Moral y política es un tema tan antigüo como
complejo. Cae en los terrenos de la
filosofía, la religión y el derecho,
hasta llegar a tener algo que ver con todo en la vida diaria, pero es necesario
abordarlo sin complicaciones en esas situaciones en las cuales la desesperanza
se apodera de los pueblos y hoy, sobre todo, del venezolano.
Ahí se plantea, por
supuesto, el problema de la conciencia y la libertad de conciencia. Lo más íntimo del individuo: su razón de ser,
su existencia. Pero dado que no soy ni filósofo, ni político, ni líder
religioso y menos aún predicador de moral, mi razonamiento tiene que apuntar
entonces a lo que veo y siento como venezolano.
¿Qué veo y siento? Un alarmante
deterioro moral que comienza en las altas esferas del poder, que es ejercido
sin contrapesos. El Estado es dueño de la moral y del conocimiento,
administrador y juez de la verdad, de una verdad absoluta manejada a través de
delincuentes y de pandillas impunes. Al
reblandecer todos los resortes morales, el gobierno de Hugo Chávez forjó una
sociedad sin capacidad de reacción frente al atropello y unos militares
corruptos sin sentido del apego a principios democráticos. Marionetas, pues.
Veo también una oposición
con liderazgo oxidado, inepta, que encuentra preferible esperar que el otro se “sacrifique”,
así ya una vez sus falencias hubiesen
saltado a la vista de todos. Por esa vía, percibo un liderazgo que se sienta a
esperar una competencia entre ignorantes, convencido de que el peor y más audaz
tendrá todas las de ganar. Es lo que tal
vez podríamos definir como la inevitabilidad del reino de la ignorancia y la
indolencia.
Hoy escribo estas cosas
después de haber observado con asombro algunas figuras de la oposición que expresaron
alborozo por el retorno de Chávez, en vez de repudiar el hecho de que eso ocurriera a las dos de la mañana, sin
que nadie lo viera o escuchara una palabra de ese presidente que solía
atosigarnos con peroratas sin sentido, porque esa patraña del regreso no hizo
otra cosa que robustecer la tesis de que estamos frente a la más falta absoluta
del jefe del Estado, aunque se nieguen a admitirlo. Y lo digo a pesar del jolgorio de ese
canciller de comiquitas que es Elías Jaua, quien, palabras más palabras menos,
aseguró haber bailado joropo con Chávez en el hospital cubano.
Los dirigentes opositores
tampoco dijeron nada contundente frente a las fotos trucadas que publicaron
desde La Habana. Siento, entonces, que tenemos en las manos una novela negra en
la cual ciertos personajes opositores vienen a descubrir en Chávez el líder bueno, necesario. El benefactor. Lo veneran sin pudor y casi
desean canonizarlo en vida.
Siento, además, que al leer el informe de la comisión especial
de la MUD sobre las causas de la derrota que frustró los sueños de un cambio
presidencial en octubre pasado, todo está dicho: En las altas esferas opositoras, nadie buscó
ni pidió rectificaciones y si así fue,
lo hicieron con la misma fórmula del chavismo: A las dos de la madrugada y con
las luces apagadas. Y lo afirmo porque las
condiciones para el triunfo en esas elecciones estaban dadas. Por todo eso,
ahora entiendo (aunque no justifico) a quienes sostienen que Venezuela es el
país del engaño, pero no podemos renunciar al derecho a soñar con un líder
opositor con preparación y cojones.
Su lógico razonamiento, señor Ricardo Escalante, me ha dejado pensando. ¿Será que la moral no fue repartida para todos igual?; y todavía peor, ¿será que muchos llegaron tarde a la repartición de dicha conducta? De ser así, no deberíamos juzgar los inmorales actos del señor Chávez, quizás el pobre hombre no tuvo noticias de dicho reparto. Lo que no entiendo es cómo, dada su condición, llegó hasta el sillón presidencial. Pienso a la vez, que más vale tarde que nunca, es hora de relegarlo a él y comparsa de aprovechadores dolientes del mismo mal, que lo rodean; donde esté cómodo; muy lejos de dicho sillón; y si fuese el caso que ya no esté entre los que respiramos; pues ¡ALELUYA! A fijarse muy bien a quien se le da el voto.Con respecto a la oposición que vocifera, pero no se moviliza en forma categórica; debo decirle estimado señor; que tal vez es la prudencia que se ha adquirido con una mejor formación de cuna pero; desdichadamente, hay circunstancias en que hay que bajar a la realidad que impera; sé que es más fácil decirlo que hacerlo; pero hay que hacer un esfuerzo antes de que sea demasiado tarde.Quedo a la espera de otro de sus buenísimos artículos, y felicitaciones por éste; y si antes no se lo he dicho, felicitaciones también.
ResponderEliminarRenata Alegría(desde Chile)