto resumido en pocas palabras, da la idea del tamaño de las dificultades que se avecinan.
Es, asimismo, impensable creer que la muerte de Chávez se traduzca en una repatriación de capitales privados, puesto que Nicolás Maduro y su amigo Diosdado Cabello, ya han enviado señales de radicalización del régimen.   Por todo eso y mucho más, no nos hagamos ilusiones.
www.ricardoescalante.com

A punto de estallar

Ricardo Escalante, Texas
La interminable suma de atropellos, ineficiencias y vicios de la administración chavista, coloca hoy como nunca a Venezuela al borde de un estallido de violencia de proporciones mayúsculas.  El severo control militar y policial montado desde Cuba puede ser rebasado porque el cúmulo de presiones no tiene precedentes, con el agravante de que el Estado dejó de tener cabeza visible hace tres meses y nadie sabe quién toma las decisiones fundamentales.  
Todo país tiene y tiene que tener jefe de gobierno, primer ministro o presidente, porque la seriedad de los asuntos del Estado obliga a que haya un responsable, pero en Venezuela el caos ha llevado al mundo de lo insólito: Ni siquiera Raúl Castro ha dado la cara como mandamás de los venezolanos.
En repetidas ocasiones Chávez habló con su desenfado habitual sobre la fusión de Cuba y Venezuela para dar paso a lo que llamó Venecuba, sin sospechar que un buen día su “hermano” Raúl y su “padre” Fidel asumirían el dominio de todo en el país, con lo cual Miraflores ahora es apenas una delegación en manos de dos alucinados: Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.
Digo estas cosas porque la era de Chávez terminó hace tres meses.  Desde entonces nadie lo ve, nadie lo escucha, no firma documentos y no ha habido un solo testigo imparcial que certifique si está vivo y en condiciones de ejercer el poder.  Las mentiras de Raúl Castro, Maduro y Cabello, solo han servido para dar pábulo a la creencia de que el deceso presidencial ocurrió en La Habana y está embalsamado.  En esa circunstancias hasta circularon versiones sobre la presencia en Cuba del patólogo italiano Massimo Signoracci, dueño de una fórmula secreta que ha utilizado para preservar los cadáveres de varios papas.
Las sospechas han sido mayores porque ni siquiera un miembro de la abundante familia presidencial ha dicho una sola palabra.  El cuerpo de Chávez estuvo dos meses y medio en manos del régimen cubano y solo Maduro y voceros oficiales daban sus partes torcidos, sin que hubiera habido un solo médico que diera las explicaciones indispensables.
Estos hechos, sumados a la escasez de productos de consumo masivo, a la gravedad del sistema de salud,  la inflación galopante, la inseguridad individual y jurídica, el robo de los dineros públicos por parte de figuras como Diosdado Cabello y el ministro Rafael Ramírez y la amenaza contra los medios de comunicación, han generado una situación insostenible.  La olla de presión está a punto de estallar.  En los cuarteles hay rumores, especulaciones, se habla de madrugonazos, de saqueos…
Cuando escribo estas líneas, ya Nicolás Maduro con su pobre discurso ha admitido que desde los últimos días de diciembre, han estado ocultando la verdad para proteger un supuesto interés nacional, para no alarmar a la población. La farsa revela lo que siempre muchos dijeron: Que había vacío presidencial.  Está entonces al descubierto que la verdad verdadera es que han estado preparándolo todo con nuevos contingentes cubanos, para asegurar el control del país.
Ahora cuando las cosas parecen estárseles escapando de las manos, pareciera que se aprestan a decir lo inevitable.  ¿Seguirán los venezolanos dando muestras de tolerancia ante tantos desafueros?
ricardoescalante@yahoo.com

viernes, 1 de marzo de 2013

Moral militar reblandecida

Ricardo Escalante, Texas
Razones cuasi genéticas me empujaron temprano en la vida a rechazar todo aquello que tuviera tufo militar.  La experiencia me ha demostrado, además, que por muy bien formados y cultos que puedan ser, en pocas ocasiones los militares son capaces de llegar a  pensar y actuar como los civiles, vale decir, con la fuerza de la razón como arma esencial.  Con eso, por supuesto, no niego la existencia de civiles atorrantes ni alguna excepción militar.
 
¿Y por qué temprano? Porque hay hechos que marcan en forma definitiva a las personas, y el mío es uno de esos casos. Cuando, en abril de 1960, a mis trece años ocurrió el golpe del general Castro León contra el gobierno legítimo del presidente Rómulo Betancourt, San Cristóbal se paralizó, las calles estaban desiertas y en mi casa no había nada que comer. En algunos sitios se notaban focos de resistencia a la trastada del ex ministro de la Defensa.
Mi padre y yo emprendimos una larga caminata para comprar alimentos en la bodega de alguien que despachaba a través de una pequeña ventanilla.  Ya de regreso con aquellas pesadas mochilas de fique, en una esquina fuimos conminados a subir al camión de una patrulla militar.  No hubo ni forma ni manera de explicar qué hacíamos en la calle, pero sí nos dieron varios planazos que a mí me ardieron y hasta hicieron sangrar la espalda y el pecho. No solté una lágrima. Sentí odio ante el atropello y estuvimos detenidos varias horas.
Un año antes, un amigo de mi padre a quien la Seguridad Nacional le había destrozado todo aliciente, se suicidó. En tertulias vespertinas que tenían lugar en el taller de carpintería que mi progenitor tenía en el centro de la ciudad, yo escuchaba sus relatos sobre el despiadado trato de la brutal dictadura militar de Pérez Jiménez. Los verdugos, cuyos nombres él recordaba, le habían aplicado descargas eléctricas en los testículos, le arrancaron uñas con alicates, le quemaron el rostro con cigarrillos y a golpes hasta le rompieron los huesos de la cadera y las piernas, a consecuencia de lo cual caminaba con graves dificultades.
Así comencé a ser antimilitarista y a convencerme que los totalitarismos de derecha e izquierda son detestables por igual.  Por eso después repudié las intentonas de 1992 contra ese auténtico demócrata que era el presidente Carlos Andrés Pérez, más allá de sus errores. He visto también otros hechos que han afianzado mis convicciones, como el uso de los militares chavistas para amenazar y reprimir protestas civiles.
Y ahora ustedes, lectores, se preguntarán a cuento de qué vienen estas historias tan personales. Ahh, pues porque un enardecido general español, Juan Chicharro, hace dos días pronunció un discurso que fue entendido por muchos como el anuncio de un acto de fuerza contrario a la Constitución y a la ley, aunque justificado como la necesidad de impedir la ruptura de la integridad territorial de ese reino con resortes morales reblandecidos. Con corrupción alarmante que comienza en la familia real.
Chicharro habló  de la existencia de un sentimiento generalizado de preocupación, temor, incertidumbre y confusión, para luego señalar que la patria es anterior y más importante que la democracia. El patriotismo, según él, es un sentimiento y la Constitución no es más que una ley.
Esas amenazantes frases no podían menos que recordarme la carga genética golpista de los militares venezolanos, carga que sigue intacta a pesar de la maloliente sumisión perruna a un régimen dominado por el ladronismo de los Chávez y del entorno encabezado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.  Un régimen de abusos de todo género.