Ricardo Escalante, Texas
Hugo Rafael
Chávez Frías -así como los militares suelen llamarse, con dos nombres y dos
apellidos-, siempre creyó que se perpetuaría en el poder y que igualaría a Juan
Vicente Gómez o rompería su record.
Hablaba de 50 años, y cuando se reunía con su admirado par de
Bielorrusia, el odiado Alexander Lukashenko, le decía: “Dentro de veinte años
firmaremos otro contrato de compra de armas y todavía seguiremos mandando mucho
más”… Ahh pero su astucia no contemplaba
el avance del silencioso y cruel enemigo.
Despreciaba
la posibilidad de los riesgos inmanentes a cualquier mortal, razón suficiente
para no vacilar ni un instante a la hora de liquidar cualquier asomo de
liderazgo en la oposición y en su propio entorno. La arrogancia le impedía someter a discusión
ese amasijo intragable que él creía que eran sus ideas. No admitía desafíos
porque se sentía único, igual o superior a Bolívar. Todopoderoso.
La naturaleza
autocrática de Hugo Chávez evitó la formación de un verdadero partido político
con su figura como inspirador. De allí
que el MBR-200, luego el MVR y más tarde el PSUV, fueran apenas organizaciones
sin ideología, sin planes ni programas. Solo agrupaciones con el propósito
común de las dádivas, los contratos y corrupción, sin liderazgos individuales y
colectivos. Todos eran (hasta ahora)
puestos a dedo en procesos electorales fingidos, lo que terminó por convertirse
en la gran debilidad.
En ese
ambiente descompuesto era lógico pensar que cualquier cosa pudiera ocurrir y,
por lo mismo, el Vicepresidente primero del PSUV y presidente de la Asamblea
Nacional, Diosdado Cabello, fue tendiendo su propia red y esperando el momento
oportuno para el manotazo. Intemperante,
altanero, inculto, enriquecido a su paso por el gobierno, ha tratado de sacar
provecho de su fallida experiencia golpista. Asustadizo y ambicioso a la vez.
Ahora,
cuando el jefe se debate entre la vida y la muerte, es un secreto a voces que
Cabello mueve con urgencia sus piezas para garantizar su reelección en la
presidencia de la AN. Nicolás Maduro –aparente “príncipe heredero”- ya está al
tanto de las jugadas “inocentes” del “aliado” y trata de evitar que ellas
prosperen porque, si así fuera, su sueño presidencial entraría en barrena
definitiva. Por eso el afán de su viaje
a La Habana, porque necesita autorización del jefe para promover entre los
diputados un nombre distinto al de Diosdado.
Todavía no se conocen los resultados de las consultas hechas por Maduro en La Habana, pero ya han comenzado a circular nombres sobre el potencial nuevo presidente de la Asamblea, entre ellos los del jefe de la Comisión de Finanzas, Ricardo Sanguino, un hombre de largo pasado alcohólico, dominado por resentimientos y con buenas relaciones con algunos opositores al régimen; Elvis Amoroso, un otrora dirigente gris de la Causa R -cercano a Luis Miquilena, de quien fue secretario durante la Asamblea Constituyente de 1999- que después se hizo prominente en el chavismo; y una periodista de posiciones radicales de izquierda, Blanca Eeckout, ex presidenta del Canal 8. Ninguno de ellos reúne las especiales condiciones que amerita el ejercicio de la jefatura del Estado, cargo que le correspondería desempeñar de manera temporal al presidente del cuerpo legislativo al producirse la renuncia de Nicolás Maduro al Ejecutivo para lanzar su candidatura presidencial.
Todavía no se conocen los resultados de las consultas hechas por Maduro en La Habana, pero ya han comenzado a circular nombres sobre el potencial nuevo presidente de la Asamblea, entre ellos los del jefe de la Comisión de Finanzas, Ricardo Sanguino, un hombre de largo pasado alcohólico, dominado por resentimientos y con buenas relaciones con algunos opositores al régimen; Elvis Amoroso, un otrora dirigente gris de la Causa R -cercano a Luis Miquilena, de quien fue secretario durante la Asamblea Constituyente de 1999- que después se hizo prominente en el chavismo; y una periodista de posiciones radicales de izquierda, Blanca Eeckout, ex presidenta del Canal 8. Ninguno de ellos reúne las especiales condiciones que amerita el ejercicio de la jefatura del Estado, cargo que le correspondería desempeñar de manera temporal al presidente del cuerpo legislativo al producirse la renuncia de Nicolás Maduro al Ejecutivo para lanzar su candidatura presidencial.
El 5 de
enero, es decir ahora mismo, será la hora cero del teniente de visibles
agallas. Su reelección será evidencia de poder y la primera advertencia seria
para Nicolás Maduro, cuyas panglosianas condiciones intelectuales y políticas
recibirían un golpe noble. Ya antes, a mediados de 2011, cuando Chávez en sus
urgencias de salud viajó a Cuba, todo el mundo vio calles y avenidas
empapeladas con afiches que decían ¡Diosdado Presidente!; y hace varios años,
mientras se desempeñaba como vicepresidente de la República, se hacía llamar
“Presidente Ejecutivo”.
Diosdado se
fue convirtiendo en un monstruo con vida propia. Poco a poco, a la chita
callando, iba colocando fichas entre los militares y en las gobernaciones y
alcaldías, a la espera del instante propicio.
Hoy, por lo mismo, se juega a Rosalinda.
Si pierde la presidencia de la Asamblea Nacional caerá en minusvalía,
aunque en política nunca nada es definitivo.
Esperemos.
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