George Orwell escribió para Rebelión en la granja un prólogo que se conoció mucho tiempo después de publicada esa novela breve destinada a combatir el autoritarismo, y en ambos hay detalles que mantienen su vigencia y hasta parecieran hechos a la medida de algunas sociedades en las cuales los cerdos también hacen y deshacen sin que nadie les ponga coto.
Nadie sabe por
qué si esa introducción fue hecha para la controversial obra, salió a la luz
pública casi como por accidente con una incomprensible demora y sin que el
autor hubiera hecho cuando menos un comentario en alguna parte. Pero bueno, lo
que a mí me ocupa hoy son unas pocas frases que me hacen reflexionar y a la vez
me llenan de desconcierto. ¿Puede un cerdo cuyo nombre no es “Napoleón” -como sí lo era el imaginado por Orwell-,
retener el poder sin que nadie se atreva a encender la mecha de la rebelión?
Quienes han leído
la novela en referencia saben de qué hablo.
No importa que no hubiese pasado por sus manos el prólogo, porque en la
novela todo es obvio y se sabe que detrás de Orwell siempre había motivaciones
políticas y, por encima de todo, él era un periodista bien curtido y con olfato
para el combate a las autocracias. Rebelión en la granja habla por sí sola y el mensaje sigue
ahí, fresco, como si además de un cañonazo al estalinismo, hubiese sido escrita
pensando en cerdos por nacer. Terrible.
En el prólogo,
titulado La libertad de prensa, el
escritor sale lanza en ristre en defensa de lo que considera fundamental: “Si
la libertad significa algo, es el derecho de decirle a los demás lo que no
quieren oír”…
Y en lo que puede
interpretarse como una ácida censura a quienes callan, se autocensuran o se ponen
al servicio de las causas innobles, él decía que “si los editores y directores
de periódicos se esfuerzan en eludir ciertos temas no es por miedo a una
denuncia: Es porque le temen a la opinión pública”… Claro, a eso habría que
agregar que desde entonces (la novela fue editada en 1945) han ocurrido muchas
cosas y, sobre todo, los avances de los medios de comunicación han sido
asombrosos.
Las autocracias
no han desaparecido y en algunos casos los personajes siguen siendo primitivos
como antes, pero actúan con procedimientos remozados. Hay cerdos que destruyen
cuanto existe para sembrar el caos. En
la granja de Orwell, en cambio, a pesar del desastre quedaba un mandamiento que
rezaba “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”…
PD. Escribo esto después de escuchar los resultados
de una investigación hecha por mi amigo el diputado venezolano Walter Márquez,
a propósito del lugar de nacimiento de otro que se cree “Napoleón”.
Excelente artículo. Llama a la reflexión.
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