La vida de los
venezolanos es ahora un fenómeno trágico y hasta inverosímil, en el cual el
poder es usufructuado por unos pocos que han llevado el país a la ruina
económica y moral, enriqueciéndose ellos de manera grosera y aniquilando la
fuente principal de la riqueza nacional.
Así, aquel mar de la felicidad de
que tanto solía hablar Hugo Chávez nunca dejó de ser el fruto de la prestidigitación,
de la manipulación retórica.
Es un mundo fascinante
para quienes lo ven a distancia, porque conduce a reflexiones acerca de cómo
una república situada en el centro de todo, con recursos naturales
incomparables, dotada de ingresos que permitieron la formación de una clase
media sólida y una infraestructura que hasta hace 15 años era buena, en un instante
se descubrió inmersa en un cataclismo que la élite oficialista no ve ni siente.
Lo que el Presidente y sus acompañantes ven y sienten son pajaritos. Es como si
se tratara de una película de destrucción salvaje.
Entretanto, los
ciudadanos sufren cada día porque no encuentran medicinas, papel sanitario, harinas,
pollo, carne de res, aceites, azúcar y muchas otras cosas. Y han terminado por
acostumbrarse a recorrer supermercados
para encontrar un kilo de harina de mala calidad por aquí y un rollo de papel pésimo
por allá, mientras los precios están por las nubes. Caracas es una de las
ciudades más caras e inmisericordes del mundo.
Esa es la
consecuencia de un proyecto político basado en la manipulación de los
sentimientos por parte de Hugo Chávez para perpetuarse en el poder, sin
considerar las necesidades reales de las masas. Por eso él leía a Gramsci y
sabía de hegemonía y, por eso, había leído también Mi lucha, de Hitler, y sabía
de fascismo. No era culto pero algo había estudiado y tenía olfato para jugar
con las masas. A diferencia de Maduro, él tenía claro lo que quería.
Lo que hoy se
vive en Venezuela es consecuencia directa de las políticas de Chávez, sin que
se pueda exculpar a Nicolás Maduro. Según
las poco fiables estadísticas del Banco Central de Venezuela, la inflación en
el primer cuatrimestre de 2013 fue de 12.5 por ciento, y todo hace pensar que
la tasa real para el año será superior a 50 por ciento, mientras el déficit
fiscal está por encima de 15 por ciento y la economía privada es paralítica. El peso de la deuda total interna y externa
es estimado por algunos en casi 300 mil millones de dólares.
Quienes llegan a
Venezuela procedentes del exterior pronto aprenden que en cualquier esquina los
asedia un hampón, fusil en mano y franela roja con la imagen del Che Guevara. Y
no solo asaltan: Matan sin que se les agüe el ojo. Cifras del Observatorio
Venezolano de Violencia ilustran el problema de manera contundente: Durante el
gobierno de Chávez ocurrieron 155 mil homicidios, de los cuales 140 mil
quedaron impunes. Es un panorama cuyas
proporciones son aún más escalofriantes cuando se le incorporan otras formas de
violencia.
No es exagerado
decir que dos o más miembros de cada familia han sido víctimas de la
delincuencia y que la gente sale a la calle con miedo. Nadie sabe si regresará.
Además, el desempleo ha vuelto a repuntar, aunque el Instituto Nacional de
Estadística lo calcula en 7.6 por ciento. La Confederación de Trabajadores de
Venezuela sostiene que se acerca a 15 por ciento de la población activa para el
trabajo, y que 45 por ciento está en la economía informal, que disimula la
dramática situación.
La salud pública
ha desmejorado. Los módulos de las misiones Barrio Adentro están cuasi
paralizados, a pesar de lo cual hay quienes dentro y fuera del país creen que los
gobiernos de Chávez y Maduro han sido abnegados. Luiz Inacio Lula, por ejemplo,
está entre quienes así lo pregonan. Males que se consideraban erradicados -malaria, tuberculosis, dengue hemorrágico,
viruela, parotiditis, poliomielitis y difteria, entre otras- han reaparecido,
en algunos casos con características epidémicas.
Si a lo anterior
se le suma la ruptura de los valores familiares y morales y la corrupción imperante,
promovida desde Petróleos de Venezuela por el superministro Rafael Ramírez,
pues estamos en presencia de uno los peores países del mundo. Duele decirlo
pero es la verdad y, por eso, tenemos que buscar la manera de salir del
gobierno ilegítimo de Maduro.
¡Esa es la
Venezuela de hoy!
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