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martes, 31 de julio de 2012

Las uñas del chavismo

Una explicación necesaria
 Al escribir el libro Un país de culpas consideré indispensable incluir un capítulo (II) sobre ciertos personajes del régimen venezolano de Hugo Chávez, como una manera de explicar muchas decisiones violatorias de principios y derechos ciudadanos. No de otra manera se podría comprender la naturaleza y profundidad del daño irreparable causado a la sociedad venezolana.

Una de esas figuras esenciales es Alí Rodríguez Araque, que ha pasado por diversas posiciones y ha tenido responsabilidad en decisiones tan graves como el despido de 20 mil profesionales, técnicos y obreros de Petróleos de Venezuela, y que en otros tiempos participaba en las guerrillas y en secuestros, asaltos a bancos y otros hechos. Para ilustrar su personalidad hice referencia una estrecha relación con Armando “Chino” Daza, a quien las autoridades venezolanas de tiempos pasados sindicaban como autor material de asesinatos que causaron conmoción en la colectividad venezolana.

Eso, supuestamente, ha sido el origen de amenazas anónimas redactadas en términos leguleyos, con la intención de intimidar. Es una mano con guante oscuro, de alguien con antifaz que reclama la ausencia de citas de las fuentes en la reproducción de un fragmento de mi libro, pero al final de dicho texto se cita el libro, en el cual, por lo demás, también están las fuentes correspondientes.  Me pregunto por qué si alguien se sintió injustamente herido por qué no solicitó el derecho a réplica, que como periodista con larga experiencia habría concedido con mucho gusto ante la posibilidad humana de una equivocación. A diferencia de quienes militan en el chavismo (con sus excepciones), nunca he poseído el monopolio de la verdad y, por eso mismo, sigo dispuesto a conceder la réplica siempre y cuando me sea solicitada de manera civilizada y sin amenazas, porque soy respetuoso de la verdad y la ley.

Las amenazas en cuestión están en un correo electrónico que dice:
”Evidentemente la información de este articulo, por demás falsa sobre Armando Daza, proviene de las memorias de Luis Posada Carriles, libro lleno de imprecisiones, confusiones de dudoso origen muy probablemente arrancadas a terceras personas bajo tortura en los sótanos de la Disip. De paso le indico que salvo Usted tenga en su poder las pruebas de los presuntos hechos atribuidos al ciudadano Armando Daza, toda vez que es Usted mismo el autor del libro señalado como "fuente", se expone a una acción jurídica por el delito de INJURIA, según lo establecido en el Código Penal Venezolano vigente. Acciones que las partes se reservan en este momento.”

A los interesados en el tema, les recomiendo visitar la página web http://es.wikipedia.org/wiki/Armando_Daza , donde encontrarán detalles sobre el señor Daza. También pueden acudir al libro Los caminos del guerrero, escrito por Luis Posada Carriles, sindicado y procesado por la autoría intelectual de la voladura de la nave de Cubana en que fallecieron 73 personas en octubre de 1976. Posada había trabajado para la policía política venezolana y en su libro (de gratuito acceso en internet: http://www.latinamericanstudies.org/caminos-guerrero.htm ) aporta amplia información sobre la lucha contra las guerrillas. Existen igualmente otras publicaciones y, por supuesto, me pregunto cuántas acciones judiciales ha(n) intentado con el antifaz y qué resultados ha(n) obtenido con su temeraria actitud.
ricardoescalante@yahoo.com

martes, 24 de julio de 2012

¡Plinio, Gabo, Fidel y Dios!

Ricardo Escalante, Texas
 La locura senil de Gabriel García Márquez -aunque después de la contundente descripción hecha por Jaime, su hermano menor, todavía hay quienes piensan que solo está un poco olvidadizo-  pudiera servir para reflexiones sobre el escritor y también sobre la pérdida de memoria colectiva que consume a ciertos pueblos.

En medio de la locura genial de muchos personajes del Premio Nobel, hay también detalles de una realidad que valdría la pena recordar porque en nada se alejan de lo novelesco, relacionados a veces con hechos y protagonistas de primera fila en la política continental. Ahí está, por ejemplo, su vieja y estrecha relación con Fidel Castro, sobre lo cual existen testimonios irrefutables como el de Plinio Apuleyo Mendoza.

