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lunes, 9 de julio de 2012

El petróleo viene de la Luna


Ricardo Escalante, Texas
El petróleo viene de la Luna es una apasionada historia sobre las aventuras y desventuras del origen y desarrollo de la riqueza petrolera venezolana, con momentos novelados y escrita con el estilo frontal de quien ha llevado en la sangre un sano interés por los asuntos nacionales: Gustavo Coronel.

Como en todo libro, este refleja desde la primera página las cualidades del autor, con sus conocimientos de geólogo que ha pasado la vida profundizando cada vez más en su especialidad, y que llegó a ocupar posiciones de muy elevada responsabilidad y tomó parte en los acalorados debates de la nacionalización petrolera y en acontecimientos posteriores. Sus primeros capítulos ofrecen una visión detallada de los procesos técnicos de la exploración y producción petrolera y de los pioneros de esa actividad en Venezuela.

En esta obra se resume una defensa del criterio de que la conducción de Petróleos de Venezuela y sus filiales debe corresponder a quienes han hecho carrera y ascendido por méritos profesionales en su seno, al margen de los partidos y gobiernos. Eso, que se hizo conocido como meritocracia, tuvo su momento estelar durante el ejercicio de Rafael Alfonso Ravard como primer presidente de Pdvsa, y luego fue cuestionado por quienes sostenían que no podía existir un Estado dentro del Estado y, en consecuencia, los gobiernos debían hacer valer sus mecanismos de control político. Como punto de partida para estudiar y comprender lo que ha ocurrido y ocurre en la principal industria venezolana, la lectura del libro de Coronel es de relevancia.

El capítulo XX es tal vez el más significativo, porque en pocas páginas da un vistazo al funcionamiento de PDVSA desde su nacionalización, en 1976, hasta el ascenso del Presidente Chávez al poder, en 1999. Hace una división en tres etapas, en la primera de las cuales (1976-1981), el general Rafael Alfonso Ravard desempeñó un rol estelar como gerente y los partidos políticos asumieron una posición discreta frente a la empresa. Al asumir el control total de la exploración, explotación y mercadeo de sus hidrocarburos, el Estado demostró que contaba con recursos humanos para hacerlo de manera eficiente.

En la segunda etapa (1981-1993) Coronel habla de la “contaminación política”. Mientras a PDVSA se le reconocía entre las más importantes empresas del mundo, el gobierno venezolano de Luis Herrera Campins tomaba medidas que el autor no vacila en calificar de funestas. El entonces Presidente y su ministro de Energía, Humberto Calderón Berti, luego designado presidente de Pdvsa; y Leopoldo Díaz Bruzual, en su condición de presidente del Banco Central de Venezuela tuvieron, responsabilidad fundamental en hechos que en su momento fueron escandalosos, como la intervención del Fondo de Inversiones de PDVSA. La politización se hizo presente y Calderón golpeó los ascensos por méritos en la cúspide de la pirámide de la industria.

La tercera etapa (1993-1999) abarca la actuación de Edwin Arrieta como ministro de Energía, en el segundo gobierno de Rafael Caldera, y de Luis Giusti en la presidencia de la empresa petrolera venezolana. Coronel cuestiona a Arrieta por haber roto la línea de ascensos meritocráticos en la industria y provocado fricciones en la organización. Al mismo tiempo, Coronel exalta las cualidades profesionales de Giusti, hasta colocarlo casi a la par de Rafael Alfonzo Ravard, y reconoce como positiva la política de Apertura de la industria al capital privado nacional e internacional, no así la decisión de terminar con el concepto de tres empresas operadoras integradas para reemplazarlas por la empresa única. En pocas palabras, El petróleo viene de la Luna (a la venta a través de PetroleumWorld.com) es un trabajo con momentos novelados que va al fondo de los problemas petroleros venezolanos en los años de lo que peyorativamente se ha llamado la IV República, y anuncia una segunda parte dedicada al desastre de la administración chavista.

El autor de esta crónica piensa que los ascensos por méritos profesionales en la industria petrolera venezolana tiene validez y debería respetarse pero, dada la naturaleza esencialmente política de los cargos que están en la cúspide de la pirámide ejecutiva y gerencial, no dejan de tener razón quienes sostienen que los gobiernos tienen el derecho y hasta la obligación de tomar decisiones para evitar la posibilidad de un Estado dentro del Estado.


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