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lunes, 31 de diciembre de 2012

!Feliz Año Nuevo para todos!

Las cosas para los venezolanos y para los latinoamericanos, con algunas excepciones muy importantes y dignas de ser consideradas ejemplares, no han sido buenas durante los últimos años y nada augura el vuelco radical que nos pudiera proveer felicidad democrática, libertad y desarrollo económico.  No obstante, hoy solo debemos tener corazón para gritar !Feliz Año Nuevo para todos!.  Por encima de los errores, omisiones y mezquindades que hemos visto incluso en terrenos que algunos consideraban promisorios.
Felicidades para todos.  No hay derecho a rendiciones. Lo digo con el corazón en la mano.
!Brindemos!
RE

sábado, 29 de diciembre de 2012

Tiempo de rebelión



Ricardo Escalante, Texas
Hugo Rafael Chávez Frías -así como los militares suelen llamarse, con dos nombres y dos apellidos-, siempre creyó que se perpetuaría en el poder y que igualaría a Juan Vicente Gómez o rompería su record.  Hablaba de 50 años, y cuando se reunía con su admirado par de Bielorrusia, el odiado Alexander Lukashenko, le decía: “Dentro de veinte años firmaremos otro contrato de compra de armas y todavía seguiremos mandando mucho más”…  Ahh pero su astucia no contemplaba el avance del silencioso y cruel enemigo.

Despreciaba la posibilidad de los riesgos inmanentes a cualquier mortal, razón suficiente para no vacilar ni un instante a la hora de liquidar cualquier asomo de liderazgo en la oposición y en su propio entorno.  La arrogancia le impedía someter a discusión ese amasijo intragable que él creía que eran sus ideas. No admitía desafíos porque se sentía único, igual o superior a Bolívar. Todopoderoso.

La naturaleza autocrática de Hugo Chávez evitó la formación de un verdadero partido político con su figura como inspirador.  De allí que el MBR-200, luego el MVR y más tarde el PSUV, fueran apenas organizaciones sin ideología, sin planes ni programas. Solo agrupaciones con el propósito común de las dádivas, los contratos y corrupción, sin liderazgos individuales y colectivos.  Todos eran (hasta ahora) puestos a dedo en procesos electorales fingidos, lo que terminó por convertirse en la gran debilidad.

En ese ambiente descompuesto era lógico pensar que cualquier cosa pudiera ocurrir y, por lo mismo, el Vicepresidente primero del PSUV y presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, fue tendiendo su propia red y esperando el momento oportuno para el manotazo.  Intemperante, altanero, inculto, enriquecido a su paso por el gobierno, ha tratado de sacar provecho de su fallida experiencia golpista. Asustadizo y ambicioso a la vez.

Ahora, cuando el jefe se debate entre la vida y la muerte, es un secreto a voces que Cabello mueve con urgencia sus piezas para garantizar su reelección en la presidencia de la AN. Nicolás Maduro –aparente “príncipe heredero”- ya está al tanto de las jugadas “inocentes” del “aliado” y trata de evitar que ellas prosperen porque, si así fuera, su sueño presidencial entraría en barrena definitiva.  Por eso el afán de su viaje a La Habana, porque necesita autorización del jefe para promover entre los diputados un nombre distinto al de Diosdado. 

Todavía no se conocen los resultados de las consultas hechas por Maduro en La Habana, pero ya han comenzado a circular nombres sobre el potencial nuevo presidente de la Asamblea, entre ellos los del jefe de la Comisión de Finanzas, Ricardo Sanguino, un hombre de largo pasado alcohólico, dominado por resentimientos y con buenas relaciones con algunos opositores al régimen; Elvis Amoroso, un otrora dirigente gris de la Causa R -cercano a Luis Miquilena, de quien fue secretario durante la Asamblea Constituyente de 1999- que después se hizo prominente en el chavismo; y una periodista de posiciones radicales de izquierda, Blanca Eeckout, ex presidenta del Canal 8.  Ninguno de ellos reúne las especiales condiciones que amerita el ejercicio de la jefatura del Estado, cargo que le correspondería desempeñar de manera temporal al presidente del cuerpo legislativo al producirse la renuncia de Nicolás Maduro al Ejecutivo para lanzar su candidatura presidencial.

