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jueves, 7 de agosto de 2014

Entre Watergate y Caracas

Ricardo Escalante
Berstein y Woodward en la redacción de The Washington Post
El periodismo y la justicia independientes marchan de manera paralela y eficiente en sociedades avanzadas sin que un solo hombre logre imponer su voluntad, tal como lo demostró el caso Watergate en Estados Unidos hace ya cuarenta años.  Aquel hecho aún fresco demostró que el presidente más poderoso de la Tierra no podía violar la ley con impunidad y, por eso, fue obligado a renunciar y estuvo a punto de ir a la cárcel.

Los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward se catapultaron a la fama con su admirable trabajo de investigación y The Washington Post se robusteció como institución periodística, porque los intereses nacionales estaban por encima de los objetivos económicos. La caída del presidente Richard Nixon no desembocó en un régimen arbitrario y sigue siendo ejemplo de la existencia de poderes independientes, así como del arraigo de la prensa libre y la libertad de expresión.

Ahora, cuatro décadas después, al reflexionar sobre la trascendencia de lo ocurrido, Woodward y Berstein han dicho que Nixon era peor de lo que se suponía e ilustran su afirmación con el significado de la ley y la Constitución.  La contundencia del argumento nos lleva a preguntarnos por qué hay países como Venezuela, que no pasan de ser campamentos militares al arbitrio de autócratas, de violadores de principios de elemental convivencia civilizada.

“Mucho antes de que explotara el Watergate, el espionaje, los allanamientos, las intervenciones a las líneas telefónicas y el sabotaje político se habían convertido en un estilo de vida en la presidencia de Nixon”, señalaron los periodistas norteamericanos en un reportaje que acaba de publicar el Post.  Era un repugnante estilo de vida que no podía continuar y, en efecto, no continuó en Estados Unidos, mientras en otros lugares (como Venezuela) esas prácticas son habituales.  La corrupción, el hambre y la deshonestidad, imperan en el subdesarrollo.

Las frases de los periodistas norteamericanos que dieron una gran lección al mundo, son estremecedoras y parecieran hechas a la medida de las necesidades morales y cívicas de los venezolanos.  “Durante su presidencia de cinco años y medio, que comenzó en 1969, Nixon emprendió y dirigió cinco guerras sucesivas y yuxtapuestas: contra el movimiento de oposición a la guerra de Vietnam, los medios de información, los demócratas, el sistema de justicia y finalmente, contra la historia misma”…

Claro, la cosa es que Nixon es un caso excepcional en la historia norteamericana, mientras en países africanos y latinoamericanos (como Venezuela) la decencia política, la moral y otros valores inherentes a la democracia, son escasos. De los 184 años de vida republicana, Venezuela ha pasado 140 sometida al garrote militar y, por supuesto, no tenemos razones para ruborizarnos ante la estolidez.  Los presidentes civiles, demócratas, son apenas un accidente.

“Todas ellas (las prácticas viciadas y viciosas) reflejan una mentalidad y un patrón de conducta exclusivos y dominantes en Nixon: el deseo de evadir la ley para obtener ventajas políticas, así como la búsqueda de secretos y aspectos negativos sobre sus oponentes como un fundamento de la organización de su presidencia”…

Por estos días se recuerda en Estados Unidos aquella sucesión de hechos que mantuvieron en vilo al poderoso país y que todavía hoy son objeto de análisis e investigación, pero también es claro que las injusticias existen y que, por ejemplo, el sistema electoral tiene sus fallas. Pero el imperio de la ley existe.  ¿Nos servirá la lección?
@opinionricardo

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