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martes, 29 de octubre de 2013

Ahh, la felicidad como superchería

Ricardo Escalante
Un personaje de pacotilla que adquirió un poder descomunal a la sombra de Juan Domingo Perón y su tercera mujer, Isabel Martínez, encontraba en el esoterismo un instrumento para ofrecer la “felicidad suprema” a los argentinos desde el ministerio de Bienestar Social, en el cual creó una macabra estructura para cometer asesinatos y otros hechos criminales. Han pasado muchos años desde aquello y él murió mientras era sometido a juicio, pero el daño causado es imborrable.
Perón, Isabel y El Brujo López Rega
El triste y desagradable episodio protagonizado por José López Rega, El Brujo, no es exclusivo de Argentina. Ha habido casos con mayor o menor gravedad en muchos países, con tonalidades que al fin y al cabo son lo mismo, en regímenes torcidos, perversos, agrietados institucionalmente, con gobernantes trastornados e ineficientes. En la Rusia de los zares existió el charlatán Rasputín, que hacía y deshacía a su antojo. ¿Quién no ha leído algo sobre él?
López Rega se le metió por los ojos a Perón a través de Isabel, esa ambiciosa cabaretera de escasa formación, que también provenía de una familia  practicante del espiritismo. Desde un viaje que ella hizo de Madrid a Buenos Aires para pavimentar el camino para el retorno del conductor después del largo exilio, quedó impresionada por JLR. El desequilibrado la embaucó y se convirtió en su mensajero, mucamo y, luego, en secretario privado, hasta cercar a Perón y controlar sus actos.
Al llegar Héctor Campora a la Presidencia argentina en 1973 a la sombra de Perón, éste impuso a López Rega como ministro de Bienestar Social, lo que dio lugar a patotas que sembraban el terror. En los sótanos del ministerio, El Brujo tenía un arsenal y calabozos de los cuales muchos no salían con vida. Desde ahí dirigía una organización paramilitar, que actuaba contra los “enemigos” del régimen. Los planes de bienestar social eran un parapeto que ocultaba algo más.
Decía defender y representar los intereses del comandante supremo y no tenía empacho en defender a la Triple A y a los matones tarifados. Durante el día hablaba del bienestar social, de programas para impulsar la felicidad del pueblo. De noche echaba a la calle a sus muchachos sedientos de sangre, que actuaban como hoy lo hacen La Piedrita y otros colectivos en Caracas.  En pocas semanas, la lista de sus muertos ya se estimaba en más de mil.
Claro, entre la Triple A y los grupos vandálicos de Venezuela no hay parangón posible. Se sabe que entre el gobierno de Maduro y ellos hay vasos comunicantes, pero no podría afirmarse que estén orquestados desde un ministerio y, además, hay colectivos que se disputan territorios.
El Brujo todavía no había sido juramentado por Cámpora, cuando ya andaba en jugadas desestabilizadoras contra el nuevo gobierno.  Y lo hacía en complicidad con Isabel y un grupo de incondicionales.  El Presidente era un ingenuo fiel al general, que resultó presa fácil y en menos de dos meses renunció para dar paso a la tercera presidencia de Perón, cuyo debilitamiento físico y mental era objeto de rumores, mientras López Rega intentaba cuidar las apariencias en combinación con la ex bailarina subida de lote. A los argentinos se les ocultaba la realidad de la salud del conductor, que falleció apenas ocho meses después de haber iniciado su tercer gobierno.
Isabel, manipulada por el demente de marras, no tenía ni preparación política ni olfato para el manejo de los asuntos del Estado.  No sabía nada de nada. Se limitaba a repetir lo que el también incapaz López le susurraba.  Hubo una reunión reseñada por Joseph Page, el calificado biógrafo de Perón, en la cual Isabel salió al paso de los denunciantes de las barbaridades de López Rega. Con voz firme y mirada torva, ella advirtió que el extravagante personaje era visto por su finado marido como un hijo.  La señora creía en pajaritos.
Aquella mujer que con taparrabos había exhibido sus atributos en las noches de derrape del Pasapoga en Caracas, no podía, por supuesto, controlar el poder.  El Brujo se vio obligado a renunciar y viajó al exterior como embajador itinerante, hasta el día en que Isabel fue derrocada y él comenzó su larga huida, con nombres falsos. Estados Unidos lo apresó, deportó y fue sometido a juicio.
Es la historia de un amargo capítulo de la vida argentina. Con un militar-presidente que aspiraba perpetuarse en el poder y que en el ocaso, ya debilitado, se dejaba llevar por su esposa y por un audaz, autor de libros esotéricos, en los cuales hablaba de vibraciones de los colores y daba absurdas fórmulas matemáticas mágicas.  Es al mismo tiempo un ejemplo de cómo esos que en su desvarío, abrazados a las tumbas de sus mentores, hunden a sus países en la miseria y el caos.

jueves, 17 de octubre de 2013

Ayy, Eudomar, ¡qué mal te veo!