El 5 de enero, es decir ahora mismo, será la hora cero del teniente de visibles agallas. Su reelección será evidencia de poder y la primera advertencia seria para Nicolás Maduro, cuyas panglosianas condiciones intelectuales y políticas recibirían un golpe noble. Ya antes, a mediados de 2011, cuando Chávez en sus urgencias de salud viajó a Cuba, todo el mundo vio calles y avenidas empapeladas con afiches que decían ¡Diosdado Presidente!; y hace varios años, mientras se desempeñaba como vicepresidente de la República, se hacía llamar “Presidente Ejecutivo”.

Diosdado se fue convirtiendo en un monstruo con vida propia. Poco a poco, a la chita callando, iba colocando fichas entre los militares y en las gobernaciones y alcaldías, a la espera del instante propicio.  Hoy, por lo mismo, se juega a Rosalinda.  Si pierde la presidencia de la Asamblea Nacional caerá en minusvalía, aunque en política nunca nada es definitivo.  Esperemos.

jueves, 27 de diciembre de 2012

A mis lectores en Ucrania


Durante un tiempo he tenido la inquietud se saber quiénes y por qué son mis fieles lectores en Ucrania.  De manera constante veo un número muy significativo de visitas a esta página y no puedo dejar de preguntarme qué tienen de especial (o de malo) estos artículos hechos solo por amor al arte, para despertar tanto interés en un gélido país.
¿Alguien me lo puede explicar?

martes, 25 de diciembre de 2012

Después de Chávez


Ricardo Escalante, Texas
El inexorable final del gobierno autoritario de Hugo Chávez en Venezuela plantea incógnitas nada halagüeñas, que ni siquiera se podrían aclarar a corto o mediano plazo en el muy difícil supuesto del ascenso de un líder opositor al poder. Los días o semanas de Chávez están contados.

Durante el último año y medio Chávez ha aparecido en televisión con el rostro abotagado de los malos boxeadores, con el pelo negro humo recién pintado, aplaudido por seguidores tolerantes frente a sus fingidos aprestos físicos. De manera súbita ha desaparecido porque los insoportables dolores del avance del mal lo avientan hacia Cuba, donde médicos no cubanos lo parapetean. No lo curan porque eso es imposible y, además, todos saben que en el teatro siempre hay un acto final. De allí que debamos hablar sobre lo que sigue, porque el mundo no se detiene con un frenazo, como si fuera uno de esos autobuses del Metro de Caracas, que Nicolás Maduro manejaba con dudosa destreza.

El trastorno causado a los cimientos institucionales durante estos 14 años ha sido de tal envergadura, que cualquier esfuerzo sería insuficiente para recuperar la moral colectiva y los valores democráticos indispensables para garantizar un clima de convivencia. De manera lastimosa, en los adversarios del chavismo apenas se nota una utopía de unidad y armonía aunque, como es obvio, las urgencias son cada vez más impostergables.

En el aspecto económico el caos es tal, que habría que comenzar por la inmensa labor de determinar el monto de la deuda total contraída con irresponsabilidad por Chávez. Nadie, ni siquiera en el gobierno, tiene idea del tamaño real de los compromisos adquiridos en medio de la corrupción y el despilfarro sin precedentes. Hay quienes estiman en cerca de 300 mil millones de dólares la cifra total de esa deuda, contraída, además, en términos desventajosos para la República.

En los próximos años, parte importante de las exportaciones petroleras estará destinada a cubrir ventas a futuro a China y otros países. El dinero fue recibido y derrochado en planes de “solidaridad” con Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y otros países, en desaforadas compras de armas y en misiones sociales cuya efectividad verdadera está por verse. A ello se suma el deterioro de las instalaciones de PDVSA por falta de mantenimiento adecuado y por el uso de personal no calificado.

El Estado tendría que resarcir a mediano y largo plazo -cuando menos parcialmente-, los agravios cometidos contra el sector privado por las masivas expropiaciones e invasiones promovidas y organizadas desde Miraflores y, de manera simultánea, dar seguridad jurídica plena para la repatriación de capitales y para las inversiones extranjeras. De esa manera se estimularía la creación de fuentes de trabajo y de bienestar general.

