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martes, 26 de febrero de 2013

¡Cuidado con savonarolas!

Ricardo Escalante, Texas
Sobre el comportamiento político de los pueblos hay teorías y análisis  variados que, a pesar de los esfuerzos habidos y por haber, no logran cambiar evidentes tendencias irracionales. Esto se comprueba con los más recientes y descabellados acontecimientos españoles e italianos,  que parecieran reforzar el criterio según el cual  los pueblos nunca aprenden y, por lo mismo, están condenados a tener los gobiernos que se merecen.
La demencia de ese multimillonario dueño de medios de comunicación que es Silvio Berlusconi, su manejo alegre de la cosa pública y la vida disipada, no fueron suficientes para que los italianos entendieran la urgencia de un gobierno firme, serio, como el que prometía el primer ministro Mario Monti. Por eso, aunque no ganó las elecciones, el fantasma del Berlusconi adorador de prostitutas y francachelas vuelve a hundir a Italia en la incertidumbre.  Es increíble.
 En España la situación no es muy diferente. La dura experiencia sufrida en los tantos años de la cruel dictadura de Francisco Franco y el vertiginoso arranque económico que vino después, fruto de esfuerzos serios, tampoco parecen haber servido de mucho. Mariano Rajoy, con aquellas sospechosamente encantadoras promesas de un paraíso terrenal, está llevando a los españoles por un camino de corrupción sin límites e incapacidad administrativa.  Y, claro, lo menos que podría decirse es que los socialistas estén exentos de responsabilidades directas en ese infierno que hoy todos viven allá.
Menciono estos dos ejemplos porque son bien ilustrativos de lo que al comienzo afirmé: Los pueblos no aprenden y merecen las consecuencias de sus gobiernos. Son, además, oportunas las circunstancias de aquellos países porque la de ellos es una historia milenaria, cargada de cultura y también de cosas malas que los latinoamericanos heredamos.  Y si aquellas naciones europeas dan signos de  no haber asimilado sus propias lecciones, pues poco se puede esperar de un grupo de países  latinoamericanos que huelga mencionar.  En la región hay, por supuesto, admirables excepciones.
En esta parte del mundo, situada bien al Sur del Río Bravo, existe un peligroso dominio de dictadores corruptos amparados en cuestionables procesos electorales, que se impusieron desmontando instituciones y principios democráticos. A ellos, con su doble moral, tal vez podría recordárseles quién fue Savonarola y cómo fueron sus días finales.
El monje dominico Girolamo Savonarola (1452-1498) adquirió notoriedad como organizador de “hogueras de vanidad”, en las cuales se quemaban libros, obras de arte y hasta cosméticos.  Se sentía dueño exclusivo de la verdad y predicaba contra el lujo, las desviaciones de la oligarquía y la corrupción.  Sus orígenes eran los de un acomodado, pero sostenía que ser rico era malo, pecaminoso y había que perseguir a los poderosos hasta las últimas consecuencias.
Distaba mucho de ser un teólogo, pero en algún momento la demagogia y el fanatismo lo empujaron a internarse en un monasterio, donde se dedicó a estudiar técnicas y efectos del discurso político, que luego utilizó para promover alzamientos contra la iglesia y contra los Médici -entonces gobernantes de Florencia- que fueron acusados y defenestrados. Era carismático, agresivo, insultante, falso, lo que en un momento dado le hizo ganar un buen número de seguidores que, con el paso del tiempo, se fueron desilusionando  y lo abandonaron.  Savonarola y sus amigos, que hasta imitaban su discurso, fueron apresados y enjuiciados, torturados, mutilados,  estrangulados y quemados. 

jueves, 21 de febrero de 2013

Cunde la desesperanza

Ricardo Escalante, Texas
Moral y  política es un tema tan antigüo como complejo.  Cae en los terrenos de la filosofía,  la religión y el derecho, hasta llegar a tener algo que ver con todo en la vida diaria, pero es necesario abordarlo sin complicaciones en esas situaciones en las cuales la desesperanza se apodera de los pueblos y hoy, sobre todo, del venezolano.
 
