Ricardo
Escalante
La sagacidad y los
juegos ocultos siempre están presentes en política o, mejor aún, la política
sin jugadas maquiavélicas no tiene esencia. Y eso es lo que se ha visto en
Venezuela en las últimas semanas y, sobre todo, en las horas más recientes.
La juramentación de
los cuatro gobernadores de Acción Democrática ante la junta directiva de la
Asamblea Nacional Constituyente es parte de acuerdos con el gobierno de Nicolás
Maduro, con consecuencias nefastas para el futuro cercano de la oposición,
cuyas ilusiones se han hecho añicos.
La juramentación
otorga legitimidad de la Asamblea Constituyente y a los procedimientos
atrabiliarios de la dictadura contra la población que sufre la falta de
alimentos, medicinas y otros productos de primera necesidad, además de los
atropellos a todos los principios humanos elementales.
Una consecuencia grave
de esa situación es que el admirable respaldo internacional logrado en las
luchas de calle con la pérdida de 150 vidas, cientos de heridos y más de mil
presos, tal vez sufrirá mengua o se perderá.
Al no encontrar interlocutores válidos, los gobiernos y organizaciones
internacionales no tendrán razones ni fundamento para acciones tan decididas
como las que se habían comenzado a observar por parte de Estados Unidos,
Canadá, Francia y otros.
Más aún, hace dos días
varios magistrados del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio recibieron
llamadas telefónicas desde Caracas en las cuales se les solicitaba su retorno
al país, con la garantía de que no serán objeto de prisión ni de retaliaciones
de otro tipo porque “ya todo estaba arreglado”.
Ahora es, además,
obvia la lucha entre los partidos y líderes de la oposición por candidaturas
presidenciales para el próximo año, mientras en la población cunde el
desencanto y desde ya se augura una abstención favorable a Nicolás Maduro y a
sus planes de perpetuarse al estilo cubano.
¡Malos augurios!
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