En lo político, el país está urgido del restablecimiento de una atmósfera de pluralidad de ideas y de igualdad de oportunidades para el renacimiento de un sistema de partidos políticos y, probablemente, se requeriría la convocatoria de una nueva asamblea nacional constituyente para revertir la concentración de poder creada por Chávez.  Es necesaria la separación de poderes que abra cauce a la democracia efectiva.

En lo social, sería saludable proveer planes de asistencia de salud, vivienda, etc, y, al mismo tiempo, abolir el corrupto sistema de dádivas implantado desde Cuba para dar perpetuidad a Hugo Chávez.  Todas estas cosas obligarían al esfuerzo excepcional de un verdadero gobierno de concentración nacional, que permita adelantar los cambios con estabilidad y de manera programada para evitar la posibilidad de golpes de Estado.

No obstante, y como diría Cantinflas, el detallito está en la quimérica idea de lograr la victoria frente al candidato escogido a dedo por el autócrata Hugo Chávez. Propósito nada fácil para una oposición que se bambolea entre el escepticismo y la mezquindad de ciertos líderes (comenzando por Capriles Radonsky), a pesar de las contradicciones del régimen y de la incapacidad estructural del candidato chavista para pensar y hablar a la vez. Nicolás Maduro es un panglosiano o, en lenguaje vernáculo, un ignorante audaz. ¿Cómo decirle a los venezolanos que vuelvan a votar por la oposición porque esta vez sí tendrán un candidato con inteligencia y cojones?

En el muy factible escenario de la victoria de Maduro, el chavismo continuará en el poder pero mediatizado por la pesada herencia económica que lo empujará a dolorosas decisiones para paliar el astronómico déficit fiscal: devaluación brutal, incendiario aumento del precio de la gasolina, recorte de las misiones y poda de la desquiciada burocracia, entre otras.  Y, como si  eso fuera poco, las disputas entre los sectores militar militarista encarnado por el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y el civil comunista de Maduro, conducirán a redistribuciones de la torta burocrática y a grandes negocios. ¡Corrupción! La ambición de Cabello es inmensa y respaldada por oficiales de la Fuerza Armada y por gobernadores y alcaldes que él controla, lo que plantea la amenaza cierta de un levantamiento militar.  Aunque ungido por la voluntad de Chávez, Maduro es intrínsecamente débil y le acechan serios riesgos.

La profusión de afiches vistos en las principales ciudades venezolanas a mediados de 2011 -cuando Chávez viajó a Cuba en uno de apremios de salud-, ilustra el tamaño de las agallas de Cabello. “!Diosdado Presidente!”, era la desesperada consigna de poder.  Y aun antes, cuando se desempeñó como Vicepresidente, el enriquecido Cabello ya se hacía llamar “Presidente Ejecutivo”, cosa que despertaba sospechas en el autócrata criollo y en Fidel Castro.  Pero como  golpista fracasado que ha sido, él sabe que en sus objetivos no se descartan opciones. ¡Que Dios nos agarre confesados!

sábado, 22 de diciembre de 2012

¡Señor Capriles!


Ricardo Escalante, Texas
Excelsas virtudes del político que se jacte de serlo son capacidad para la autocrítica y humildad para aprender la lección de sus equivocaciones. Y, por el contrario, la tozudez y la arrogancia son deplorables defectos que, por cierto, crecen como hierba mala en el terreno político.

Digo esto a propósito de los innumerables juicios que he leído sobre las causas de la derrota de la oposición venezolana en las elecciones presidenciales de octubre y su coletazo en las elecciones de gobernadores, y después de haber esperado con paciencia franciscana una reacción desapasionada del principal protagonista de ese ingrato acontecimiento.

En algunas de mis divagaciones sobre la política venezolana, había expresado elogios a la fortaleza física de Henrique Capriles Radonski y a su demostrado y encomiable deseo de reemplazar a Hugo Chávez, a lo cual, como era dable esperar, había agregado con sana intención algunas referencias a sus falencias de bulto. Y lo hice porque para enderezar rumbo nacional se requiere algo adicional a los brincos y a la cachucha tricolor.

