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viernes, 27 de diciembre de 2013

Mis tiempos en Ciudad Tablita

¿Qué hacía yo en esa en esa zona con ganada fama de insegura? 

Entre “Daniel Santos” y  “Alí Khan”…
Ricardo Escalante
Después de haber vivido una corta temporada en un cuarto que a duras penas podía pagar en San Agustín del Norte, en 1972 me mudé con mi esposa a un pequeño apartamento en Ciudad Tablita, no muy lejos del mercado de Catia, en aquella populosa área caraqueña con bien ganada fama de insegura.
El apartamento estaba situado en el extremo Este del primer piso del Bloque 3, en un conjunto residencial que había sido construido en los años 50 por Marcos Pérez Jiménez, quien con su brutal dictadura de derecha aspiraba a pasar a la historia por la construcción de grandes obras de infraestructura en todo el país.
Eran los tiempos tempranos de mi carrera periodística. El sueldo en la corresponsalía de aquella mina de avisos que era El Carabobeño -de arraigada circulación en la zona central del país-, apenas se podía estirar para medio vivir. Todavía uno podía desplazarse en autobús en esa capital que estaba lejos de transformarse en el gigantesco atascadero que es hoy, aunque ya había quejas por congestionamiento, mientras los trabajos del Metro avanzaban poco a poco pero a ritmo sostenido.
Cito la ubicación exacta del apartamento porque era motivo de nuestras venturas y desventuras.  A pocos pasos del edificio había varios arbustos y dos o tres bancos de concreto, alrededor de los cuales se reunía -sobre todo los viernes y sábados por la noche- un grupo de jóvenes escandalosos a quienes yo apenas saludaba. Unos trabajaban, otros estudiaban, otros vivían del ocio y algo más…
Eran jolgorios bañados de cerveza, ron, pasapalos y marihuana, que nos impedían dormir.  A veces había tiros, alaridos, estampidas y sirenas de la policía o ambulancias.  Tras silencios de corta duración, con toda su intensidad se reanudaba la fiesta, que a veces nos causaba risa en medio de la impotencia y de las fumadas indirectas del penetrante cáñamo índico que lo invadía todo.
Nunca supimos quién era porque nos negábamos incluso a espiar por la ventana, pero uno de los noctámbulos exhibía una destreza admirable para imitar a Daniel Santos con sus adorables boleros. Hablaba y cantaba como Santos, y cuando entonaba La Despedida entonces gemía y lloraba a lágrima suelta. Todos aplaudían y le pedían Linda, Cuando ya no me quieras, El preso, y otras hermosas canciones que él se apresuraba a complacer.  En medio de su preñez y del cansancio provocado por el trasnocho, Carmen Ligia hasta disfrutaba el espectáculo.
Después de aquel “inquieto anacobero” había intermedios cargados de chistes subidos de tono, anécdotas y otras cosas, hasta que alguien reclamaba a gritos: “¡La primera válida!   ¡La primera válida!”   Ahí llegaba el turno de otro de esos artistas callejeros, que empezaba entonces la narración de la supuesta “primera válida”, en el Hipódromo La Rinconada.  Su imitación del legendario Virgilio Decán, mejor conocido como Alí Khan, era perfecta y más aún lo era el dominio de la información que manejaba. Empezaba con la descripción de las yeguas competidoras, los jinétes, sus records, distancias, pesos y demás, hasta que de manera súbita hacía la obligatoria interrupción para los comerciales, que resultaban tan buenos como la carrera que estaba a punto de iniciarse:  “Gillett, la mejor afeitada”, y otros más.  Después seguía con aquello de “La yegua tal no quiere cuadrar….  Ahora todo está listo y… ¡Se ordenó la partida!..”
Con “Daniel Santos” y otros “boleristas”, alguna declamación y la alta dosis de chistes, la noche se alargaba despacio hasta llegar a la “sexta válida”, en medio de nuestro sueño contenido. Así hasta que salía el sol.  En aquella época el cantautor puertorriqueño de carne y hueso era un gran ídolo que visitaba con frecuencia a Caracas, donde tenía grandes amigos, como el culto y simpático dirigente comunista y parlamentario Héctor Mujica.
 Los vecinos de Ciudad Tablita no teníamos derecho a un sueño sin sobresaltos, aunque en realidad mi esposa y yo nunca fuimos víctimas del hampa. Claro, éramos cautelosos.  Allí conocimos gente decente, trabajadora, familias con jóvenes profesionales universitarios entre sus miembros, que con los años tuvieron los beneficios de la movilidad social que entonces existía.  Los gobernantes no propiciaban el odio de clases, ni saqueos, invasiones a casas, apartamentos, haciendas o industrias y, por supuesto, nadie imaginaba que un día el país estaría dominado por caos y terror impuestos desde la oficina presidencial.
En ciertas ocasiones, cuando iba o venía del trabajo me encontraba con mi amigo el luchador sindical José Beltrán Vallejo, que llegó a formar parte del directorio de la Confederación de trabajadores de Venezuela.  Conversábamos algunos minutos y luego cada uno tomaba su rumbo.
Al convertirme en reportero de Panorama los aires soplaban de manera favorable y Carmen Ligia y yo -en la ya placentera compañía de la pequeñita Carla-, a través del sistema nacional de ahorro y préstamo pudimos comprar un apartamento en la avenida Libertador y, por supuesto, le dijimos adiós a Ciudad Tablita.  Hasta ahí llegaron las emocionadas canciones de aquel Daniel Santos y también el Narrador Hípico, del otro Alí Khan, así como el fuerte olor a marihuana y los trasnochos involuntarios de los fines de semana.  Así era Ciudad Tablita para nosotros.

