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viernes, 27 de diciembre de 2013

Mis tiempos en Ciudad Tablita

¿Qué hacía yo en esa en esa zona con ganada fama de insegura? 

Entre “Daniel Santos” y  “Alí Khan”…
Ricardo Escalante
Después de haber vivido una corta temporada en un cuarto que a duras penas podía pagar en San Agustín del Norte, en 1972 me mudé con mi esposa a un pequeño apartamento en Ciudad Tablita, no muy lejos del mercado de Catia, en aquella populosa área caraqueña con bien ganada fama de insegura.
El apartamento estaba situado en el extremo Este del primer piso del Bloque 3, en un conjunto residencial que había sido construido en los años 50 por Marcos Pérez Jiménez, quien con su brutal dictadura de derecha aspiraba a pasar a la historia por la construcción de grandes obras de infraestructura en todo el país.
Eran los tiempos tempranos de mi carrera periodística. El sueldo en la corresponsalía de aquella mina de avisos que era El Carabobeño -de arraigada circulación en la zona central del país-, apenas se podía estirar para medio vivir. Todavía uno podía desplazarse en autobús en esa capital que estaba lejos de transformarse en el gigantesco atascadero que es hoy, aunque ya había quejas por congestionamiento, mientras los trabajos del Metro avanzaban poco a poco pero a ritmo sostenido.
Cito la ubicación exacta del apartamento porque era motivo de nuestras venturas y desventuras.  A pocos pasos del edificio había varios arbustos y dos o tres bancos de concreto, alrededor de los cuales se reunía -sobre todo los viernes y sábados por la noche- un grupo de jóvenes escandalosos a quienes yo apenas saludaba. Unos trabajaban, otros estudiaban, otros vivían del ocio y algo más…
Eran jolgorios bañados de cerveza, ron, pasapalos y marihuana, que nos impedían dormir.  A veces había tiros, alaridos, estampidas y sirenas de la policía o ambulancias.  Tras silencios de corta duración, con toda su intensidad se reanudaba la fiesta, que a veces nos causaba risa en medio de la impotencia y de las fumadas indirectas del penetrante cáñamo índico que lo invadía todo.
Nunca supimos quién era porque nos negábamos incluso a espiar por la ventana, pero uno de los noctámbulos exhibía una destreza admirable para imitar a Daniel Santos con sus adorables boleros. Hablaba y cantaba como Santos, y cuando entonaba La Despedida entonces gemía y lloraba a lágrima suelta. Todos aplaudían y le pedían Linda, Cuando ya no me quieras, El preso, y otras hermosas canciones que él se apresuraba a complacer.  En medio de su preñez y del cansancio provocado por el trasnocho, Carmen Ligia hasta disfrutaba el espectáculo.
Después de aquel “inquieto anacobero” había intermedios cargados de chistes subidos de tono, anécdotas y otras cosas, hasta que alguien reclamaba a gritos: “¡La primera válida!   ¡La primera válida!”   Ahí llegaba el turno de otro de esos artistas callejeros, que empezaba entonces la narración de la supuesta “primera válida”, en el Hipódromo La Rinconada.  Su imitación del legendario Virgilio Decán, mejor conocido como Alí Khan, era perfecta y más aún lo era el dominio de la información que manejaba. Empezaba con la descripción de las yeguas competidoras, los jinétes, sus records, distancias, pesos y demás, hasta que de manera súbita hacía la obligatoria interrupción para los comerciales, que resultaban tan buenos como la carrera que estaba a punto de iniciarse:  “Gillett, la mejor afeitada”, y otros más.  Después seguía con aquello de “La yegua tal no quiere cuadrar….  Ahora todo está listo y… ¡Se ordenó la partida!..”
Con “Daniel Santos” y otros “boleristas”, alguna declamación y la alta dosis de chistes, la noche se alargaba despacio hasta llegar a la “sexta válida”, en medio de nuestro sueño contenido. Así hasta que salía el sol.  En aquella época el cantautor puertorriqueño de carne y hueso era un gran ídolo que visitaba con frecuencia a Caracas, donde tenía grandes amigos, como el culto y simpático dirigente comunista y parlamentario Héctor Mujica.
 Los vecinos de Ciudad Tablita no teníamos derecho a un sueño sin sobresaltos, aunque en realidad mi esposa y yo nunca fuimos víctimas del hampa. Claro, éramos cautelosos.  Allí conocimos gente decente, trabajadora, familias con jóvenes profesionales universitarios entre sus miembros, que con los años tuvieron los beneficios de la movilidad social que entonces existía.  Los gobernantes no propiciaban el odio de clases, ni saqueos, invasiones a casas, apartamentos, haciendas o industrias y, por supuesto, nadie imaginaba que un día el país estaría dominado por caos y terror impuestos desde la oficina presidencial.
En ciertas ocasiones, cuando iba o venía del trabajo me encontraba con mi amigo el luchador sindical José Beltrán Vallejo, que llegó a formar parte del directorio de la Confederación de trabajadores de Venezuela.  Conversábamos algunos minutos y luego cada uno tomaba su rumbo.
Al convertirme en reportero de Panorama los aires soplaban de manera favorable y Carmen Ligia y yo -en la ya placentera compañía de la pequeñita Carla-, a través del sistema nacional de ahorro y préstamo pudimos comprar un apartamento en la avenida Libertador y, por supuesto, le dijimos adiós a Ciudad Tablita.  Hasta ahí llegaron las emocionadas canciones de aquel Daniel Santos y también el Narrador Hípico, del otro Alí Khan, así como el fuerte olor a marihuana y los trasnochos involuntarios de los fines de semana.  Así era Ciudad Tablita para nosotros.

Twitter: @opinionricardo

domingo, 22 de diciembre de 2013

¡Bañados en gasolina!