Ahí se plantea, por supuesto, el problema de la conciencia y la libertad de conciencia.  Lo más íntimo del individuo: su razón de ser, su existencia. Pero dado que no soy ni filósofo, ni político, ni líder religioso y menos aún predicador de moral, mi razonamiento tiene que apuntar entonces a lo que veo y siento como venezolano.
¿Qué veo y siento? Un alarmante deterioro moral que comienza en las altas esferas del poder, que es ejercido sin contrapesos. El Estado es dueño de la moral y del conocimiento, administrador y juez de la verdad, de una verdad absoluta manejada a través de delincuentes y de pandillas impunes.  Al reblandecer todos los resortes morales, el gobierno de Hugo Chávez forjó una sociedad sin capacidad de reacción frente al atropello y unos militares corruptos sin sentido del apego a principios democráticos. Marionetas, pues.
Veo también una oposición con liderazgo oxidado, inepta, que encuentra preferible esperar que el otro se “sacrifique”, así ya una vez sus falencias  hubiesen saltado a la vista de todos. Por esa vía, percibo un liderazgo que se sienta a esperar una competencia entre ignorantes, convencido de que el peor y más audaz tendrá todas las de ganar.  Es lo que tal vez podríamos definir como la inevitabilidad del reino de la ignorancia y la indolencia.
Hoy escribo estas cosas después de haber observado con asombro  algunas figuras de la oposición que expresaron alborozo por el retorno de Chávez, en vez de repudiar el hecho de  que eso ocurriera a las dos de la mañana, sin que nadie lo viera o escuchara una palabra de ese presidente que solía atosigarnos con peroratas sin sentido, porque esa patraña del regreso no hizo otra cosa que  robustecer la tesis  de que estamos frente a la más falta absoluta del jefe del Estado, aunque se nieguen a admitirlo.  Y lo digo a pesar del jolgorio de ese canciller de comiquitas que es Elías Jaua, quien, palabras más palabras menos, aseguró haber bailado joropo con Chávez en el hospital cubano.
Los dirigentes opositores tampoco dijeron nada contundente frente a las fotos trucadas que publicaron desde La Habana. Siento, entonces, que tenemos en las manos una novela negra en la cual ciertos personajes opositores vienen a descubrir en Chávez  el líder bueno, necesario.  El benefactor. Lo veneran sin pudor y casi desean canonizarlo en vida.
Siento, además,  que al leer el informe de la comisión especial de la MUD sobre las causas de la derrota que frustró los sueños de un cambio presidencial en octubre pasado, todo está dicho:  En las altas esferas opositoras, nadie buscó ni pidió  rectificaciones y si así fue, lo hicieron con la misma fórmula del chavismo: A las dos de la madrugada y con las luces apagadas.  Y lo afirmo porque las condiciones para el triunfo en esas elecciones estaban dadas. Por todo eso, ahora entiendo (aunque no justifico) a quienes sostienen que Venezuela es el país del engaño, pero no podemos renunciar al derecho a soñar con un líder opositor con preparación y cojones.

domingo, 17 de febrero de 2013

La muerte de un tirano

Ricardo Escalante, Texas
Contrariamente a lo que muchos creen y esperan, la muerte de grandes líderes autoritarios produce cambios inevitables que pasan por períodos de luchas -a veces frenéticas desde temprano, a veces soterradas-, entre quienes aspiran el control del poder. Ejemplos hay muchos desde tiempos inmemoriales, pero algunos son dignos de ser recordados y hasta tenidos en cuenta a manera de lección.

Cuando en marzo de 1953 falleció el desalmado Joseph Stalin, el desconsuelo se apoderó de la Unión Soviética. Llanto, lamentos por la desaparición del “padre de los pueblos”, que con su yugo había alcanzado importantes avances económicos. Eso, sin embargo, no duró mucho porque pronto su nombre se borró de los discursos y de la publicidad oficiales, para abrir paso a una progresiva amnistía y a políticas relativamente menos brutales.

La corta enfermedad y el deceso del dictador estuvieron -como en todo gobierno totalitario-, rodeados de misterio, verdades dosificadas y mentiras descaradas. La noche del 1 de marzo había sufrido un derrame cerebral y dejó de existir el 5, pero el día 4 Radio Moscú había informado al mundo su separación temporal como jefe del Estado y del partido. La primera versión oficial decía que el accidente cerebro-vascular se presentó mientras Stalin se encontraba en su apartamento de Moscú, pero eso era falso: Estaba en su dacha de Kuntsevo.