Twitter: @opinionricardo

domingo, 22 de diciembre de 2013

¡Bañados en gasolina!

Ricardo Escalante
Las políticas de mercadeo interno de los hidrocarburos son de interés vital y demandan una visión seria y responsable para beneficio de la sociedad, sobre todo para las nuevas generaciones de venezolanos.  Por eso, el gobierno no debería seguir manejando el asunto de manera parcial, sectaria y corrupta, mientras en el liderazgo opositor saltan a la vista profundas debilidades y contradicciones.
Desde que ocurrió el anuncio de aumento de los precios de la gasolina han salido a flote las fallas que caracterizan a uno y otro bando, lo que, por supuesto, ata el país a una irremisible y hasta secular postración. No se avizoran signos de solución, mientras la mayoría silenciosa y de poco raciocinio se satisface con el discurso agresivo y las dádivas oficiales.
El precio de la gasolina debería formar parte –como ocurre en el mundo civilizado- de un complejo de políticas de Estado que van desde la conveniencia de contaminar cada vez menos, hasta los estímulos para hacer más eficiente el parque automotor y mejorar el transporte colectivo, pasando por la implementación de controles rigurosos en cada eslabón de la cadena. Los impuestos son esenciales en la fuente de ingresos nacionales y nadie tendría por qué escapar al pago que le  corresponde.
¿Hay algo de eso en Venezuela?  Pues claro que no, porque la irresponsabilidad del gobierno es inconmensurable y ha permitido que los ciudadanos piensen que el combustible tiene que regalarse, mientras la “mejor obra” de la rosca enquistada en Pdvsa es esquilmar los intereses nacionales.  Al superministro Rafael Ramírez y a su gobierno les interesa más la alianza con Cuba y con los países de Petrocaribe, que usufructúan la riqueza venezolana a cambio de respaldos políticos en la comunidad internacional.  Cuba es, además, el gran arquitecto del régimen atroz imperante en Venezuela.
El congestionamiento en las calles y avenidas venezolanas es monumental porque nadie siente razones para gastar menos dinero en combustible, por cuanto éste se ha derrochado durante años. Además, el precio simbólico ha impulsado el contrabando de extracción hacia Colombia, Brasil y las Antillas, con la activa participación de altos oficiales de la Guardia Nacional y testaferros de funcionarios inescrupulosos.
¿El anunciado aumento del precio significará algo? De ninguna manera, porque el daño infligido a la economía nacional es profundo y no se remediará con paños calientes. En el Ejecutivo prevalece el criterio de hacer pequeños incrementos en precio de la gasolina, pero sin llegar a alcanzar más de 35 por ciento del promedio del mercado internacional, vale decir, el subsidio y el contrabando seguirán siendo elevados.  La única repercusión será en inflación.  El déficit de 15 por ciento que arroja el PIB no tendrá alivio, porque ni Cuba ni ningún otro beneficiario de Petrocaribe se pondrá al día con Venezuela, es decir, los ingresos petroleros continuarán siendo insuficientes, mientras la deuda total de la República y el peso de la burocracia se mantendrán en niveles insostenibles.  Estos son problemas de fondo.
¿La fiesta debe continuar?  Las decisiones de aumentar los precios de la gasolina, la electricidad y otras cosas más, son indicadoras de que al gobierno se le agotaron los recursos, a pesar de haber tenido más de un billón (¡Un billón!) de dólares en ingresos petroleros desde el inicio de la era chavista. ¿Y cuál es el resultado?  Muy sencillo: Ahora los venezolanos somos más pobres y Pdvsa dejó de ser nuestro emblema internacional, porque ya no figura entre las empresas más eficientes e importantes del mundo. La eficiencia se perdió en la compañía petrolera porque ni el mantenimiento ni los planes de modernización están a la altura de los tiempos. Los accidentes son pan de cada día en las ya obsoletas refinerías, los costos de producción son elevados y Venezuela es importador neto de gasolina.
