Es un magnífico
día, soleado con agradable temperatura, bueno para una relajante caminata. En eso ando, acompañado por esos pensamientos
punzantes que van y vienen, en irremediables vueltas con las angustias que ya
no me abandonan y hasta se ensañan.
¿Cómo deshacerme de ellas? Es un sentimiento de impotencia, como ese de
Kafka cuando ya no sabía si en realidad era ese horrible insecto que…
La pesadilla se agudiza
con imágenes cada vez peores de miseria, sobre todo moral, que son como el agua
derramada. Sin control porque los muros de contención fueron destruidos por
conspiradores de oficio, tras lo cual se abrió paso a la pandilla de
inescrupulosos y resentidos sociales que hacen y deshacen. El mal se prolonga
sin que nada nos permita saber si el trance final es inminente, aunque todos
olfateamos la fetidez proveniente de esa oficina de puertas doradas y paredes
adornadas por frescos que ya no dicen nada porque hasta los héroes enmohecieron.
Al llegar el
atolondrado militar golpista al poder con el apoyo de una mayoría alucinada, se
produjo el mal cambio que todavía hoy no termina de dañar conciencias. Eso
explica el comportamiento de quienes -incluyendo muchos no mal vestidos y sin
apariencia de desnutridos-, cargan pesados artefactos eléctricos sobre sus
hombros, mientras otros luchan por arrebatar la cosa ya robada. Grupos que derriban
santamarías. Ninguno de esos vándalos busca
alimentos o medicinas. La incitación al delito
proviene de esa oficina demasiado grande para una cabezota de masa atrofiada -con comandantes “fosforito” como asesores y
diosdados como “legisladores”-, y, además, todo el mundo sabe que los grandes
saqueadores del Erario están anclados en el gobierno.
Claro, nada
edificante puede esperarse de la distorsión de principios y valores
fundamentales, porque al lado de los héroes nacionales, en textos escolares con errores y horrores
aparecen citas de Marx y el Che Guevara, así como del “comandante supremo”, que
ha alcanzado y sobrepasado la dimensión histórica del Padre de la Patria. De
esa manera se asciende a la cúspide del sistema educativo y, por eso, muchos
jóvenes no reúnen las calificaciones suficientes para obtener cupo en las
mejores universidades del exterior, aunque, por supuesto, hay dignas excepciones. Magníficos profesionales formados en la época
anterior han emigrado y los jóvenes estudiosos también, con lo cual
médicos-policías, ingenieros-policías y otros que reportan directamente a La
Habana, tienen el camino libre.
Los discursos de
soberanía y nacionalismo son pobres en la forma y en el fondo. No terminan las
condenas al espionaje denunciado por Edward Snowden, el espía deseoso de
figuración que por alguna razón trabajaba para la CIA, pero aquí cabe preguntarse
entonces cómo o por qué hablan de soberanía y nacionalismo quienes entregaron
el país. Las decisiones grandes, medianas
y pequeñas, todas, se cocinan en La Habana y son ejecutadas por cubanos en ese
territorio que el “comandante supremo” puso en sus manos.
Así marcha todo,
sin que nadie se rebele. Hay, ciertamente, una “guerra económica” (economía de
guerra suena mejor) porque no hay leche, arroz, papel higiénico, aceite,
medicinas, repuestos para vehículos y más. La maquinita de imprimir dinero sin
respaldo da síntomas de estar recalentándose, porque el Banco Central encabezado
por un adorador insensato de la “revolución” no imagina las consecuencias. Los muertos por asaltos, atracos,
violaciones, etc., forman parte de estadísticas con mejillas bien maquilladas
para no asustar a los familiares de tantas víctimas. A la hora de los saqueos
(que no han terminado), hay policías y guardias nacionales que llaman al orden:
“¡Háganlo por turnos!”. Ellos mismos son
parte la rebatiña.
Los organismos
del Estado están minados por la corrupción, que comienza en la industria generadora
del grueso de las divisas y se extiende como la hiedra. La economía privada y
la salud pública están tullidas. Es una
historia larga y complicada, y, aunque todavía me niego a pensar que las
reservas morales sean apenas cenizas, por momentos me asalta la duda: ¿Habrán
creado una república de zarrapastrosos con ese cabezón estólido como
protagonista principal?
" Ya lo sentenció Rosseau “Es efecto de las riquezas corromper a la vez al rico y al pobre; el uno por la posesión, al otro por la codicia”. En Venezuela el problema ya no es la corrupción como hecho social, es la inmensa fila de ciudadanos que están esperando su oportunidad para lucrarse de forma rápida y fácil." Tomado de http://blogdelcnelbellorin.blogspot.com/2011/02/el-mito-de-las-mayorias.html
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