El conflicto
político venezolano va más allá del acoso del gobierno a la oposición, hasta
llegar al terreno movedizo y explosivo de las relaciones entre Nicolás Maduro y
Diosdado Cabello. Ambos se mueven ahora
como en un tablero de ajedrez, calculando cada jugada y buscando la mejor
manera de dar el jaque mate.
Cabello le impuso
la banda presidencial a Maduro, se retrata con él y advierte que los amigos del
imperio los quieren poner a pelear. Se abrazan, ríen con sonrisas ensayadas de
cuñas de televisión y hacen declaraciones de férrea unidad, aunque Diosdado
sabe que las cosas en su contra se han venido fraguando poco a poco pero sin
pausa, como parte de esa estrategia diseñada en La Habana para crear y darle
larga vida al liderazgo de Maduro. Por eso no se desespera. Sabe que el conflicto
es inevitable y toma las cosas con calma.
Maduro, ese por
quien nadie apostaba nada hasta hace poco tiempo, sin formación de ningún
género, de frases hechas con pésimo gusto copiadas del fallecido líder y, por
supuesto, sin carisma, cosechó la fidelidad como quien compra un tique de
lotería y gana. Al lado de Chávez había unos pocos con formación, cultura y
experiencia, pero no fueron tan obedientes como el sindicalista chofer del
Metro y, por eso, fueron apartados en forma inesperada.
A pesar de que
Chávez detestaba la sola idea de tener delfines porque uno de ellos podía
convertirse en enemigo, Diosdado comenzó temprano a tejer su propia red de
poder y acumuló una inmensa fortuna a través de interpuestas personas. Y al
enterarse de la gravedad del cáncer que devoraba a Chávez, cuando este viajó a
La Habana para ser operado por segunda vez, entonces él hizo empapelar calles y
avenidas con afiches que debajo de su foto tenían solo dos palabras: “¡Diosdado
Presidente!”
Antes, en la
época en que actuaba como vicepresidente de la República, se hacía llamar
Presidente Ejecutivo, cosa que molestó al jefe pero que constituía un mensaje a
sus seguidores. De manera simultánea, Diosdado iba ganando amigos en ese mundo
que conoce bien, el de las Fuerzas Armadas.
En ningún momento ha perdido de vista a los militares. Les pasa la mano,
los llama y se reúne con ellos.
A pesar de su
naturaleza altanera, grosera, conocía bien el carácter de Chávez y sabía como
eludirlo en momentos difíciles. Diosdado es sibilino. Cuando Chávez dio con
habilidad el paso para liquidarlo designándolo candidato a la gobernación de
Guárico en las elecciones de diciembre pasado, él calló, bajó el perfil y
continuó en la presidencia de la Asamblea Nacional. Al líder no le quedó más
remedio que escoger a Yelitze Santaella para la gobernación.
De la misma
manera, al señalar Chávez a Maduro como legatario político, Diosdado asimiló el
golpe. No dijo nada. Luego vio la estrategia urdida por Maduro en su contra,
violando lo pautado en la Constitución para evitar que él se encargara de la
Presidencia hasta la elección del nuevo jefe de Estado.
Ahora Diosdado ha
decidido acelerar el paso, avanzando en el control de medios. Es un rumor a voces que a través de un
tercero, acaba de comprar el 40 por ciento de un importante circuito radial y
la televisora opositora que existía en el país.
¡La guerra está cantada!
No hay comentarios:
Publicar un comentario