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miércoles, 25 de febrero de 2015

El Ledezma que conocí

Ricardo Escalante

Mientras avanzaban los años 70 y yo cubría la fuente informativa de Acción Democrática, conocí y conversé muchas veces con un miembro del buró juvenil que se diferenciaba de otros por la ecuanimidad y deseos de superación. No hacía mucho había llegado a Caracas y manifestaba la aspiración ser abogado.

Se graduó en la universidad mientras avanzaba en la carrera política, que en definitiva era su gran aspiración.  Pasaba el tiempo y con él su partido vivía hechos tumultuosos que lo desdibujaban y le hacían perder influencia, después de haber sido gestor y actor principal de hermosas luchas por la instauración del sistema democrático venezolano.

En ese proceso de erosión muchos jóvenes y otros que no lo eran tanto fueron excluidos, expulsados, apartados del camino porque constituían piedras en el camino para algunos. Antonio Ledezma fue uno de ellos. Esa fue una etapa muy distinta de aquella de los años 60 en que una generación brillante  se frustró, porque trastornada por el virus marxista cometió errores como ese de fracturar a AD, crear el MIR e incorporarse a las guerrillas entonces financiadas por Cuba.

Pues bien, Ledezma nunca abjuró de la socialdemocracia. Ahí leyó, estudió y llegó a conocer líderes de la factura intelectual de Felipe González.  Fue varias veces diputado, presidente del Concejo Municipal de Caracas y alcalde metropolitano, siempre cultivador de la controversia de las ideas y reacio a los regímenes de fuerza. Por eso condenó la acción del 4 de febrero de 1992 y todo lo que ha venido después.

Gran amigo de Carlos Andrés Pérez, de Gonzalo Barrios y otros que experimentaron en pellejo propio la persecución por razones de conciencia, muchas veces él escuchó relatos de viva voz sobre aciagos momentos. Ahora le toca a él y da muestras de su temple.

Ahora lo acusan de terrorista, autor de tratados desestabilizadores, participante en reuniones de madrugada y otras cosas que hasta en los colectivos desatan risa. Él insiste en hablar de democracia porque sabe lo que ocurrirá si las elecciones se celebran, como tendrán que celebrarse porque lo contrario sería la estocada final para el régimen.

A su cargo le eliminaron las atribuciones principales porque podía transformarse en poderoso rival, pero él continúa su lucha y ahí está.  Carece de carisma pero es un político de buen talante.

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