Los esperados resultados de las elecciones parlamentarias que acaban de ocurrir en Estados Unidos se traducirán en un aumento de las discordias entre republicanos y demócratas, a lo cual no escaparán las relaciones con América Latina. Aunque no era candidato, el presidente Barack Obama fue el gran perdedor.
Al perder la
mayoría en el Senado, Obama se encamina ahora a sus dos años finales de
gobierno con enorme fragilidad, porque sus iniciativas fundamentales no serán
aprobadas por el Congreso o lo serán con modificaciones de fondo. Las controversias entre los poderes Ejecutivo
y Legislativo por el presupuesto nacional se incrementarán y los programas
sociales a duras penas sobrevivirán.
Si Obama ya era
un presidente criticado por el incumplimiento de promesas como la de solucionar
el problema de al menos doce millones de inmigrantes ilegales, ahora lo será
más porque su capacidad de maniobra se ha reducido. Le queda, por supuesto, el derecho a veto de
leyes con las cuales esté en desacuerdo, pero resulta impensable que Estados
Unidos pase dos años entre veto y veto, porque eso causaría un clima de
inestabilidad de consecuencias económicas nacionales y mundiales.
El tema de Cuba,
que por décadas ha sido recurrente y polémico, se mantendrá como una
incógnita. ¿Triunfarán las tesis de
quienes por largo tiempo han defendido la idea de una apertura política y comercial? No es descartable que del lado republicano
surja la idea del acercamiento con La Habana, porque hay Estados de próspera
producción agrícola en los cuales hay quienes plantean la necesidad de la
apertura para sus mercados.
En el mapa de las
relaciones comerciales de América Latina con el resto del mundo en años
recientes, Estados Unidos muestra un retroceso acelerado. Su participación en
esa torta, que en el 2000 era de 53 por ciento, se redujo a 35 por ciento en
2013 y las proyecciones decían que la tendencia era a acentuarse aún más.
Entretanto,
durante el mismo período el intercambio con China pasó de 1.9 a 12 por
ciento. Eso, por supuesto, que a la hora
de los análisis muestra variaciones geopolíticas relevantes en los grandes
centros de poder, conduce a la pregunta de si en los dos años que restan de
mandato del presidente Obama habrá un incremento en los planes de cooperación
con la región. Hasta ahora no ha sido
así.
Los republicanos
insistirán también, como ya ha ocurrido en los últimos meses, en el tema de los
derechos humanos y tratarán de ejercer presiones para que el gobierno adopte
determinadas políticas de presión.
Los demócratas,
por su parte, acusarán a los republicanos y al Congreso de obstruir la marcha
regular del Ejecutivo y de torpedear las promesas presidenciales. Así llegarán a las próximas elecciones
presidenciales, con la tesis de que la oposición ha demostrado su
insensibilidad y tozudez ante problemas cruciales y, por supuesto, el ala dura
republicana, el Tea Party, actuará con mayor fuerza para imponer la candidatura
de alguno de sus halcones.
Hillary Clinton,
cuya aspiración no es secreta, encontrará difícil el camino para suceder a
Obama, puesto que los contrincantes la responsabilizarán de los desaciertos de
estos últimos años y le recordarán el caso Lewinsky desde el punto de vista
moral, por haber perdonado los amoríos de su marido con Mónica, aquella pasante
de la Casa Blanca.
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