Milosevic en la Corte Penal Internacional, en La Haya |
Ricardo
Escalante
Ninguna dictadura conduce a nada bueno y toda dictadura
brutal conduce a lo peor. Nunca desde la existencia de Venezuela como
república, las perversiones económicas, sociales, políticas, religiosas y éticas,
se habían mezclado hasta llegar a extremos insospechados y al ensañamiento
contra ciertas regiones. Jamás el
Táchira había sido el infierno que es hoy.
En la historia de la humanidad eso ha ocurrido muchas
veces, pero jamás entre los venezolanos. Ha habido autócratas que en razón de
sus desvaríos, han implantado aborrecibles métodos de liquidación de pueblos
enteros y los han empujado a buscar
soluciones terribles que terminan por convertirse en círculos viciosos: Guerras
intestinas, secesionismo y más.
La ambición infinita de poder de ciertos iluminados ha
causado confrontaciones bélicas de larga duración y odiosos desgarramientos,
pero no siempre ellos han escapado incólumes. Nadie puede olvidar, por ejemplo,
al dictador serbio Slovodan Milosevic, El Carnicero de los Balcanes, responsable directo de uno de los
peores y más crueles genocidios de la humanidad, quien a pesar del odioso ultranacionalismo
que condujo a la división de Yugoslavia ha encontrado obcecados capaces de
justificarlo.
Nicolás Maduro no es, por supuesto Milosevic, primero por
su incapacidad para pensar y, luego, porque no ha desatado una guerra de alta
intensidad. No obstante, ha utilizado aviones, tanques y fusiles rusos y gases
contaminantes en gran escala, contra la población del Táchira, que de manera
admirable resiste el cerco de alimentos, gasolina y otros productos de primera
necesidad. La ola de allanamientos
contra edificios y barrios enteros, arremetiendo contra la población civil
desarmada, ya comenzó provocar
desplazamientos hacia Cúcuta.
Muertos, cientos de heridos, torturas y el
encarcelamiento del alcalde de San Cristóbal, han sido documentados por
periodistas extranjeros que han visitado la zona, donde algunos ya han
comenzado a pensar posturas extremas que no conducen a nada. En ningún caso el Táchira –con una historia
cargada de hombres de trabajo y carácter firme- podría sobrevivir al margen de
la unidad nacional, pero el gobierno de Nicolás Maduro se empeña en hacer ver
que existe una guerra y justifica las brutales arremetidas militares como “visitas
“domiciliarias”, además de aplicar cercos de todo tipo. San Cristóbal es un dominio
militar controlado desde Cuba.
Yo, también de la montaña y con familia en aquellas
tierras andinas, he escuchado con preocupación el lenguaje insensato de Maduro
y sus acompañantes, que intentan decir que en Venezuela no ocurre nada porque
el gobierno está encabezado por una modesta versión de la madre Teresa de
Calcuta. Por ello ese investigador paciente e indoblegable que es el diputado
Walter Márquez, ahora prepara un legajo con miras a presentarlo en la Corte
penal Internacional de La Haya.
@opinionricardo
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