Voy ahora a lo que debí haber dicho en la primera línea: Es un bonito domingo soleado y estoy solo, estado ideal para hurgar entre mis pocos libros viejos, entre los cuales descubro uno de Plinio Apuleyo Mendoza publicado por Plaza & Janés Editores en el año 2000: Aquellos tiempos con Gabo. Hallazgo de un García Márquez desconocido. Lo había leído cuando salió a la venta, pero ahora lo encuentro además de cautivante muy apropiado para los tiempos corren en América Latina.

Es un apasionado relato de las experiencias que GGM y Mendoza vivieron como reporteros en buena parte del Continente, y me atraen particularmente las referidas a la época en que desayunaban, almorzaban y cenaban juntos en Caracas, mientras trabajaban para la revista Momento y presenciaron la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, y, luego, los vínculos que desarrollaron con Cuba en los inicios del régimen de Fidel Castro. Nadie como Mendoza ha conocido y querido a García Márquez como hermano, razón suficiente para que sienta como propios los éxitos cosechados por éste.

Uno de los recuerdos melancólicos y dramáticos del libro es la descripción de la entrada del aparato comunista a las oficinas de la agencia Prensa Latina -en la cual ambos laboraban-, para instalarse con sus espías y censores que controlarían cada palabra, cada análisis y cada acto de los periodistas. “La experiencia vivida conmigo en Cuba está para él profundamente disociada de su actual visión política”, decía Mendoza con un delicado lenguaje con sabor a reproche y explicación, aunque no de condena.

“Lo que él vio entonces, uno de los tentáculos de la burocracia apoderándose de Prensa Latina, tiene el peso de una anécdota y no de una parábola; para él este problema lo habría resuelto Fidel. Desde luego, yo veo las cosas de otro modo. Para mí aquello fue síntoma alarmante de una profunda y peligrosa distorsión política”…

La postura obsecuente de García Márquez frente a Fidel Castro es interpretada por Mendoza como algo pintoresco que casi forma parte de las novelas del Gabo: “Con él, con el caudillo, con su aventura de soledad y poder, con su destino inmenso y triste  de dispensador de dicha e infortunios (tan parecido a Dios) es solidario.  En esa perspectiva debe situarse su adhesión a Fidel. Fidel se parece a sus más constantes criaturas literarias, a los fantasmas en los que él se proyecta, con los cuales identifica su destino”…

Magnífico testimonio ese de Plinio Apuleyo Mendoza, quien advierte que el laureado escritor hizo gestiones decisivas para la liberación de Heberto Padilla, Norberto Fuentes y muchos otros prisioneros de conciencia. García Márquez, sin embargo, nunca quiso abordar el tema abiertamente, rechazó la idea de justificar el irresistible atractivo que siempre encontró en el tirano, y nos quedamos esperando el segundo tomo de sus memorias, que lo comprometían a abordar sus nexos con polémicas figuras políticas. No lo hizo y ya no lo hará.
ricardoescalante@yahoo.com

viernes, 20 de julio de 2012

El Eduardo Fernández que conocí

Ricardo Escalante, Texas
La política es por naturaleza el arte de perseverar y hay quienes nacen para su ejercerla toda la vida, con glorias y fracasos. Eduardo Fernández representa precisamente uno de esos casos en la política venezolana, con éxitos y fracasos, en una carrera que comenzó casi cuando era niño, al escuchar por primera vez a Rafael Caldera e identificarse con él.

Su ascenso fue vertiginoso en la estructura de ese partido de centro derecha que es COPEI y que tuvo momentos estelares en la vida de Venezuela. Ahí encarnó la idea de un liderazgo natural que sin sobresaltos podía suceder al fundador del socialcristianismo en el país, a diferencia de Luis Herrera Campins, que se había forjado en el partido discrepando y luchando contra Caldera. Fernández prefería tratar de imponerse sin renunciar a los predicamentos del inspirador, con la esperanza de que un día le llegara el turno para ser presidente de la República.

