No sin asombro he
visto como Nicolás Maduro trata de voltear en la opinión pública la detestable
tortilla de la delincuencia que campea en Venezuela. Los asesores cubanos han reaccionado con
rapidez, para hacer creer que el aumento vertiginoso de asesinatos, asaltos, robos,
violaciones y otros hechos, son provocados por sectores irracionales interesados
en desprestigiar al gobierno.
Eso de decir que
cada venezolano debe asumir su cuota parte de responsabilidad ante hechos
criminales es cuando menos imaginativo, pero no por eso deja de ser una
marrullería al estilo de los dramas de Woddy Allen en sus divertidas películas.
Maduro pareciera insinuar que lo mejor es declararnos culpables de las más de
25 mil muertes violentas ocurridas en Venezuela durante el último año, y que,
en consecuencia, los asesinos deberían ser considerados víctimas inocentes de
una sociedad perversa. ¡Así nomás!
Foto tomada de internet |
La estrategia
oficialista es chapucera pero distrae a los incautos. Primero, Maduro dijo que
el asesinato de la actriz Mónica Spear y su ex marido tenía visos de “sicariato” y,
luego, con insólita eficiencia el gobierno dijo que la causa había sido robo. Y mientras un atolondrado afirmó que la
oposición suministraba armas a las bandas delictivas, el colofón eran la
reunión de Maduro con gobernadores y alcaldes y el “retoque” del Gabinete.
Ahh, pero hay
detallitos que el mandamás pasa por alto.
¿Qué y cuántas son esas organizaciones etiquetadas con el apelativo de
colectivos? ¿Quién las creó y para qué? ¿No funcionan acaso como cadenas de
tráfico de drogas? ¿Quiénes son sus
integrantes? ¿Entre ellos no hay
maleantes de la calaña del convicto y confeso Valentín Santana? ¿Los colectivos
no son parte de la estructura electoral del gobierno? Las potentes armas que esos hampones
utilizan provienen de Bielorrusia, Rusia, Corea del Norte e Irán, y no es
difícil imaginar quién y para qué las importa. ¡Nada de eso es secreto!
Con diseño y
asesoría cubana, Hugo Chávez formó una poderosa estructura paramilitar y
parapolicial que con prácticas de terror, intimidación y chantaje, le dan
solidez al gobierno e impunidad al delito.
Por eso, ahora nadie duda que Venezuela es uno de los países más
peligrosos del mundo, tal como lo revela la tasa de muertes por hechos
delictivos. Las estadísticas hablan de
25 mil muertes durante el último año, pero esa cifra no es exacta porque hay
casos de dos o más fallecidos contabilizados como si hubiese sido uno.
Otro detallito
que Maduro pasa por alto es que en el desespero por concentrar el poder, el
Ejecutivo castró las atribuciones y presupuestos de las gobernaciones y las alcaldías
y, en consecuencia, su eficiencia ha menguado.
Hay funcionarios designados por el Presidente que actúan de manera
paralela a esos organismos, que se reparten (¡sin control!) los presupuestos y
generan corrupción.
En la reunión de
Miraflores, Maduro habló de coordinación de la lucha contra el hampa y hasta de
una ley de pacificación con sabor a reconocimiento de que, al caer en sus
manos, el país entró en un estado de guerra y desolación. Y es obvio que los opositores en el ejercicio
de funciones públicas están obligados a combatir con dureza el delito, pero eso
es una cosa y otra dejarse manipular por el gobierno. En ese sentido, deberían ser enérgicos en sus
protestas contra los abusos y delitos variados de altos jerarcas. Hay, por ejemplo, bien conocidos generales de
la Guardia Nacional, involucrados en narcotráfico y contrabando, amparados
desde Miraflores.
Un elemento adicional
que tampoco puede pasar desapercibido, es que para sacarle provecho a la conmoción creada por el
asesinato de Monica Spear y su exmarido, el mandamás dejó colar la intención de
aumentar el control de los medios de comunicación, con el pretexto de que no
pueden ser utilizados para estimular y promover el delito. La oposición, entretanto, luce mediatizada
por la modorra y la incapacidad.
Twitter: @opinionricardo
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