En ese instante el ciudadano de a pie no sospechaba algo que con disimulo venía ocurriendo: Dos hombres próximos al dictador pugnaban por ganarse sus favores. Uno más inteligente y preparado, el otro con más astucia para jugadas políticas malévolas pero, en definitiva, ambos segundones. El primero, Malekov, tenía cierto anclaje militar proveniente de sus nexos familiares y era amigo del temido y peligroso Beria, el jefe del aparato policial; y el otro, Nikita Kruschev, tenía trayectoria como sindicalista minero y funcionario del partido.

La debilidad física Stalin -desconfiado de todo y de todos- saltaba a la vista desde hacía meses, a pesar de lo cual andaba en los preparativos para una purga más entre sus colaboradores. Todos lo sabían y temblaban, se sentían impotentes. Él se había negado a admitir el deterioro de su salud, pero en el XIX Congreso del Partido Comunista por primera vez permitió que otro (Malenkov) pronunciara el discurso más importante, con el informe del Comité Central. Al mismo tiempo colocó a Kruschev en posición preeminente, al asignarle el segundo discurso, relativo a los cambios en la estructura organizativa del partido.

Dentro y fuera de la Unión Soviética, ese gesto inusual fue interpretado como la señal de que comenzaba a fomentar enfrentamientos entre aquellos incondicionales suyos, como otra jugada más para seguir gobernando sin rivales de ninguna clase y con todo el poder en sus manos. Stalin se rodeaba de gente sin especiales condiciones intelectuales, sin brillo propio, carentes de liderazgo. Era uno y único porque había eliminado todos los controles. No tenía contrapesos. Era temido y venerado, lo que luego dio lugar a la célebre frase “culto a la personalidad”, estampada por Kruschev en el XX Congreso para destrozar por siempre la imagen del autócrata.

Malenkov tomó tempranas ventajas con aquella posición privilegiada en el XIX Congreso del PCUS, y a él correspondió el panegírico en las fastuosas exequias del autócrata, colocándose como sucesor. Después de Stalin surgió una jefatura compartida encabezada por Malenkov, con Kruschev como segundo hombre del régimen, con el terrible Beria y otros. La lucha continuó, con cada vez más firmes avances de Kruschev, hasta consolidar el poder en sí mismo. En el camino, Beria fue acusado de traición y ejecutado. Malenkov fue depuesto y sindicado de traición, pero logró sobrevivir.

Es una historia larga, fascinante e imposible de resumir en pocas líneas. Llena de intrigas y miserias humanas, en un sistema que pregonaba la igualdad y la justicia entre los hombres, pero que en realidad beneficiaba a una élite corrupta e inclemente.
ricardoescalante@yahoo.com

