Hace dos
días yo volaba una cometa en ese inmenso Parque Bush que adorna a Houston con sus
lagos, animales silvestres y su tupida y hermosa vegetación, y lo hacía para
sentirme otra vez niño e inocente.
¡Tantos años sin volar cometas! Repentinamente suena el celular y yo con
mi descomunal torpeza me debatía entre atender la llamada y cuidar mi cometa de
12 dólares. En medio del enredo respondí
como pude para, ¡otra vez!, escuchar la voz de ese fastidioso amigo inglés que me
incomoda cada vez que estoy en algo.
“¿Por qué
jodes ahora?”, le dije ya harto. “Yo no jodo, más bien te ayudo. Lo que pasa es
que andas nervioso”, replica él y suelta una carcajada. Le comento que acabo de leer los periódicos y
veo que quienes están nerviosos con los asaltos y asesinatos, son los que viven
en Caracas, Valencia, Margarita, y pare de contar. “Te llamé para informarte lo último de
prominentes militares venezolanos involucrados en narcotráfico a quienes ya les están pisando los talones. Tengo mis buenas fuentes de información allá en el Norte. ¿Recuerdas a mi viejo amigo el duro Leon Panetta? Como podrás imaginar, él anda todo el día con una lupa en el bolsillo y nada se le escapa. Pero
bueno, ahora tengo entonces que comenzar por aclararte ciertas noticias intencionalmente distorsionadas por
periodistas insidiosos”…
Yo,
periodista al fin y al cabo, pienso que esta última afirmación es una ofensa al
gremio y así se lo digo. Es mi amigo y lo tolero solo porque está al tanto de
todo. “Violencia hay en Colombia y en México. El mejor amigo de Hugo no la ha
podido controlar. Bombas por aquí, secuestros por allá, fusilamientos de las
FARC, etc. En Venezuela no. En Venezuela apenas han asaltado a ese tal Petkoff y a
su mujer por andar de noche en restaurantes, a la bella actriz Elaiza Gil por meterse en una cola de la avenida Libertador, a diez familias en
una posada en Morrocoy, al embajador de México y a otros diplomáticos por
haraganes y, claro, todos los días hay unos pocos asaltos a bancos y secuestros
express. Yo estoy bien informado porque
todos los meses voy a Caracas y hablo con Hugo cuando regresa de La Habana”…
Sorprendido
por esas afirmaciones, sólo atino a decirle al británico que los venezolanos
viven entonces en un verdadero paraíso, pero él, que siempre tiene una
explicación para todo y casi no me deja hablar, inmediatamente dice: “¿Alo?, ¿me escuchas? Eso de la inseguridad son pendejadas. Hugo me dijo que él ha vivido cerca de
cuarenta años en Caracas y nunca lo han asaltado, ni violado, ni
extorsionado. También me dio una clase
de profundo contenido sociológico, al señalarme que si sus hijos tuvieran hambre, él robaría o mataría. ¡Chávez
es grande! Por eso, tienes que ser comprensivo con esos pobres asaltantes y con
sus familias hambrientas, desnudas.
Ellos hacen su trabajo y lo hacen bien”.
Esos
razonamientos con sabor a apología del delito me resultan difíciles de digerir,
pero este amigo medio loco a veces tiene buenas informaciones y consejos: “No le pares bolas a
esas cosas del imperialismo. Ustedes tienen en Venezuela un país seguro. Yo siempre voy a Miraflores y hasta ahora no me
han sacado la cartera, aunque debo confesarte que por precaución casi no llevo
nada”. Eso ya me sonó insoportable y
creo que… ¡Coño!, por su culpa la cometa se enredó en un árbol y el teléfono
cayó al agua.
ricardoescalante@yahoo.com
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