Ricardo Escalante
En Venezuela hay quienes se quejan por falta de dólares, pero, según el presidente del Banco Central, al torrente económico ingresan cantidades más que suficientes. Son, entonces, los tradicionales devoradores de dólares los causantes de los quebraderos de cabeza del gobierno de Nicolás Maduro.
A juzgar por las declaraciones del banquero chavista Eudomar Tovar, son los compradores de medicamentos para ficticios quebrantos y las señoras del 23 de Enero en Caracas, quienes demandan más papel higiénico, comen pollo y carne de res importada porque lo nacional se acabó y, en definitiva, son los interesados en la debacle nacional.  Por eso, la solución es cortar importaciones y meter a la cárcel a quienes porten un billete de un dólar.
Esa gente desconsiderada, ¡apátrida!, es la que le pone un revólver en el pecho al rojo rojito de sospechosa voz aterciopelada, para que Pdvsa importe millones de litros de gasolina.  Literalmente se toman la gasolina, sin tomar en cuenta el esfuerzo madurista para regalar el combustible en el mercado nacional, además de  mantener a Cuba con más de cien mil barriles por día de petróleo. 
Claro, esa indolencia obedece a que los devoradores no tienen noción de cuán difícil es cabalgar el tigre desaforado del control de cambio, que -como dijo el único venezolano superior a Simón Bolívar-, se implantó para dure tanto como la “revolución”. O sea, ¡así, así, así es que se gobierna!  Ahh, y si hay unos supermillonarios nacidos a la sombra del régimen, es porque lo merecen.  ¡No por ladrones!
Si la economía venezolana demanda más de 60 mil millones de dólares para sus importaciones anuales, no es porque el Estado se haya convertido en dueño de haciendas, tomateras, plantas procesadoras de leche, harinas y otros renglones agrícolas, productoras de papel, cemento, periódicos, televisoras, hoteles, bancos, líneas de taxis, fábricas quebradas de bicicletas y otras empresas.  No.  Venezuela es un paraíso: Produce de todo, y si no exporta es porque no le da la gana.  El problema está en los insaciables devoradores de dólares.
Ahh, un elemento importante:  Es falso que exista estanflación.  Los precios cambian cada dos o tres días para que no haya aburrimiento, pero no porque la economía venezolana esté dislocada.  Y las estadísticas del Banco Central -el mismo que preside Eudomar Tovar-, se maquillan solo para no desatar temores, vale decir, para que haya felicidad.
Por un “lapsus brutis” -como le decía Hugo Chávez a José Vicente Rangel-, tú, Eudomar, genio de la economía, has hablado de distorsiones causadas por importaciones innecesarias y por el dólar paralelo. Pero ahora, Eudomar, yo, tu amigo, te pregunto: ¿Cómo puedes imaginar distorsiones en el sistema cambiario perfecto creado por el Comandante Supremo?  Ayy, Eudomar, ¡que mal te veo!  Olvidas que algunos se embucharon con dólares para bien de la “revolución”.  Olvidas que Él, el Supremo, le enviaba maletas de dólares a Cristina Kirchner y compraba armas rusas con precios abultados por José Vicente. 

Eudomar, actúas como enemigo de la revolución y yo -amigo tuyo al fin y al cabo-,  te recuerdo que Mao Tse Tung emprendía purgas inclementes por mucho menos.  ¿Recuerdas a Ling Piao? ¿No es acaso Nico un adorador de Mao y de cachivaches chinos?  Tu no tienes ni las ideas, ni la formación, ni los cojones de Deng Xiao Ping para sobrevivir a la “revolución”, porque una vez dijiste que no había condiciones para una devaluación.  ¡El devaluado eres tú!  Y no hablas del fondo del asunto porque sabes que el caos reinante desembocará en otra maxidevaluación del "bolívar fuerte" -que en realidad es bolívar débil-, como fórmula para reducir el enorme déficit fiscal ocasionado por los inmaduros.