Entonces dije y ahora repito, que la selección del candidato presidencial debió haber ocurrido con anticipación suficiente. No fue así por interés de algunos partidos, a pesar de lo cual en la campaña electoral quedó claro que la opinión pública estaba preparada para producir el cambio de gobierno que no llegó. Estaban dadas las condiciones para la victoria de la oposición y hasta se creó una emoción sin precedentes cuando Capriles, por fin, atacó de manera frontal a su rival.

¿Qué pasó entonces y qué ha pasado después? Capriles vacilaba, ni siquiera llamaba a Chávez por su nombre. No le exigía actuar con responsabilidad para revelar la gravedad de su enfermedad y para demandar que se sometiera al examen de una junta médica. ¿Por qué Chávez ha despreciado a los médicos venezolanos, que sin lugar a dudas son mejores que los cubanos? ¿Por qué Capriles no ha confrontado las recientes y atolondradas interpretaciones constitucionales de la presidenta del Tribunal Supremo y de Diosdado Cabello?

Es de suponer, además, que un líder con vocación para reunir a los descontentos generados por el atropello chavista, no debe despreciar a los partidos políticos tradicionales porque a pesar de su enorme desgaste, ellos todavía disponen estructuras capaces de contribuir a la transmisión del mensaje y a la defensa del sufragio en las mesas. Pero Capriles lo hizo y, como si fuera poco, los agredió sin causa ni razón.

Las primeras lecturas de cualquier aspirante presidencial deben ser de historia contemporánea y de economía, amén de otras materias también relevantes. Las debilidades de Capriles en ese terreno son significativas.  Ahora, claro está, nadie sabe si él se lanzará a competir con Nicolás Maduro en lo que hoy se avizora como otra derrota más para la oposición, aunque la política es dinámica y cambiante y falta agua por correr bajo los puentes.

Capriles ha dicho y repetido que en su bolsillo lleva 6.5 millones de votos que eran y siguen siendo suyos, pero al reelegirse como gobernador de Miranda obtuvo una cantidad inferior a la de octubre en ese Estado. Ganó por escaso margen, poniendo así en entredicho su capacidad de convocatoria. Este detallito es interesante y da lugar a otra pregunta: ¿Podrá él sacar más de 6.5 millones de votos y sobrepasar a Nicolás Maduro, a pesar de la incapacidad estructural de este para pensar y hablar a la vez? Ojalá fuera así.

Quedan pendientes otros elementos para nuevos artículos. Por ahora confieso pánico ante la ignorancia supina del señalado como sucesor por el monarca de Sabaneta, porque el país no puede manejarse como un autobús del Metro: Solo con freno y acelerador. Un primitivo que ascendió por sumiso no puede. ¡Hagamos algo!

martes, 18 de diciembre de 2012

Yo y mis otros yo


Ricardo Escalante, Texas
Esta mañana mientras desayunaba con caraotas fritas y deliciosas arepas, el teléfono comenzó a repicar de manera interminable mientras yo me preguntaba quién podía ser. En ese instante me sentía privilegiado por no tener que brincar de un lugar a otro para encontrar un paquete de harina PAN y por andar en la calle sin temor a ser asaltado por llevar bajo el brazo ese valioso paquete de harina PAN.

Con inevitable desazón me levanté de la mesa: “¿Quién jode?”, pregunté en tono desafiante. Con gran desconcierto escuché de inmediato: “Hola Ricardo, soy Ricardo Escalante, ¿cómo estás?”  Sin capacidad de reacción traté de hilar fino, de saber por qué yo mismo me llamaba con un tono de voz distinto.  “¿Estaré enloqueciendo? ¿Habré alcanzado ese estadio superior de los alucinados al estilo de Hugo Chávez? Chávez, como Fidel, ha hecho creer que es capaz de desdoblarse para arrinconar a sus conciudadanos…  ¡¿Pero yooo?!”.

