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miércoles, 31 de octubre de 2018

El Teodoro que Conocí

Ricardo Escalante
Conocí a Teodoro Petkoff cuando las divergencias internas en el Partido Comunista eran irreconciliables y una facción, la revisionista, contemplaba la formación de una nueva organización política marxista-leninista pero no estalinista, acorde con los nuevos aires de lo que entonces ya se denominaba eurocomunismo.

Petkoff y Pompeyo Márquez comandaban a los revisionistas, sector que contaba con figuras frescas, inteligentes, con una formación doctrinaria cuestionadora de procedimientos arcaicos, brutales, para la imposición de las ideas y métodos totalitarios. La discusión era entonces acalorada, vehemente, sin posibilidades de reconciliación.
Así nació el Movimiento Al Socialismo (MAS) a finales de1970,  comienzos de 1971, como símbolo adoptaron el puño cerrado color naranja.  Poco después viajaron a Caracas Mikis Teodorakis, el famoso compositor e intelectual griego, autor de Zorba el griego; y el radiante Gabriel García, que donó el metálico del premio Rómulo Gallegos (lo acababa de ganar) al MAS.

En la recién inaugurada casa nacional del nuevo partido, vi juntos  a Tedorakis, el Gabo, Teodoro y Pompeyo. Lucían felices en aquel momento de aura para la izquierda latinoamericana y mundial, que se anunciaba como la verdadera promesa de un gran cambio. La desilusión vendría no mucho después.

Yo estaba ahí como periodista.  Mi partido político era y siempre fue el periodismo, esa plataforma ideal para estar en la primera fila de los acontecimientos y para ser crítico frente a ellos.

Vi y traté a Teodoro Petkoff, a Pompeyo, a Freddy Muñoz, a Victor Hugo D´Paola y a muchos más.  En el Congreso de la República y en la plaza pública Teodoro era un magnifico orador, con formación económica y humanística sólida, que había pasado por la equivocación terrible de las guerrillas.  Fue partidario de la violencia como método de lucha y participó de ella, con asaltos a bancos y otras minucias.

Era un personaje contradictorio, a diferencia del siempre vertical Pompeyo.  Estuvo entre quienes se rasgaban las vestiduras contra Carlos Andrés Pérez y lo querían volver picadillo; fue ministro de planificación de Rafael Caldera. Después del 4F estuvo entre los deslumbrados por el fulgurante oficial, lo visitaba en la cárcel de Yare y clamaba a gritos por su libertad.  Lo apoyó pero pronto se desilusionó y creó el periódico TalCual para enfrentar a Chávez, a quien, a pesar de todo, definía como un demócrata.  Después, cuando se planteó el problema de la inconstitucionalidad de la presidencia de Maduro por haber nacido en Colombia, Teodoro decía que eso era irrelevante.


Teodoro, con su enorme carisma y sus enormes atractivos intelectuales, fue un venezolano contradictorio, de interminables contradicciones.  Así lo conocí

martes, 9 de octubre de 2018

El matarife

RicardoEscalante
Comienzo esta mañana con la lectura del breve cuento El matarife, del español Domingo Alberto Martínez. Lo hago con la intención de entrar en este nuevo día de actividad con una dosis de relax, pero pronto algo me empuja hacia los tormentos que cada hoya y cada día vive la gente de mi país, Venezuela. ¿Cómo evitarlo? ¡Es imposible!

El matarife de la ficción , en ese ambiente de ratas imaginadas por González, que chillan y devoran cinturones, y todo lo que viene después hasta llegar al sanguinario que descarga el mazo con absoluta frialdad, me hace pensar en Nicolás Maduro y en su uso eficiente de la tortura y la muerte violenta como instrumento para aferrarse al poder. Sí, así como el delantal de El matarife queda salpicado de sangre y de la cabeza abierta cuelga un ojo, Maduro da vueltas en mi cerebro.

Es cruel, es despreciable matar poco a poco al pueblo que clama por alimentos, por medicinas, seguridad y trabajo, pero a Nicolás Maduro y sus matarifes eso les satisface porque se entronizan en el poder. Y quienes luchan por el regreso a la democracia, por la reinstauración de la dignidad humana, corren el riesgo de morir en las mazmorras, como le ha sucedido al concejal Fernando Albán y a muchos otros.  La lista es interminable.

Por fortuna en estos tiempos todo se sabe, nada permanece oculto. Internet, los teléfonos celulares, las redes sociales y todo el enorme tinglado de formas de comunicación moderna, sirven para desnudar a los regímenes y a los autócratas desalmados. A cada minuto aumentan los atropellos del narco-gobierno,  pero a cada minuto él y sus compinches se acercan más a la justicia. ¡No escaparán!
www.ricardoescalante.com