La deuda contraída en bonos se agrava cada vez más porque los índices de riesgo son los peores.  Esos bonos son considerados basura por las calificadoras de riesgo Standard & Poor´s y Moody´s, que colocan a Venezuela entre las peores naciones para los inversionistas, como consecuencia de los profundos desequilibrios macroeconómicos. La inflación, según cifras oficiales, terminará el año en algo más de 55 por ciento, pero todo el mundo sabe que el Banco Central maquilla las cifras, y que la escasez de productos esenciales es insoportable.
Ahora bien, cuando el país se sumerge en el caos, en la oposición hay signos inquietantes. No hay un líder sólido, con olfato para interpretar el momento y enfrentar con firmeza el autoritarismo. Hay un grupo de jóvenes con deseos que han desaprovechado oportunidades.  Varios de ellos son buenas promesas pero  carecen de asesores calificados o no se dejan asesorar, con lo cual parecen necesitar tiempo para madurar. 
Para ilustrar las falencias de la oposición podemos recordar algunos errores de bulto:  Tan pronto el gobierno habló de aumentar el precio de la gasolina, Henrique Capriles reaccionó a través del Twitter con una frase irresponsable:  “¡No al aumento de la gasolina!”, sin entender que un dirigente con sentido de Estado debe ser serio.  No puede hablar por hablar. Ya antes, cuando el ministro Giordani advirtió que quienes recibían casas del Estado debían pagar los préstamos correspondientes, HCR exhortó a que esa deuda no se honrara porque los gobernantes se robarían el dinero.  Y, por supuesto, sus más recientes actuaciones están el fallido plebiscito contra Nicolás Maduro y la propuesta de una constituyente que solo hubiera servido para favorecer a la “revolución”.
La valiente María Corina Machado tampoco ha escapado a las meteduras de pata.  A través del Twitter reaccionó contra el aumento de la gasolina, diciendo que antes el gobierno debería cobrarle a sus socios extranjeros. Y, por supuesto, todavía está fresca aquella foto en que aparecía sentada con Bush, que la estigmatizó.  El planteamiento de Leopoldo López ha sido parecido al de María Corina.  A ninguno se le ha ocurrido una estrategia coherente, seria, con un tono de voz fuerte que descalifique a Maduro y haga reaccionar a las masas. Por todo eso, los incapaces Maduro y Diosdado Cabello, asesorados desde La Habana, llevan una clara delantera en sus nefastas estrategias.
Ya para finalizar, en ese es el dantesco panorama venezolano se me ocurre recordar que el vicepresidente de la República, Jorge Arreaza, sabe mucho de hidrocarburos porque a su familia le fueron “adjudicadas” estaciones de servicio “lomito” en la época en que Julio César Arreaza Arreaza (su abuelo) era parte del directorio de Pdvsa. Tal vez por eso y por la vida disoluta que atrae a la familia Chávez, fue el encargado de anunciar el ajuste de precios de los combustibles.

martes, 10 de diciembre de 2013

Una verdad agarrada por el pescuezo

Ricardo Escalante
Como creo en los beneficiosos aires de la contraposición de las ideas, recibo casi con alborozo los reclamos y hasta las muestras explosivas de contrariedad por la orientación de mis artículos de opinión.  Y lo celebro por considerar que no hay nada más aberrante que la verdad absoluta, que no es propia solo de religiones, sino también de dictadores y hasta de ingenuos adoradores de líderes.

