Los sangrientos hechos recientes de París y Malí demostraron una vez más la necesidad de combatir las manifestaciones de violencia en todas sus formas y en cualquier lugar, porque el peligro está no solo en Al Qaeda y el Ejército Islámico, sino también en otras organizaciones e individuos que se disfrazan de caperucitas para cometer atentados.
El
terrorismo es tan antiguo como la existencia misma de los alucinados y puede
presentarse en el momento menos esperado. Puede ser obra de grupos entrenados o
de lobos solitarios. Hay casos estruendosos que sacuden a la humanidad por el método
utilizado y por el número de víctimas, pero hay otros igualmente repudiables
que no causan reacciones internacionales contundentes porque intereses
geopolíticos lo impiden.
En Estados
Unidos son frecuentes las matanzas protagonizadas por locos que de manera libre
compran armas y municiones de distinto calibre, pero hay regulaciones que en
distintos estados coliden con el ejercicio de las libertades individuales. Por
fortuna, muchos de esos criminales mueren en la escena de los hechos, mientras
otros son condenados a cadena perpetua o pena de muerte.
En
Colombia, durante 60 años las FARC han sido autoras de cientos de miles de
muertes, heridos, mutilados, secuestros, desplazados, torturas físicas y
emocionales, violaciones y devastación de amplias zonas rurales y urbanas, a
pesar de lo cual ahora fingen pureza angelical para reclamar inmerecidas garantías
y derechos políticos. En ese largo recorrido se han financiado con narcotráfico,
extorsiones, asaltos y connivencia con organizaciones y gobiernos con resortes
morales tan reblandecidos como los propios.
Hay también
formas de terrorismo nada fáciles de enfrentar y erradicar porque son
planificadas y perpetradas desde la cabeza misma de gobiernos con líderes
carismáticos, populistas, deshonestos, como Muamar el Gadaffi, capaces de
incurrir en hechos como la voladura del avión de Pan Am en Lockerbie
(21-12-1988), además de masacres en los aeropuertos de Roma y Viena. Para
sostenerse en el poder, Gadaffi sembró terror y muerte en su país.
El gobierno
liderado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello encarna hoy una forma abyecta
del terrorismo de Estado: presos políticos, asesinatos a malsalva, camarillas
esquilmadoras de los recursos nacionales y vínculos con el narcotráfico
internacional.
La historia
es abundante en atolondrados que han dejado inmensos cementerios y traumas
colectivos: Hitler, Stalin, Pol Pot, Mussolini, Sadam Hussein e innumerables en
dictadores en África y América Latina. ¿Hay acaso diferencia entre quienes
estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas en Nueva York en 1991 y los
desquiciados que se regodean con la destrucción de los pueblos por ellos
gobernados? Pues creo que no, porque unos y otros son terroristas y merecen ser
combatidos con firmeza aleccionadora. La única diferencia pudiera estar en que
unos poseen poder letal prolongado y se escudan en investiduras de Estado.
Existen
matarifes desalmados como Kim Jon Il –el más excéntrico de una dinastía que
desde Corea del Norte ha mantenido el mundo en vilo con sus amenazas de devastación-,
y que ha descubierto en asuntos baladíes las razones para acabar con alguna
novia, tío u otro familiar, amigo o funcionario. ¿No se justificaría acaso una
alianza efectiva para derrocar ese régimen primitivo que ha humillado, aislado a
sus ciudadanos de cualquier forma de civilización?
Otra arista
del problema consiste en la grave fragilidad de la memoria de los pueblos, que
pronto terminan no solo por olvidar, sino hasta por rendir culto a la
personalidad de ʺhéroesʺ como Hugo Chávez, con regímenes corruptos que persiguieron,
torturaron, y clausuraron libertades y derechos civiles. Chávez creó bandas
paramilitares para sembrar terror en sus conciudadanos.
Por eso, la
lucha el Ejercito Islamico, Al Qaeda y otras organizaciones similares no puede
tener pausa, pero al mismo tiempo no debemos pasar desapercibidas las distintas
formas de terrorismo.
Ricardo, excelente artículo. Le agrego, organismos de inteligencia europeos y estadounidenses, están investigando si existe relación alguna entre el gobierno Castro-chavista de Maduro y los terroristas de París, al parecer hay evidencias sobre la estrecha relación de las Farc con Isis y Alqaeda, arropadas por el gobierno Maduro.
ResponderEliminarRicardo, excelente artículo. Le agrego, organismos de inteligencia europeos y estadounidenses, están investigando si existe relación alguna entre el gobierno Castro-chavista de Maduro y los terroristas de París, al parecer hay evidencias sobre la estrecha relación de las Farc con Isis y Alqaeda, arropadas por el gobierno Maduro.
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