Claro, los jerarcas del gobierno venezolano piensan que la culpa de todo lo malo la tienen otros.  Así, por ejemplo, no entienden por qué el Fondo Monetario Internacional acaba de decir que la situación de la economía venezolana es insostenible porque, entre otras cosas, los desequilibrios macroeconómicos adquieren niveles cada vez más escandalosos, de gravedad extrema.  No obstante, entre quienes agarran el rábano por las hojas está el presidente del Banco Central de Venezuela, el inefable Eudomar Tovar.
Por eso, Eudomar, no finjas. ¡Tú no eres revolucionario! Solo sabes de jeans porque trabajabas con Jordache para inundar el mercado imperialista.  ¿Y qué pasó? ¡Háblanos de jeans y de las contundentes denuncias de tu antecesora en el BCV, Edmée Betancourt! ¿Quiénes en el gobierno se llenaron con los 20 mil millones de dólares obtenidos en Cadivi a través de empresas de maletín?

Bueno, pensándolo bien, la extraña actitud de este Eudomar me lleva a otro más auténtico, "Eudomar Santos", cuando salía en aquella perversa telenovela Por estas calles, con aquello de  "como vaya viniendo vamos viendo"...  Si. Así eres tú, Eudomar, en este corrupto e insostenible gobiernito de Nicolás Maduro.

viernes, 11 de octubre de 2013

Teodoro se puso viejo

Ricardo Escalante
Semanas después de haber salido Rafael Caldera de su Segundo gobierno, un día lo llamé para consultarle algo con fines periodísticos y, como era lógico suponer, de entrada le pregunté cómo estaba. Su respuesta no se hizo esperar: “¡Enfermo!”, frente a lo cual inquirí qué tenía: “¡Vejez! La vejez es una enfermedad y con ella vienen muchas dolencias”…  Luego conversamos un poco sobre otros asuntos.

Las palabras de aquel hombre cuya enfermedad raigal había sido la desmedida ambición de poder -que lo llevó a patear su obra política fundamental, Copei-, reflejaban alguna dosis de humildad frente a la vecindad del final de su ciclo vital. Y no le faltaba razón: La vejez es un mal frente al cual lo ideal es tener conciencia.
Ahora bien, no todo el mundo llega al ocaso de la misma manera. Unos lo hacen en pleno dominio de sus facultades físicas y mentales, mientras para otros las cosas se complican. En la ancianidad hay quienes muestran una admirable sabiduría para verlo todo en perspectiva, con desprendimiento, aunque sin abandonar los juicios críticos y, de ellos, hay que escuchar consejos.  En los abuelos, por ejemplo, tiende a desarrollarse un enorme sentido de tolerancia frente a las travesuras de los nietos.
Hablo hoy de estas cosas movido por las más recientes declaraciones de ese formidable dirigente de la izquierda venezolana de muchas décadas que es Teodoro Petkoff.  En su trayectoria ha habido contundentes demostraciones de revisión, entre las cuales adquirió relevancia excepcional el cuestionamiento al totalitarismo comunista y a su desvencijada ideología al final de los años sesenta, tras lo cual rompió con el PCV y fue uno de los pilares de la formación del Movimiento Al Socialismo (MAS).
En aquella época Teodoro escribió Checoslovaquia, el socialismo como problema, libro que desató una encendida polémica inclusive más allá de las fronteras venezolanas, provocó un artículo en su contra en el diario Pravda y desató la ira del todopoderoso Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, quien en uno de sus discursos lo excomulgó. Como miembro del PCV y después como masista era inclemente y muchas veces intemperante, pero lo hacía con convicciones.
Ahora ya casi ni escribe los editoriales de TalCual y cuando lo hace no recurre a los calificativos que sacaban de quicio a Hugo Chávez. Es otro Teodoro.  En estos días declaró que discutir sobre la nacionalidad de Nicolás Maduro era intrascendente, planteamiento que sería válido si se tratara de un ciudadano cualquiera, pero, en este caso la minucia está en lo que reza el texto constitucional.  Teodoro tal vez pudo haber dicho que la Constitución es un texto absurdo, anacrónico, o cualquier otra cosa, porque, como ya está dicho, el problema de fondo es lo que reza la ley de todas las leyes venezolanas.
Bueno, pero esa discusión tal vez ya esté agotada, porque el estólido Presidente y sus amigotes lo arreglaron todo para que él ahora sea un caraqueñísimo de pura cepa. Y como decía una historia infantil de los tiempos de Teodoro: “Colorín colorado, el cuento se ha terminado”.

viernes, 4 de octubre de 2013

¡Farsantes!

