Ricardo Escalante,Texas
El estrecho
margen que permitió a Nicolás Maduro convertirse en heredero de Hugo Chávez en
la presidencia de la República, da lugar a variadas lecturas. La primera surge
con una pregunta ineludible: ¿Fueron estas unas elecciones limpias y
democráticas?: No. No, porque hubo el
mismo uso abusivo del aparato del Estado que caracterizaba las consultas
populares durante el mandato chavista.
Al solicitar
Capriles Radonsky la revisión de las actas y el reconteo de los sufragios, puso
el dedo en la llaga de las irregularidades y cuestionó la legitimidad del nuevo
jefe del Estado. Su discurso de anoche fue categórico al señalar que disponía
de cifras distintas a las oficiales, además de pruebas de hechos ilegales puntuales
que le habrían arrebatado la victoria. “El perdedor fue usted, señor Maduro”,
dijo y repitió, aunque es improbable que ahora el CNE reconozca errores o
vicios. En el aire también quedará la interrogante de cuántos cubanos, chinos y otros, votaron de manera fraudulenta y eso, por supuesto, nunca se sabrá.
El Presidente
electo lo tiene todo a su favor para ser proclamado y juramentarse, porque
hasta funcionarios de Estados Unidos habían comentado que él ganaría. Será reconocido internacionalmente y los
cuestionamientos serán echados al olvido, con lo cual a medida que el tiempo avance la vida venezolana
irá recobrando la “normalidad”.
En anteriores
artículos yo había hecho referencias al veloz ascenso de la candidatura de
Capriles Radonsky después del cambio de estrategia con relación a la contienda
de octubre pasado, cuando perdió frente a Hugo Chávez. El resultado de anoche arrojó una apretada
diferencia que lleva a análisis tanto del panorama nacional como de Capriles
como líder opositor. La gran debilidad
de la oposición en los últimos tres lustros era la ausencia de líder. Ahora lo tiene, mientras la posición
del gobierno es inversa: Tenía un hombre fuerte, carismático, controversial,
que se identificaba con el pueblo. Ya no lo tiene y todo indica que el ocaso de
la “revolución bolivariana” se inició con la muerte de Hugo Chávez.
Y, aunque será
inevitable examinar las causas de la derrota y dibujar conclusiones, queda intacta
la condición de jefe político adquirida por Capriles en esta contienda, pero, por supuesto, su fortaleza dependerá de la
sensatez y habilidad de su comportamiento político. Una de las
causas de la derrota electoral fue el uso abusivo de los mecanismos del poder,
pero es obvio que ya son muchos los descalabros consecutivos sufridos por la
oposición y muchas las desilusiones.
Será inevitable y saludable un debate abierto sobre el liderazgo que los
venezolanos esperan del proyecto político no chavista.
El país está
dividido en dos toletes del mismo tamaño. No obstante, una de las debilidades
de Capriles está en que no dispone de un partido o movimiento propio sólido,
porque en Primero Justicia hay falencias de bulto. Una de ellas es el
sectarismo que ha demostrado frente a otros partidos y dirigentes de esa alianza
que es la Mesa de Unidad Democrática. Es posible y saludable el surgimiento de
otras figuras, así como un movimiento con ideología, tesis y programas, que
logre interpretar los deseos populares de manera clara. El desafío de la alianza opositora tiene
aspectos que tendrán que resolverse.
¡Vendrán más consideraciones!
Nota: Mis próximos dos trabajos versarán sobre las flaquezas de Nicolás Maduro y del gobierno que está a punto de nacer. !Espérenlos!
Nota: Mis próximos dos trabajos versarán sobre las flaquezas de Nicolás Maduro y del gobierno que está a punto de nacer. !Espérenlos!
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