Cuando a temprana edad Fernández ascendió a la jefatura de la fracción parlamentaria copeyana, que era la segunda más importante y tenía algo o mucho que ver con las decisiones nacionales, una vez su familiar, amigo y compañero de partido Arístides Calvani me dijo: “Creo que una carrera vertiginosa no es buena, porque un día él puede haber cubierto todas las posiciones y estancarse”…

Fernández siempre imaginaba que después de haber sido Presidente de la República en el período constitucional 1969-1974, un día Caldera iba a decir “bueno Eduardo, ha llegado tu momento”… Luego de la candidatura presidencial de Luis Herrera en 1979 y de su mal gobierno, Eduardo Fernández pensaba que, ¡por fin!, entonces en 1983 sería postulado a la Presidencia, pero aquel Caldera con su temblorosa voz de siempre le dijo: “No Eduardo, el país reclama otra vez mi contribución”…

Pasó entonces un quinquenio más desde esas elecciones en que Jaime Lusinchi le propinó una sonora derrota al doctor Caldera, y Fernández seguía sacando cuentas e imaginando que su mentor pasaría a ejercer el rol de conductor del partido, situándose al margen de la diatriba diaria, cosa que no pudo ser así porque el doctor Caldera quiso repetir otra vez en 1988 y fue derrotado internamente en COPEI por el discípulo favorito. Con amargura se marginó de la campaña electoral y le propinó un golpe fatal a la organización política que era su obra histórica, al declararse en la “reserva”. En ese instante Eduardo Fernández se convirtió en candidato presidencial con plomo en un ala, vale decir, sin una parte de los copeyanos y sin el líder fundador, a pesar de lo cual hizo un honroso papel frente al formidable y carismático rival que era Carlos Andrés Pérez.

Vinieron después otros episodios relevantes que tuvieron un caro precio para Fernández. El primero fue el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, frente al cual él salió en defensa del sistema, mientras Caldera jugaba al oportunismo con el célebre discurso que le permitió cosechar jugosos dividendos políticos. COPEI respaldó al gobierno de CAP en ese momento y obtuvo una pequeña cuota clientelar, pero pronto abandonó esos cargos aunque sin variar la línea de respaldo a la democracia, mientras el Presidente perdía popularidad en forma vertiginosa y entraba en el tobogán de su caída. El segundo fue la breve y tumultuosa salida de Chávez del poder y la prolongada huelga general nacional. En ese instante Teodoro Petkoff y Eduardo Fernández, entre otros, sostuvieron una reunión con Chávez que los radicales de la oposición se esmeraron en cuestionar.

La característica esencial de ese hombre que se preparó para el ejercicio de los asuntos del Estado y en repetidas ocasiones ha estado a punto de ser Presidente, se resume en una sempiterna búsqueda de diálogo y de consensos que muchas veces son imposibles, pero... En varias oportunidades él y yo lo hemos conversado, sin que en su rostro afloren muestras de arrepentimiento o resquemor.
ricardoescalante@yahoo.com

lunes, 9 de julio de 2012

El petróleo viene de la Luna


Ricardo Escalante, Texas
El petróleo viene de la Luna es una apasionada historia sobre las aventuras y desventuras del origen y desarrollo de la riqueza petrolera venezolana, con momentos novelados y escrita con el estilo frontal de quien ha llevado en la sangre un sano interés por los asuntos nacionales: Gustavo Coronel.

Como en todo libro, este refleja desde la primera página las cualidades del autor, con sus conocimientos de geólogo que ha pasado la vida profundizando cada vez más en su especialidad, y que llegó a ocupar posiciones de muy elevada responsabilidad y tomó parte en los acalorados debates de la nacionalización petrolera y en acontecimientos posteriores. Sus primeros capítulos ofrecen una visión detallada de los procesos técnicos de la exploración y producción petrolera y de los pioneros de esa actividad en Venezuela.

En esta obra se resume una defensa del criterio de que la conducción de Petróleos de Venezuela y sus filiales debe corresponder a quienes han hecho carrera y ascendido por méritos profesionales en su seno, al margen de los partidos y gobiernos. Eso, que se hizo conocido como meritocracia, tuvo su momento estelar durante el ejercicio de Rafael Alfonso Ravard como primer presidente de Pdvsa, y luego fue cuestionado por quienes sostenían que no podía existir un Estado dentro del Estado y, en consecuencia, los gobiernos debían hacer valer sus mecanismos de control político. Como punto de partida para estudiar y comprender lo que ha ocurrido y ocurre en la principal industria venezolana, la lectura del libro de Coronel es de relevancia.

