Ricardo Escalante, Texas
La
candidatura presidencial de Henrique Capriles presenta debilidades que no
podrían atribuirse ni a un solo factor ni a un solo personaje, que deberían ser vistas como la consecuencia de vicios y errores propios y ajenos con
gravedad suficiente como para no formarse falsas ilusiones.
Ponderar el
desenvolvimiento del joven candidato significa, en primer lugar, echar un
vistazo al país para constatar que no se trata de una lucha sencilla, porque en
los últimos trece años ha ocurrido una alteración valores ciudadanos que ha
acostumbrado a buena parte de los sectores populares venezolanos a las dádivas
del gobierno. Hay quienes han dejado de trabajar y hasta de estudiar para vivir
de las “misiones sociales”, al asegurar ingresos para comer y hasta para tomar
algunas cervezas los sábados. Para darle sustento al proyecto político
oficialista, se ha creado una sociedad de holgazanes dentro de la sociedad
venezolana.
No es fácil
convencer a esos venezolanos de la necesidad de emprender tareas productivas y
de que, al mismo tiempo, ellos han venido siendo utilizados políticamente por
un gobierno que dilapida recursos que son propiedad de todos. Resulta obvio que buena parte de los estratos
D y E de la población se siente representada por el presidente Chávez y sus
políticas y, en consecuencia, no es fácil luchar contra eso. Como si fuera poco, con Chávez dejó de
existir la separación de poderes y reina el uso gubernamental abusivo de los
medios de comunicación.
Partiendo
de ese hecho incontrastable, se presume entonces que el candidato opositor y su
comando han tenido a mano minuciosos estudios del fenómeno como herramienta
básica para diseñar una estrategia electoral eficiente, un mensaje capaz de
llegar a los desposeídos y de atraer a quienes estiman bueno al régimen
chavista porque dilapida.
Frente a
tales consideraciones es necesario preguntarse: ¿La campaña de Capriles se
fundamenta en estudios de ese tipo? ¿Tiene él los mejores asesores electorales
y los toma en cuenta? ¿Durante la precampaña se hicieron estudios sobre la
fragilidad de su discurso y las formas de mejorarlo? ¿Capriles evalúa de manera
constante su propio desempeño y hace los ajustes necesarios? ¿Ha aglutinado a
la oposición o, por el contrario, ha alejado aliados fundamentales? Las
respuestas son, por supuesto, un secreto de Capriles y sus allegados.
Hay,
igualmente, elementos de fondo que afectan la conducta de las organizaciones
políticas opositoras: Transmiten la sensación de participar con reservas en la
campaña electoral, movidas por intereses parciales que, en el supuesto de una
victoria electoral de Capriles, desde el primer día colocarían al nuevo
gobierno en situación de minusvalía. ¿Podrá sostenerse un gobierno en
circunstancias tan difíciles? Alcanzar el máximo nivel de conocimiento de un
candidato en la población toma tiempo y grandes sumas de dinero, a pesar de lo
cual los partidos se entramparon en un conflicto para demorar la selección del
abanderado en la creencia de que sacarían ventajas. Chávez, entretanto, ha
utilizado todos los mecanismos posibles a su favor.
Henrique
Capriles hace un encomiable esfuerzo y quienes estén en desacuerdo con el curso
de los acontecimientos nacionales tendrán que votar por él y, por supuesto, sería
imperdonable que hubiera partidos que actuaran como lo hicieron AD y COPEI
cuando faltaban menos de dos semanas para las elecciones presidenciales que ganó
Hugo Chávez en 1998. Todavía está fresco el arreglo o, mejor, la metedura de
pata de su renuncia a las candidaturas de Luis Alfaro Ucero e Irene Sáez, para
terminar ayudando a Chávez por vía indirecta.
www.ricardoescalante.com
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