Ricardo Escalante
Las políticas de mercadeo interno de los hidrocarburos son de interés vital y demandan una visión seria y responsable para beneficio de la sociedad, sobre todo para las nuevas generaciones de venezolanos.  Por eso, el gobierno no debería seguir manejando el asunto de manera parcial, sectaria y corrupta, mientras en el liderazgo opositor saltan a la vista profundas debilidades y contradicciones.
Desde que ocurrió el anuncio de aumento de los precios de la gasolina han salido a flote las fallas que caracterizan a uno y otro bando, lo que, por supuesto, ata el país a una irremisible y hasta secular postración. No se avizoran signos de solución, mientras la mayoría silenciosa y de poco raciocinio se satisface con el discurso agresivo y las dádivas oficiales.
El precio de la gasolina debería formar parte –como ocurre en el mundo civilizado- de un complejo de políticas de Estado que van desde la conveniencia de contaminar cada vez menos, hasta los estímulos para hacer más eficiente el parque automotor y mejorar el transporte colectivo, pasando por la implementación de controles rigurosos en cada eslabón de la cadena. Los impuestos son esenciales en la fuente de ingresos nacionales y nadie tendría por qué escapar al pago que le  corresponde.
¿Hay algo de eso en Venezuela?  Pues claro que no, porque la irresponsabilidad del gobierno es inconmensurable y ha permitido que los ciudadanos piensen que el combustible tiene que regalarse, mientras la “mejor obra” de la rosca enquistada en Pdvsa es esquilmar los intereses nacionales.  Al superministro Rafael Ramírez y a su gobierno les interesa más la alianza con Cuba y con los países de Petrocaribe, que usufructúan la riqueza venezolana a cambio de respaldos políticos en la comunidad internacional.  Cuba es, además, el gran arquitecto del régimen atroz imperante en Venezuela.
El congestionamiento en las calles y avenidas venezolanas es monumental porque nadie siente razones para gastar menos dinero en combustible, por cuanto éste se ha derrochado durante años. Además, el precio simbólico ha impulsado el contrabando de extracción hacia Colombia, Brasil y las Antillas, con la activa participación de altos oficiales de la Guardia Nacional y testaferros de funcionarios inescrupulosos.
¿El anunciado aumento del precio significará algo? De ninguna manera, porque el daño infligido a la economía nacional es profundo y no se remediará con paños calientes. En el Ejecutivo prevalece el criterio de hacer pequeños incrementos en precio de la gasolina, pero sin llegar a alcanzar más de 35 por ciento del promedio del mercado internacional, vale decir, el subsidio y el contrabando seguirán siendo elevados.  La única repercusión será en inflación.  El déficit de 15 por ciento que arroja el PIB no tendrá alivio, porque ni Cuba ni ningún otro beneficiario de Petrocaribe se pondrá al día con Venezuela, es decir, los ingresos petroleros continuarán siendo insuficientes, mientras la deuda total de la República y el peso de la burocracia se mantendrán en niveles insostenibles.  Estos son problemas de fondo.
¿La fiesta debe continuar?  Las decisiones de aumentar los precios de la gasolina, la electricidad y otras cosas más, son indicadoras de que al gobierno se le agotaron los recursos, a pesar de haber tenido más de un billón (¡Un billón!) de dólares en ingresos petroleros desde el inicio de la era chavista. ¿Y cuál es el resultado?  Muy sencillo: Ahora los venezolanos somos más pobres y Pdvsa dejó de ser nuestro emblema internacional, porque ya no figura entre las empresas más eficientes e importantes del mundo. La eficiencia se perdió en la compañía petrolera porque ni el mantenimiento ni los planes de modernización están a la altura de los tiempos. Los accidentes son pan de cada día en las ya obsoletas refinerías, los costos de producción son elevados y Venezuela es importador neto de gasolina.
La deuda contraída en bonos se agrava cada vez más porque los índices de riesgo son los peores.  Esos bonos son considerados basura por las calificadoras de riesgo Standard & Poor´s y Moody´s, que colocan a Venezuela entre las peores naciones para los inversionistas, como consecuencia de los profundos desequilibrios macroeconómicos. La inflación, según cifras oficiales, terminará el año en algo más de 55 por ciento, pero todo el mundo sabe que el Banco Central maquilla las cifras, y que la escasez de productos esenciales es insoportable.
Ahora bien, cuando el país se sumerge en el caos, en la oposición hay signos inquietantes. No hay un líder sólido, con olfato para interpretar el momento y enfrentar con firmeza el autoritarismo. Hay un grupo de jóvenes con deseos que han desaprovechado oportunidades.  Varios de ellos son buenas promesas pero  carecen de asesores calificados o no se dejan asesorar, con lo cual parecen necesitar tiempo para madurar. 
Para ilustrar las falencias de la oposición podemos recordar algunos errores de bulto:  Tan pronto el gobierno habló de aumentar el precio de la gasolina, Henrique Capriles reaccionó a través del Twitter con una frase irresponsable:  “¡No al aumento de la gasolina!”, sin entender que un dirigente con sentido de Estado debe ser serio.  No puede hablar por hablar. Ya antes, cuando el ministro Giordani advirtió que quienes recibían casas del Estado debían pagar los préstamos correspondientes, HCR exhortó a que esa deuda no se honrara porque los gobernantes se robarían el dinero.  Y, por supuesto, sus más recientes actuaciones están el fallido plebiscito contra Nicolás Maduro y la propuesta de una constituyente que solo hubiera servido para favorecer a la “revolución”.
La valiente María Corina Machado tampoco ha escapado a las meteduras de pata.  A través del Twitter reaccionó contra el aumento de la gasolina, diciendo que antes el gobierno debería cobrarle a sus socios extranjeros. Y, por supuesto, todavía está fresca aquella foto en que aparecía sentada con Bush, que la estigmatizó.  El planteamiento de Leopoldo López ha sido parecido al de María Corina.  A ninguno se le ha ocurrido una estrategia coherente, seria, con un tono de voz fuerte que descalifique a Maduro y haga reaccionar a las masas. Por todo eso, los incapaces Maduro y Diosdado Cabello, asesorados desde La Habana, llevan una clara delantera en sus nefastas estrategias.
Ya para finalizar, en ese es el dantesco panorama venezolano se me ocurre recordar que el vicepresidente de la República, Jorge Arreaza, sabe mucho de hidrocarburos porque a su familia le fueron “adjudicadas” estaciones de servicio “lomito” en la época en que Julio César Arreaza Arreaza (su abuelo) era parte del directorio de Pdvsa. Tal vez por eso y por la vida disoluta que atrae a la familia Chávez, fue el encargado de anunciar el ajuste de precios de los combustibles.

martes, 10 de diciembre de 2013

Una verdad agarrada por el pescuezo

Ricardo Escalante
Como creo en los beneficiosos aires de la contraposición de las ideas, recibo casi con alborozo los reclamos y hasta las muestras explosivas de contrariedad por la orientación de mis artículos de opinión.  Y lo celebro por considerar que no hay nada más aberrante que la verdad absoluta, que no es propia solo de religiones, sino también de dictadores y hasta de ingenuos adoradores de líderes.

En anterior ocasión hice tal afirmación con otras palabras y ahora la repito, porque una vieja amiga me exige explicaciones por el atrevimiento o la irreverencia en que incurrí al advertir la existencia de ciertos lunares en la oposición venezolana y, de manera especial, en Henrique Capriles Radonsky. Para ella el ex candidato presidencial es infalible, providencial, criterio que respeto pero no comparto por muchas razones.
El Consejo Nacional Electoral dijo que el conteo de los votos emitidos el domingo pasado dio 49 por ciento al oficialismo y 43 a la alianza opositora. Según eso, por supuesto, hubo ganadores y perdedores, a pesar de lo cual hay quienes practican la alquimia de las interpretaciones políticas.  Yo sostengo que era equivocada la estrategia de Capriles, conforme a la cual las elecciones venezolanas del pasado domingo eran una suerte de plebiscito para Nicolás Maduro y, en consecuencia, debíamos prepararnos para una constituyente y para relegitimar todos los poderes del Estado.  ¿Alguien en su sano juicio podría hablar hoy sobre ese tema?
Además, Capriles se empeñó en asumir el protagonismo de unas elecciones locales cuyos revelaron que él no es líder en la capital del estado que gobierna, Miranda, porque su candidato perdió.  Por eso, por supuesto, es bueno saludar los esfuerzos de María Corina Machado, Leopoldo López y muchos otros, para quitarnos de encima la cadena de abusos impuesta por el estólido Nicolás Maduro, que ha llevado el país a la ruina.
Y como mi amiga casi me pide una rectificación -que con buena voluntad haría si sus argumentos fueran más allá de los dictados del corazón-, he vuelto a revisar lo que arrojaron los escrutinios: Que el país está dividido en dos toletes, uno un poco más grande que el otro.  Ahh, y hay también el sector de los hastiados del gobierno y la oposición, que se abstuvieron de participar en el “plebiscito”.  ¡La mayoría no cambió con los discursos de la MUD y de Capriles!  Por eso expresé que no ha ocurrido una hecatombe, pero tenemos que cuajar decisiones acertadas para convencer a esa mayoría que embelesada sigue al gobierno atrabiliario de Maduro. ¡Estamos a tiempo!
Y, para rematar, a la siempre bien recordada amiga le aclaro que mis frases descarriadas no pretendían alterar el afecto mutuo, pero sí reiterar que profeso la crítica y no me cuento entre quienes agarran la verdad por el pescuezo.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Autopsia electoral

