Gracias a un gesto amable de mi amigo el doctor Joaquín Chaffardet, acabo de ver la película testimonial Tiempos de dictadura, dirigida y producida por Carlos Oteyza, que constituye un recordatorio del viejo dicho conforme al cual los extremos siempre se tocan y de que el aprendizaje de nuestra historia contemporánea es fundamental si queremos saber qué somos y hacia dónde vamos.
Ese es el acierto
de la película, aunque también tiene deficiencias bulto que por momentos
conducen al aburrimiento. Se hace pesada
porque repite testimonios que habrían sido buenos dichos una vez. En cambio, le
faltan aspectos tan relevantes como la justificación del régimen dictatorial
por los grandes protagonistas, como Marcos Pérez Jiménez, Pedro Estrada y Vallenilla-Lanz
Planchart.
Eso era esencial
si se quería ocasionar el choque de opiniones.
Huelga decir que Pérez Jiménez concedió innumerables entrevistas que hoy
dan vueltas en Youtube, y de Estrada también las hay, además de libros, entre
ellos uno de conversaciones con Blanco Muñoz.
Las opiniones de Maldonado lucían insuficientes en la película. Digo esto porque a nadie se le ocurriría hoy,
por ejemplo, hacer una película sobre Chávez sin utilizar fragmentos de sus
arengas, que en medio del atolondramiento alucinaban a las masas.
Otra falencia fue
haber ignorado los contundentes criterios expuestos por los otros
protagonistas: Los defensores y
luchadores de la libertad y por la libertad, como Jóvito Villalba, Rómulo
Betancourt, Carlos Andrés Pérez y otros.
El gran tribuno que fue Villalba dejó intervenciones maravillosas,
cargadas de lecciones. De Betancourt,
CAP, Caldera y otros, hay cerros de documentos y discursos. Son encomiables los testimonios de José
Agustín Catalá, Isabel Carmona, Simón Alberto Consalvi y otros, pero Carlos
Oteyza se quedó corto o lo asesoraron mal.
Algo importante
podía haber sido la reflexión de uno de esos jóvenes bien formados que no
vivieron el oprobio de aquellos tiempos.
Sin salirse del tema, habría resultado interesante saber si ellos están
de acuerdo o no con aquella represión y por qué, a los fines de orientar al
espectador acerca de la incidencia de hechos brutales en la conciencia de los
venezolanos. ¿Por qué no hubo un juicio
de valor sociológico?
El cineasta Carlos Oteyza |
Al lanzar al
voleo estos razonamientos a propósito del trabajo cinematográfico en cuestión,
no puedo dejar de confesar que me cuento entre quienes están a punto de creer
que buena parte de los venezolanos estamos condenados una carga genética de
adoración y sometimiento a las autocracias. No de otra manera se explica lo que
cada día vemos y toleramos de manera absurda.
Es verdad que
algunos hemos leído algo de historia contemporánea y todavía nos falta mucho
por aprender, pero si la intención del cineasta era la controversia pues podía
haber hecho algo un poco más atrevido y completo. De manera clara se nota que el papel de
Laureano Márquez, hombre con formación intelectual, fue de mero locutor,
engolando y bajando la voz por momentos, sin injerencia en el fondo del asunto.
En una de las
imágenes del film aparece el dictador luciendo el vistoso uniforme de gala con
casaca color crema y pantalón oscuro, que era casi un emblema de aquella época
militar y no volvió a ser usado después de 1958, hasta el día en que al
presidente Hugo Chávez se le ocurrió revivirlo. Era como ver una reedición de
Pérez Jiménez, en un acto en el cual parecía a punto de incendiar al país. Y tal como allí también queda dicho, el malévolo
MPJ impuso el orden pero lo hizo a sangre y fuego, con torturas y represión
brutal. Chávez sembró el caos total,
cuya recuperación costará generaciones de lucha, y colocó en la línea de
sucesión a un ignorante, primitivo, interesado en la defensa de sus congéneres
corruptos y en terminar de hundir el país.
¡Tiempos de dictadura!
Excelente articulo!
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