“¿Aló, estás ahí?”, insistía mi otro yo mientras yo apenas atinaba a responder “Sí, sí”…  Fue entonces cuando aquella voz me explicó que en realidad se trataba de un homónimo que había leído uno de mis artículos, y para más señas me dijo “Bueno, yo trabajo ahí donde tu gozas un puyero”… Y como yo seguía sin entender nada hice otro silencio, ante lo cual Ricardo Escalante agregó con aire de gravedad:  “Si, si. Soy ginecólogo”. El diálogo se prolongó por varios minutos que se hacían largos, en los cuales el hombre quería manifestar repugnancia por la irresponsabilidad que hasta en sus últimos y críticos días ha mostrado Chávez.

Pero bueno, después no tuve más remedio que investigar cuántos estamos registrados en LinkedIn con el mismo nombre, para descubrir una lista de más de 25, incluyendo un periodista en Costa Rica, un músico en Nueva York, un laureado académico estudioso de la genómica, un experto en mantenimiento, un profesor de matemáticas y alguien de malas andanzas. En Facebook hay cuando menos 50 y en Google la cuenta se pierde.

Ahh, pero eso no es todo.  Mientras trabajaba para El Nacional en Caracas, una tarde se acercó una secretaria de melodiosa voz e irresistible fragancia para decirme al oído: “Querido, ahí te busca Ricardo Escalante”.  “¿Ahh si? ¿Y para qué me busco?”, inquiero. Su desenfado me dejó perplejo:  “Parece que vienes a pontificar sobre culos buenos”… Sonrió, dio media vuelta y se marchó, circunstancia que, como era lógico suponer, aproveché para extasiarme con el rítmico desplazamiento de su reverso.  Dos minutos más tarde reapareció con un señor que se presentó como el doctor Ricardo Escalante, deseoso de hablar sobre un congreso internacional de médicos especializados en cirugía de cáncer rectal y anal, tema que nunca me ha interesado, pero él quería explicar detalles del mal que a veces perseguía a dictadores.

Pues bien, lo cierto es que esas reflexiones y aquella secretaria de magnífico reverso me han llevado a preguntarme por qué mi madre prefirió estamparme el nombre de Ricardo, en vez de Agamenón, Hermenegildo, Agapito; o hasta Xenón, como el elemento químico de número atómico 54; o el original Usnavy, que por única vez escuché en Maracaibo, y luego supe que en los momentos previos al alumbramiento la madre había visitado el puerto, donde vio un acorazado con la inscripción U.S. Navy.  Allí encontró la clave de lo que tanto había buscado: “¡Bonito nombre: Usnavy! ¡Usnavy!”

martes, 11 de diciembre de 2012

Plañidera nacional


Ricardo Escalante, Texas
Hay escritores con destreza para hacernos sufrir con sus cuentos, para llevarnos y traernos por situaciones enrevesadas de enorme realismo. Son técnicas difíciles de aprender y manejar, en las cuales los desprevenidos lectores caemos en un hechizo fatal del cual solo podemos salir al llegar a la última palabra. A veces inclusive esas situaciones nos siguen dando vueltas en la cabeza en forma indefinida.

Muchas de esas historias parten de hechos de la vida real y, por supuesto, el autor los magnifica y les incorpora los detalles cautivantes de su propia cosecha, que son lo que en definitiva les dan atractivo. Hay dos cuentos que me han impactado de manera significativa, pero prefiero no hablar de ellos ahora para no distanciarme del propósito banal de estas líneas.

Hay también circunstancias complejas de pánico, tristeza, decepción, intriga y crimen, a las cuales no habría nada que agregar para ser convertidas en obras de impresionante dramatismo. Desde la época colonial, la vida latinoamericana ha estado llena de sucesiones de tragedias (no de realismo mágico), pero, sin embargo, pocas veces sacuden a los pueblos para hacerlos despertar, recapacitar y reaccionar de una vez y para siempre. Tal vez por ese mismo drama de cada día, la novela negra no ha prosperado tanto como hubiera sido dable esperar en la región.  Y algo peor, los pueblos terminan por acostumbrarse a ser sojuzgados por tiranos que cualquier domingo se visten de demócratas en elecciones trucadas.

