Ricardo Escalante
Todos los días
aflora un caudal de información y análisis sobre el panorama petrolero internacional,
pero siempre quedan cabos sueltos. La incertidumbre persiste a pesar de los
estudios de organizaciones e individuos de reconocida reputación y, por
supuesto, queda abierta la puerta para especulaciones y predicciones que deben
ser consideradas con el beneficio de la duda.
Con su excepcional
prestigio, por ejemplo, este año la Agencia Internacional de Energía ha
ajustado cuatro veces sus pronósticos sobre el comportamiento del mercado de
los hidrocarburos. ¿Por qué? ¿Es acaso desprevenida? Claro, la economía no es
una ciencia exacta y los imponderables juegan un papel determinante. Un
acontecimiento político o un cataclismo económico pueden ocasionar alteraciones
súbitas, pero no se puede ignorar la existencia de elementos firmes que
pudieran servir de base a quienes manejan la “bola de cristal” petrolera.
Así, el aumento
de la producción de crudos en Estados Unidos no ocurrió de la noche a la
mañana. El fracking facilitó las cosas para la disminución de la dependencia
energética foránea de EUA y para que otros países emprendieran igual camino y
se convirtieran incluso en exportadores netos, vale decir, en competidores para
la Opep.
Lo extraño es que
ese hecho pasara desapercibido por muchos y por largo tiempo. La producción
norteamericana inició hace 8 años su ritmo ascendente y casi ha llegado a duplicarse,
pero ha sido en las últimas semanas cuando el mundo ha presenciado la abrupta
caída de los precios. ¿Por qué ésto no
empezó antes y a manera de regla de tres inversa? Esa es una pregunta sin
respuesta.
Entre julio de
2013 y octubre de 2014 se registró un cambio revelador de la nueva realidad del
comercio internacional de los hidrocarburos. En ese lapso Estados Unidos redujo
a cero sus importaciones de casi un millón de barriles de petróleo nigeriano
por día. Fue un cambio tan acelerado que el país africano se vio forzado a
luchar incluso con los integrantes de la Opep para mantener sus ingresos,
mientras Libia, además, lograba aumentar su producción en medio millón de
barriles por día. Otros miembros de la Opep violaban las cuotas establecidas.
Claro, hay otros
elementos que aunque con menor significación han venido a ejercer influencia creciente.
La gasolina que llega a casi todas las estaciones de servicio en EUA contiene
un porcentaje de etanol. La industria
automotriz fabrica motores cada vez más eficientes, que contaminan menos y
ruedan más millas por galón de combustible. La industria eléctrica también
avanza hacia la mayor eficiencia y, de manera simultánea, existen laboratorios que
estudian métodos para abaratar las energías eólica y térmica.
Ahora, por
supuesto, la actual guerra de precios tiene componentes políticos porque los
intereses de los actores son inmensos, múltiples y buscan predominios de
mercado. Nadie podría decir hoy con certeza cuál será el punto más bajo o
cuándo se revitalizarán los precios, aunque algunos hablan de julio o agosto de
2015, pero lo obvio es que en esta oportunidad hay aristas y realidades nuevas.
Un hecho que
llama la atención es la resistencia demostrada por los productores
independientes de Estados Unidos. Los pronósticos conforme a los cuales ellos saldrían
de la competencia al rozar el crudo los 70 dólares por barril quedado cortos.
Las estadísticas revelan que a finales de octubre la producción de petróleo
proveniente de esquistos en Dakota del Norte se había reducido en apenas 4 mil
barriles por día. Eso, por supuesto, no quiere decir que esos productores puedan
sobrevivir una prolongada guerra de precios que afectará incluso a colosos como
Exxon-Mobil y Conoco-Phillips, que ya estudian ajustes de gastos e inversiones.
Exxon tiene a su
favor el hecho de haber mejorado la rentabilidad de sus refinerías, mientras
Conoco anunció recortes de 20 por ciento en su programa de inversiones. Otro gigante, Halliburton, eliminará mil
puestos de trabajo en el Hemisferio Este, sin que esto se relacione con su
operación de compra de Baker Hughes. La
británica BP, que hace algunos años se vio involucrada en un desastre ecológico
en el Golfo de México que le costó más de 40 mil millones de dólares, se
prepara para invertir mil millones de dólares en una reestructuración que
implicará el despido de cientos de empleados.
Una consecuencia
de la guerra por porciones de mercado será la fusión de empresas medianas y
pequeñas del sector, mientras otras serán absorbidas por las más grandes. Pero, al mismo tiempo, como toda regla suele
tener sus excepciones, Noruega mantiene vigente un proyecto de enormes proporciones
en su plataforma continental, a 140 kilómetros de Stavanger, que en su mejor
momento (en 5 años) producirá entre 550 mil y 650 mil barriles de petróleo por
día. El país nórdico no descarta la
posibilidad de aminorar la velocidad del proyecto, pero conserva sin alteración
la inversión prevista, de unos 150 mil millones de dólares. En el Medio Oriente
hay, igualmente, costosos proyectos que serán desarrollados a mediano y largo
plazo.
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