El capítulo XX es tal vez el más significativo, porque en pocas páginas da un vistazo al funcionamiento de PDVSA desde su nacionalización, en 1976, hasta el ascenso del Presidente Chávez al poder, en 1999. Hace una división en tres etapas, en la primera de las cuales (1976-1981), el general Rafael Alfonso Ravard desempeñó un rol estelar como gerente y los partidos políticos asumieron una posición discreta frente a la empresa. Al asumir el control total de la exploración, explotación y mercadeo de sus hidrocarburos, el Estado demostró que contaba con recursos humanos para hacerlo de manera eficiente.

En la segunda etapa (1981-1993) Coronel habla de la “contaminación política”. Mientras a PDVSA se le reconocía entre las más importantes empresas del mundo, el gobierno venezolano de Luis Herrera Campins tomaba medidas que el autor no vacila en calificar de funestas. El entonces Presidente y su ministro de Energía, Humberto Calderón Berti, luego designado presidente de Pdvsa; y Leopoldo Díaz Bruzual, en su condición de presidente del Banco Central de Venezuela tuvieron, responsabilidad fundamental en hechos que en su momento fueron escandalosos, como la intervención del Fondo de Inversiones de PDVSA. La politización se hizo presente y Calderón golpeó los ascensos por méritos en la cúspide de la pirámide de la industria.

La tercera etapa (1993-1999) abarca la actuación de Edwin Arrieta como ministro de Energía, en el segundo gobierno de Rafael Caldera, y de Luis Giusti en la presidencia de la empresa petrolera venezolana. Coronel cuestiona a Arrieta por haber roto la línea de ascensos meritocráticos en la industria y provocado fricciones en la organización. Al mismo tiempo, Coronel exalta las cualidades profesionales de Giusti, hasta colocarlo casi a la par de Rafael Alfonzo Ravard, y reconoce como positiva la política de Apertura de la industria al capital privado nacional e internacional, no así la decisión de terminar con el concepto de tres empresas operadoras integradas para reemplazarlas por la empresa única. En pocas palabras, El petróleo viene de la Luna (a la venta a través de PetroleumWorld.com) es un trabajo con momentos novelados que va al fondo de los problemas petroleros venezolanos en los años de lo que peyorativamente se ha llamado la IV República, y anuncia una segunda parte dedicada al desastre de la administración chavista.

El autor de esta crónica piensa que los ascensos por méritos profesionales en la industria petrolera venezolana tiene validez y debería respetarse pero, dada la naturaleza esencialmente política de los cargos que están en la cúspide de la pirámide ejecutiva y gerencial, no dejan de tener razón quienes sostienen que los gobiernos tienen el derecho y hasta la obligación de tomar decisiones para evitar la posibilidad de un Estado dentro del Estado.


jueves, 5 de julio de 2012

El otro Alí Rodríguez


En los catorce años de la Presidencia de Hugo Chávez, un abogado con buenos conocimientos de finanzas y economía petrolera, Alí Rodríguez Araque, ha sido uno de los protagonistas principales en el diseño y ejecución de estrategias y tácticas políticas oficiales. Con su trato amable, lenguaje decente, larga experiencia en el mundo de la subversión en los años 60, 70 y comienzos de los 80, ese abogado desempeñaba un papel fundamental en las relaciones de los grupos de ultraizquierda con el gobierno cubano.

En el otoño de su vida y con los naturales achaques que inexorablemente lo aproximan al retiro, Rodríguez se ha desempeñado como ministro de Energía y Minas, Presidente de la OPEP, embajador en Cuba, ministro de Relaciones Exteriores, ministro de Finanzas, ministro de Energía Eléctrica y secrtetario General de la Unión de Naciones del Sur (Unasur), posiciones desde las cuales ha fungido como defensor de la “legalidad y la pulcritud ciudadana”. En su época universitaria, él había sentido atracción por los radicalismos de izquierda, y ponía en práctica sus destrezas en la elaboración de artefactos explosivos rudimentarios que eran utilizados para generar zozobra en la población, así como en lo que con eufemismos la guerrilla llamaba “expropiaciones revolucionarias”. Los cuerpos policiales lo sindicaban de haber planificado con los también subversivos Douglas Bravo y Francisco Prada Barazarte, el estruendoso secuestro (junio de 1972) de un acaudalado industrial conocido como el “Rey de la Hojalata”, Carlos Domínguez, por cuya liberación la familia se vio obligada a pagar cinco millones de bolívares de la época15. Para preguntarle sobre ese y otro asunto, mientras escribía el presente libro llamé cuatro veces a Bravo -quien había comandado varios focos guerrilleros en las montañas venezolanas-, pero sus respuestas nunca pasaban de evasivas.

