Ricardo Escalante nació en mayo de 1947 en el corazón de los Andes, San Cristóbal, en Venezuela tierra que ha producido buena parte de los caudillos que sin remilgos de ninguna naturaleza le han causado estragos al país. Allí, donde se crió y estudió la primaria y la secundaria, comenzó a sentir el rechazo “al significado de la bota militar”, tal como lo dice en la parte inicial de su libro Un país de culpas.
En su ejercicio periodístico, que comenzó en 1970 en La Nación, de San Cristóbal, para luego continuar en El Carabobeño, en Valencia; luego en la corresponsalía de Panorama en Caracas y en El Universal, donde trabajó cerca de 17 años y obtuvo en dos ocasiones el Premio Nacional de Periodismo (1980 y 1985) por sus polémicos trabajos, conoció de vista y trato a buena parte de los dirigentes políticos de lo que el Presidente Hugo Chávez trató de descalificar con la etiqueta de IV República.
Entrevistó a líderes venezolanos que alcanzaron proyección continental, como Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Jóvito Villalba, y a figuras de otros países, como el gran dirigente liberal colombiano Alfonso López Michelsen.
También se desempeñó como Consejero en la Embajada de Venezuela en Londres; como director de información de la Presidencia de la República inmediatamente después de la destitución del Presidente Carlos Andrés Pérez, para después volver al reporterismo en El Nacional, y ejercer la jefatura de prensa de la embajada británica en Caracas durante siete años. Desde la primera línea de su libro Un país de culpas, hecho a la manera de ensayo-reportaje y publicado en abril de 2012, Ricardo Escalante deja sentir la mano de un periodista experimentado y agudo.
E-Mail: Ricardoescalante@yahoo.com
En otra época y en primera persona
Durante mi ejercicio periodístico tuve la oportunidad de conocer de vista y trato a relevantes figuras democráticas de la política venezolana, que con sus virtudes y defectos fueron factores decisivos en los procesos de transformación de una sociedad afectada a lo largo de toda su historia por el autoritarismo. Con la indescriptible pasión que desata el reporterismo, a pesar de las malas remuneraciones y variados sinsabores, cubrí todas las fuentes informativas en periódicos de Caracas y de la provincia venezolana, además de haber tenido la oportunidad de entrevistar personajes latinoamericanos.
Y aunque es solo una manera de expresar las satisfacciones, si pudiera dar marcha atrás el reloj volvería a ser otra vez el reportero de muchos años que fui e investigaría aun con más fuerza muchos acontecimientos de una época que tal vez no ha sido investigada y estudiada con el detenimiento que merece. Por fortuna, ni la historia ni los personajes se repiten, pero, por supuesto, también diría que sí parecieran existir pueblos que se niegan a aprender de sus innumerables descalabros.
Para complacer peticiones de algunos lectores que han formulado preguntas sobre mis días y mis noches tecleando en las viejas y pesadas máquinas de escribir que abundaban en las redacciones, compartiendo con los compañeros los comentarios de cada día, almuerzos y muchos tragos en bares de mala muerte y otros menos ruidosos y mejores acabados, aquí les dejo apenas unas fotos de aquellos tiempos.
Con el ex presidente Rómulo Betancourt -el dirigente político más importante del siglo XX en Venezuela, pilar fundamental de largas luchas por la democracia en el Continente- y con mi buen amigo Luis Piñerúa Ordaz en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía en 1980. Betancourt, amante de los sombreros y de fumar en pipa, se disponía a emprender uno de sus viajes al exterior. Después de haber sido candidato presidencial de Acción Democrática, Piñerúa ejercía un poco el papel de voz de la conciencia en su partido, Acción Democrática.
Historias de un reportero
En 1971 con Gabriel García Márquez, con una de sus tantas camisas de colores y dibujos escandalosos, en el Hotel Avila de Caracas, en San Bernardino. Todavía no eran las once de la mañana cuando el escritor colombiano llamó un mesonero y dijo “tengo sed”. Pidió un brandy doble y me preguntó qué iba a tomar. Yo, todavía sin desayuno, traté de ordenar un jugo de naranja, pero él me atajó: “No. Eso no. Tienes que tomar otra cosa para que vayamos al mismo ritmo. Eso ya me ocurrió con un reportero del New York Times, él no tomó nada y varios días después fue publicada la entrevista con todo lo que dije borracho. Esta vez no va a ocurrir eso”…
Con Carlos Andrés Pérez
En 1979, unos meses después de haber sido Presidente de Venezuela por primera vez, Carlos Andrés Pérez visitó una tarde la oficina a Jóvito Villalba, líder del partido Unión Republicana Democrática y uno de los protagonistas principales del Pacto de Punto Fijo, Villalba aparece al fondo. Allí nos encontramos una de tantas veces.