Ricardo
Escalante
Las recias y admirables luchas populares que acaban de
imponerse en Ucrania son para los venezolanos un magnífico ejemplo de cómo los
regímenes arbitrarios, violadores de derechos humanos, ineficientes y corruptos,
terminan por volar hechos añicos.
No hay que ser un estudioso a fondo de la vida y
costumbres ucranianas, para comprender que son muchas las cosas en común entre
los dictadores Víctor Yanukóvich y Nicolás Maduro, y que éste ha tensado tanto
la cuerda, que sus conciudadanos ya están hartos de tantos y tan seguidos atropellos.
Hasta en el socorrido lenguaje hay parecido, aunque, por supuesto, Yanukóvich
no es tan primitivo.
Ambos, Yanukóvich y Maduro, lanzan al voleo denuncias
sobre “maniobras foráneas” y “golpes de Estado” que solo sus entumecidos
cerebros dan por buenos. Nadie más que
sus cortes corruptas se han regodeado en alharacas sobre la supuesta felicidad
provista a sus pueblos, que asfixiados por el hambre y la represión brutal se
han rebelado en las calles, sin miedo a prisiones, tanques y grupos de
mercenarios. “!No hay mal que dure cien años!”
Hay versiones conforme a las cuales en Donetsk impidieron
el despegue del avión en que el autócrata de aquel gélido país limítrofe con
Rusia, pretendía huir, algo parecido a lo que ocurrió con Hugo Chávez en abril
de 2002, cuando un grupo de generales se opuso a que viajara a Cuba y las cosas
terminaron mal.
Ahora bien, no se puede desconocer que también existen
diferencias significativas entre Nicolás Maduro y el depuesto ucraniano. En primer lugar,
Yanukóvich no es tan elemental como su colega venezolano, porque acudió a una
universidad y estudió economía. Y aunque durante su régimen el aparato
productivo se vio afectado de manera significativa, sus políticas nunca
llegaron a ser de destrucción total. El sector industrial conservó un
respetable grado de desarrollo. El venezolano, en cambio, solo heredó a su
maestro -el irresponsable Hugo Chávez-, con la idea de acabar todo para dominar
a los venezolanos en la ruina. Ruina como política de Estado.
Otra diferencia importante es que en Ucrania siguió
funcionando el Parlamento, que fue el encargado de proceder a la destitución
que las masas reclamaban en las calles. Maduro, en cambio (también “elegido” en
votaciones fraudulentas), no saldrá por una acción del legislativo porque él controla
todos los poderes y maneja a Venezuela como si fuera su hacienda particular,
con directrices habaneras.
Hay otras diferencias y similitudes entre Nicolás Maduro
y el depuesto dictador Yanukóvich. Sus resquebrajados destinos comunes ponen de
relieve la fragilidad de ambos frente a pueblos hastiados, que han desafiado
el control militar y a grupos de matones.
¡Mal futuro para Nicolás!
@opinionricardo
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