Cuando ocurrió el secuestro de aquel industrial de avanzada edad, Rodríguez Araque, comandante “Fausto” (contra quien llegaron a acumular 17 autos de detención por distintos delitos), era miembro del Partido de la Revolución Venezolana-Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (PRV-FALN), que encabezaba Bravo, en el cual dos grupos de guerrilleros actuaban como unidades tácticas de combate. Uno pequeño denominado Unidad Móvil, comandado por Armando “Chino” Daza, se ocupaba de asesinatos, asaltos y atentados terroristas, y el otro -del cual formaba parte Alí Rodríguez Araque- asumía tareas un poco más especializadas, como traslados de dinero y de secuestrados, propaganda y reclutamiento de jóvenes.

Los organismos de inteligencia consideraban igualmente peligrosos a los dos grupos, que funcionaban separadamente pero coordinaban sus actividades y se intercambiaban participantes, dependiendo de cada caso. Entre Rodríguez Araque y el “Chino” Daza existía una relación tan estrecha que permitía, por ejemplo, la participación del primero en la planificación del secuestro de Domínguez y del segundo en su ejecución del hecho. En el libro Los caminos del guerrero, de Luis Posada Carriles (que trabajaba para cuerpos policiales venezolanos en la lucha antiguerrillera y luego se vio involucrado en la voladura de un avión de Cubana de Aviación, que causó numerosas víctimas), se describen estos hechos en forma detallada y se señala que muchos asaltos a bancos y estruendosos golpes publicitarios se realizaban con ese mismo modus operandi.

A Daza le eran atribuidos más de diez homicidios a sangre fría, de militares, policías y civiles en distintos hechos en varias zonas del país. Entre otros, en marzo de 1967 fue sindicado de haber secuestrado, sometido a torturas y matado de tres balazos por la espalda al doctor Julio Iribarren Borges, un prominente y culto abogado que presidía el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), hermano del canciller de la época, Ignacio Iribarren Borges, en el gobierno del presidente Raúl Leoni (1964-69); de haber acribillado al mayor del Ejército Francisco Astudillo Suárez en diciembre de 1966; y, en mayo de 1967, a Carlos Hernández, un funcionario de la Policía Técnica Judicial.

Douglas Bravo en varias oportunidades atribuyó el homicidio de Iribarren, que generó gran indignación nacional y repudio internacional, a un terrorista de derecha infiltrado en las guerrillas, Adolfo Meinhardt Lares. Con sus habilidades, Meinhardt había logrado mezclarse con la guerrilla venezolana, al ser recomendado por el temible comandante cubano “Barba Roja”, Manuel Piñeiro, fallecido en 1998, que estaba casado con una escritora marxista chilena, Marta Harnecker, que mucho tiempo más tarde sería admiradora, amiga y apologista de Hugo Chávez. “Barba Roja” gozaba de la más estricta confianza de Fidel Castro y no daba un solo paso sin su consentimiento. Como responsable del homicidio del abogado Iribarren también había sido mencionado otro miembro del grupo guerrillero de Douglas Bravo, Eleazar Fabricio Aristiguieta, “el loco Fabricio”, que tenía una larga lista de antecedentes penales por delitos comunes.

Las versiones de que Meinhardt era doble o triple agente siempre habían circulado, pero él sabía moverse en la cuerda floja. En una ocasión, mientras estaba preso por el asalto a una sucursal del Banco Miranda en Caracas, durante la administración del presidente Leoni, Meinhardt delató a los involucrados en una “Operación Geranio” destinada a asesinar a Carlos Andrés Pérez en un apartamento que frecuentaba en Sabana Grande, situado en el segundo piso del edificio Galerías Venecia. Era un complot preparado por elementos de ultraizquierda, con la participación de un teniente cubano que murió durante el allanamiento efectuado a raíz de la delación16.

