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domingo, 3 de febrero de 2013

Desde el jardín

Ricardo Escalante, TexasHay circunstancias en las cuales los personajes y ambientes de viejas lecturas reviven como por arte de magia, y siento que eso acaba de ocurrir. A comienzos de los años 70 yo había leído de un solo tirón una obra breve y a la vez carente de especiales cualidades literarias, pero hecha con un estilo sencillo y tan atractivo que vendió cientos de miles de copias como pan caliente en muchos idiomas.

Hoy, desafortunadamente, no lo tengo a mano para repasarlo y escribir con detalles, pero conservo con claridad el recuerdo del personaje central: Un hombre con trastornos de desarrollo mental y aspecto elegante, que usaba ropa prestada; inculto, sin formación de ningún género, que vivía un mundo interior fantástico que lo llevó a la celebridad. Todos le atribuían cualidades geniales y con sus frases insulsas dibujaban complicadas interpretaciones que apuntaban a la solución de los grandes problemas nacionales.

El personaje Mr. Chance, en Desde el jardín, era la clave que Jerzy Kosinski imaginó para esa novela ya olvidada que estaba destinada a criticar la superficialidad de la sociedad de aquel momento, pero hoy tengo la certeza de haberlo encontrado en la vida real: Un ignorante audaz a quien los cerebros del régimen cubano tratan de promover, para asegurar la continuidad de los ingresos que prolonguen la opresión y la corrupción de la familia Castro.

Por eso, en uno de mis anteriores artículos hice una referencia al viejo libro aunque sin poner énfasis en el asunto. Ahora regreso a él porque he recibido correos electrónicos de varios lectores. Uno de ellos mencionaba incluso a Juan Peña, ese personaje del cuento tradicional venezolano El diente roto, de Pedro Emilio Coll, que había pasado la vida acariciando con la lengua su diente, sin tiempo para nada más. Todos le atribuían dotes de gran pensador, ocupó cargos y hasta estuvo a punto de ser Presidente de la República pero, por supuesto, entre una y otra obras hay diferencias de fondo, y la primera se acopla más al tema por mí abordado.

Por cierto que Kosinsky, un profesor universitario de origen polaco que se movía en círculos intelectuales norteamericanos, escribió otros libros y uno de ellos (El pájaro pintado) alcanzó pronta fama, se vendió profusamente y hasta lo hizo acreedor a premios. Círculos sociales se disputaban su presencia y lo elogiaban, hasta el día en que fue acusado de utilizar ideas ajenas y copiado a otro autor. Hubo incluso quienes dijeron que todo apuntaba a que ese trabajo había sido fruto de unas cuantas manos y aportaban pistas específicas no desmentidas de manera contundente, tras lo cual él cayó en el desprestigio total que al parecer lo desestabilizó en lo emocional y terminó empujándolo al suicidio. Un deplorable final.

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