Hoy, cuando la
era de Hugo Chávez ya es pasado, Venezuela comienza a avanzar por caminos inciertos
en lo político, en lo económico y en lo social.
Es tal la acumulación de conflictos y contradicciones fraguada en los
últimos 14 años, que sería cuando menos ingenuo pensar en el inicio de tiempos
de concordia y pluralismo de ideas. Son incalculables y
complejas las dificultades y los riesgos que se avecinan.
Es difícil, para
no decir imposible, pensar en el advenimiento de un gobierno de concentración
nacional presidido por Henrique Capriles Radonsky, a quien corresponderá
medirse con Nicolás Maduro en unas elecciones que nadie sabe cuándo ocurrirán. Y nadie lo sabe porque una cosa reza la
Constitución, y otra harán Maduro y Diosdado Cabello. Es perfectamente posible esperar que el
Consejo Nacional Electoral anuncie dificultades organizativas o de otro tipo, para contravenir el espíritu de la ley. Eso no es nada nuevo y Chávez lo practicaba.
Para Capriles
habrá una situación complicada por muchas razones, entre las cuales están: 1) El uso y costumbre de la manipulación de
los procesos electorales desde Miraflores no desaparece con la muerte de
Chávez, porque el CNE sigue controlado por chavistas; 2) el ventajismo
atropellante del aparato propagandístico del Estado ya está en marcha a favor
de Maduro; y, 3) los medios de comunicación siguen sometidos a descomunales
presiones, obligando a la autocensura y a otras limitaciones.
A todo eso se
agregan las deficiencias, contradicciones y sectarismos de la oposición. En las elecciones presidenciales de octubre
hubo una aparente unidad plena, pero el candidato excluyó de su comando a
sectores políticos importantes y se dirigía a ellos como “la vieja política”. Ahora está por verse si esas prácticas
quedaron atrás.
El discurso del
candidato presentaba fallas importantes.
Solo al final atacó de manera frontal a Chávez y al gobierno, luego de
meses de vaguedades e inconsistencias en el manejo de temas esenciales, como el
económico. Por otra parte, en lo que va de año la oposición no ha tenido
un mensaje coherente y eso lo han reflejado las encuestas de opinión pública.
Por lo demás, el
gobierno tiene también serios problemas derivados del derroche, la corrupción y
la ineptitud administrativa. Los
ingresos petroleros, a pesar de los elevados precios internacionales, resultan
insuficientes para cubrir las necesidades del costoso aparato burocrático y una
nueva campaña electoral, por más corta que ella sea.
Lo anterior
explica las causas de la devaluación de más de 46 por ciento a que acaba de ser
sometida la moneda venezolana, así como otras medidas impopulares: Aumentos de impuestos, recorte de ciertos
gastos, etc. Al mismo tiempo, en su
arrestos de urgencia, el gobierno ha acudido otra vez a China en solicitud de más
endeudamiento, comprometiendo grandes cantidades de petróleo. Las últimas gestiones hechas por el canciller
Elías Jaua en ese sentido, fueron un fracaso.
Además, las
empresas petroleras transnacionales han recibido peticiones de pagos
adelantados, vale decir, empréstitos con garantía de suministro de crudos. A Chevron le solicitaron 2 mil millones de
dólares, a Petrobras le hicieron un planteamiento similar que fue resuelto
mediante un préstamo de gobierno a gobierno.
La administración brasilera no se negó, dado que existen intereses
binacionales en la refinería de Pernambuco y empresas como Odebrech tienen
jugosos contratos en Venezuela.
De los 2.3
millones de barriles diarios de petróleo que produce Venezuela, 1.650 mil están
destinados a cubrir el consumo interno y las exportaciones correspondientes a ventas
a futuro, así como otras no rentables que responden a intereses
geopolíticos. Esto resumido en pocas
palabras, da la idea del tamaño de las dificultades que se avecinan.
Es, asimismo,
impensable creer que la muerte de Chávez se traduzca en una repatriación de
capitales privados, puesto que Nicolás Maduro y su amigo Diosdado Cabello, ya
han enviado señales de radicalización del régimen. Por todo eso y mucho más, no nos hagamos
ilusiones.
www.ricardoescalante.com
Es cierto que no nos debemos hacer ilusiones. Empero, debemos ir trabajando para cambiar las cosas, aunque sea a mediano plazo. El país, por muchos recursos que tenga, tendrá que tocar fondo un día, el día que éstos incompetentes y hampones logren lo impensable: arruinar por completo al país.
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