¿Aprenderemos algo de los resultados del domingo?
Ricardo Escalante
Los resultados de las elecciones de alcaldes y concejales realizadas ayer domingo en Venezuela deben ser examinados con frialdad y como otra advertencia más a los jefes de la maquinaria opositora, que, sin lugar a dudas, han incurrido en errores estratégicos de bulto.
Las cifras reveladas por el Consejo Nacional Electoral dicen que –a pesar de la astronómica inflación, la galopante inseguridad individual y colectiva, y la ausencia de productos esenciales de la vida diaria-, el chavismo tiene el respaldo de la mayoría de los ciudadanos. Nadie puede engañarse con la lectura de lo que ocurrió en estos comicios.
Antonio Ledezma y los candidatos ganadores en Maracaibo, Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal, Mérida, Barinas, y en otros municipios, cumplieron una labor encomiable, pero lo cierto es que en términos nacionales totales la oposición obtuvo menor cantidad de votos y, por supuesto, eso es consecuencia directa de las falencias del liderazgo.
Henrique Capriles Radonsky se empeñó en ser el gran protagonista del proceso que acaba de concluir. Volvió a hacer demostraciones de fortaleza física y de ambición de poder. Desde temprano se ofreció como jefe de campaña para estas elecciones, que lo han dejado con plomo en el ala.  Los resultados deben ser interpretados como su tercera derrota consecutiva.  Su grave falla fue presentar la campaña como si se tratara de un plebiscito a la desastrosa gestión de Nicolás Maduro y ahora los resultados están a la vista:  Ni siquiera logró la victoria para su candidato en la capital del estado Miranda, del cual es gobernador.  Y con esa derrota en Los Teques surge una interrogante: ¿Se sienten los pobladores de esa ciudad a gusto con su gobernador? Pareciera que Capriles quiere abarcar mucho pero aprieta poco.
¿Es tangible la estrategia equivocada de la MUD?  Pues, claro que sí. El discurso del secretario ejecutivo de la Mesa de Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo, que en esta ocasión tuvo una menor exposición pública, no estaba acorde con los tiempos de dificultades que viven los venezolanos. Él es un intelectual y político decente, con larga experiencia parlamentaria y de gobierno, cuyo carácter no está hecho para transmitir emoción a las masas. Su postura pausada, sosegada, de altura, seguía los cartabones de la política de salón, mientras las circunstancias reclamaban algo distinto, un poco de burdel.
No entendía que frente a la interminable cadena de desmanes del gobierno, hacía falta un liderazgo fuerte, capaz de hablar golpeado y hasta en términos desafiantes, sin que eso vaya reñido con procedimientos democráticos.  Durante el proceso que acaba de finalizar, nadie en la MUD cumplió ese papel.  Hasta Henry Ramos -conocido por sus discursos encendidos y demoledoras ironías-, en la recién finalizadas elecciones parecía haber bajado la guardia.
Los partidos políticos adversos al chavismo tendrán que reflexionar sobre el desempeño de su función como ejes fundamentales de la democracia prometida, porque hasta ahora han puesto énfasis en intereses parciales, para tratar de obtener beneficios que al final del día no dejan de ser escasos.  Un buen ejemplo de esto son los terribles resultados obtenidos en el municipio Libertador, por haberse empecinado en sostener a Ismael García, un candidato pésimo  -con limitada capacidad para expresarse y sin carisma-, a pesar de la desventura que las encuestas anticipaban.  La responsabilidad primordial de tal descalabro fue de Primero Justicia –la única organización política que ha tenido un crecimiento, aunque irrisorio-, al aliarse con la Causa R para impulsar a García.
En el mensaje publicitario opositor había graves puntos flacos. No pudo desenmascarar la ruidosa y bien hecha publicidad oficial, que hasta hacía creer que las empresas de Guayana y las grandes obras de los gobiernos democráticos, habían sido construidas por Hugo Chávez.
Todas esas cosas ocurrían mientras en el país faltaba papel higiénico, aceite, café y muchas cosas más, con un presidente que invitaba a saquear y a atropellar a los disidentes, que ha cercenado la libertad de prensa y hasta de pensamiento, que encarcela  y estimula desapariciones de ciudadanos.  Ahora, por supuesto, después de estas elecciones volvemos a lo mismo: ¿Podremos sacar esta vez conclusiones de nuestros propios errores? ¿Surgirá de allí el líder democrático con cualidades para estremecer a las masas?
No podemos pensar que estos comicios locales fueron una hecatombe, pero sí deberíamos reflexionar para producir lo más conveniente para todos.
@opinionricardo

domingo, 1 de diciembre de 2013

¡Epígonos de autócratas!

Ricardo Escalante
Escribí mi artículo sobre Luis Alfaro Ucero al ver la inusitada oleada de elogios que le hacían a través de las redes sociales. Sentí entonces que debía contar la versión de un periodista que presenció los métodos estalinistas que Alfaro imponía a su manera en AD, ese partido de historia imborrable que, entre muchas cosas, luchó y creó el sufragio directo y secreto para todos los mayores de 18 años y reconoció derechos fundamentales a las mujeres.
Lluevo ahora sobre mojado como consecuencia de la cantidad de correos electrónicos que inundó mi casillero.  Unos me decían que no era bueno sacar los trapos sucios de un muerto, mientras otros lo defendían con explicable razón, porque estuvieron bajo la sombrilla protectora del “caudillo”.  Hubo insolencias y también la cordial llamada de atención telefónica de un apreciado amigo, frente a lo cual reaccioné diciendo: “Ahh, ahora debo entonces reconocer que lo de Chávez no eran tropelías sino actos sublimes”… Claro, hubo también quienes coincidieron con las apreciaciones de mi artículo.
Amigos lectores, escribo ahora para declararme al margen de los epígonos de esa suerte de “religión”  según la cual el fin de la vida viene a ser una absolución para las temeridades incurridas. En ese sentido, ahora me pregunto qué habría ocurrido si Nikita Khrushchev no hubiese presentado aquel informe al XX Congreso de la Unión Soviética, en 1956, con denuncias de las crueldades infinitas del autócrata que hasta ese instante muchos consideraban benefactor, héroe. Ahí, con su discurso de cuatro horas, Khrushchev destruyó de una vez por todas el culto a la personalidad impuesto por Stalin.
Por las mismas causas, confieso que sentí vergüenza al presenciar la serie de delitos de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y sus compinches, mientras el atrabiliario teniente coronel agonizaba o ya estaba muerto en La Habana. Con pena escuché y leí las lagrimosas oraciones de prominentes figuras opositoras rogaban para que el dictador reasumiera cuanto antes el poder.                                                        
En tales circunstancias nunca están demás las campanadas de alerta, las denuncias y críticas, para que haya un régimen de respeto a la pluralidad de las ideas y a los derechos ciudadanos. No de otra manera podremos destronar al dueto inmoral y bárbaro que hace y deshace en el país, dirigidos por Fidel y Raúl Castro.  Ahh, y mi última reflexión: ¿Un periodista tiene derecho a callar?
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sábado, 30 de noviembre de 2013

