Hoy ando contento y no es para menos:
Me he enterado, aunque con comprensible demora, que mi gran amigo
Nicolás Maduro, ¡por fin!, pegó una: Acaba de revelar su decisión de luchar contra
la corrupción que devora a la sociedad venezolana. Pero, claro, a él no se le
puede pedir mucho porque apenas está aprendiendo y, además, para eso están los
asesores: Para indicarle el sendero correcto.
Pues bien, aplaudo su acierto pero, con el aprecio que le profeso debo
decirle que la cosa estuvo bien en la forma pero no en el fondo. Y por el conocimiento que tengo de sus sanas
intenciones, imagino que la metida de pata es de esos pésimos asesores cubanos
que no saben quién es quién en Venezuela. En ese embrollo, al mezclar chicha con
limonada el resultado no podía ser más diarreico.
Maduro habló de Pdvsa y de Primero Justicia y en la Asamblea Nacional
montaron un coro. Cuando PJ todavía no era partido político sino una ONG,
algunos de sus miembros incurrieron en un acto cuestionable desde el punto de
vista moral pero no ilegal y, por eso, estoy seguro que ahora Maduro trató pero
no pudo comunicar lo que le dijeron: Que
en la industria petrolera roja rojita manejada por el hombre de sospechosa voz
aterciopelada, todo o casi todo es ilegal e inmoral. Corrupción a montones, cuánto
hay pa´ eso... Por eso no pasó de
Primero Justicia.
Con su especial candidez y con sus avanzados conocimientos de la escuela
primaria, Maduro salió lanza en ristre con las denuncias. Ahh, pero el detallito estuvo en que detrás
de los asesores del Presidente Encargado (Encargado, porque del otro nadie sabe
nada) se movía nada más y nada menos que el ambicioso Diosdado Cabello, sin que
la inocencia le permitiera a mi amigo saber por dónde iban los tiros. En la
Fiscalía General de la República y en otros lugares reposan cerca de 30 señalamientos
concretos de desfalcos del Erario por miles de millones de dólares, cometidos
por Cabello a su paso por la Administración Central y en la Gobernación de Miranda.
Maduro, además, durante un buen tiempo fue superministro de Relaciones
Exteriores y viajó interminables veces a Buenos Aires. En aquella hermosa ciudad
de aires europeos, él contemplaba absorto calles, avenidas, monumentos, y
miraba los techos y las hermosas lámparas de cristal de la Casa Rosada,
mientras avanzaban hechos de corrupción sin precedentes que habían comenzado
antes de su llegada al cargo.
De allí que sin enviarle papelitos y sin apelar a terceros, hoy le ofrezco
a mi entrañable Nicolás una buena asesoría, para explicarle cómo mientras él se
chupaba el dedo, entre mayo de 2005 y septiembre de 2008 Venezuela compró 6.340
millones de dólares de la deuda pública argentina, en operaciones que hicieron
archimillonarios a unos cuantos rojos rojitos y a otros del entorno de los
Kirchner. Ahh, por cierto, olvidaba
mencionar las maletas repletas de petrodólares venezolanos que Cristina recibía
con placer y, por supuesto, podría citarle muchos y peores casos, pero por ahora ahí
tiene éstos para que se divierta en grande.
Algunos podrían pensar que al escribir estas líneas no oriento a mi bien apreciado amigo
para que se cubra de gloria, para que entre a la historia por la puerta grande.
Pues bien, para dejar sin resuello a esos suspicaces, aquí voy: Nicolás, ¿sabías que otro comunista de escasa
formación como tú y de grandes agallas como tú, sacudió al mundo con un solo
discurso? ¿Sabías que Nikita Khrushchev denunció a quien había sido su jefe por
crímenes monstruosos y por una corrupción descomunal? Bueno Nicolás, yo sé tú no tienes ni los cojones ni la inteligencia poco cultivada
del soviético rudo, pero anda, ¡decídete!
Denuncia la inmensa corrupción de los últimos 14 años en Venezuela.
Cuenta todo lo que sabes de la banda de los Chávez.
Bueno Nicolás, entiendo que eres corresponsable de muchos de esos actos,
pero no podría recomendarte el suicidio político. ¡Eso nunca! No puedes declararte culpable de hechos de
corrupción en la Cancillería, ni de otras barbaridades como el cierre del
consulado en Miami para impedirle el voto a un buen número de opositores. No puedes inmolarte, Nicolás. Pero anda, procede. Mete preso a Diosdado, a Rafael Ramírez y a
muchos otros corruptos del régimen.
¡Nicolás, cuenta conmigo! ¡Yo te
apoyo!
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