Hay
personajes que logran dimensión especial por su habilidad y firmeza para
proyectar sus ideas. En el caso venezolano, Rómulo Betancourt se convirtió en
la figura más importante del siglo XX por su decisión para promover una
sociedad políticamente plural y democrática.
Más allá de
sus dos gobiernos y de su combate a los extremismos de derecha y de izquierda, su
gran obra consistió en la creación del partido más importante de la historia
nacional, y en su lucha por un régimen de partidos políticos que con el paso
del tiempo se resquebrajaron y vinieron abajo por razones que no vienen al caso
en este artículo.
Escribo
esto porque al caminar una de estas mañanas primaverales en un parque del
pueblo texano en que vivo, me encontré con un amigo de Costa Rica siempre
interesado en política latinoamericana, que me habló del gran civilista Pepe
Figueres y su relación amistosa y política con RB. El gran éxito de Figueres fue haber eliminado
el ejército de su país, decisión sabia que se ha mantenido a pesar incluso de
ciertos atropellos de un vecino supuestamente nacionalista y revolucionario.
Días
después de aquella conversación, el amigo me envió por correo un libro
publicado por Seix Barral en 1979, titulado Rómulo
Betancourt, El 18 de octubre de 1945, acompañado de una tarjeta personal que
decía “para que veas las vainas de Betancourt”. En ese libro encontré un
artículo de prensa fechado en enero de 1944, en el cual RB sostenía que aunque
un Presidente tuviera rango de general, automáticamente dejaba de ser militar
en estricto sentido del concepto, por el hecho de desempeñar la jefatura del
Estado. Y con vehemencia condenaba el “hervidero de ambiciones militaristas” y defendía
la tesis de que “Venezuela, como Nación, no es un cuartel, aun cuando se
atribuya ese concepto al Libertador”…
En otro
artículo de septiembre de 1941, el político venezolano describía a los
gobernantes militares como orgánicamente incapacitados “para entender la
política y la administración de un país como diálogo con los gobernados”. Dado que la cultura del militar necesita
estar especializada en la técnica bélica, Betancourt pensaba que casi siempre
los hombres de las Fuerzas Armadas carecían de los conocimientos amplios
requeridos por el gobernante moderno.
Más
contundente no podía ser con su advertencia de que “transigir ante los reclamos
de la opinión, admitir expresa o tácitamente que se ha errado, torcer el rumbo
cuando el que se trajina desagrada a la mayoría de la colectividad, son principios
del arte de gobernar difícilmente compatibles con la mentalidad forjada en el
mando de tropas”…
Por esas
vainas antimilitaristas de Rómulo Betancourt y por el acierto que había tenido Figueres
al transformar a Costa Rica en el primer país del mundo sin ejército,
probadamente pacífico y democrático, mi amigo me hablaba aquella mañana sobre
hechos y personajes que el tiempo no puede borrar.
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