Así, por ejemplo -y voy al grano con lo que me ocupa-, nadie podía imaginar que en tiempos de internet, Twitter, televisión satelital, grandes descubrimientos científicos e intelectuales envidiables, uno de los principales países de América Latina sacara de un sombrero y en un arte de magia, a un alucinado e intrépido gobernante con los mismos vicios y deformaciones de aquellos del siglo XIX, y que quienes han sido atropellados y vejados lloren e imploren para que él tenga una larga y recuperada vida. No faltan, por supuesto, altares con velitas, imágenes del alucinado y crucifijos, ante los cuales se arrodillan y piden milagros: una casita, un trabajito, cura para el tuerto, cese del vandalismo…

Bueno, pero además, no puedo dejar de confesar con desvergüenza la náusea que me causan insondables personajes que en su plañidera piden un pequeño espacio para ellos en el mismo sepulcro del líder, mientras el “príncipe heredero” se declara fiel y hasta honesto por siempre. Y protuberantes figuras de la atribulada oposición solo atinan a sumarse a la procesión de cabizbajos, portando velitas, estampitas de la Virgen de la Caridad del Cobre y escapularios con pequeñas fotos de San Fidel, patrón de los resignados y malvados.

Advertencia: Dado que mis artículos suelen tener algún fundamento, para escribir el presente leí varias novelas de terror de autores ingleses, una biografía de Idí Amín y otra de Muammar Gaddaffi (ambas elogiosas, como tenía que ser), y vi tres películas de Sacha Baron Cohen (entre ellas El dictador). Ahh, y además, quiero dejar expresa constancia de que cualquier asombrosa similitud sufrida por los venezolanos durante el siglo XIX, es apenas una sobrevenida coincidencia.  ¡Soy inocente!
ricardoescalante@yahoo.com 

domingo, 9 de diciembre de 2012

Se busca un líder


Ricardo Escalante, Texas
Hoy, cuando Venezuela está en vilo después del anuncio que alargó e hizo más oscura la noche del segundo sábado decembrino, es inevitable preguntarse si la oposición puede permanecer sin líder hasta el momento mismo de la asunción de Nicolás Maduro al trono del Monarca de Sabaneta.

Una de las causas de la derrota sufrida por Henrique Capriles en las pasadas elecciones presidenciales, fue el breve tiempo de campaña. Hubo partidos que se empeñaron en demorar cuanto pudieron la escogencia del candidato para tratar de cosechar provechos que nunca llegaron y, por supuesto, las falencias de Capriles también fueron evidentes.

Eso ahora es clavo pasado y solo está por verse si tales errores volverán a reeditarse en esta nueva oportunidad, que ya está ahí, dependiendo de la gravedad de la salud de Chávez. La necesidad de un líder opositor con capacidad de convocatoria es urgente e inaplazable. La otra posibilidad –sentarse a esperar la declaratoria de falta absoluta del Presidente-, sería una inexcusable metedura de pata porque la Constitución establece que las nuevas elecciones deberán celebrarse en un lapso no mayor de un mes.

Seleccionar ese líder mediante primarias o cualquier otro método que consuma tiempo e implique procedimientos engorrosos sería absurdo e imperdonable. El dedo divino ya dijo quién es el príncipe heredero del socialismo del siglo XXI, como ocurre en agrietadas monarquías, o en Corea del Norte y Cuba, o hasta en el Brasil de Lula. Y la razón esencial es que cuando a Chávez se le aproxima lo inexorable, en su preocupación están los terribles desaguisados cometidos por su familia y por los queridos miembros del entorno. Por eso desea y necesita la continuidad del régimen.

Y, por cierto, dado que la condición intelectual de Nicolás Maduro es de excepción, alguien ya le debe haber explicado lo que reza el artículo 229 de la Constitución de la República: No podrá ser elegido Presidente… quien esté en ejercicio del cargo de Vicepresidente Ejecutivo, ministro, gobernador o alcalde, el día de su postulación o entre esa fecha y la elección. Pero, claro, dado que el texto fundamental de consulta de Nico es el Libro Gordo de Petete, está por verse si tratará de brincar a la torera todos los procedimientos y formas.