En lo que fueron unas memorias escritas de manera farragosa, tituladas Yo, el terrorista, 1957-196217, Meinhardt admitía sus relaciones con militares conspiradores de derecha y con ciertos círculos de la oligarquía, así como haber intervenido en variados hechos desestabilizadores y haberse infiltrado en el movimiento comunista. Entre otras cosas, él sostenía que Douglas Bravo planificaba y ordenaba asesinatos desde las montañas y desde el exterior.

Quienes muchos años más tarde militaron con Alí Rodríguez en la Causa R -partido de izquierda que en las elecciones presidenciales de 1983 postuló al elitista de derecha Jorge Olavarría-, lo describían como metódico, callado, sigiloso, estudioso, calculador, discreto, de decisiones firmes. Claro en sus objetivos, que siempre sabía retroceder para luego avanzar. A pesar de las contradicciones impuestas  en 1983 por el fundador de la Causa R (Alfredo Maneiro), “Fausto” nunca se distanció completamente de la dirigencia comunista cubana y, más adelante, en la culminación de un proceso de luchas internas que se desarrolló en la Causa R, se alió con Pablo Medina y otros para formar en septiembre de 1997 una nueva organización, Patria Para Todos (PPT), que apoyaría la candidatura presidencial de Chávez en 1998.

Sus comienzos políticos habían estado en el Partido Comunista, a cuyas guerrillas se incorporó en los años sesenta y encontró una gran afinidad con Douglas Bravo, jefe del Frente “José Leonardo Chirino” en la intrincada Sierra de Falcón, en la parte occidental venezolana, donde muchos guerrilleros murieron por mordeduras de serpientes y por enfermedades transmitidas por insectos. Cuando Bravo fue expulsado del PCV en 1966, fundó con Rodríguez el Partido de la Revolución Venezolana (PRV) y, posteriormente, ambos crearon otro movimiento subversivo de escaso aliento, Tendencia Revolucionaria. Sus actividades guerrilleras también cubrieron ciertas zonas del oriente del país durante los años setenta, donde coordinaba actividades terroristas.

Mientras formaba parte de la Causa R, Alí Rodríguez fue atropellado por un vehículo en las inmediaciones de su casa en Caracas, lo que requirió una operación y posterior tratamiento médico en Cuba. El accidente, sobre el cual corría la especie de que podía haberse tratado de una venganza política, le dejó secuelas en una pierna que por años lo obligarían a usar bastón.


15 Sangre, locura y fantasía, La guerrilla de los 60.  Antonio García Ponce. Pág. 105.  Editorial Libros Marcados, Caracas, 2009.  Cita de Los caminos del guerrero, de Luis Posada Carriles.
16 Memorias proscritas, Carlos Andrés Pérez. Págs. 182-183.  Libros El Nacional, colección Fuera de Serie, Caracas 2006.
17 Adolfo Medinhardt Lares, Yo, el terrorista, 1957-1962, Editorial Cunillera, Madrid, 1974.


Extracto del libro Un país de culpas.  Páginas 53 y 54.

martes, 3 de julio de 2012

Chávez se golpea el abdómen

Ricardo Escalante, Texas
Al revisar los videos sobre el comienzo oficial de la campaña electoral en Venezuela, encuentro uno titulado "Diosdado Cabello se cae de la carroza de Chávez", grabado hace dos días, cuando el Presidente venezolano se desplazaba entre los estados Carabobo y Aragua. Sugiero a mis seguidores que lo vean detenidamente, concentrando la mirada en Chávez: En el momento del frenazo del vehículo, el Presidente se va bruscamente hacia adelante y aparentemente se golpea en la zona abdominal, supuestamente afectada por la lesión cancerosa dos veces operada en La Habana y sometida a radiaciones.
Si estuviera tan enfermo como se ha dicho y si esa parte estuviera tan delicada, él tal vez hubiera tenido que interrumpir el acto. Véanlo en el siguiente link: 
 http://www.lapatilla.com/site/2012/07/01/diosdado-cabello-se-cayo-de-la-carroza-de-chavez-video /

Agregado: Después de esa escena he visto a Chávez en otros actos públicos.  Así, por ejemplo, encabezó la larga y fastidiosa ceremonia de los ascensos militares,hoy martes 3 de julio.