El Alfaro Ucero que conocí

Ricardo Escalante
La política tiene facetas e interpretaciones inagotables. Unos la ejercen de una manera, otros de otra. Hay quienes la entienden como vocación de servicio público y defienden la confrontación de las ideas y hay, por supuesto, quienes la utilizan como escalera para trepar en la búsqueda de intereses personales, sin que nada les importe. Se valen de cualquier instrumento y, así, en el camino dejan un cementerio de compañeros y frustraciones. A veces ni siquiera saben que su realidad es una gran mentira adornada con hechos tercos.
En Acción Democrática -el partido político más importante en la historia venezolana, con cinco presidentes de la República y con aportes indiscutibles a la formación de generaciones democráticas y al desarrollo del país-, había dirigentes de grandes cualidades, pero ahí también cohabitaban los dominados por vicios y errores que afectaron la credibilidad de un sistema cuyos vidrios todavía no han sido recogidos.
Pues bien, conocí a Luis Alfaro Ucero a principios de los años setenta, mientras me desempeñaba como reportero del diario El Carabobeño en Caracas. Él era parlamentario y aún no había llegado a la secretaría nacional de organización de AD, cargo que luego utilizó para hacer elegir sus hombres de confianza al frente de las seccionales del partido.   Era un personaje de pocas palabras, de disciplina de hierro en el trabajo organizativo, que reclamaba acatamiento pleno a su voluntad.  Le incomodaban aquellos con criterios propios.
Sin que casi nadie se percatara, él hizo crecer a su alrededor una fauna de adoradores que lo llamaban “caudillo”, le rendían pleitesía y hasta le regalaban quesos llaneros, dulces de lechosa y otras cosas…  Durante un buen tiempo los grandes líderes del partido no vieron en él un competidor por la sencilla razón de que no le interesaban los libros, su nivel cultural era escaso. Carecía de discurso y de carisma. No estudió y sus actuaciones políticas eran instintivas, pero tenía habilidades para poner a su servicio a muchos inteligentes que trataban de sacar provecho de su control férreo de la maquinaria.
Mientras Rómulo Betancourt, Gonzalo Barrios, Carlos Andrés Pérez y otros estaban en el protagonismo, Alfaro se movía con sigilo, sin pisar conchas de mango y, por supuesto, eso ocurría sin que nadie adivinara lo que ese personaje de pequeña estatura física y traje siempre gris, llevaba por dentro. Así pasaron los años.
Más tarde ascendió a la secretaría general y desde ahí, ya convertido en hombre fuerte, accionaba los resortes del aparato contra quienes dejaban colar sus ambiciones de liderazgo. Los iba liquidando uno a uno, comenzando por el entonces presidente del partido, Humberto Celli. A eso no pudieron escapar jóvenes como Héctor Alonso López, Antonio Ledezma, Claudio Fermín y tantos otros. Hacía depuraciones de los registros de militantes del partido para asegurar su mayoría interna, mientras el país avanzaba hacia una realidad terrible.
Al comenzar 1998 el país estaba encandilado por una reina de belleza con mucho pelo y pocas ideas.  Las encuestas lo decían, mientras el golpista Hugo Chávez Frías aparecía con apenas 6 y 7 por ciento de simpatías.  Alfaro, con más de 70 años, quería ser Presidente de esa Venezuela diferente a la de la década de los cuarenta -cuando él llegó a ser constituyentista-. Se creía escogido por los dioses para ser sucesor de Rafael Caldera.   Además, Caldera y él habían coincidido en ciertas jugadas políticas malolientes.
Muchas veces desayuné con el “caudillo” en un restaurant estilo suizo situado en el sótano del Hotel Crillón, que el destino convertiría en cuartel de agentes de inteligencia cubanos. Luego dejó de atender mis consultas periodísticas, como consecuencia de un artículo que publiqué dos semanas después de su proclamación como candidato presidencial de AD, en el cual señalaba sus errores y avizoraba lo que a la postre fue el desastre político que lo devoró y hundió en el anonimato definitivo.
Evidencia de que la realidad de Alfaro había estado poblada de ficciones tercas, fue lo ocurrido el viernes 27 de noviembre de 1998, cuando todo el mundo sabía que Chávez ganaría las elecciones presidenciales.  Ese día AD reunió su comité directivo nacional para retirar el apoyo al candidato que había sido escogido en medio de alabanzas.
Luis Alfaro Ucero dijo allí:  “Ustedes me eligieron candidato, y cuando lo hicieron sabían que yo tenía 77 años y que en las encuestas aparecía con solo 0,04 por ciento… Los intelectuales que aquí están conocían muy bien mi limitada formación, pero aun así no dijeron nada. Ahora soy candidato por decisión de ustedes y prefiero una derrota digna a una renuncia humillante”…
PD.  Escribo este artículo al ver que en las redes sociales abundan las alabanzas a quien fue un nefasto personaje que condujo a su partido por senderos nefastos y cercenó la posibilidad de desarrollo de nuevos líderes.  Por situaciones como las que he descrito, se vino abajo un sistema cuyas  múltiples virtudes no pueden ignorarse ahora.

