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domingo, 23 de febrero de 2014

Destinos atados de dos dictadores

Nicolás Maduro y Víctor Yanukóvich, castigados por la rebelión de las masas.
Ricardo Escalante

Las recias y admirables luchas populares que acaban de imponerse en Ucrania son para los venezolanos un magnífico ejemplo de cómo los regímenes arbitrarios, violadores de derechos humanos, ineficientes y corruptos, terminan por volar hechos añicos.

No hay que ser un estudioso a fondo de la vida y costumbres ucranianas, para comprender que son muchas las cosas en común entre los dictadores Víctor Yanukóvich y Nicolás Maduro, y que éste ha tensado tanto la cuerda, que sus conciudadanos ya están hartos de tantos y tan seguidos atropellos. Hasta en el socorrido lenguaje hay parecido, aunque, por supuesto, Yanukóvich no es tan primitivo.


Ambos, Yanukóvich y Maduro, lanzan al voleo denuncias sobre “maniobras foráneas” y “golpes de Estado” que solo sus entumecidos cerebros dan por buenos.  Nadie más que sus cortes corruptas se han regodeado en alharacas sobre la supuesta felicidad provista a sus pueblos, que asfixiados por el hambre y la represión brutal se han rebelado en las calles, sin miedo a prisiones, tanques y grupos de mercenarios. “!No hay mal que dure cien años!”

Hay versiones conforme a las cuales en Donetsk impidieron el despegue del avión en que el autócrata de aquel gélido país limítrofe con Rusia, pretendía huir, algo parecido a lo que ocurrió con Hugo Chávez en abril de 2002, cuando un grupo de generales se opuso a que viajara a Cuba y las cosas terminaron mal.

Ahora bien, no se puede desconocer que también existen diferencias significativas entre Nicolás Maduro y  el depuesto ucraniano. En primer lugar, Yanukóvich no es tan elemental como su colega venezolano, porque acudió a una universidad y estudió economía. Y aunque durante su régimen el aparato productivo se vio afectado de manera significativa, sus políticas nunca llegaron a ser de destrucción total. El sector industrial conservó un respetable grado de desarrollo. El venezolano, en cambio, solo heredó a su maestro -el irresponsable Hugo Chávez-, con la idea de acabar todo para dominar a los venezolanos en la ruina. Ruina como política de Estado.

Otra diferencia importante es que en Ucrania siguió funcionando el Parlamento, que fue el encargado de proceder a la destitución que las masas reclamaban en las calles. Maduro, en cambio (también “elegido” en votaciones fraudulentas), no saldrá por una acción del legislativo porque él controla todos los poderes y maneja a Venezuela como si fuera su hacienda particular, con directrices habaneras.

Hay otras diferencias y similitudes entre Nicolás Maduro y el depuesto dictador Yanukóvich. Sus resquebrajados destinos comunes ponen de relieve la fragilidad de ambos frente a pueblos hastiados, que han desafiado el control militar y a grupos de matones.  ¡Mal futuro para Nicolás!
@opinionricardo

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