Ricardo Escalante
Hace unos días circuló profusamente en internet el audio de un supuesto mensaje de Hugo Chávez a su hermano Adán, en el cual él se declaraba secuestrado. Lo escuché dos veces y me pareció que se trataba en efecto, de su inconfundible voz, pero, por supuesto, si se examinan las circunstancias que rodearon la vida del caudillo a partir de la primera operación pélvica que le practicaron a mediados de 2011, la única conclusión posible es que la grabación es obra de un experimentado embaucador.

Se sabía que Chávez estaba aquejado por una de las variedades más agresivas de cáncer, pero él, Fidel y Raúl Castro, se empecinaban en ocultar la gravedad del diagnóstico y las expectativas de vida para retener el mando hasta el instante de la muerte, para asegurar la continuidad del régimen y avanzar en creación del ser legendario, casi sobrenatural.  Un final terrible para alguien que amenazaba con gobernar cincuenta años.
Durante año y medio el autócrata hizo esfuerzos para dar la impresión de que ciertas manos milagrosas y avanzados medicamentos producían el efecto deseado, aunque el aspecto desnudaba la farsa. Con el rostro abotagado, un feo color cobrizo y andar cansado, se aferraba a la condición de caudillo y se ponía de rodillas ante el Cristo que con prepotencia antes denostaba. Quería creer su triste mentira. Y aquí voy ahora a contar por primera vez la anécdota de un médico colombiano -un amigo a quien conocí hace muchos años en Londres-, que pasó por Houston en noviembre de 2011, cuando la salud presidencial era solo especulaciones y secretismo.
Mi amigo había coincidido en un evento profesional con uno de los doctores que atendían al Presidente venezolano en aquella etapa del mal, quien en términos confidenciales le describió las características del tumor extraído de la parte posterior de la vejiga y los órganos invadidos. Los augurios eran devastadores, a pesar de que el tratamiento era el mejor que existía. El paciente era un hombre de contextura fuerte, acostumbrado al ejercicio físico, pero estaba sujeto a imponderables: No todos los organismos reaccionan de la misma manera a la medicina. Ya entonces le calculaban una vida máxima que podía estar entre 8 y 12 meses, pronóstico que resultó acertado.
Las actividades públicas del jefe del Estado comenzaron a disminuir en forma progresiva al llegar el año 2012. Apeló al uso creciente de los medios radioeléctricos para suplir las ausencias impuestas por el dolor inclemente, que era aliviado con drogas heroicas. Atrás habían quedado las largas caminatas y el programa Aló Presidente, que solía durar hasta ocho horas y era transmitido en cadena de radio y televisión. Hasta compromisos de Estado eran cancelados intempestivamente. Twitter pasó a ser una herramienta esencial, hacía viajes no programados a Cuba y con fines proselitistas endeudaba el país de manera irracional. Las elecciones presidenciales fueron adelantadas ante la certeza de la mengua de las condiciones físicas.
Lo que vino después es harto conocido. Los viajes a La Habana eran cada vez más frecuentes y de mayor duración, hasta que ya no pudo gobernar, mientras el país andaba a la deriva y a la oposición le faltaba garra para llenar el vacío presidencial. En vez de reclamar la declaratoria de ausencia absoluta del Presidente, lo más importante para el ex candidato Capriles Radonsky era orar por la recuperación y el pronto retorno de Chávez.
En aquellos meses aciagos, Venezuela quedaba en evidencia como uno más de esos países afroindios latinoamericanos propensos a la mitología. Unos lloraban y en el pecho llevaban medallitas con la imagen de Chávez. No faltaban siquiera relevantes detractores que lo estimaban indispensable, en vez de promover un liderazgo civil que rescatara la pluralidad de las ideas y las banderas democráticas.  De esa forma y con la habilidosa tracalería cubana se llegó al gobierno de ese ignorante primitivo que es Nicolás Maduro.
Ahora mis lectores se preguntarán qué persigue mi circunloquio. Pues algo sencillo: Insistir en que hasta en la oposición hay quienes creen en la invencibilidad del chavismo y con sus grabaciones de “Chávez” alimentan el mito, con lo cual le sirven al peor y más corrupto de los gobiernos venezolanos.  ¡Aliados involuntarios de Maduro!