Twitter:  @opinionricardo

domingo, 24 de noviembre de 2013

Revolución sin pantaletas

Ricardo Escalante
Los venezolanos nunca como ahora habían tenido un salto atrás en su modo de vida.  Es un trastorno causado por ese gobierno que raciona conciencias, papel higiénico y hasta pantaletas, para crear condiciones de miseria ideales para perpetuar un régimen político atroz. ¿Algún venezolano lo imaginó alguna vez? Claro que no, porque eso solo se le podía ocurrir a un personaje omnipotente, carismático y perverso, como Fidel Castro.
Fidel siempre fue así. Ya en su juventud se interesaba en las técnicas de manipulación de sentimientos utilizadas por líderes “sobrenaturales”, “indispensables”, para sojuzgar pueblos que terminaban por creer que nada les pertenecía y que hasta su manera de caminar se debía  a la “revolución”. Sus lecturas predilectas eran sobre revoluciones y sus consecuencias, porque con ellas nacían hombres fuertes que casi siempre hacían y deshacían a su leal saber y entender, aunque, por supuesto, la dinámica diabólica de los hechos a veces se tragaba a los protagonistas, como le ocurrió a Robespierre.
Las características esenciales de Castro siempre fueron persistencia y sagacidad, sangre fría para liquidar cualquier asomo de resistencia, ninguna contemplación de amistad, compañerismo, lealtad, nexos familiares... Con su voz suave, delgada como un hilo que se extendía horas y horas, noches enteras, encantaba incluso a interlocutores que odiaban sus métodos crueles y perversas intenciones, aunque admiraban el río crecido de sus conocimientos.  Amigos que lo habían apreciado, respetado y admirado, fueron fusilados con solo una seña, sin que a él se le aguara el ojo. La lista de sus víctimas mortales sobrepasó los 6 mil, además de los torturados, presos, perseguidos y exiliados, por montones.
Robespierre, el Padre del Terror
Hugo Chávez no inventó nada. Todo lo hizo Fidel, con la experiencia de haber depauperado a los cubanos, a quienes llevó al extremo de aceptar con naturalidad la tarjeta con la cual se racionan los alimentos y, algo peor, hizo que buena parte de esas hermosas mulatas habaneras se prostituyeran a cambio de blue jeans, tubos de crema dental, medias de nylon y unos pocos dólares. Sus maridos, novios, hijos y padres, pasaron a ser gestores de clientes para ellas.  ¿Llegaremos los venezolanos a esa abominable ruina moral?  Yo (¡hasta ahora!) sigo creyendo que con nuestra madera más resistente no nos dejaremos vejar y en cualquier momento haremos añicos la supuesta revolución. ¡Así tendrá que ser!
 Cuando apenas cursaba tercer año de derecho, Fidel Castro era un hábil dirigente estudiantil que ideó fórmulas para aliarse con jóvenes de Argentina, República Dominicana, Venezuela, México y Colombia, para organizar algo así como la contrapartida de la Novena Conferencia Panamericana, que la OEA convocó en 1948 para ser celebrada en Bogotá. Con sus argucias y en esas andanzas, logró que días antes el presidente Rómulo Gallegos lo recibiera y escuchara en Caracas.
Llegó a Bogotá y encontró la manera de metérsele por los ojos a ese gran líder que era Jorge Eliécer Gaitán (a quien admiraba) y se reunió con él. Le habló del congreso de jóvenes y de las intenciones de crear una alianza antimperialista de estudiantes latinoamericanos. Gaitán se dejó ganar por la idea y se ofreció como orador de cierre del congreso estudiantil, que estaba a punto de comenzar.  Junto a Rafael Del Pino y otros dos cubanos, Fidel trataba de generar expectativas y revuelo internacional, cuando el loco Roa Sierra sacudió a Colombia y al mundo entero al asesinar a Gaitán, tras lo cual se desató una ola de violencia que arrasaba todo a su paso.
Castro salió a la calle, se robó un uniforme de policía, agarró un fusil y se puso una gorra. No conocía la ciudad y se movía sin rumbo. Trataba de ser oído por cualquiera y decía que había que empujar los descontentos contra el gobierno del presidente Ospina, a quien calificaba de opresor, explotador e imperialista. Había que derrocar a Ospina y tomar el poder, según el atolondrado estudiante. Pero, por supuesto, nadie lo escuchaba porque las turbas tenían vida propia: incendiaban, saqueaban, mataban y herían.  Lo cierto es que la policía comenzó a perseguir el agitador extranjero, que huyó con sus compinches en un avión que trasladaría unas vacas a La Habana.
Desde esa época el nombre de Fidel Castro ha estado asociado a tumultos, conspiraciones y terrorismo en el Continente. Mucho después fue conocido el patrocinio suyo a las guerrillas en Venezuela y en otros lugares, lo que generó la expulsión de Cuba de la OEA y el bloqueo continental. Y cuando ocurrió el asesinato del presidente Kennedy en 1964, fue mencionado como autor intelectual y, a pesar de los 50 años transcurridos, todavía hay quienes no lo descartan. 
Fidel Castro encarna una figura de doble o triple personalidad, de jugadas y procedimentos inesperados. Seductor sibilino, asesino, conspirador y terrorista nato, que en el ocaso de su vida y ya sin control de los esfínteres, maneja a control remoto al primitivo e ignorante Presidente venezolano. Cada acto del gobierno de Nicolás Maduro se decide en La Habana.
La dictadura diseñada en Cuba para Venezuela ya ha llegado lejos, pero no podrá ir más allá porque Maduro y el desalmado Diosdado solo están asistidos por la fuerza bruta y, sin saberlo, están forzando su suerte a un desastroso final.  Así le pasó a Robespierre, el Padre del Terror.
PD.  A los interesados en conocer las actuaciones de Fidel en Bogotá en 1948, les recomiendo El Bogotazo, memorias del olvido, de Arturo Alape (editorial Planeta), así como el texto del informe elaborado por la comisión especial de Scotland Yard que ese mismo año investigó el magnicidio de Gaitán.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Nido de zarrapastrosos

Ricardo Escalante
Es un magnífico día, soleado con agradable temperatura, bueno para una relajante caminata.  En eso ando, acompañado por esos pensamientos punzantes que van y vienen, en irremediables vueltas con las angustias que ya no me abandonan y hasta se ensañan.  ¿Cómo deshacerme de ellas? Es un sentimiento de impotencia, como ese de Kafka cuando ya no sabía si en realidad era ese horrible insecto que…
La pesadilla se agudiza con imágenes cada vez peores de miseria, sobre todo moral, que son como el agua derramada. Sin control porque los muros de contención fueron destruidos por conspiradores de oficio, tras lo cual se abrió paso a la pandilla de inescrupulosos y resentidos sociales que hacen y deshacen. El mal se prolonga sin que nada nos permita saber si el trance final es inminente, aunque todos olfateamos la fetidez proveniente de esa oficina de puertas doradas y paredes adornadas por frescos que ya no dicen nada porque hasta los héroes enmohecieron.
Al llegar el atolondrado militar golpista al poder con el apoyo de una mayoría alucinada, se produjo el mal cambio que todavía hoy no termina de dañar conciencias. Eso explica el comportamiento de quienes -incluyendo muchos no mal vestidos y sin apariencia de desnutridos-, cargan pesados artefactos eléctricos sobre sus hombros, mientras otros luchan por arrebatar la cosa ya robada. Grupos que derriban santamarías.  Ninguno de esos vándalos busca alimentos o medicinas.  La incitación al delito proviene de esa oficina demasiado grande para una cabezota de masa atrofiada  -con comandantes “fosforito” como asesores y diosdados como “legisladores”-, y, además, todo el mundo sabe que los grandes saqueadores del Erario están anclados en el gobierno.
Claro, nada edificante puede esperarse de la distorsión de principios y valores fundamentales, porque al lado de los héroes nacionales, en textos escolares con errores y horrores aparecen citas de Marx y el Che Guevara, así como del “comandante supremo”, que ha alcanzado y sobrepasado la dimensión histórica del Padre de la Patria. De esa manera se asciende a la cúspide del sistema educativo y, por eso, muchos jóvenes no reúnen las calificaciones suficientes para obtener cupo en las mejores universidades del exterior, aunque, por supuesto, hay dignas excepciones.  Magníficos profesionales formados en la época anterior han emigrado y los jóvenes estudiosos también, con lo cual médicos-policías, ingenieros-policías y otros que reportan directamente a La Habana, tienen el camino libre.
Los discursos de soberanía y nacionalismo son pobres en la forma y en el fondo. No terminan las condenas al espionaje denunciado por Edward Snowden, el espía deseoso de figuración que por alguna razón trabajaba para la CIA, pero aquí cabe preguntarse entonces cómo o por qué hablan de soberanía y nacionalismo quienes entregaron el país.  Las decisiones grandes, medianas y pequeñas, todas, se cocinan en La Habana y son ejecutadas por cubanos en ese territorio que el “comandante supremo” puso en sus manos.
Así marcha todo, sin que nadie se rebele. Hay, ciertamente, una “guerra económica” (economía de guerra suena mejor) porque no hay leche, arroz, papel higiénico, aceite, medicinas, repuestos para vehículos y más. La maquinita de imprimir dinero sin respaldo da síntomas de estar recalentándose, porque el Banco Central encabezado por un adorador insensato de la “revolución” no imagina las consecuencias.  Los muertos por asaltos, atracos, violaciones, etc., forman parte de estadísticas con mejillas bien maquilladas para no asustar a los familiares de tantas víctimas. A la hora de los saqueos (que no han terminado), hay policías y guardias nacionales que llaman al orden: “¡Háganlo por turnos!”.  Ellos mismos son parte la rebatiña.
Los organismos del Estado están minados por la corrupción, que comienza en la industria generadora del grueso de las divisas y se extiende como la hiedra. La economía privada y la salud pública están tullidas.  Es una historia larga y complicada, y, aunque todavía me niego a pensar que las reservas morales sean apenas cenizas, por momentos me asalta la duda: ¿Habrán creado una república de zarrapastrosos con ese cabezón estólido como protagonista principal?