domingo, 10 de febrero de 2013

Si no fuera por internet…

Ricardo Escalante, Texas
Hoy escribo este artículo a propósito de uno de Sergio Ramírez publicado hace varios días por El Nacional, con el sugestivo título de Paisaje de batalla, sobre la influencia de internet en los patrones de lectura. El estilo y la donosura del lenguaje utilizado por el ex vicepresidente nicaragüense, incorporan un estímulo adicional al tema objeto de mi comentario.
Con su manera sutil de avanzar y retroceder en sus críticas a las superficialidades impuestas por ese símbolo de estos tiempos que es la web, Ramírez por momentos pareciera encaminarse hacia la condena de algo más. Pero no lo hace. Se queda en el rechazo a la ligereza que significa la píldora de información o el simple dato que se busca, para sustituir  la lectura detenida, profunda, la investigación. Condena el facilismo.
Sus planteamientos están bien fundamentados, pero yo encuentro razones para discrepar. Y digo esto muy a mi pesar, porque soy  parte de uno de los gremios más severamente afectados por el agresivo avance cibernético: el periodístico. Cada día es mayor el número de periódicos que quiebran y de periodistas desempleados. Dramático es el caso de un hombre con trayectoria, varias veces laureado, que un buen día y en el mejor momento de su carrera, fue echado a la calle; tocó puertas, acudió a agencias de empleo, y llamó a sus amigos sin que nada pasara. Joan Campbell se dedicó entonces en su pueblo, al Sur de California, a producir cerveza de manera artesanal con el nombre de “Reportero desempleado”.
Ahora bien, esto que pudiera ser un magnífico argumento en mi contra no lo es del todo, porque si no fuera por la inmediatez y superficialidad de muchas informaciones provistas por internet, no tendríamos acceso a esas cosas que parecen pequeñas e insubstanciales pero que en realidad son importantes. Y voy al grano: Ver a través de la web, por ejemplo, fragmentos de 5 minutos de discursos de Nicolás Maduro, permite formarse una clara idea de la descomunal ignorancia del personaje.
Si no fuera por el Twitter con sus mensajes de 140  caracteres, muchos no tendríamos la oportunidad de palpar la inteligencia del nuevo canciller venezolano, Elías Jaua.  Tres mensajitos aquí unidos lo retratan de cuerpo entero:  "Nicolás, Cilia y yo acabamos de terminar un encuentro profundamente humano, hermoso con nuestro Comandante Chávez. Está en batalla... Bendiciones, abrazos, oraciones y estampitas… Él las agradece con más amor. El amor del Presidente Chávez por nosotros, el pueblo venezolano, no cabe en todo el universo ¡Viva Chávez,". Frente a eso me pregunto entonces: ¿Puede alguien ser más ridículo y adulante?
Bueno, pero como el propósito de este artículo es airear el problema la superficialidad inducida por internet, pues invito a reflexionar sobre el “profundo” contenido de un video breve del canciller Jaua: Véanlo en http://www.youtube.com/watch?v=GOuzO_mZrYw  ¿Qué habría inhalado o tomado?
 
Sergio Ramírez en su artículo señalaba que “quien busca información en la red infinita pasa por encima de los asuntos esenciales, no penetra ni analiza, sólo quiere enterarse de lo que necesita en el momento, navega en la superficie”.  Frente a eso, pienso que es verdad que los libros electrónicos no permiten ese delicioso manoseo, rayas, anotaciones, etc., propio de los impresos, pero también debo decir que en la red he encontrado valiosos textos de consulta sin pagar un centavo. Y dentro de los Estados Unidos he solicitado libros en calidad de préstamo a distintas bibliotecas, enviando solo correos electrónicos e investigando en sus archivos.
Pero como nunca he sido dueño de la verdad absoluta y me considero apenas un diletante, a lo mejor Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Elías Jaua son los nuevos grandes pensadores y líderes de la humanidad.  Y que me perdone Sergio Ramírez, porque él ni siquiera los ha mencionado.
ricardoescalante@yahoo.com

lunes, 4 de febrero de 2013

Yo, asesor presidencial

Ricardo Escalante, Texas
Hoy ando contento y no es para menos:  Me he enterado, aunque con comprensible demora, que mi gran amigo Nicolás Maduro, ¡por fin!,  pegó una:  Acaba de revelar su decisión de luchar contra la corrupción que devora a la sociedad venezolana. Pero, claro, a él no se le puede pedir mucho porque apenas está aprendiendo y, además, para eso están los asesores: Para indicarle el sendero correcto.
 
