Un personaje de pacotilla que adquirió un poder
descomunal a la sombra de Juan Domingo Perón y su tercera mujer, Isabel
Martínez, encontraba en el esoterismo un instrumento para ofrecer la “felicidad
suprema” a los argentinos desde el ministerio de Bienestar Social, en el cual
creó una macabra estructura para cometer asesinatos y otros hechos criminales.
Han pasado muchos años desde aquello y él murió mientras era sometido a juicio,
pero el daño causado es imborrable.
Perón, Isabel y El Brujo López Rega |
López Rega se le metió por los ojos a Perón a través de
Isabel, esa ambiciosa cabaretera de escasa formación, que también provenía de
una familia practicante del espiritismo.
Desde un viaje que ella hizo de Madrid a Buenos Aires para pavimentar el camino
para el retorno del conductor después del largo exilio, quedó impresionada por
JLR. El desequilibrado la embaucó y se convirtió en su mensajero, mucamo y,
luego, en secretario privado, hasta cercar a Perón y controlar sus actos.
Al llegar Héctor Campora a la Presidencia argentina en
1973 a la sombra de Perón, éste impuso a López Rega como ministro de Bienestar
Social, lo que dio lugar a patotas que sembraban el terror. En los sótanos del
ministerio, El Brujo tenía un arsenal y calabozos de los cuales muchos no
salían con vida. Desde ahí dirigía una organización paramilitar, que actuaba contra
los “enemigos” del régimen. Los planes de bienestar social eran un parapeto que
ocultaba algo más.
Decía defender y representar los intereses del comandante
supremo y no tenía empacho en defender a la Triple A y a los matones tarifados.
Durante el día hablaba del bienestar social, de programas para impulsar la
felicidad del pueblo. De noche echaba a la calle a sus muchachos sedientos de
sangre, que actuaban como hoy lo hacen La Piedrita y otros colectivos en
Caracas. En pocas semanas, la lista de
sus muertos ya se estimaba en más de mil.
Claro, entre la Triple A y los grupos vandálicos de
Venezuela no hay parangón posible. Se sabe que entre el gobierno de Maduro y
ellos hay vasos comunicantes, pero no podría afirmarse que estén orquestados
desde un ministerio y, además, hay colectivos que se disputan territorios.
El Brujo todavía no había sido juramentado por Cámpora,
cuando ya andaba en jugadas desestabilizadoras contra el nuevo gobierno. Y lo hacía en complicidad con Isabel y un
grupo de incondicionales. El Presidente
era un ingenuo fiel al general, que resultó presa fácil y en menos de dos meses
renunció para dar paso a la tercera presidencia de Perón, cuyo debilitamiento
físico y mental era objeto de rumores, mientras López Rega intentaba cuidar las
apariencias en combinación con la ex bailarina subida de lote. A los argentinos
se les ocultaba la realidad de la salud del conductor, que falleció apenas ocho
meses después de haber iniciado su tercer gobierno.
Isabel, manipulada por el demente de marras, no tenía ni
preparación política ni olfato para el manejo de los asuntos del Estado. No sabía nada de nada. Se limitaba a repetir
lo que el también incapaz López le susurraba.
Hubo una reunión reseñada por Joseph Page, el calificado biógrafo de
Perón, en la cual Isabel salió al paso de los denunciantes de las barbaridades
de López Rega. Con voz firme y mirada torva, ella advirtió que el extravagante
personaje era visto por su finado marido como un hijo. La señora creía en pajaritos.
Aquella mujer que con taparrabos había exhibido sus
atributos en las noches de derrape del Pasapoga en Caracas, no podía, por
supuesto, controlar el poder. El Brujo
se vio obligado a renunciar y viajó al exterior como embajador itinerante,
hasta el día en que Isabel fue derrocada y él comenzó su larga huida, con
nombres falsos. Estados Unidos lo apresó, deportó y fue sometido a juicio.
Es la historia de un amargo capítulo de la vida
argentina. Con un militar-presidente que aspiraba perpetuarse en el poder y que
en el ocaso, ya debilitado, se dejaba llevar por su esposa y por un audaz,
autor de libros esotéricos, en los cuales hablaba de vibraciones de los colores
y daba absurdas fórmulas matemáticas mágicas.
Es al mismo tiempo un ejemplo de cómo esos que en su desvarío, abrazados
a las tumbas de sus mentores, hunden a sus países en la miseria y el caos.
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