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Nada halagüeño en Colombia

Ricardo Escalante
En Colombia las cosas parecen encaminarse al otorgamiento de privilegios a las Farc para que obtengan curules parlamentarias y otros cargos, en detrimento de quienes por años han participado en política con las cartas sobre la mesa y de innumerables familias afectadas por la violencia.  Por eso hay que leer con lupa lo que la letra menuda esconde en los pomposos anuncios hechos en La Habana.
Como observador de la política colombiana que he sido durante mucho tiempo, veo con inquietud ciertas señales de lo que en el fondo solo tiene dos propósitos: Uno, pavimentar el camino para la reelección del presidente Juan Manuel Santos y, dos, hacer concesiones a traficantes del horror y el delito, que nunca lograrían posiciones de elección popular en igualdad de condiciones.
Humberto de la Calle
En los anuncios y declaraciones de las partes y, sobre todo, en un artículo publicado por el jefe del equipo negociador del gobierno, Humberto de la Calle, se habla del respeto a garantías democráticas en la lucha de los partidos y, al mismo tiempo, se dejan colar detallitos que pudieran terminar siendo malsanos.  Uno de ellos son las circunscripciones electorales especiales, frente a las cuales algunos cándidos han reaccionado con emoción
Al mismo tiempo, en la oposición hay quienes lucen confundidos y disparan en forma alocada, sin dar en el blanco porque no lo ven claro, y, por supuesto menos aun pueden dejar en pelota a quienes pretenden esconder en ropaje de seda sus ametralladoras, drogas, secuestros y asesinatos.  Es algo así como el cuento del lobo y la Caperucita Roja.
Lo que se fragua en la capital cubana debería ser visto con suspicacia por los colombianos, porque la jugada del presidente Santos pudiera conducir al desmoronamiento del sistema democrático, que en ese país ha sobrevivido a pesar de tantas décadas de violencia protagonizada por eso que Humberto de la Calle define como “la irrupción de movimientos sociales”. Lo que importa al gobierno es la ambición reeleccionista.  Ejemplos del oportunismo político abundan, entre los cuales resalta el de los venezolanos, que estamos como estamos precisamente por interminables harakiris políticos. 
Rafael Caldera y otros muchos creyeron que cosechar ventajas del golpe de Hugo Chávez era saludable –y, en efecto, para ellos lo fue-, pero las consecuencias para la República fueron terribles. La venezolana es una dolorosa experiencia, dañina incluso para los vecinos colombianos, y demuestra que lo que es bueno para los líderes no necesariamente lo es para los pueblos.
El artículo del negociador del gobierno de Santos es tremendamente importante porque representa la confesión de que en La Habana se cocina el otorgamiento privilegiado de curules parlamentarias a las Farc, con financiamiento estatal a su campaña, facilidades para el uso de medios de comunicación y el reconocimiento de ventajas en territorios que los delincuentes han considerado suyos.
Y aunque los acuerdos de La Habana sean sometidos a referéndum, la narcoguerrilla se saldrá con las suyas. La campaña que ya se ha iniciado (con tendencia favorable a lo que ocurre en La Habana) se impondrá porque la oposición está paralítica, limitada por las severas limitaciones de su discurso. ¡Pésimo futuro!

domingo, 10 de noviembre de 2013

Incitación oficial al delito

Ricardo Escalante
No es fácil decirlo.  ¿Qué le espera a quien desde las alturas del poder promueve asesinatos, saqueos y otras tropelías?  Pareciera que las cosas se le han ido de las manos, que la violencia ahora tiene vida propia en Venezuela y está a punto de arremeter contra él mismo.

Ahora cualquiera puede imaginar que en su huida, él llegará a La Habana con un solo zapato, la camisa hecha jirones, tres huesos rotos, un ojo morado y sin dientes. Sus propios demonios se han vuelto incontrolables y su sed de una violencia no augura nada bueno para nadie y, por supuesto, el proceso de reconstrucción nacional será largo y lleno de dificultades terribles.

Guardias nacionales y policías aprovechan el saqueo
Hemos llegado al apogeo del desmadre.  ¿Quién incitó la arremetida vandálica contra tienda Daka en Valencia, a dos horas de Caracas?  ¿Podrá Nicolás Maduro decir “¡Yo no fui!” y condenar tal vagabundería?  Todos lo escuchamos el día anterior en radio y televisión, como también lo hemos escuchado tratando de estimular agresiones contra María Corina Machado, Leopoldo López y Henrique Capriles.  Los afiches con fotos de la “trilogía del mal” y con un slogan malévolo, empapelaron calles de Caracas y otras ciudades. ¿Se sentirá él libre de la peligrosa sed de los diablos que tanto acaricia?

Con su descomunal ignorancia, el Presidente desconoce la lista interminable de pueblos que han ardido como consecuencia de una chispa generada por un irresponsable. Aunque por causas distintas que todavía hoy son objeto de estudio y discusión, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, cometido por un loco, desató en Colombia un estallido de ira colectiva que causó más de 300 mil muertos y más un millón de heridos.  Fue una amarga experiencia de gravísimas consecuencias.
El esquizofrénico suelto que era Roa Sierra –sin estatura física y sin injerencia política-, segó a quemarropa la vida del líder que se encaminaba a ser Presidente de los colombianos, pero no tuvo tiempo para fugarse.  La turba lo pateó y arrastró por las calles, en un espectáculo deprimente, en medio de saqueos, muertos, heridos y fuego por todas partes. Ahí comenzó una época aciaga.
Maduro escapará porque, por supuesto, no tendrá valentía para responder judicialmente por los delitos cometidos.

