Ricardo
Escalante
Cada derrota ocurre
por algo y lo sensato es examinar las causas para arribar a las conclusiones y
rectificaciones necesarias. En el caso de las elecciones venezolanas los
descalabros de la oposición han sido muchos y escandalosos en las ya casi dos
décadas del chavismo, sin que haya habido sindéresis para erradicar el
desencanto colectivo.
En las elecciones
parlamentarias de 2015 los resultados fueron abrumadores contra el gobierno,
pero se incumplieron las promesas tan cacareadas y los venezolanos quedaron
como pajarito en grama: no hubo cambio de miembros del Tribunal Supremo y del
Consejo Nacional Electoral, ni ley de amnistía para los presos políticos, ni
otras decisiones anunciadas con bombos y platillos. ¡Nada! Solo palabras, discursos a medias y mentiras
totales, mientras los desmanes del gobierno avanzaban indetenibles.
Eso condujo a sectores
numerosos a considerar que la Mesa de Unidad Democrática jugaba con las cartas
marcadas, y que quienes salían a la calle para protestar y eran atropellados y
asesinados de manera brutal e impune por las fuerzas de la dictadura. Hubo
negociaciones de madrugada con el gobierno fallido y se buscaban acuerdos
oscuros que nunca llegaban a buen puerto.
Los procesos de negociación son esenciales en cualquier transición, pero
debe prevalecer la sinceridad.
¿Qué ocurrió el
domingo? El sonoro descalabro de la Mesa de Unidad
tiene causas nada difíciles de imaginar,
conocidas de antemano y advertidas por muchos dentro y fuera del país.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro y los ex presidentes Laura
Chinchilla; de Costa Rica, Andrés Pastrana, de Colombia; Tuto Quiroga, de
Bolivia y otros líderes, formularon lo dijeron a tiempo, pero fueron, por
supuesto, desoídos.
Ahora hay aspectos que
no podrán dejarse de lado a la hora de hacer reflexiones con la mano en el
pecho:
1)
Las
migración de electores. El CNE trasladó
cientos de miles de electores de un sitio a otro con la finalidad de reducir la
votación de los adversarios. Esto se hizo inclusive cuando faltaban apenas
horas para la apertura de la consulta popular.
2)
La
coerción a los empleados públicos en todos los organismos y empresas del Estado
fue escandalosa. Hubo centros de votación en los cuales los ciudadanos eran
amenazados por paramilitares armados para impedirles el derecho al sufragio. El
chantaje, la suspensión del pago de pensiones y el uso de la asistencia social como
resorte de presión saltaba a la vista. Hubo nuevos electores a quienes no se
les permitió su inscripción en el Registro Electoral.
3)
Malos
candidatos. Los candidatos de la oposición en la mayoría de los estados no
tenía anclaje popular, eran desconocidos, carecían de mensaje atractivo y su
actividad de campaña era insuficiente. Y como si fuera poco, el escaso
prestigio de algunos suscitaba rechazos por todos conocidos, como pasó en
Aragua, Monagas y Amazonas.
4)
La
abstención. La concurrencia a elecciones
de gobernadores y alcaldes en Venezuela ha sido inferior a la de procesos
presidenciales y parlamentarios, tal como lo documentan las estadísticas. El domingo pasado se registró una de las más
bajas (38 por ciento), incluyendo en ella a quienes no concurrieron por distintas
razones: a los que emigraron a otros países, a los abstencionistas permanentes
y a los desencantados con la postura de la MUD y de sus integrantes. Ahora,
claro está, habría que ver si el gobierno alteró las cifras a favor de sus
candidatos, cosa muy probable de acuerdo a los antecedentes.
La cifra oficial
de abstención es real o alterada desde los centros de computación del CNE en
Caracas o en La Habana? La MUD había asegurado contar con testigos suficientes y calificados
para todas las mesas, que no abandonarían sus puestos hasta tanto se hubiera
contado el último voto y las actas se hubiesen llenado y certificado. ¿Dónde
están las copias de las actas que garantizarían a la MUD resultados fidedignos?
¿La MUD decía la verdad?
5)
Descontento.
El desencanto generado desencanto en los últimos años era palpable. En todas partes se escuchaban los testimonios
de gente del pueblo y de jóvenes como el admirable violinista y pacifista Wuilly
Arteaga, quien en su desencanto abandonó el país, pero frente a esas voces
había incluso el agravante de reacciones destempladas, desconsideradas. Unos
eran tildados de “héroes del teclado”, otros de patrocinadores de la abstención
para ayudar a la dictadura, otros de ignorantes y ‘’ultrosos’’.Hubo entonces una conjunción de factores en los cuales la
responsabilidad de la MUD fue de bulto y no ha sido aclarada de manera
satisfactoria.
El documento leído el lunes por Angel Oropeza a nombre de la MUD
es inconsistente con declaraciones formuladas por ciertos dirigentes y deja en
el aire muchas interrogantes: ¿Habrá algún refrescamiento en el liderazgo de la
MUD? ¿Habrá refrescamiento en los cuadros directivos de los principales políticos
que la integran? Algunos partidos (o lo que queda de ellos) son criticados por
ausencia de democracia interna y por estar conducidos al mejor estilo chavista,
de manera individual y de acuerdo con los vientos que soplan.
Después de todo, el país es hoy un hervidero. Unos se preguntan qué sucedió, otros culpan a determinados personajes, otros han caído en la ira y ahora ni siquiera quieren imaginar cómo se elegirá el candidato presidencial del 2018. ¿Seguirán los conciliábulos con Rodríguez Zapatero como mediador? ¿Surgirá un outsider cuando menos lo esperemos? Claro, el peligro está en que el outsider podría traer terribles tempestades. Todavía sufrimos la peste traída por Chávez
Después de todo, el país es hoy un hervidero. Unos se preguntan qué sucedió, otros culpan a determinados personajes, otros han caído en la ira y ahora ni siquiera quieren imaginar cómo se elegirá el candidato presidencial del 2018. ¿Seguirán los conciliábulos con Rodríguez Zapatero como mediador? ¿Surgirá un outsider cuando menos lo esperemos? Claro, el peligro está en que el outsider podría traer terribles tempestades. Todavía sufrimos la peste traída por Chávez
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