Después de
una dura jornada de trabajo me arrellano frente al televisor. La transmisión
del programa regular era interrumpida por avances sobre las elecciones
francesas, hasta que ¡pum!, llegó la noticia del triundo del socialista Francois
Hollande” y con ella mi dolor de cabeza.
Eso fue suficiente para impedir que esa noche durmiera.
Pasé horas
preguntándome cómo los franceses podían encontrar encantos en ese Presidente
Electo, en quien muchos ven a un medio loco y demagogo capaz de desestabilizar
a Francia; cómo a pesar de los quebrantos Chávez tenía la dicha de ver el
florecimiento de la izquierda en un país civilizado. ¿Sería esta la expansión europea
del contagioso virus que se inició en Caracas para luego invadir a Bolivia, Nicaragua,
Ecuador y algo más? Agotado por el
trasnocho, a las seis de la mañana busqué la vieja libreta telefónica que
siempre me saca de apuros, para llamar a una de mis primeras novias, Segolene, que
ya no hace sumas y restas políticas con la misma habilidad del pasado pero
sigue atenta a todo. Ella, además, tiene la virtud de haber pasado largas
temporadas en Venezuela y pienso que me comprende.
Por un
instante revivo las caminatas por Les
Champs-Elysées, después de las cuales la sabia y adorable compañía de la Veuve
Clicquot nos deleitaba en un pequeño restaurant y más tarde nos empujaba al
desenfreno pasional. ¡Qué tiempos aquellos! Le pregunto a mi ex si los
franceses se han vuelto locos, si están pensando en presidencias vitalicias que
solo la vejez, un infarto o una enfermedad maligna podrían vencer. Como antes lo hacía, ella habla buen español
aunque de manera comprensible, por supuesto, a veces intercala galicismos. “Ohh,
mon petit cheri,
la política venezolana me interesa desde aquellas escapadas nuestras a
Margarita y sé que a ustedes les gusta lo primitivo. Socialismo del siglo XXI es
revolver a Carlos Marx con babalaos, y el único que lo hace bien es Chávez en
La Habana”.
Le pregunto
qué tiene que ver eso con el tema que le he planteado y ella me responde: “Te
hablaré de Hollande, pero déjame llegar a donde voy: Mientras se va poniendo
plumas en la cabeza, Hugo observa las imágenes del Che y de Marx colgadas en las
paredes del Cimeq o, mejor, de su despacho. Se ajusta las alpargatas de suela
que Nicolás Maduro le mandó a hacer en Higuerote, va danzando poco a poco a
ritmo de tambor a medida que invoca el espíritu de Idi Amin. Hace circulitos
con el humo de un aromático Partagás hasta que ¡zas!, entra en trance, al
tiempo que Raúl lo mira, aparenta
divertirse, ríe y multiplica las facturas que cada tarde le hace pasar”…
Aunque no
puedo verla, Segolene avanza de manera calculada con su acento gutural. Todavía
la imagino con sus otrora atributos, con la cadencia de su cadera al caminar… Me
informa que se divorció hace mucho y tengo el pálpito de que lo hace con
calculadas intenciones, pero luego me amenaza con el asunto de fondo: “Aquí
podríamos estar más cerca del populismo y la xenofobia del ultraderechista
Frente Nacional que encarna Marine Le Pen.
¿Te acuerdas de Jean Marie Le Pen? Bueno, la hija suya, pero nunca nos
atraerán los absurdos militarismos tropicales que te hacen llamarme. A Hollande le falta mucho para alcanzar la
capacidad intelectual y política de Mitterrand, pero es delicado si lo comparas
con ese militar que a ustedes les gusta”.
Segolene
hace una pausa para preguntarme cómo estoy, cómo me va, pero no caigo en la
maniobra distraccionista y, entonces, sigue en sus andadas: “¿Y Chávez todavía
le hace declaraciones públicas al hombrecillo de “ojos bellos”? ¿Lo preferirá
antes que al corpulento Maduro y a su hija Rosa Virginia? Más allá de Chávez, a
ustedes lo que les gusta es el desquisiado espíritu de Idi Amin y de otro que
ya te mencionaré”…
Yo quiero desmontar
las frases hirientes de Segolene pero me resulta imposible. No se por qué mete en esto a
ese tal Amin y hasta me temo que lo confunde con Robert Mugabe. Le digo entonces que
el dinero de mi tarjeta telefónica pronto se va a acabar, cosa que me reprocha
y lanza una insinuación adicional: “Alors... il est temps que l'on parle de nous”… La llamada se corta y la nostalgia me abate,
hurgo entre las fotos viejas y encuentro una suya en comprometedora posición.
ricardoescalante@yahoo.com
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