martes, 29 de octubre de 2013

Ahh, la felicidad como superchería

Ricardo Escalante
Un personaje de pacotilla que adquirió un poder descomunal a la sombra de Juan Domingo Perón y su tercera mujer, Isabel Martínez, encontraba en el esoterismo un instrumento para ofrecer la “felicidad suprema” a los argentinos desde el ministerio de Bienestar Social, en el cual creó una macabra estructura para cometer asesinatos y otros hechos criminales. Han pasado muchos años desde aquello y él murió mientras era sometido a juicio, pero el daño causado es imborrable.
Perón, Isabel y El Brujo López Rega
El triste y desagradable episodio protagonizado por José López Rega, El Brujo, no es exclusivo de Argentina. Ha habido casos con mayor o menor gravedad en muchos países, con tonalidades que al fin y al cabo son lo mismo, en regímenes torcidos, perversos, agrietados institucionalmente, con gobernantes trastornados e ineficientes. En la Rusia de los zares existió el charlatán Rasputín, que hacía y deshacía a su antojo. ¿Quién no ha leído algo sobre él?
López Rega se le metió por los ojos a Perón a través de Isabel, esa ambiciosa cabaretera de escasa formación, que también provenía de una familia  practicante del espiritismo. Desde un viaje que ella hizo de Madrid a Buenos Aires para pavimentar el camino para el retorno del conductor después del largo exilio, quedó impresionada por JLR. El desequilibrado la embaucó y se convirtió en su mensajero, mucamo y, luego, en secretario privado, hasta cercar a Perón y controlar sus actos.
Al llegar Héctor Campora a la Presidencia argentina en 1973 a la sombra de Perón, éste impuso a López Rega como ministro de Bienestar Social, lo que dio lugar a patotas que sembraban el terror. En los sótanos del ministerio, El Brujo tenía un arsenal y calabozos de los cuales muchos no salían con vida. Desde ahí dirigía una organización paramilitar, que actuaba contra los “enemigos” del régimen. Los planes de bienestar social eran un parapeto que ocultaba algo más.
Decía defender y representar los intereses del comandante supremo y no tenía empacho en defender a la Triple A y a los matones tarifados. Durante el día hablaba del bienestar social, de programas para impulsar la felicidad del pueblo. De noche echaba a la calle a sus muchachos sedientos de sangre, que actuaban como hoy lo hacen La Piedrita y otros colectivos en Caracas.  En pocas semanas, la lista de sus muertos ya se estimaba en más de mil.
Claro, entre la Triple A y los grupos vandálicos de Venezuela no hay parangón posible. Se sabe que entre el gobierno de Maduro y ellos hay vasos comunicantes, pero no podría afirmarse que estén orquestados desde un ministerio y, además, hay colectivos que se disputan territorios.
El Brujo todavía no había sido juramentado por Cámpora, cuando ya andaba en jugadas desestabilizadoras contra el nuevo gobierno.  Y lo hacía en complicidad con Isabel y un grupo de incondicionales.  El Presidente era un ingenuo fiel al general, que resultó presa fácil y en menos de dos meses renunció para dar paso a la tercera presidencia de Perón, cuyo debilitamiento físico y mental era objeto de rumores, mientras López Rega intentaba cuidar las apariencias en combinación con la ex bailarina subida de lote. A los argentinos se les ocultaba la realidad de la salud del conductor, que falleció apenas ocho meses después de haber iniciado su tercer gobierno.
Isabel, manipulada por el demente de marras, no tenía ni preparación política ni olfato para el manejo de los asuntos del Estado.  No sabía nada de nada. Se limitaba a repetir lo que el también incapaz López le susurraba.  Hubo una reunión reseñada por Joseph Page, el calificado biógrafo de Perón, en la cual Isabel salió al paso de los denunciantes de las barbaridades de López Rega. Con voz firme y mirada torva, ella advirtió que el extravagante personaje era visto por su finado marido como un hijo.  La señora creía en pajaritos.
Aquella mujer que con taparrabos había exhibido sus atributos en las noches de derrape del Pasapoga en Caracas, no podía, por supuesto, controlar el poder.  El Brujo se vio obligado a renunciar y viajó al exterior como embajador itinerante, hasta el día en que Isabel fue derrocada y él comenzó su larga huida, con nombres falsos. Estados Unidos lo apresó, deportó y fue sometido a juicio.
Es la historia de un amargo capítulo de la vida argentina. Con un militar-presidente que aspiraba perpetuarse en el poder y que en el ocaso, ya debilitado, se dejaba llevar por su esposa y por un audaz, autor de libros esotéricos, en los cuales hablaba de vibraciones de los colores y daba absurdas fórmulas matemáticas mágicas.  Es al mismo tiempo un ejemplo de cómo esos que en su desvarío, abrazados a las tumbas de sus mentores, hunden a sus países en la miseria y el caos.

jueves, 17 de octubre de 2013

Ayy, Eudomar, ¡qué mal te veo!

Ricardo Escalante
En Venezuela hay quienes se quejan por falta de dólares, pero, según el presidente del Banco Central, al torrente económico ingresan cantidades más que suficientes. Son, entonces, los tradicionales devoradores de dólares los causantes de los quebraderos de cabeza del gobierno de Nicolás Maduro.
A juzgar por las declaraciones del banquero chavista Eudomar Tovar, son los compradores de medicamentos para ficticios quebrantos y las señoras del 23 de Enero en Caracas, quienes demandan más papel higiénico, comen pollo y carne de res importada porque lo nacional se acabó y, en definitiva, son los interesados en la debacle nacional.  Por eso, la solución es cortar importaciones y meter a la cárcel a quienes porten un billete de un dólar.
Esa gente desconsiderada, ¡apátrida!, es la que le pone un revólver en el pecho al rojo rojito de sospechosa voz aterciopelada, para que Pdvsa importe millones de litros de gasolina.  Literalmente se toman la gasolina, sin tomar en cuenta el esfuerzo madurista para regalar el combustible en el mercado nacional, además de  mantener a Cuba con más de cien mil barriles por día de petróleo. 
Claro, esa indolencia obedece a que los devoradores no tienen noción de cuán difícil es cabalgar el tigre desaforado del control de cambio, que -como dijo el único venezolano superior a Simón Bolívar-, se implantó para dure tanto como la “revolución”. O sea, ¡así, así, así es que se gobierna!  Ahh, y si hay unos supermillonarios nacidos a la sombra del régimen, es porque lo merecen.  ¡No por ladrones!
Si la economía venezolana demanda más de 60 mil millones de dólares para sus importaciones anuales, no es porque el Estado se haya convertido en dueño de haciendas, tomateras, plantas procesadoras de leche, harinas y otros renglones agrícolas, productoras de papel, cemento, periódicos, televisoras, hoteles, bancos, líneas de taxis, fábricas quebradas de bicicletas y otras empresas.  No.  Venezuela es un paraíso: Produce de todo, y si no exporta es porque no le da la gana.  El problema está en los insaciables devoradores de dólares.
Ahh, un elemento importante:  Es falso que exista estanflación.  Los precios cambian cada dos o tres días para que no haya aburrimiento, pero no porque la economía venezolana esté dislocada.  Y las estadísticas del Banco Central -el mismo que preside Eudomar Tovar-, se maquillan solo para no desatar temores, vale decir, para que haya felicidad.
Por un “lapsus brutis” -como le decía Hugo Chávez a José Vicente Rangel-, tú, Eudomar, genio de la economía, has hablado de distorsiones causadas por importaciones innecesarias y por el dólar paralelo. Pero ahora, Eudomar, yo, tu amigo, te pregunto: ¿Cómo puedes imaginar distorsiones en el sistema cambiario perfecto creado por el Comandante Supremo?  Ayy, Eudomar, ¡que mal te veo!  Olvidas que algunos se embucharon con dólares para bien de la “revolución”.  Olvidas que Él, el Supremo, le enviaba maletas de dólares a Cristina Kirchner y compraba armas rusas con precios abultados por José Vicente. 

Eudomar, actúas como enemigo de la revolución y yo -amigo tuyo al fin y al cabo-,  te recuerdo que Mao Tse Tung emprendía purgas inclementes por mucho menos.  ¿Recuerdas a Ling Piao? ¿No es acaso Nico un adorador de Mao y de cachivaches chinos?  Tu no tienes ni las ideas, ni la formación, ni los cojones de Deng Xiao Ping para sobrevivir a la “revolución”, porque una vez dijiste que no había condiciones para una devaluación.  ¡El devaluado eres tú!  Y no hablas del fondo del asunto porque sabes que el caos reinante desembocará en otra maxidevaluación del "bolívar fuerte" -que en realidad es bolívar débil-, como fórmula para reducir el enorme déficit fiscal ocasionado por los inmaduros.

Claro, los jerarcas del gobierno venezolano piensan que la culpa de todo lo malo la tienen otros.  Así, por ejemplo, no entienden por qué el Fondo Monetario Internacional acaba de decir que la situación de la economía venezolana es insostenible porque, entre otras cosas, los desequilibrios macroeconómicos adquieren niveles cada vez más escandalosos, de gravedad extrema.  No obstante, entre quienes agarran el rábano por las hojas está el presidente del Banco Central de Venezuela, el inefable Eudomar Tovar.
Por eso, Eudomar, no finjas. ¡Tú no eres revolucionario! Solo sabes de jeans porque trabajabas con Jordache para inundar el mercado imperialista.  ¿Y qué pasó? ¡Háblanos de jeans y de las contundentes denuncias de tu antecesora en el BCV, Edmée Betancourt! ¿Quiénes en el gobierno se llenaron con los 20 mil millones de dólares obtenidos en Cadivi a través de empresas de maletín?

