Ricardo Escalante, Texas
Hoy, cuando Venezuela está en vilo después del anuncio que alargó e hizo más oscura la noche del segundo sábado decembrino, es inevitable preguntarse si la oposición puede permanecer sin líder hasta el momento mismo de la asunción de Nicolás Maduro al trono del Monarca de Sabaneta.
Una de las causas de la derrota sufrida por Henrique Capriles en las pasadas elecciones presidenciales, fue el breve tiempo de campaña. Hubo partidos que se empeñaron en demorar cuanto pudieron la escogencia del candidato para tratar de cosechar provechos que nunca llegaron y, por supuesto, las falencias de Capriles también fueron evidentes.
Eso ahora es clavo pasado y solo está por verse si tales errores volverán a reeditarse en esta nueva oportunidad, que ya está ahí, dependiendo de la gravedad de la salud de Chávez. La necesidad de un líder opositor con capacidad de convocatoria es urgente e inaplazable. La otra posibilidad –sentarse a esperar la declaratoria de falta absoluta del Presidente-, sería una inexcusable metedura de pata porque la Constitución establece que las nuevas elecciones deberán celebrarse en un lapso no mayor de un mes.
Seleccionar ese líder mediante primarias o cualquier otro método que consuma tiempo e implique procedimientos engorrosos sería absurdo e imperdonable. El dedo divino ya dijo quién es el príncipe heredero del socialismo del siglo XXI, como ocurre en agrietadas monarquías, o en Corea del Norte y Cuba, o hasta en el Brasil de Lula. Y la razón esencial es que cuando a Chávez se le aproxima lo inexorable, en su preocupación están los terribles desaguisados cometidos por su familia y por los queridos miembros del entorno. Por eso desea y necesita la continuidad del régimen.
Y, por cierto, dado que la condición intelectual de Nicolás Maduro es de excepción, alguien ya le debe haber explicado lo que reza el artículo 229 de la Constitución de la República: No podrá ser elegido Presidente… quien esté en ejercicio del cargo de Vicepresidente Ejecutivo, ministro, gobernador o alcalde, el día de su postulación o entre esa fecha y la elección. Pero, claro, dado que el texto fundamental de consulta de Nico es el Libro Gordo de Petete, está por verse si tratará de brincar a la torera todos los procedimientos y formas.
Ese hombre alto con cara pero sin inocencia de niño, es autor de atropellos como eL de cerrar el consulado de Miami solo para quitarle el voto a muchos venezolanos antichavistas. También es responsable de muchos insultos y atropellos a quienes no comulgan con las enmarañadas ideas del jefe y, como es de suponer, ya en su escritorio debe haber un teléfono rojo en comunicación directa con el despacho de Raúl Castro.
Nico, hay que reconocerlo, tiene méritos: A fuer del uso de vaselina para no causar más dolor a los ya resentidos cojones de Chávez, se ha refinado algo. Tiene una limitada cultura de viajes y roce con gentes de Estado (de otros países) y, por encima de todo, ha tenido habilidad para llegar en un autobús del metro a Miraflores en un largo tránsito plagado de mapanares.
Una de las causas de la derrota sufrida por Henrique Capriles en las pasadas elecciones presidenciales, fue el breve tiempo de campaña. Hubo partidos que se empeñaron en demorar cuanto pudieron la escogencia del candidato para tratar de cosechar provechos que nunca llegaron y, por supuesto, las falencias de Capriles también fueron evidentes.
Eso ahora es clavo pasado y solo está por verse si tales errores volverán a reeditarse en esta nueva oportunidad, que ya está ahí, dependiendo de la gravedad de la salud de Chávez. La necesidad de un líder opositor con capacidad de convocatoria es urgente e inaplazable. La otra posibilidad –sentarse a esperar la declaratoria de falta absoluta del Presidente-, sería una inexcusable metedura de pata porque la Constitución establece que las nuevas elecciones deberán celebrarse en un lapso no mayor de un mes.
Seleccionar ese líder mediante primarias o cualquier otro método que consuma tiempo e implique procedimientos engorrosos sería absurdo e imperdonable. El dedo divino ya dijo quién es el príncipe heredero del socialismo del siglo XXI, como ocurre en agrietadas monarquías, o en Corea del Norte y Cuba, o hasta en el Brasil de Lula. Y la razón esencial es que cuando a Chávez se le aproxima lo inexorable, en su preocupación están los terribles desaguisados cometidos por su familia y por los queridos miembros del entorno. Por eso desea y necesita la continuidad del régimen.
Y, por cierto, dado que la condición intelectual de Nicolás Maduro es de excepción, alguien ya le debe haber explicado lo que reza el artículo 229 de la Constitución de la República: No podrá ser elegido Presidente… quien esté en ejercicio del cargo de Vicepresidente Ejecutivo, ministro, gobernador o alcalde, el día de su postulación o entre esa fecha y la elección. Pero, claro, dado que el texto fundamental de consulta de Nico es el Libro Gordo de Petete, está por verse si tratará de brincar a la torera todos los procedimientos y formas.
Ese hombre alto con cara pero sin inocencia de niño, es autor de atropellos como eL de cerrar el consulado de Miami solo para quitarle el voto a muchos venezolanos antichavistas. También es responsable de muchos insultos y atropellos a quienes no comulgan con las enmarañadas ideas del jefe y, como es de suponer, ya en su escritorio debe haber un teléfono rojo en comunicación directa con el despacho de Raúl Castro.
Nico, hay que reconocerlo, tiene méritos: A fuer del uso de vaselina para no causar más dolor a los ya resentidos cojones de Chávez, se ha refinado algo. Tiene una limitada cultura de viajes y roce con gentes de Estado (de otros países) y, por encima de todo, ha tenido habilidad para llegar en un autobús del metro a Miraflores en un largo tránsito plagado de mapanares.
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