En los últimos días ha habido hechos relevantes para interpretar las causas y consecuencias de la catástrofe alimentaria que viven los venezolanos.
En primer lugar, debemos preguntarnos por qué el
ilegítimo mandamás le imploró a la presidenta Dilma Roussesf, en Brasilia, el
envío urgente de enormes cargamentos de alimentos. Igual planteamiento le ha
hecho a otros países latinoamericanos y europeos.
La situación es tan crítica, que Maduro y su equipo se
han visto en la necesidad de sentarse frente a frente con el presidente del
Grupo de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza. Lo califican de oligarca, explotador
y vendepatrias, pero al mismo tiempo tratan de encontrar paliativos con su
consorcio, que ha sido el primer productor tradicional de alimentos en
Venezuela.
Mendoza no se amilanó ante Maduro y su atolondrado
vicepresidente. Con firmeza y a la vez
con tranquilidad, en una rueda de prensa demostró cómo y por qué Venezuela dejó
de cultivar maíz, arroz y muchas cosas más.
No obstante, el discurso oficial es infantil: Nadie lo
cree, pero es la forma de explicar y justificar el crecimiento de los problemas
y la impotencia para salir de ellos. Es una incontrolable vorágine, que hace
que todos sospechen que algo inevitable va a ocurrir en cualquier momento. La
atmósfera es pesada, irrespirable, y los caraqueños duermen con un ojo cerrado
y el otro abierto.
Nicolás Maduro y su gobierno sostienen que la oposición
ha venido ocultando alimentos durante
años, pero, por supuesto, no presentan las pruebas a pesar de tener en sus
manos el control del aparato represivo del régimen. Fusil en mano, controlan
toda la red de distribución de productos de primera necesidad.
Es obvio que el explosivo coctel hará añicos el peor gobierno
venezolano de todos los tiempos, porque las expropiaciones e invasiones de
haciendas, de plantas de leche en polvo, de procesadoras de tomate, de harina
de maíz, etc., derrumbaron el aparato económico privado. Su ineptitud ha sido brutal. Ni siquiera hay
papel higiénico.
¿Podrá alguien imaginar lo que sería esconder alimentos
durante años? ¿Sería posible? Por lo demás, el escándalo de Pudreval demostró
que quien hacía importaciones masivas de carne, azúcar, leche, vegetales, y
otros rubros, eran Pdvsa y sus filiales. Y los dejaban descomponer en los
puertos, mientras la élite del poder se llenaba los bolsillos con el robo.
Hugo Chávez desmanteló el sector empresarial venezolano y
transformó a Venezuela en república bananera sin bananas, importadora. Claro,
el problema está en que Pdvsa es mal administrada y los recursos para continuar
dependiendo del exterior se agotaron. Venezuela es ahora un país hipotecado y
desabastecido.
Según las maquilladas cifras oficiales, la inflación
llegó 12.5 por ciento en el primer cuatrimestre del año -la más alta del
Continente-, y se estima que al finalizar 2013 habrá sobrepasado el 50 por
ciento. Los venezolanos viven un alarmante proceso de estanflación.
La inseguridad es, al mismo tiempo, como para llevarse las
manos a la cabeza. Ese es el único país del mundo en que los asaltos a transeúntes
ocurren con fusiles. Los asaltantes
dejaron de usar pistolas. Hace pocos días, en una congestionada autopista de
Caracas, cuando menos treinta maleantes despojaron de sus pertenencias a
quienes se encontraban en unos cien vehículos.
Ni en el cine podría ser peor.
Como si fuera poco, el insensato Presidente acaba de
decir que los militares deben tener su propio canal de televisión. ¡Qué temeridad! Y los ha echado a las calles
con armas de guerra para “mantener el orden”. ¿Pueden los ciudadanos vivir así?
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