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jueves, 22 de agosto de 2013

Tiempos de dictadura

Ricardo Escalante
Gracias a un gesto amable de mi amigo el doctor Joaquín Chaffardet, acabo de ver la película testimonial Tiempos de dictadura, dirigida y producida por Carlos Oteyza, que constituye un recordatorio del viejo dicho conforme al cual los extremos siempre se tocan y de que el aprendizaje de nuestra historia contemporánea es fundamental si queremos saber qué somos y hacia dónde vamos.

Ese es el acierto de la película, aunque también tiene deficiencias bulto que por momentos conducen al aburrimiento.  Se hace pesada porque repite testimonios que habrían sido buenos dichos una vez. En cambio, le faltan aspectos tan relevantes como la justificación del régimen dictatorial por los grandes protagonistas, como Marcos Pérez Jiménez, Pedro Estrada y Vallenilla-Lanz Planchart. 
Eso era esencial si se quería ocasionar el choque de opiniones.  Huelga decir que Pérez Jiménez concedió innumerables entrevistas que hoy dan vueltas en Youtube, y de Estrada también las hay, además de libros, entre ellos uno de conversaciones con Blanco Muñoz.  Las opiniones de Maldonado lucían insuficientes en la película.  Digo esto porque a nadie se le ocurriría hoy, por ejemplo, hacer una película sobre Chávez sin utilizar fragmentos de sus arengas, que en medio del atolondramiento alucinaban a las masas.
Otra falencia fue haber ignorado los contundentes criterios expuestos por los otros protagonistas:  Los defensores y luchadores de la libertad y por la libertad, como Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez y otros.  El gran tribuno que fue Villalba dejó intervenciones maravillosas, cargadas de lecciones.  De Betancourt, CAP, Caldera y otros, hay cerros de documentos y discursos.  Son encomiables los testimonios de José Agustín Catalá, Isabel Carmona, Simón Alberto Consalvi y otros, pero Carlos Oteyza se quedó corto o lo asesoraron mal.
Algo importante podía haber sido la reflexión de uno de esos jóvenes bien formados que no vivieron el oprobio de aquellos tiempos.  Sin salirse del tema, habría resultado interesante saber si ellos están de acuerdo o no con aquella represión y por qué, a los fines de orientar al espectador acerca de la incidencia de hechos brutales en la conciencia de los venezolanos.  ¿Por qué no hubo un juicio de valor sociológico? 
El cineasta Carlos Oteyza
Al lanzar al voleo estos razonamientos a propósito del trabajo cinematográfico en cuestión, no puedo dejar de confesar que me cuento entre quienes están a punto de creer que buena parte de los venezolanos estamos condenados una carga genética de adoración y sometimiento a las autocracias. No de otra manera se explica lo que cada día vemos y toleramos de manera absurda.
Es verdad que algunos hemos leído algo de historia contemporánea y todavía nos falta mucho por aprender, pero si la intención del cineasta era la controversia pues podía haber hecho algo un poco más atrevido y completo.  De manera clara se nota que el papel de Laureano Márquez, hombre con formación intelectual, fue de mero locutor, engolando y bajando la voz por momentos, sin injerencia en el fondo del asunto.
En una de las imágenes del film aparece el dictador luciendo el vistoso uniforme de gala con casaca color crema y pantalón oscuro, que era casi un emblema de aquella época militar y no volvió a ser usado después de 1958, hasta el día en que al presidente Hugo Chávez se le ocurrió revivirlo. Era como ver una reedición de Pérez Jiménez, en un acto en el cual parecía a punto de incendiar al país.  Y tal como allí también queda dicho, el malévolo MPJ impuso el orden pero lo hizo a sangre y fuego, con torturas y represión brutal.  Chávez sembró el caos total, cuya recuperación costará generaciones de lucha, y colocó en la línea de sucesión a un ignorante, primitivo, interesado en la defensa de sus congéneres corruptos y en terminar de hundir el país.  ¡Tiempos de dictadura!

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