PD. En caso de dificultades para abrirlo, pueden copíarlo y pegarlo en la barra del buscador

domingo, 1 de julio de 2012

¿Malas pulgas yo?

Ricardo Escalante, Texas
Son las seis de la tarde. El calor es intenso y húmedo. Me siento en el patio, miro los árboles y noto que ni siquiera una hoja se mueve. El tiempo transcurre lenta, pesada y pegajosamente y, no sé por qué, en el aire flota el presagio de algo malo. Trato de concentrarme en Los años con Laura Díaz, mientras un noticiero radial avanza con poco volumen.

Apenas he estado diez o quince minutos en eso, pero la sensación de que algo malo va a ocurrir no me abandona. Miro a un lado, veo un pájaro negro que con aire desafiante camina hacia mí, no vuela, como para infundirme pavor. Ya no puedo más y me levanto contrariado: El pájaro negro, el calor y todo eso de mal augurio, me impide fijar la atención en Carlos Fuentes y en aquello que podía haberme ilustrado sobre los avatares de la vida mexicana. Pero bueno, toda la vida he sido incapaz de hacer dos cosas a la vez y admito que con frecuencia una ha sido demasiado.

En esas estoy cuando repica el teléfono celular y presiento una mala noticia porque, además, no esperaba ninguna llamada. Al fin y al cabo nadie o casi nadie me llama, cosa que me place. ¿Aló? ¿Aló?, del otro lado viene la voz de mi viejo y hasta fastidioso amigo inglés.  “¡Hey!, ¿dónde andabas, que has hecho?”  “Bien, bien, viajando, en reuniones aquí en Minsk, viendo lo que pasa, pero no te había llamado porque eres malas pulgas… Aquí hay algo que te interesa y…”  Para cortar por lo sano, creo yo, interrumpo a mi irónico amigo inglés diciéndole que nada de la lejana Bielorrusia me interesa.

“Pues sí, y mucho. Vine a explorar negocios porque, como sabes, ustedes acaban de firmar un montón de acuerdos económicos con Bielorrusia y uno rojo rojito me sugirió algo pero, tu sabes, siempre es lo mismo: ¿Cuánto hay pa´ eso?, y hasta me proponen inflar precios en 1.700 por ciento”.  No sé por qué, pero esas frases de mi arrogante amigo suenan exageradas, y no sé quién se atrevería a hacer eso en el gobierno venezolano de Chávez, pero el británico continúa: “Ya te daré detalles. El alto, blanco, pelo canoso, ojos azules y voz aterciopelada, ya anda moviendo sus hilos.  Una vez te expliqué cómo hacían el negocio con leche china podrida y otra vez van por ahí”…

Sé, me consta que este amigo, conocedor de los buenos pubs de Londres, sabe colarse en lugares importantes y entablar pronto amistades de alto vuelo y, por lo mismo, le creo cuando me dice que hay razones suficientes para seguirle la pista a Kolia, ese personaje sui géneris que a sus 7 años anda de paltó y corbata, una pistola verdadera al cinto y repartiendo órdenes que inmediatamente son acatadas por agentes de seguridad. Bajando un poco el tono de voz, agrega algo que parecen preguntas pero que en realidad esconden afirmaciones: “Entre ustedes no existe un “Kolia”, ¿verdad?  A Huguito, jr, no se le ve cerca del poder y existe una manifiesta predilección por las hijas, particularmente por Rosa Virginia, a quien le atribuyen ambición política”.

Ya cansado por la perorata, exclamo: “¡Coooño, chico! Termina de decir lo que vas a decir”.  “Bueno, tu no cambias. Eres malas pulgas. Lukashenko ha estado 19 años en el poder y ya está preparando a Kolia, Hugo ya tiene 14 en el palacio presidencial y está preparando a Rosa Virginia, pero si el cáncer no lo derrota mandará 50.  ¡Reacciona, coño!”
ricardoescalante@yahoo.com