Pues bien, aplaudo su acierto pero, con el aprecio que le profeso debo decirle que la cosa estuvo bien en la forma pero no en el fondo.  Y por el conocimiento que tengo de sus sanas intenciones, imagino que la metida de pata es de esos pésimos asesores cubanos que no saben quién es quién en Venezuela. En ese embrollo, al mezclar chicha con limonada el resultado no podía ser más diarreico.
Maduro habló de Pdvsa y de Primero Justicia y en la Asamblea Nacional montaron un coro. Cuando PJ todavía no era partido político sino una ONG, algunos de sus miembros incurrieron en un acto cuestionable desde el punto de vista moral pero no ilegal y, por eso, estoy seguro que ahora Maduro trató pero no pudo comunicar lo que le dijeron:  Que en la industria petrolera roja rojita manejada por el hombre de sospechosa voz aterciopelada, todo o casi todo es ilegal e inmoral. Corrupción a montones, cuánto hay pa´ eso...  Por eso no pasó de Primero Justicia.
Con su especial candidez y con sus avanzados conocimientos de la escuela primaria, Maduro salió lanza en ristre con las denuncias.  Ahh, pero el detallito estuvo en que detrás de los asesores del Presidente Encargado (Encargado, porque del otro nadie sabe nada) se movía nada más y nada menos que el ambicioso Diosdado Cabello, sin que la inocencia le permitiera a mi amigo saber por dónde iban los tiros. En la Fiscalía General de la República y en otros lugares reposan cerca de 30 señalamientos concretos de desfalcos del Erario por miles de millones de dólares, cometidos por Cabello a su paso por la Administración Central  y en la Gobernación de Miranda.
Maduro, además, durante un buen tiempo fue superministro de Relaciones Exteriores y viajó interminables veces a Buenos Aires. En aquella hermosa ciudad de aires europeos, él contemplaba absorto calles, avenidas, monumentos, y miraba los techos y las hermosas lámparas de cristal de la Casa Rosada, mientras avanzaban hechos de corrupción sin precedentes que habían comenzado antes de su llegada al cargo.  
De allí que sin enviarle papelitos y sin apelar a terceros, hoy le ofrezco a mi entrañable Nicolás una buena asesoría, para explicarle cómo mientras él se chupaba el dedo, entre mayo de 2005 y septiembre de 2008 Venezuela compró 6.340 millones de dólares de la deuda pública argentina, en operaciones que hicieron archimillonarios a unos cuantos rojos rojitos y a otros del entorno de los Kirchner.  Ahh, por cierto, olvidaba mencionar las maletas repletas de petrodólares venezolanos que Cristina recibía con placer y, por supuesto, podría citarle muchos y peores casos, pero por ahora ahí tiene éstos para que se divierta en grande.
Algunos podrían pensar que al escribir estas líneas no oriento a mi bien apreciado amigo para que se cubra de gloria, para que entre a la historia por la puerta grande. Pues bien, para dejar sin resuello a esos suspicaces, aquí voy:  Nicolás, ¿sabías que otro comunista de escasa formación como tú y de grandes agallas como tú, sacudió al mundo con un solo discurso? ¿Sabías que Nikita Khrushchev denunció a quien había sido su jefe por crímenes monstruosos y por una corrupción descomunal?  Bueno Nicolás, yo sé tú no tienes ni los cojones ni la inteligencia poco cultivada  del soviético rudo, pero anda, ¡decídete!  Denuncia la inmensa corrupción de los últimos 14 años en Venezuela. Cuenta todo lo que sabes de la banda de los Chávez.
Bueno Nicolás, entiendo que eres corresponsable de muchos de esos actos, pero no podría recomendarte el suicidio político.  ¡Eso nunca!  No puedes declararte culpable de hechos de corrupción en la Cancillería, ni de otras barbaridades como el cierre del consulado en Miami para impedirle el voto a un buen número de opositores.  No puedes inmolarte, Nicolás.  Pero anda, procede.  Mete preso a Diosdado, a Rafael Ramírez y a muchos otros corruptos del régimen.
¡Nicolás, cuenta conmigo!  ¡Yo te apoyo!

domingo, 3 de febrero de 2013

Rajoy con plomo en el ala

Ricardo Escalante, Texas
Desde antes de las elecciones generales que dieron el triunfo a Mariano Rajoy en España, algo olía mal y esparcía dudas sobre su capacidad para gobernar. Pero claro, el problema estaba en que el Partido Socialista liderado desde el gobierno por Rodríguez Zapatero, daba bandazos y aparecía como responsable directo de la debacle económica que poco a poco fue avanzando, hasta llegar a los límites insostenibles de hoy.

El candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba era superior desde el punto de vista intelectual y como dirigente político, con su estilo reflexivo, sereno, sin brincos, pero el fardo de Rodríguez Zapatero le doblaba el espinazo y lo colocaba en desventaja. Hizo lo que pudo pero el resultado estaba cantado.

Hay un germen desestabilizador que poco a poco se ha ido incubando y que en buena medida le ha dado peligrosas ínfulas a la extrema izquierda: La interminable suma de errores de los dos principales partidos, hoy oxidados y desprestigiados de manera preocupante. El ingrediente adicional lo ha puesto la monarquía española para desconcierto de los ciudadanos, agobiados por el desempleo, la inflación sin precedentes, mayores impuestos y, por supuesto, por la rampante corrupción.