En anterior ocasión hice tal afirmación con otras palabras y ahora la repito, porque una vieja amiga me exige explicaciones por el atrevimiento o la irreverencia en que incurrí al advertir la existencia de ciertos lunares en la oposición venezolana y, de manera especial, en Henrique Capriles Radonsky. Para ella el ex candidato presidencial es infalible, providencial, criterio que respeto pero no comparto por muchas razones.
El Consejo Nacional Electoral dijo que el conteo de los votos emitidos el domingo pasado dio 49 por ciento al oficialismo y 43 a la alianza opositora. Según eso, por supuesto, hubo ganadores y perdedores, a pesar de lo cual hay quienes practican la alquimia de las interpretaciones políticas.  Yo sostengo que era equivocada la estrategia de Capriles, conforme a la cual las elecciones venezolanas del pasado domingo eran una suerte de plebiscito para Nicolás Maduro y, en consecuencia, debíamos prepararnos para una constituyente y para relegitimar todos los poderes del Estado.  ¿Alguien en su sano juicio podría hablar hoy sobre ese tema?
Además, Capriles se empeñó en asumir el protagonismo de unas elecciones locales cuyos revelaron que él no es líder en la capital del estado que gobierna, Miranda, porque su candidato perdió.  Por eso, por supuesto, es bueno saludar los esfuerzos de María Corina Machado, Leopoldo López y muchos otros, para quitarnos de encima la cadena de abusos impuesta por el estólido Nicolás Maduro, que ha llevado el país a la ruina.
Y como mi amiga casi me pide una rectificación -que con buena voluntad haría si sus argumentos fueran más allá de los dictados del corazón-, he vuelto a revisar lo que arrojaron los escrutinios: Que el país está dividido en dos toletes, uno un poco más grande que el otro.  Ahh, y hay también el sector de los hastiados del gobierno y la oposición, que se abstuvieron de participar en el “plebiscito”.  ¡La mayoría no cambió con los discursos de la MUD y de Capriles!  Por eso expresé que no ha ocurrido una hecatombe, pero tenemos que cuajar decisiones acertadas para convencer a esa mayoría que embelesada sigue al gobierno atrabiliario de Maduro. ¡Estamos a tiempo!
Y, para rematar, a la siempre bien recordada amiga le aclaro que mis frases descarriadas no pretendían alterar el afecto mutuo, pero sí reiterar que profeso la crítica y no me cuento entre quienes agarran la verdad por el pescuezo.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Autopsia electoral

¿Aprenderemos algo de los resultados del domingo?
Ricardo Escalante
Los resultados de las elecciones de alcaldes y concejales realizadas ayer domingo en Venezuela deben ser examinados con frialdad y como otra advertencia más a los jefes de la maquinaria opositora, que, sin lugar a dudas, han incurrido en errores estratégicos de bulto.
Las cifras reveladas por el Consejo Nacional Electoral dicen que –a pesar de la astronómica inflación, la galopante inseguridad individual y colectiva, y la ausencia de productos esenciales de la vida diaria-, el chavismo tiene el respaldo de la mayoría de los ciudadanos. Nadie puede engañarse con la lectura de lo que ocurrió en estos comicios.
Antonio Ledezma y los candidatos ganadores en Maracaibo, Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal, Mérida, Barinas, y en otros municipios, cumplieron una labor encomiable, pero lo cierto es que en términos nacionales totales la oposición obtuvo menor cantidad de votos y, por supuesto, eso es consecuencia directa de las falencias del liderazgo.
Henrique Capriles Radonsky se empeñó en ser el gran protagonista del proceso que acaba de concluir. Volvió a hacer demostraciones de fortaleza física y de ambición de poder. Desde temprano se ofreció como jefe de campaña para estas elecciones, que lo han dejado con plomo en el ala.  Los resultados deben ser interpretados como su tercera derrota consecutiva.  Su grave falla fue presentar la campaña como si se tratara de un plebiscito a la desastrosa gestión de Nicolás Maduro y ahora los resultados están a la vista:  Ni siquiera logró la victoria para su candidato en la capital del estado Miranda, del cual es gobernador.  Y con esa derrota en Los Teques surge una interrogante: ¿Se sienten los pobladores de esa ciudad a gusto con su gobernador? Pareciera que Capriles quiere abarcar mucho pero aprieta poco.
¿Es tangible la estrategia equivocada de la MUD?  Pues, claro que sí. El discurso del secretario ejecutivo de la Mesa de Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo, que en esta ocasión tuvo una menor exposición pública, no estaba acorde con los tiempos de dificultades que viven los venezolanos. Él es un intelectual y político decente, con larga experiencia parlamentaria y de gobierno, cuyo carácter no está hecho para transmitir emoción a las masas. Su postura pausada, sosegada, de altura, seguía los cartabones de la política de salón, mientras las circunstancias reclamaban algo distinto, un poco de burdel.
No entendía que frente a la interminable cadena de desmanes del gobierno, hacía falta un liderazgo fuerte, capaz de hablar golpeado y hasta en términos desafiantes, sin que eso vaya reñido con procedimientos democráticos.  Durante el proceso que acaba de finalizar, nadie en la MUD cumplió ese papel.  Hasta Henry Ramos -conocido por sus discursos encendidos y demoledoras ironías-, en la recién finalizadas elecciones parecía haber bajado la guardia.
Los partidos políticos adversos al chavismo tendrán que reflexionar sobre el desempeño de su función como ejes fundamentales de la democracia prometida, porque hasta ahora han puesto énfasis en intereses parciales, para tratar de obtener beneficios que al final del día no dejan de ser escasos.  Un buen ejemplo de esto son los terribles resultados obtenidos en el municipio Libertador, por haberse empecinado en sostener a Ismael García, un candidato pésimo  -con limitada capacidad para expresarse y sin carisma-, a pesar de la desventura que las encuestas anticipaban.  La responsabilidad primordial de tal descalabro fue de Primero Justicia –la única organización política que ha tenido un crecimiento, aunque irrisorio-, al aliarse con la Causa R para impulsar a García.
En el mensaje publicitario opositor había graves puntos flacos. No pudo desenmascarar la ruidosa y bien hecha publicidad oficial, que hasta hacía creer que las empresas de Guayana y las grandes obras de los gobiernos democráticos, habían sido construidas por Hugo Chávez.
Todas esas cosas ocurrían mientras en el país faltaba papel higiénico, aceite, café y muchas cosas más, con un presidente que invitaba a saquear y a atropellar a los disidentes, que ha cercenado la libertad de prensa y hasta de pensamiento, que encarcela  y estimula desapariciones de ciudadanos.  Ahora, por supuesto, después de estas elecciones volvemos a lo mismo: ¿Podremos sacar esta vez conclusiones de nuestros propios errores? ¿Surgirá de allí el líder democrático con cualidades para estremecer a las masas?
No podemos pensar que estos comicios locales fueron una hecatombe, pero sí deberíamos reflexionar para producir lo más conveniente para todos.
@opinionricardo

