La ilegalidad, la
ausencia de formación del recién proclamado Presidente y la voracidad de su entorno,
ya comenzaron a taladrar las bases de la estructura de poder del supuesto
heredero político de Hugo Chávez. Son circunstancias que auguran quebrantos
para todos los venezolanos y un lastimoso final para el régimen.
El mismo Chávez
que nunca jugaba limpio pero se las ingeniaba, solía decir que no había
chavismo sin él. Sentenciaba a quienes discrepaban y con ese halo natural que
atraía a las masas, siempre se imponía a pesar de su gobierno arbitrario, ineficiente.
Creó entelequias electorales sin ideología, ni tesis ni programas y, por
supuesto, sin democracia interna. No le interesaba formar generaciones de
relevo porque de ellas podía surgir el rival.
Ahora su axioma está más vigente que nunca: “!No hay chavismo sin
Chávez!”.
La estrategia
electoral fabricada en La Habana fracasó y Nicolás Maduro está en un callejón
sin salida. No puede aceptar el reconteo de votos, menos aun con la presencia
de observadores internacionales. Hacerlo sería exponerse a que las
irregularidades queden al descubierto, pero al actuar así está tomando su
propia estricnina. Solo haría la revisión si pudiera tapar bien las
tracalerías. Eso explica el apresamiento de militares, allanamientos a granel,
denuncias de asonadas y la presencia de fantasmas en cada rincón, detrás de las
cortinas, debajo de las camas. Sin haberse inaugurado ya tiene encima 7
muertos, 70 heridos y 200 detenidos en todo el país.
En los meandros
de la inteligencia no cultivada de Chávez siempre había imprevistos porque sabía
identificarse con el pueblo. Pero en Maduro no hay nada, con excepción del
instinto animal que está a la vista. No hay ni inteligencia ni respeto a la
otra mitad del país.
Poco después de
haber señalado Nicolás como candidato a sucesor de Chávez, mi buen amigo Pedro
Mogna una tarde me dijo: “Hay quienes dicen que Maduro es apenas un chofer de
autobús subido de lote… Yo no creo eso.
Algo debe tener escondido para haber ascendido tanto”… Después de
haberlo escuchado con atención le repliqué: “!Te equivocas! Lo conozco de vista
y trato y me consta que, además de pelo, en esa cabeza no hay nada. Muchas
veces me acerqué a él para explorar su pensamiento, sus razonamientos, su
consistencia ideológica, y solo encontré frases sueltas e incoherentes”…
A medida que el
tiempo avanzaba y montaban un carnaval con el cuerpo de Chávez en las calles de
Caracas, volví a hablar con Mogna. Esta
vez me dijo: “Oye, tenías razón. No puede hablar 5 minutos sin meter la pata
tres veces. Siento pena ajena”… Lo atajé
y le dije: “Pedro, no sientas pena ajena porque él no tiene sentido del ridículo,
aunque sí es peligroso y puede causarle grave daño al país”…
Ahora, además de
las carencias y del desastre económico en que el país está hundido, eso que
supuestamente es partido de gobierno, el PSUV, está minado por corrientes que luchan
por parcelas de poder, contratos y cuotas clientelares. El gran aliado de
Maduro, el jefe de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, ya comenzó a jugar
al fracaso presidencial y en un momento no lejano le dará la puñalada trapera.
Con esa intención controla buena parte de la Fuerza Armada y la Asamblea Nacional.
Diosdado es consciente del desamor que
Chávez y los Castro le profesaban, pero con frialdad sigue ahí, a la espera,
convencido de que el instante del manotazo llegará. Al igual que el ministro Rafael Ramírez, el teniente
ha esquilmado a la República y ha sido denunciado aunque no investigado. Tiene profesión universitaria, pero
estructuralmente es un militar torpe que grita e insulta.
El gobierno nace
con la enorme flaqueza de un equipo no calificado y no llegará lejos. Y como si fuera poco, entre los militares hay
oficiales que miran, escuchan y abren poco la boca. Por todo eso, Nicolás Maduro es un Presidente
que terminará de manera lastimosa. ¿Sabrá por qué?
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