Ricardo
Escalante
La perfidia de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello es
proverbial y por momentos se convierte en paranoica, nada alejada de esas
escenas de locos de atar en manicomio de pueblo, pero, al mismo tiempo, es
bueno advertir que cualquier desliz de dirigentes opositores sin brújula
profundizará el desconcierto de la población venezolana.
Las masas siguen en la calle con su admirable voluntad,
pero saltan a la vista los signos de ausencia de un liderazgo opositor sólido. Así,
por ejemplo, mientras las masas reclamaban una desesperada solución al caos, la
desidia y abusos oficiales, en la entrega de Leopoldo López a los cuerpos
represivos del Estado hubo detalles confusos que no han sido explicados de manera
convincente por él y sus familiares más cercanos.
Maduro afirmó que López, a través de sus padres y su
esposa, había negociado y convenido todo con el gobierno a las tres de la
madrugada, es decir, que el dirigente de Voluntad Popular habría montado un
circo con la venia de Miraflores y la participación directa de Diosdado Cabello.
¿No es eso una manifestación de debilidad de quien se supone parte del
liderazgo emergente? La capacidad presidencial para la farsa es monumental y de
ahí se puede esperar cualquier cosa,
pero, por supuesto, logró sembrar dudas y desencanto no fáciles de disipar.
Después de las palabras de Maduro, los suspicaces
esperaban un inmediato y categórico desmentido por parte de los padres y la
esposa de L.L., pero a través de CNN en español ocurrió todo lo contrario. Con la ingenuidad propia de alguien no curtido
en las refriegas políticas de la vida diaria, la señora Lilian Tintori admitió que
las negociaciones tuvieron lugar y, algo peor, que las fuerzas represivas
actuaron para proteger a su marido, porque tenían noticias o rumores de que iba
a ser asesinado. ¿Quién o quiénes tenían
planes para liquidarlo? Con su intención
aviesa, Maduro no vaciló en apuntar con su índice a presuntos mercenarios de la
oposición. ¡Mala señal esa!
Se hace necesario entonces acudir al pasado aleccionador de
aquellos que lucharon contra las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos
Pérez Jiménez en Venezuela. El cerebro
gris de los servicios represivos de Pérez Jiménez, el inteligente y peligroso Pedro
Estrada, dejó algunas anécdotas célebres que nunca fueron desmentidas por
ciertos aludidos. Y como recurrir a
orientadores pasajes nunca está demás, quienes quieran encontrar algunos
relatos de envilecimiento de la condición humana, pueden desempolvar el viejo
libro Pedro Estrada habló, de Agustín
Blanco Muñoz.
Lo que nunca pudo ser desmentido o puesto en duda por los
representantes de aquel sangriento régimen militar, es que en esa esa década
amarga hubo dirigentes comunistas y adecos que lucharon desde la clandestinidad
y el exilio sin dar ni pedir tregua. Valiosos hombres (cómo olvidar a Ruiz
Pineda, Luis Hurtado y muchos otros) perdieron la vida, pero al final Pérez
Jiménez, Estrada y sus colaboradores, salieron en estampida el 23 de enero de
1958 y hasta olvidaron en el camino sus maletas repletas de dólares.
Nadie podrá negar que en Venezuela ha habido hombres con
cojones que han arriesgado y perdido el pellejo en defensa de las libertades y
de la pluralidad de las ideas, pero ahora hay quiénes se preguntan si eso
pertenece a un distante y olvidado pasado. ¡Me niego a creerlo!
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