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domingo, 5 de mayo de 2013

El poder y su enfermedad

Ricardo Escalante
Hay males contagiosos, unos más que otros, y hay también algunos no solo contagiosos sino incurables. Existen, de la misma manera, terribles epidemias cíclicas que afectan a quienes ejercen en poder, hasta hacerles perder la cabeza y todo asomo de sindéresis.

En América Latina, por ejemplo, ha habido prolongadas  pandemias de dictaduras militares, unas más devastadoras que otras. La cura ha sido difícil, ha tomado mucho tiempo y, en ciertos casos, el virus apenas ha entrado en estado de latencia.

Cristina Kirchner, exabruptos...
Cuando en Venezuela todos creíamos que el mal de las dictaduras había sido erradicado, apareció Hugo Chávez con su golpe de Estado y después con su gobierno autoritario de 14 años. Él contagió a la región con sus formas autocráticas, frente a las cuales hay países que no han encontrado la vacuna efectiva.
Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Argentina, están afectados de manera severa por mandatarios que se sienten providenciales y han desmembrado instituciones que son esenciales en cualquier democracia. El caso de Argentina es alarmante porque los Kirchner no solo implantaron un régimen familiar corrupto sin precedentes, sino que avanza con rapidez hacia un totalitarismo que trata de imitar al chavismo.

Cristina Kirchner ni siquiera se percata que sus exabruptos pueden conducir una dictadura de derecha, y que  en la calle se escuchan voces que claman por el regreso de los militares para “poner orden”. Algunos hasta recuerdan el tiempo del macabro Jorge Videla y piensan que era mejor. Algo terrible.  

Santos, la reelección...

Como si fuera poco, hay otros presidentes elegidos democráticamente que han perdido la brújula, como ahora le ocurre a Juan Manuel Santos en Colombia. En su desespero por la reelección, incurre en el error de buscar un impacto publicitario con la negociación con las FARC, a conciencia de que eso no irá a ninguna parte.

En una manifestación de soberbia, Santos ataca y descalifica a quienes han objetado su inconveniente reconocimiento a la presidencia del ilegítimo Nicolás Maduro en Venezuela. También ignora que está cultivando peligrosos enfrentamientos entre los partidos y otros sectores colombianos, incluyendo a los militares.
Por todo ello, es obvio que el militarismo y las reelecciones presidenciales acarrean males frente a los cuales hay que luchar.  

1 comentario:

  1. Hola, yo también soy de Argentina y quería comentarle que me sorprendo al leer su mirada al respecto de mi país.
    No sé qué voces o que palabras escritas llegan a usted, pero lo cierto es que yo salgo a la calle y no siento eso que usted expresa. No siento ni autoritarismo ni mucho menos la sensación de una dictadura.
    Siento que se han incluido como en ningún otro momento a las minorías, que socialmente hemos crecido muchísimo y que nos hemos permitido al fin, debatir sobre política en cualquier lugar, sobre cualquier tema y sosteniendo cualquier postura o ideología.
    Hoy por hoy, me es imposible ir a una reunión familiar o con amigos y que no se discuta sobre política.
    En las redes sociales también.
    En las plazas de mi ciudad y de la ciudad de Buenos Aires, la gente sale a protestar por lo que quiere, lo que falta y lo que les molesta; y también a apoyar lo que se hace y lo que se proyecta.
    Si, hay impresentables que todavía claman por la dictadura, pero gracias a la memoria que la gran mayoría tenemos y mamamos desde chicos, no son muchos. Y lo cierto es que me duele mucho pensar que en otro país, sean esas las voces que más trasciendan.
    No creo en el gobierno perfecto y coincido con usted en que no me gusta que una misma persona esté en el poder tanto tiempo, pero solo me basta pensar en como estábamos en 2002 y no puedo evitar admirar todo lo que crecimos.
    También espero que en 2015 las cosas cambien y ojalá cambien para mejor. Que alguien nuevo pueda hacer que mi país crezca, pero que no lo haga destruyendo todo lo que se hizo hasta ahora por el simple hecho de diferenciarse.
    Al menos asi lo veo yo.
    Un saludo.

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