Ricardo Escalante
Las enormes protestas callejeras en Brasil demuestran que gobiernos demagogos como el de Dilma Rouseff terminan pagando el precio de sus engaños. Engañan una y 50 veces, pero no pueden hacerlo siempre porque en algún momento quedan al descubierto.
Rouseff ha tratado de ponerse al frente de la explosión social con un argumento parecido al que en Venezuela usaba el presidente Rafael Caldera, según el cual el pueblo siempre tenía la razón. Ahora la historia ha demostrado que uno de los grandes culpables de los daños ocasionados por Hugo Chávez y Nicolás Maduro, es el doctor Caldera por haber indultado a los militares golpistas de 1992.
Rouseff creyó que todo se tranquilizaría con sus palabras fáciles e instando a la anulación del alza de los precios del transporte, pero el resultado está ahí. Todo el mundo ha visto con asombro las descomunales manifestaciones contra la presidenta y ella, desconcertada, le dio el visto bueno a los servicios de inteligencia para que investiguen Facebook, Twitter, Instagram y WhatsApp. Ahí pretende encontrar los orígenes del descontento.
Ahora, el peligro de esos embrollos es que pudieran traspasar las fronteras brasileñas y expandirse a países vecinos en los cuales las condiciones sociales son peores. El caldo de cultivo existe, porque el malestar se ha acumulado durante años.
Es falso que gobiernos que han hablado de bienestar y justicia social, de redención de los pobres, hayan ido más allá de la retórica y de la propaganda. Tales son son los casos de Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Argentina y otros.
Venezuela vive una situación extrema, de caos económico, político y social. Lo único que ha impedido que la gente salga a las calles es la represión militar, los mecanismos institucionales al servicio del régimen y el control de los medios de comunicación de masas. La descomposición moral ocasionada por el chavismo no tiene límites y no se recuperará en una o dos generaciones. Es la verdad. La inflación ha llegado a 40 por ciento en lo que va de año y las cifras oficiales sobre desempleo son maquilladas.
Maduro, sin embargo, trata de aparecer en el exterior como San Nicolás, repartiendo lo poco que queda de las reservas económicas internacionales y contratando endeudamientos por aquí y por allá. A Cuba siguen yendo más de cien mil barriles de petróleo por día y el régimen de Evo Morales sigue siendo parásito de Venezuela. Chávez le construyó cuarteles, carreteras, escuelas, le regaló una caravana de carros blindados, aviones y dinero en efectivo. Ahora el ministro de la presidencia boliviano acaba de revelar que una de los últimas dádivas son 404,3 millones de dólares para respaldar el programa social "Bolivia cambia, Evo cumple".
El orondo ministro de la presidencia boliviano, Juan Ramón Quintana, con alguna dosis de ingenuidad puso las cosas en su lugar: ¡No es préstamo! No. ¡Es un regalo!!!
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