Ese hombre alto con cara pero sin inocencia de niño, es autor de atropellos como eL de cerrar el consulado de Miami solo para quitarle el voto a muchos venezolanos antichavistas. También es responsable de muchos insultos y atropellos a quienes no comulgan con las enmarañadas ideas del jefe y, como es de suponer, ya en su escritorio debe haber un teléfono rojo en comunicación directa con el despacho de Raúl Castro.

Nico, hay que reconocerlo, tiene méritos: A fuer del uso de vaselina para no causar más dolor a los ya resentidos cojones de Chávez, se ha refinado algo. Tiene una limitada cultura de viajes y roce con gentes de Estado (de otros países) y, por encima de todo, ha tenido habilidad para llegar en un autobús del metro a Miraflores en un largo tránsito plagado de mapanares.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Un peculiar ojo clínico


Ricardo Escalante, Texas
El apasionante tema de las enfermedades de los gobernantes y el derecho de los gobernados a ser informados oportuna y verazmente, de manera irremediable será objeto de polémica hasta el fin de los siglos. Y será así en países distintos a Estados Unidos, donde esa materia es del más absoluto interés nacional.

Ha habido naciones civilizadas como la francesa, con líderes intelectuales tan finos y con las reconocidas cualidades democráticas de Francois Mitterrand, quien de manera “ejemplarizante” solicitaba exámenes sobre su estado físico y los hacía publicar. Ahh, pero como decía Cantinflas, ahí estaba el detalle…

El conmovedor gesto de Mitterrand despertaba alborozo en grandes amigos y admiradores de su obra literaria incluso al otro lado del Atlántico, como Gabriel García Márquez, quien el 2 de diciembre de 1981 publicó un artículo titulado Los dolores del poder, con críticas a esos mandatarios amantes de mentir y de ocultar sus dolencias, como ocurría en la China de Mao Tse Tung y de Chou En Lai, así como entre los líderes soviéticos.

“El estado de salud de una persona es asunto de su vida privada, salvo si se da la casualidad de que esa misma persona sea presidente de la República. Francois Mitterrand lo sabe, y por eso decidió, sin que ninguna ley se lo exigiera, publicar cada seis meses un informe minucioso sobre su estado de salud”… El Gabo decía luego que el primero de esos informes “era más que satisfactorio para un hombre de 64 años que no se priva de ninguno de los placeres sanos de la vida, y que fue visto hace poco, muy cerca de la media noche, comiendo arenques ahumados en un restaurante del barrio Latino”…

Pues bien, lo que los franceses no sospechaban y, por supuesto, García Márquez tampoco, era que el presidente socialista guardaba entre pecho y espalda la verdad verdadera: Las primeras manifestaciones del cáncer de próstata ya se habían hecho sentir y muchos años después, en medio de gran sufrimiento, iría a la tumba a consecuencia del mal. Pero mientras fue presidente, entre 1981 y 1995, los informes maquillados fluían con regularidad y, claro, ahí estaba el detalle.

El médico Claude Gubler guardó el secreto con su buena dosis de irresponsabilidad y sólo contó la historia tras la muerte del gran político, lo que venía a plantear otro debate de relevancia: ¿Frente a quiénes es el compromiso médico, frente al enfermo o con el país que paga las consecuencias?

En su delicioso manejo del idioma y en su todavía actual artículo, García Márquez -que conocía bien a Mitterrand y se trababa en discusiones literarias con él-, sostenía que los reportes eran cuestión de principios. “Es muy propio de su carácter jugar con las cartas sobre la mesa y exigir de los otros la misma conducta. Lo que tal vez no había pensado es que una torcedura dorsal durante una partida de tenis pudiera tener algún interés para la opinión pública”...

Al releer esas líneas después de tanto tiempo, mi escasa imaginación solo da para una conclusión elemental: No podemos fiarnos del ojo clínico de un Premio Nobel de literatura a la hora de usar el estetoscopio, aunque en honor a la verdad me gustaría leer uno de esos “reportes” suyos sobre Fidel Castro y su ya nada nuevo mejor amigo.
ricardoescalante@yahoo.com