Escuchar y ver a Nicolás Maduro en sus atormentadas exposiciones produce sentimientos encontrados. Es, por un lado, mirar a un hombre con cara de bueno y destino enigmático, que intenta personificar a un torpe comediante en el papel de mandamás en un país subdesarrollado. Por el otro, es entrar en un inevitable estado de desazón.
Maduro sonríe
como aquel hombre de peluca blanca de la etiqueta los potes de avena Quaker,
que hace mucho tiempo aparecía de cuerpo entero, alto, con otro pote de avena Quaker
en sus manos, que a su vez… Nadie sabía por qué ese individuo usaba peluca
blanca, pantalones a media pierna y mostraba ese potecito de avena que se repetía
ad infinitum. Así es Maduro. Nadie sabe
por qué intenta imitar o usar la misma chaqueta tricolor sudada de Hugo Chávez,
ni para qué la usa, como tampoco se sabe qué piensa o si en realidad piensa. Copia al mentor hasta en las amenazas y en la mirada.
Ese drama del
presidente Maduro es nuestro drama porque no atinamos a imaginar adónde o para
qué conduce ese país descarrilado que es hoy Venezuela. Pero, señores, no se rían porque la cosa no
es para eso. Ese “señor avena Quaker” -con el perdón de la
empresa procesadora del beneficioso cereal- está empujando a los venezolanos
hacia un catastrófico despeñadero, frente al cual todavía estamos a tiempo para pensar en una
solución que abra el camino a la rectificación.
Ahora acaba de
anunciar que va a solicitar poderes especiales para combatir la corrupción, es
decir, alguien le hizo ver que además de jefe del Ejecutivo, debe transformarse
en policía, fiscal acusador y juez supremo.
Eso no está mal si se piensa que la pretensión última es quitarse la
careta para actuar a lo Idí Amín, Gaddaffi o Fidel Castro, o sea, como aquellos
atrabiliarios dueños del poder total, tarea en la cual Diosdado Cabello será
verdugo. Pero lo que el pobre Maduro no
sabe es que el maligno Diosdado solo cree en sí mismo.
Con tono solemne
dijo: “Nosotros no vamos a permitir el surgimiento supuesto de una
boliburguesía que reproduzca el metabolismo diabólico del poder político del
capital, y que más temprano que tarde, de esta revolución, desde adentro,
surjan sus propios diablos para traicionar al pueblo. Eso puede suceder”… ¿El "señor Quaker" querría decirnos algo al utilizar esa frase de hermenéutica autobusera?
Bueno, tal vez trataba de insinuar que prepara una investigación sobre esa enorme cantidad de empresas de maletín que ha
defraudado al Fisco. La propia Edmée
Betancourt, ex presidenta del Banco central, denunció una enorme madeja de
miembros del PSUV y de testaferros que han esquilmado la riqueza nacional y,
como si fuera poco, todo el mundo sabe cómo se manejan los dineros de PDVSA y
de dónde proviene la descomunal riqueza de Diosdado Cabello, contra quien han
sido formuladas múltiples denuncias.
¿Al hablar de boliburguesía, Nicolás estará pensando en Rafael Ramírez y Diosdado Cabello? Tal vez sí, porque Pudreval y los casos de Diosdado en el ministerio de Infraestructura son inolvidables. No obstante, debemos conceder el beneficio de la duda a unos cuantos escépticos que sostienen que Maduro no se percata de sus interminables ridiculeces, y ni siquiera de que su mujer también tiene rabo de paja.
¿Al hablar de boliburguesía, Nicolás estará pensando en Rafael Ramírez y Diosdado Cabello? Tal vez sí, porque Pudreval y los casos de Diosdado en el ministerio de Infraestructura son inolvidables. No obstante, debemos conceder el beneficio de la duda a unos cuantos escépticos que sostienen que Maduro no se percata de sus interminables ridiculeces, y ni siquiera de que su mujer también tiene rabo de paja.
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