domingo, 1 de diciembre de 2013

¡Epígonos de autócratas!

Ricardo Escalante
Escribí mi artículo sobre Luis Alfaro Ucero al ver la inusitada oleada de elogios que le hacían a través de las redes sociales. Sentí entonces que debía contar la versión de un periodista que presenció los métodos estalinistas que Alfaro imponía a su manera en AD, ese partido de historia imborrable que, entre muchas cosas, luchó y creó el sufragio directo y secreto para todos los mayores de 18 años y reconoció derechos fundamentales a las mujeres.
Lluevo ahora sobre mojado como consecuencia de la cantidad de correos electrónicos que inundó mi casillero.  Unos me decían que no era bueno sacar los trapos sucios de un muerto, mientras otros lo defendían con explicable razón, porque estuvieron bajo la sombrilla protectora del “caudillo”.  Hubo insolencias y también la cordial llamada de atención telefónica de un apreciado amigo, frente a lo cual reaccioné diciendo: “Ahh, ahora debo entonces reconocer que lo de Chávez no eran tropelías sino actos sublimes”… Claro, hubo también quienes coincidieron con las apreciaciones de mi artículo.
Amigos lectores, escribo ahora para declararme al margen de los epígonos de esa suerte de “religión”  según la cual el fin de la vida viene a ser una absolución para las temeridades incurridas. En ese sentido, ahora me pregunto qué habría ocurrido si Nikita Khrushchev no hubiese presentado aquel informe al XX Congreso de la Unión Soviética, en 1956, con denuncias de las crueldades infinitas del autócrata que hasta ese instante muchos consideraban benefactor, héroe. Ahí, con su discurso de cuatro horas, Khrushchev destruyó de una vez por todas el culto a la personalidad impuesto por Stalin.
Por las mismas causas, confieso que sentí vergüenza al presenciar la serie de delitos de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y sus compinches, mientras el atrabiliario teniente coronel agonizaba o ya estaba muerto en La Habana. Con pena escuché y leí las lagrimosas oraciones de prominentes figuras opositoras rogaban para que el dictador reasumiera cuanto antes el poder.                                                        
En tales circunstancias nunca están demás las campanadas de alerta, las denuncias y críticas, para que haya un régimen de respeto a la pluralidad de las ideas y a los derechos ciudadanos. No de otra manera podremos destronar al dueto inmoral y bárbaro que hace y deshace en el país, dirigidos por Fidel y Raúl Castro.  Ahh, y mi última reflexión: ¿Un periodista tiene derecho a callar?
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