El Rey solo-mata-elefantes, enterado con mucha anticipación de las andanzas su yerno vivaracho, esquilmador del Erario, fue incapaz de actuar de manera aleccionadora. Y el Príncipe Heredero se ha chupado el dedo, mientras sus conciudadanos están cada vez más decepcionados en ese país que hace una década era símbolo de creciente prosperidad y avances sociales.

En ese panorama desolador acaba de ocurrir lo único que faltaba: El estallido del escándalo de corrupción más sonoro de las últimas décadas, que mancha incluso las manos del Presidente del gobierno, de varios de sus ministros y salpica al hombre más importante del partido, José María Aznar. Es como para llevarse las manos a la cabeza y preguntar: ¿Queda acaso algo más? Por eso, a conciencia de la extrema gravedad de la situación, Pérez Rubalcaba acaba de pedir la dimisión de Rajoy, aunque este apenas mira a un rincón con esa cara de yo no fui. Al estar Rajoy en la lista de quienes recibían dinero ilegal del extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, la cuestión deberá ser investigada a fondo, pero eso ya es suficiente para que su gobierno caiga.
Rajoy, como dije, ya me inspiraba cierta desconfianza desde aquella no lejana época electoral, cuando prometía las villas y castillos incumplibles. Después ha hecho todo lo que dijo que no haría y que tiene a España al borde del abismo.

 Para nosotros los latinoamericanos, la cosa es bien aleccionadora. Sin embargo, ya sabemos que en los tuétanos llevamos algo o mucho de españoles, lo que ya es bastante para explicar por qué estamos como estamos.

Desde el jardín

Ricardo Escalante, TexasHay circunstancias en las cuales los personajes y ambientes de viejas lecturas reviven como por arte de magia, y siento que eso acaba de ocurrir. A comienzos de los años 70 yo había leído de un solo tirón una obra breve y a la vez carente de especiales cualidades literarias, pero hecha con un estilo sencillo y tan atractivo que vendió cientos de miles de copias como pan caliente en muchos idiomas.

Hoy, desafortunadamente, no lo tengo a mano para repasarlo y escribir con detalles, pero conservo con claridad el recuerdo del personaje central: Un hombre con trastornos de desarrollo mental y aspecto elegante, que usaba ropa prestada; inculto, sin formación de ningún género, que vivía un mundo interior fantástico que lo llevó a la celebridad. Todos le atribuían cualidades geniales y con sus frases insulsas dibujaban complicadas interpretaciones que apuntaban a la solución de los grandes problemas nacionales.

El personaje Mr. Chance, en Desde el jardín, era la clave que Jerzy Kosinski imaginó para esa novela ya olvidada que estaba destinada a criticar la superficialidad de la sociedad de aquel momento, pero hoy tengo la certeza de haberlo encontrado en la vida real: Un ignorante audaz a quien los cerebros del régimen cubano tratan de promover, para asegurar la continuidad de los ingresos que prolonguen la opresión y la corrupción de la familia Castro.

Por eso, en uno de mis anteriores artículos hice una referencia al viejo libro aunque sin poner énfasis en el asunto. Ahora regreso a él porque he recibido correos electrónicos de varios lectores. Uno de ellos mencionaba incluso a Juan Peña, ese personaje del cuento tradicional venezolano El diente roto, de Pedro Emilio Coll, que había pasado la vida acariciando con la lengua su diente, sin tiempo para nada más. Todos le atribuían dotes de gran pensador, ocupó cargos y hasta estuvo a punto de ser Presidente de la República pero, por supuesto, entre una y otra obras hay diferencias de fondo, y la primera se acopla más al tema por mí abordado.

Por cierto que Kosinsky, un profesor universitario de origen polaco que se movía en círculos intelectuales norteamericanos, escribió otros libros y uno de ellos (El pájaro pintado) alcanzó pronta fama, se vendió profusamente y hasta lo hizo acreedor a premios. Círculos sociales se disputaban su presencia y lo elogiaban, hasta el día en que fue acusado de utilizar ideas ajenas y copiado a otro autor. Hubo incluso quienes dijeron que todo apuntaba a que ese trabajo había sido fruto de unas cuantas manos y aportaban pistas específicas no desmentidas de manera contundente, tras lo cual él cayó en el desprestigio total que al parecer lo desestabilizó en lo emocional y terminó empujándolo al suicidio. Un deplorable final.