Bueno, pensándolo bien, la extraña actitud de este Eudomar me lleva a otro más auténtico, "Eudomar Santos", cuando salía en aquella perversa telenovela Por estas calles, con aquello de  "como vaya viniendo vamos viendo"...  Si. Así eres tú, Eudomar, en este corrupto e insostenible gobiernito de Nicolás Maduro.

viernes, 11 de octubre de 2013

Teodoro se puso viejo

Ricardo Escalante
Semanas después de haber salido Rafael Caldera de su Segundo gobierno, un día lo llamé para consultarle algo con fines periodísticos y, como era lógico suponer, de entrada le pregunté cómo estaba. Su respuesta no se hizo esperar: “¡Enfermo!”, frente a lo cual inquirí qué tenía: “¡Vejez! La vejez es una enfermedad y con ella vienen muchas dolencias”…  Luego conversamos un poco sobre otros asuntos.

Las palabras de aquel hombre cuya enfermedad raigal había sido la desmedida ambición de poder -que lo llevó a patear su obra política fundamental, Copei-, reflejaban alguna dosis de humildad frente a la vecindad del final de su ciclo vital. Y no le faltaba razón: La vejez es un mal frente al cual lo ideal es tener conciencia.
Ahora bien, no todo el mundo llega al ocaso de la misma manera. Unos lo hacen en pleno dominio de sus facultades físicas y mentales, mientras para otros las cosas se complican. En la ancianidad hay quienes muestran una admirable sabiduría para verlo todo en perspectiva, con desprendimiento, aunque sin abandonar los juicios críticos y, de ellos, hay que escuchar consejos.  En los abuelos, por ejemplo, tiende a desarrollarse un enorme sentido de tolerancia frente a las travesuras de los nietos.
Hablo hoy de estas cosas movido por las más recientes declaraciones de ese formidable dirigente de la izquierda venezolana de muchas décadas que es Teodoro Petkoff.  En su trayectoria ha habido contundentes demostraciones de revisión, entre las cuales adquirió relevancia excepcional el cuestionamiento al totalitarismo comunista y a su desvencijada ideología al final de los años sesenta, tras lo cual rompió con el PCV y fue uno de los pilares de la formación del Movimiento Al Socialismo (MAS).
En aquella época Teodoro escribió Checoslovaquia, el socialismo como problema, libro que desató una encendida polémica inclusive más allá de las fronteras venezolanas, provocó un artículo en su contra en el diario Pravda y desató la ira del todopoderoso Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, quien en uno de sus discursos lo excomulgó. Como miembro del PCV y después como masista era inclemente y muchas veces intemperante, pero lo hacía con convicciones.
Ahora ya casi ni escribe los editoriales de TalCual y cuando lo hace no recurre a los calificativos que sacaban de quicio a Hugo Chávez. Es otro Teodoro.  En estos días declaró que discutir sobre la nacionalidad de Nicolás Maduro era intrascendente, planteamiento que sería válido si se tratara de un ciudadano cualquiera, pero, en este caso la minucia está en lo que reza el texto constitucional.  Teodoro tal vez pudo haber dicho que la Constitución es un texto absurdo, anacrónico, o cualquier otra cosa, porque, como ya está dicho, el problema de fondo es lo que reza la ley de todas las leyes venezolanas.
Bueno, pero esa discusión tal vez ya esté agotada, porque el estólido Presidente y sus amigotes lo arreglaron todo para que él ahora sea un caraqueñísimo de pura cepa. Y como decía una historia infantil de los tiempos de Teodoro: “Colorín colorado, el cuento se ha terminado”.

viernes, 4 de octubre de 2013

¡Farsantes!

Ricardo Escalante
Hace unos días circuló profusamente en internet el audio de un supuesto mensaje de Hugo Chávez a su hermano Adán, en el cual él se declaraba secuestrado. Lo escuché dos veces y me pareció que se trataba en efecto, de su inconfundible voz, pero, por supuesto, si se examinan las circunstancias que rodearon la vida del caudillo a partir de la primera operación pélvica que le practicaron a mediados de 2011, la única conclusión posible es que la grabación es obra de un experimentado embaucador.

Se sabía que Chávez estaba aquejado por una de las variedades más agresivas de cáncer, pero él, Fidel y Raúl Castro, se empecinaban en ocultar la gravedad del diagnóstico y las expectativas de vida para retener el mando hasta el instante de la muerte, para asegurar la continuidad del régimen y avanzar en creación del ser legendario, casi sobrenatural.  Un final terrible para alguien que amenazaba con gobernar cincuenta años.
Durante año y medio el autócrata hizo esfuerzos para dar la impresión de que ciertas manos milagrosas y avanzados medicamentos producían el efecto deseado, aunque el aspecto desnudaba la farsa. Con el rostro abotagado, un feo color cobrizo y andar cansado, se aferraba a la condición de caudillo y se ponía de rodillas ante el Cristo que con prepotencia antes denostaba. Quería creer su triste mentira. Y aquí voy ahora a contar por primera vez la anécdota de un médico colombiano -un amigo a quien conocí hace muchos años en Londres-, que pasó por Houston en noviembre de 2011, cuando la salud presidencial era solo especulaciones y secretismo.
Mi amigo había coincidido en un evento profesional con uno de los doctores que atendían al Presidente venezolano en aquella etapa del mal, quien en términos confidenciales le describió las características del tumor extraído de la parte posterior de la vejiga y los órganos invadidos. Los augurios eran devastadores, a pesar de que el tratamiento era el mejor que existía. El paciente era un hombre de contextura fuerte, acostumbrado al ejercicio físico, pero estaba sujeto a imponderables: No todos los organismos reaccionan de la misma manera a la medicina. Ya entonces le calculaban una vida máxima que podía estar entre 8 y 12 meses, pronóstico que resultó acertado.
Las actividades públicas del jefe del Estado comenzaron a disminuir en forma progresiva al llegar el año 2012. Apeló al uso creciente de los medios radioeléctricos para suplir las ausencias impuestas por el dolor inclemente, que era aliviado con drogas heroicas. Atrás habían quedado las largas caminatas y el programa Aló Presidente, que solía durar hasta ocho horas y era transmitido en cadena de radio y televisión. Hasta compromisos de Estado eran cancelados intempestivamente. Twitter pasó a ser una herramienta esencial, hacía viajes no programados a Cuba y con fines proselitistas endeudaba el país de manera irracional. Las elecciones presidenciales fueron adelantadas ante la certeza de la mengua de las condiciones físicas.
Lo que vino después es harto conocido. Los viajes a La Habana eran cada vez más frecuentes y de mayor duración, hasta que ya no pudo gobernar, mientras el país andaba a la deriva y a la oposición le faltaba garra para llenar el vacío presidencial. En vez de reclamar la declaratoria de ausencia absoluta del Presidente, lo más importante para el ex candidato Capriles Radonsky era orar por la recuperación y el pronto retorno de Chávez.
En aquellos meses aciagos, Venezuela quedaba en evidencia como uno más de esos países afroindios latinoamericanos propensos a la mitología. Unos lloraban y en el pecho llevaban medallitas con la imagen de Chávez. No faltaban siquiera relevantes detractores que lo estimaban indispensable, en vez de promover un liderazgo civil que rescatara la pluralidad de las ideas y las banderas democráticas.  De esa forma y con la habilidosa tracalería cubana se llegó al gobierno de ese ignorante primitivo que es Nicolás Maduro.
Ahora mis lectores se preguntarán qué persigue mi circunloquio. Pues algo sencillo: Insistir en que hasta en la oposición hay quienes creen en la invencibilidad del chavismo y con sus grabaciones de “Chávez” alimentan el mito, con lo cual le sirven al peor y más corrupto de los gobiernos venezolanos.  ¡Aliados involuntarios de Maduro!