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domingo, 16 de febrero de 2014

!A sacar a Maduro!

La gente debe seguir en las calles venezolanas, pero urge un liderazgo fuerte para impedir que las masas se descarríen.
 
Ricardo Escalante
Nunca como ahora Venezuela había estado al borde de un baño de sangre en gran escala como consecuencia de la represión brutal del gobierno militarista-totalitario e ineficiente. La gente se lanza las calles de manera cuasi espontánea porque quiere poner coto  al hampa callejera, a la inflación desbocada, a la falta de alimentos, al robo de los dineros públicos, a la inseguridad, la censura a los medios de comunicación y a las muertes y heridos causados por el gobierno.  
Nicolás Maduro reprime en forma brutal las cada vez más grandes manifestaciones de protesta, y lo hace con la fuerza policial y con esa estructura paramilitar denominada “colectivos”, que responden a las órdenes de Diosdado Cabello. Son múltiples las fotografías en las cuales se observan los mercenarios de Cabello en plena acción, armados hasta las muelas, mientras disparan contra la población inerme.
La gente está en las calles y tiene que hacerlo. Ya no puede continuar impasible ante la interminable cadena de vejámenes, pero, al mismo tiempo, en este instante se pone de manifiesto la necesidad de un conductor con agudo olfato político y valentía, que interprete los sentimientos colectivos, porque las masas corren grave peligro cuando se descarrían, sucumben ante las balas del gobierno y no terminan en nada bueno. Quienes han estudiado historia de movimientos sociales saben que al actuar por sí mismas, las masas solo tienen sentimientos de anarquía. ¡Son irracionales!
Un terrible ejemplo del delirio de la anarquía es lo ocurrido a partir del 9 de abril de 1948, cuando el carismático líder Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado en Bogotá.  La ciudad ardió en un desenfreno total.  Nadie sabía quién era quién. Los colombianos salían a las calles a matarse unos a otros sin saber por qué, a quemar negocios, a saquear, a destruirlo todo a su paso, en lo que fue una orgía de violencia de muchos años.  Hay quienes calculan en más de 250 mil muertos el número de caídos en ese infortunado proceso. 
En Venezuela también hemos tenido experiencias de ese tipo. La peor ocurrió el 27 y 28 de febrero de 1989, apenas un mes después del segundo ascenso de Carlos Andrés Pérez a la Presidencia de la República. La cantidad de muertos nunca se llegó a precisar, pero se sabe que fueron varios cientos y que hubo miles de heridos, cuando todavía el famoso “paquetazo” de ajustes económicos no estaba decidido.  El entonces ministro Miguel Rodríguez, de planificación, apenas había anunciado el aumento del precio de la gasolina, pero era temprano para saber cuándo entraría en vigencia y cuál sería el monto.
Aquel desgraciado suceso fue pretexto para que los conspiradores de oficio se sintieran estimulados en su propósito de demoler el sistema.  Por un lado Arturo Uslar Pietri, Jorge Olavarría, ciertos dueños y directores de periódicos y otros, arreciaron su campaña anti sistema y, por el otro, la logia de militares que había estado fraguando golpes durante años aceleró los planes del alzamiento del 4 de febrero de 1992. Es una larga y bien conocida historia, que contó con el malévolo oportunismo de Rafael Caldera, Ramón Escovar Salom y otros.
Ahora bien, en las actuales y graves circunstancias que atraviesa Venezuela, urge un líder opositor y un grupo de dirección colectiva sólido, con firmeza para enfrentar sin tregua a los facinerosos del gobierno, encabezados por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Hasta ahora las masas no se han descarrilado, pero eso pudiera pasar. En el movimiento estudiantil hay jóvenes inteligentes y con espíritu democrático, como lo ha demostrado el hasta ahora sensato Juan Requesens, pero falta alguien más.   
@opinionricardo

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